martes, 29 de mayo de 2007

Encuentro onírico

03 de abril, 2007:

"Volverse sensible no es enfrentarte a escenas conmovedoras y llorar", me dijo Loreto en el autobús, mientras cruzabamos el camino de Acatlán de Figueroa, Oaxaca, para llegar al D.F. "Volverse sensible es abrir bien los ojos y percibir las señales con nuestros sentidos".

Como si no tuviera ganas de platicar acerca de las señales, le reproché que no era necesario que me hubiese acompañado hasta el D. F.; me dijo que lo hacía porque me veía como a un niño: estúpido y sin defensas. Al oír sus palabras, supuse que estaba molesta por haberle intentado cambiar de tema. Continúo con su tono de voz seria, y me señaló que estaba desperdiciando aquel viaje, que mirara los cerros y apreciara la "naturaleza muerta".

Quedamos callados unas dos horas, hasta que llegamos a un restaurante llamado "las palomas". Comimos tacos de cecina para aguantar el resto del viaje. Cuando terminamos de comer, Loreto me gritó: "¡Mira a aquel cerro, muchacho!", yo obedecí. No encontré nada extraño en aquel cerro. Le pregunté a Loreto, que qué quería que viera exactamente en el cerro. Me dijo que nada, que simplemente aquel cerro se parecía mucho al de Santo Domingo, Tonalá. Se río a carcajadas y se subió al autobús.

"De verdad que afecta estar un mes aquí en Oaxaca", le comenté a Loreto. Nada más chasqueó la lengua y me dijo que era un pinche ciego, que no quería ver más allá del cerro, y por ello no pude apreciar a la persona que me estaba vigilando.

Extrañado le pregunté sobre aquel vigilante. Sin aclararme el asunto, sólo me dijo que por eso no quiso que viajara solo, más por estos rumbos. "imagínate si se llegara a volcar el camión", le comprendí rápidamente, caer de aquellos "voladeros" era una muerte segura, y además si uno llegase a sobrevivir, moriría en el intento de ir en busca de ayuda. Los caminos de Acatlán son un laberinto, puedes caminar y caminar y posteriormente, perder la idea de ubicación.

"Pero Loreto, no creo que suceda, y si sucede es algo inevitable; además, nadie asegura que nos pueda pasar ahora".

"Susurra muchacho, susurra", me instó porque la gente que iba despierta alcanzaba a oírnos a pesar de la música que llevaba el conductor.

"Aun así, estoy aquí para protegerte del Centinela".
Le dije que al parecer no iba a salir vivo de Oaxaca después de todo. Loreto sin más me dijo que me callara y que me pusiera a leer los libros que había comprado en la capital. La verdad no tenía ganas de leer. Así que le pregunté si quería que enfocara los cerros en busca del Centinela. "Haz lo que quieras..."

Enfoque mi vista a los cerros, intentando ubicar al Centinela; no aparecía nada. Ya no me confiaba de Loreto. Al parecer, antes de regresar a casa, me tenía una prueba. Seguí concentrándome cuando de repente vi una sombra, un bulto corriendo a la velocidad del autobús. Viré hacia Loreto para decirle que ahí estaba el Centinela, pero estaba ya dormida. "Me tienen prohibido soñar, vaya encrucijada", le dije, pero obviamente no me respondió.

Seguí mirando a través de la ventanilla y me di cuenta que los cerros estaban cambiando de color, de hecho ya no eran cerros, sino nubes de colores, que se disipaban al ritmo de los saltos que realizaba el Centinela. De repente, me percaté que estaba persiguiendo al Centinela, le gritaba que se detuviera y que me enfrentara, si es que tantas ganas tenía de darme un susto antes de abandonar el estado.

Repentinamente se detuvo y mi sorpresa fue que era yo mismo reflejado. "No me abandones." escuché una extraña voz femenina...

Tuve tiempo de pensar que Loreto me estaba gastando una broma, y de mal gusto. Pero no estaba soñando. El Centinela parecido a mí, alzó las manos y pronunció [posiblemente en mixteco] una oración, que provocó que nuestro entorno empezara a girar, y a transformarse en una puerta. "Sal de aquí y no vuelvas hasta que seas sensible".

Grité a Loreto desesperadamente que se apareciera y que me sacara del lugar, pues yo no sabía cómo. Al ver el Centinela que no accedía a su mandato, se aproximó corriendo hacia mí y con las palmas extendidas golpeó sobre mi pecho y salí disparado de aquel torbellino.

Quedé con un fuerte dolor de cabeza cuando desperté. Me percaté que estaba en la terminal de autobuses, listo para regresar a casa. Tenía el dedo en el libro a modo de separador, al parecer me había quedado dormido realmente...

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