martes, 29 de mayo de 2007

Confrontación

21 de mayo, 2007:

Defino "confrontación" al acto de dos personas con dos energías en busca de una confluencia energética en su ser interior, este acto se desarrolla a través de una conversación, y ésta se realiza con el fin de eliminar los sentimientos innecesarios. Esta confluencia de energía es mejor conocida como el Cambio drástico, el único acto que permite la ruptura de nuestras vidas (una descontinuación), esto es eliminar toda nuestra actitud que le demostramos a la gente, y sacar la verdadera esencia, y esto mismo, conlleva a la disolución de las rutinas. Mi benefactor ya me lo había anticipado antes, me dijo que llegaría el momento en que tendría que llegar a mi cambio drástico, pero antes tenía que padecer un sentimiento: conocer a Lidia.

Lidia es una hermosa mujer, sobre todo fuerte, que se atravesó en mi camino hace ya tres años. Sin darme cuenta esta mujer me enganchó, quedé perdidamente enamorado de ella, que no hallaba la forma de acercarme. En ese mismo instante que quedé enganchado mi benefactor me felicitó, porque pensaba que mi "confrontación" había surgido de una manera rápida, nada más tenía que vencerla para poder avanzar en el camino del mescalero.

Lamentablemente, en vez de demostrar la fortaleza de todo lo que había aprendido, demostré ser un estúpido, porque me dejé llevar por la timidez y el miedo al fracaso. Durante esos tres años, mi voz interior me decía que sólo tenía que confesar tales sentimientos a Lidia para poder romper con todo lo que me ataba con ella, porque de todas maneras, no iba a poder convencerla de que estuviera conmigo. La respuesta era simplemente no.

Extrañadamente, mientras me iba acercando a mi confrontación con Lidia, empecé a tener reminiscencias en las que me explicaban cómo actuar a la hora de estar frente a Lidia. Lamentablemente, a mi juicio, creo que no las apliqué al cien por ciento, porque como me dijo una vez Yolanda: Lidia me daría un golpe tan tremendo que sentiría fluir mi energía como una fuga de agua.

Acepté de una vez por todas que pasara lo que pasara iba a morir en el acto, o perder mi fuerza para siempre. Al ver que ya no tenía oportunidad, pues la conversación si iba aplazando, mi voluntad se tuvo que encargar de todo, es decir, pude tener acceso a la soledad de Lidia. Sin querer el día 18 de mayo me la encontré. Lidia se había ofrecido a darme un aventón hasta mi casa, fue ahí la señal. Era una noche calurosa, y Lidia había estado apreciando la luna, me preguntó si era creciente, le dije que sí. En todo el trayecto Lidia fue conversando acerca de problemas que estábamos pasando en la Universidad.

Al llegar a mi casa, Lidia me preguntó si había alguien en casa, yo como vi la luz prendida, supuse que sí. Sin más rodeos, le dije a Lidia que me hubiera gustado platicar de lo que ya habíamos pactado. Me dijo que estaba bien, que ella ya lo sabía. Le confesé todo mi afecto, le dije que estaba con este dolor desde hace tres años, así que sólo le pedía que me diera oportunidad de conocerla para posteriormente tener una relación seria y formal; le pregunté también principalmente, que si no tenía alguien en su vida. Ella me dijo sinceramente que salía con alguien con el que había terminado desde hacía tiempo. Que se estaban reconciliando. Le dije que eso era suficiente para desengañarme. Lidia rió y me descalificó como una persona dramática.

La verdad es que así me he considerado siempre, una persona cursi, dramática, y sobre todo, tímida. Lidia volvió a reírse y me dijo que no lo aparentaba. Cuando escuché eso y confirmármelo, recordé que tenía que aplicar mi silencio interno. Sin embargo era tarde, algo me había punzado en el estómago. Me quedé sin palabras y lo último que escuché fue que Lidia me había solicitado que tras esta conversación no me alejara, que no repercutiera en la amistad que ya habíamos construido, porque había visto en mí a una persona amable.

Sin nada que me viniera a la mente, le dije a Lidia que lo que me había llamado la atención, era su fortaleza. Lidia volvió a reír. Sin más, sentí que mi cuerpo me hacía salir del carro, abrí la puerta, y le dije:

"Lidia, sé que tienes prisa. Lo sé porque alguien te espera…"

Lidia me dijo que era cierto, que la habían llamado unas amigas para salir a cenar, pero que no sabía todavía que iba a hacer porque tenía otros asuntos pendientes.

Le dije que yo también tenía pendiente mi exposición… me deseó suerte y yo también; nos despedimos. Al mismo tiempo que me decía que posiblemente tendríamos una nueva conversación, porque cinco minutos no eran suficientes, sentí que el cuerpo me había jalado fuera del vehículo, ya estaba apunto de desfallecer, pero algo me mantuvo de pie. Me miré los pies, como si estuviera verdaderamente ebrio; vi una extraña sombra que estaba debajo del automóvil, me apreciaba. Entonces cerré la puerta y le dije adiós a Lidia.

Lidia sin más, me correspondió la despedida, y salió disparada, se alejó y ni siquiera tuve la oportunidad de ver que se alejara de mi mundo, porque sin darme cuenta ya estaba dentro de la casa. Me sentía conmocionado; la cabeza me palpitaba y mi cuerpo me estaba sofocando.

"Vamos, vamos, date una ducha para que te recuperes. Tu energía está rebozando y si no callas tu mente, vas a terminar en shock".

No me extrañé al ver a Pablo dándome indicaciones. Entré rápido al baño, abrí la regadera, y dejé que el agua fría eliminará toda mi memoria del encuentro.

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