martes, 16 de diciembre de 2008

Entre las estrellas

Estaba de pie mirando hacia el horizonte. El sol se ocultaba detrás de los cerros, y el aire gélido del mes de diciembre me golpeaba por la espalda. Me di cuenta que observaba aquel paisaje desde la Cueva de las flores. Después de un largo rato, miré al cielo que estaba sobre mí y sentí una energía correr de mis pies hasta la coronilla. Un breve escalofrío hizo temblar mi cuerpo y entonces recordé aquella escena donde don Gaspar se elevaba desde el punto donde yo ahora estaba. Se elevaba hasta convertir su cuerpo en una incandescente luz; luego en una esfera que giraría a mi alrededor como si fuera la última vista hacia el mundo. De ahí, en lo más alto, casi confundido con las estrellas, desapareció.

Algún día sucederá lo mismo conmigo, pero tal vez llevará algunos años. Al darle la espalda al horizonte, me encontré a un grupo de personas en el interior de la cueva, sentados alrededor de una fogata. Todos tenían los ojos cerrados, como meditando y murmurando algún cántico. Al acercarme descubrí que eran los mescaleros pertenecientes a mi grupo.

Quise saludarlos o decirles algo, pero no pude emitir ninguna frase. Había tanto poder en el interior de esa cueva. Entonces hice conciencia. ¿Cómo había viajado desde mi casa hasta Oaxaca? ¿Habría cometido el desdoblamiento de mi ser o simplemente era un sueño? La que estaba más próxima a mí era Fernanda. La había reconocido por sus rizos negros. Ella me miró y de alguna manera presentí que me invitaba a sentarme junto con ellos.

“Vamos a viajar juntos. Vamos a practicar la misma elevación que hizo el naualli ante ti”. Me dijo Fernanda con sólo verme a los ojos. Luego miré a los demás, seguían con los ojos cerrados. Me pregunté si se trataba del viaje definitivo. “Así es, y por eso nos hemos reunido aquí en la cueva. Tu sitio de poder”. Dijo Juanito Mescalero que también estaba ahí presente. ¿Por qué ustedes? Pero nadie respondió. Respiré profundamente. Cerré los ojos y al detener mi diálogo interno, sentí el aire gélido correr nuevamente por mi cuerpo.

Ahora estábamos todos de pie: 8 mescaleros en círculo con los ojos abiertos. A modo de coro todos entonábamos una cántico que constaba de puras vocales: AE-AE-AE (pero con un ritmo específico). El suelo que estaba debajo de nosotros comenzó a temblar. Nuestros cuerpos comenzaron a elevarse lentamente, y yo sentía una extraña sensación en mi estómago. Luego vi que los cuerpos de los mescaleros comenzaban a brillar. Yo sentía un calor interno como si ardiera en fiebre. Entonces miré hacia mis pies y me percaté que estábamos flotando a una enorme distancia de la cueva. Tonalá se veía como 4 velitas en un pastel.

Miré mis manos y luego a mis compañeros. Mi cuerpo ya no era de carne, era una energía brillante que emanaba y circulaba en mi cuerpo. Éramos seres luminosos que girábamos en círculo para poco a poco obtener la forma de una esfera luminosa. Posteriormente rompimos aquel círculo y nos enfilamos en una hilera incandescente. Juntos aceleramos nuestro vuelo hacia el cielo, hasta perdernos entre las estrellas...

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miércoles, 3 de diciembre de 2008

Seres luminosos

Don Goyo se incorporó y comenzó a tronarse todos los huesos de su cuerpo. Le pregunté si se sentía cansado. Con una mirada hosca me dijo que cansado era sinónimo de un hombre común, los mescaleros si llegasen a sentirse de tal manera, su poder menguaría. Asentí. Ya había escuchado antes un reproche de mi gordura por parte de Magaly en Oaxaca.

Miré por última vez el paisaje en el que estaba, y le dije a don Goyo que era tan surreal. Don Goyo sonrío y me preguntó si alguna vez don Gaspar me había traído a semejantes lugares. Le dije que sólo habíamos visitado la Cueva de las flores, y eso para mí, ya era algo surreal. “Eso es lo que siempre ha sido el mundo para ti. Siempre debes buscar esas maravillas que nos rodean y hacerte responsable de que estás en un mundo extraño”.

“Extraño porque es estupendo, pavoroso, misterioso, impenetrable: Tú debes saber que el interés de don Gaspar fue convencerte de que debes hacerte responsable por estar aquí, en este maravilloso mundo, en este maravilloso tiempo. Quiso convencerte de que debes aprender a hacer que cada acto cuente, pues vas a estar aquí sólo un rato corto, de hecho, muy corto para presenciar todas las maravillas que existen. Tantas y de tal calidad, que al parecer no hemos agotado nada. Templa tu espíritu, llega a ser un mescalero; aprende a ver, y entonces sabrás que no hay fin a los mundos nuevos para nuestra visión. En fin, cuando uno ve, no hay detalles familiares en el mundo. Todo es nuevo. Nada ha sucedido antes. ¡El mundo es increíble!”

Suspiré, y por un momento vi mi mundo cotidiano. En realidad era mi espíritu que al parecer no dejaba que mi tristeza embargara mi estado de ánimo. Aquellos recuerdos no eran más que una recapitulación expresa que realizaba mi mente de manera inconsciente para poder tener “control”. Me dije a mí mismo que era un ser que planeaba siempre, y nunca improvisaba. ¿Y por qué planeaba? Porque era el miedo el que me obligaba a tener control… una ilusión.

Don Goyo me vio absorto en mis pensamientos, se acercó; puso su mano en mi hombro y me dijo: “el hombre de conocimiento ama y quiere adultamente, sin ninguna preocupación, sin ningún apego ni interés, sin ninguna obsesión ni morbidez. Tiene y vive una vida verdadera, sana, buena, fuerte. Vive de actuar, no de pensar en actuar, ni de pensar qué pensará cuando termine de actuar. Más aún, ha aprendido a reducir a nada sus necesidades. Para él sentirse pobre o necesitado, lo mismo que odiar, tener hambre o sentir dolor, es sólo un pensamiento. Porque, hombre de conocimiento, él es todo lo que ve o, mejor, lo es todo: Un hombre que ve lo es todo. Como conocimiento, conciencia pura y luz que es, para él el mundo y él mismo ya no son objetos: Él es un ser luminoso en un mundo luminoso”.

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martes, 18 de noviembre de 2008

En la eternidad (un hombre de conocimiento)

Al abrir los ojos, los distintos soles me lastimaron la vista. Cerca de mí don Goyo estaba sentado observándome con una sonrisa maliciosa. Me pregunté y también a él qué hacíamos los dos en ese lugar. Don Goyo carcajeó y dijo que me había venido a visitar a este nuevo mundo que había descubierto. Me confesó además que había estado en el interior de mis pensamientos escuchando a voz viva todas mis reflexiones de hombre común. "¿Cómo pasa el tiempo, no es así? Ahora eres un naualli que busca su totalidad, que debe perder su forma humana. Eres como la serpiente que va dejando su piel para renovarla, pero contigo será lo contrario, mudarás de pensamientos para ya no tenerlos nunca".

Le pregunté si había venido para decirme aquello, y me dijo que no, sólo había venido a visitarme. Me incorporé y le dije lo que había sucedido con Yolanda y los seres inorgánicos, le comenté del llamado y del testigo, y de las ganas que tenía de hablar con un mescalero sobre todo lo que me estaba pasando. Quería respuestas a preguntas que no podía formular. Tenía una enorme inquietud. Para calmarme, don Goyo me sugirió callar la mente y pensar en los preceptos del mescalero. Le grité que no podía, y que ya ni sabía cuál era la razón de estar en aquel mundo. ¡La vida no tiene sentido!

"La vida tiene sentido, todos tenemos un propósito, una meta y nuestra meta siempre la has tenido en cuenta: transformarse en un hombre de conocimiento". Dijo que el hombre vive sólo para aprender. Y si aprende es porque ésa es la naturaleza de su suerte, para bien o para mal. Nuestra suerte como hombres es aprender; los seres vivientes existen solamente para acrecentar la conciencia de ser. "Un hombre de conocimiento es alguien que ha seguido de verdad las penurias de aprender. Un hombre que, sin apuro, sin vacilación ha ido lo más lejos que se puede en desenredar los secretos del poder y del conocimiento".

Me senté a su lado, y don Goyo continuó su explicación: Ser hombre de conocimiento, pues, es una meta muy exigente, la más exigente que se puede plantear el ser humano, pero que vale la pena, la única que vale la pena. Porque no hay otra manera de vivir o, mejor dicho, la otra manera de vivir, sin conocimiento, es muy triste y, lo que no deja de resultar irónico, demanda el mismo trabajo. De manera que o nos hacemos infelices o nos hacemos fuertes. La cantidad de trabajo es la misma.

"La condición que significa ser hombre de conocimiento quizás sea muy corta en términos de duración. Porque uno no es nunca en realidad un hombre de conocimiento. Más bien, uno se hace hombre de conocimiento por un instante muy corto, después de vencer a los cuatro enemigos naturales. Y, encima, el camino que conduce a tal condición, eso sí es cierto, es difícil y largo. Pero esta experiencia, que puede ser puntual, no tiene punto de comparación con ningún otro tipo de experiencia en la vida. Es lo máximo que el ser humano puede vivir. En realidad, es todo. Cuando el ser humano adquiere la conciencia de ser todo, es que, en realidad, es todo".

Porque el hombre de conocimiento es el que llega a la totalidad de sí mismo y vive desde la totalidad de sí mismo. Vive la realidad y vida ordinarias, y vive la realidad y vida inmanentes o trascendentes, como quiera expresarse, a aquéllas, que el común de los mortales no sospecha. Vive la vida y realidad totales, que, como totales, constituyen para él una unidad: "… sólo un hombre de conocimiento percibe el mundo con sus sentimientos y con su voluntad y también con su ver". Después de esa totalidad no hay algo más, es lo último.

Desde esta totalidad de sí mismo, el hombre de conocimiento se percibe literalmente en un mundo maravilloso y rodeado de eternidad, la mayor sabiduría a la que uno puede dar voz. ¿Sabes que en este mismo instante estás rodeado por la eternidad? ¿Y sabes que puedes usar esa eternidad, si así lo deseas? ¿Sabes que puedes extenderte hasta el infinito en cualquiera de las direcciones que he señalado? ¿Sabes que un momento puede ser la eternidad? Esto no es una adivinanza; es un hecho, pero sólo si te montas en ese momento y lo usas para llevar la totalidad de ti mismo hasta el infinito, en cualquier dirección.

Al volver apreciar el lugar donde estábamos, don Goyo dijo: "Estás tratando con esa inmensidad que está allá afuera. Aquí, alrededor de nosotros, está la eternidad misma".

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viernes, 14 de noviembre de 2008

Consejo (pensamiento de un hombre común 7)

No podía conciliar el sueño. Abrí los ojos y miré el techo. Algo me había despertado, posiblemente una pesadilla. De repente escuché un extraño sonido, miré al frente, hacia mi librero y vi un extraño ser luminoso hojear uno de mis libros. Se percató de que lo estaba observando y se acercó lentamente hasta mi cama. Se sentó y me miró; era una mirada cálida. Sonrió y después hablo:

"Sólo he venido para darte un último consejo. Sabes... a veces nos es difícil comprender todo lo que sucede a nuestro alrededor, pero debes estar consciente de que todo ocurre por la misma confluencia de la vida. Sé que te enojas cuando todo lo que sucede a tu alrededor es de manera injusta, ¿pero qué sabes del propósito (por no decir destino)?

"Tienes que comprender que nada podrá salir tal como tú lo deseas. No te estoy pidiendo que dejes fluir tu vida a la voluntad de algo o de alguien. Sólo debes dejar que ocurra, y admirarte de la oportunidad que se te ha puesto en el camino.

"Por favor, piensa en esto: No puedes obligar a que la gente haga las cosas que tú deseas. Principalmente, porque no tienes el derecho de doblegar su voluntad.

"No te enfades con nadie, eso es muy egoísta de tu parte. Sabes muy bien que nada se gana forzando las cosas. En esta vida, no puedes obtener todo lo que deseas; sólo lo suficiente. Recuerda: lo suficiente, y deberías dar gracias por ello. No se te olvide.

"Lo que te digo es simple: es como si quisieras leer todos los libros del mundo. Nadie ha leído todos los libros del mundo; sólo se leen algunos libros, no todos; incluso, hay ocasiones que persona alguna, ha leído solo un libro en su vida. ¿Comprendes?

"No te estoy pidiendo que seas conformista con únicamente lo que has leído, o con todo lo que ha devenido en tu vida. Sigue leyendo, sigue buscando las oportunidades, sin rendirte. Si no se puede, simplemente no se puede, ya existirá el momento. No desesperes; sólo concéntrate con lo que tienes en las manos, y trabájalo. Esfuérzate por ser mejor cada día.

"Pero te diré una cosa más, cuando logres estar allá, sé humilde y alégrate. Abrázate a ti mismo, y ríe.

"No te reproches por tus errores. Cuando lo haces, actúas como tonto. Recuerda que nuestras decisiones se llevan hasta el final y con responsabilidad, no importa el resultado. Y no seas un aburrido, habiendo tantos errores por cometer, ¿tienes que cometer siempre el mismo?"

Concluyó, y desapareció ante mis ojos.



Entonces, alguien me dijo por última vez: "REGRESA, Y ESFUÉRZATE POR PERDER LA FORMA HUMANA".

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miércoles, 12 de noviembre de 2008

Lugares comunes (pensamiento de un hombre común 6)

Sí, el hombre común no sabe lo que en realidad quiere... más bien siempre desea tener todo para que al final lo abandone... Es la ansiedad de poseer todo para demostrar su poder, pero no sabe que todo ese deseo es sólo un capricho, y por lo tanto un adquisición efímera...

Cuando veo ese mundo que capturas. Cuando veo la intensidad del color de aquellos paisajes, me transporto repentinamente a otro lugar. Un lugar distinto al que habito. Siento incluso el aroma o la melancolía de ese nuevo mundo. Un lugar en donde todo puede ocurrir, y el deseo es eterno. Un lugar blanco y negro, en el que no es necesario distinguir las cosas. ¿Y sabes cuál es ese lugar?

...Es mi mente.

Se admira de sus pensamientos, de su mente: el único medio entre la ilusión y la realidad. Pero qué hay cuando "quiere" o "ama": ¿Pierde la cabeza?

La quiero, la amo, estoy profundamente perdido por ella... Sólo pienso en ella, lo admito. Escucho su risa en cualquier rincón de mi habitación. Miro a cualquier parte y aquellos ojos pizpiretos me ven y me hechizan. Siento una enorme ansiedad de querer escuchar su voz, de verla sonreír... Cada día se convierte en un martirio por sentirme atado, encadenado en mi habitación y no poder correr tras ella y estrecharla fuertemente a mi cuerpo. Sentir su aroma y descubrir su respiración. Sentir lo suave que son sus manos.

Me vuelve loco, y ella lo sabe. Su belleza me atrapa, y me dan ganas de gritar su nombre, para que me escuche y sepa que está en mi pensamiento... Es mi musa. Con su esencia imagino lo imposible como factible, pero a veces todas esas emociones se unen y se vuelven miedos. Miedo de no poder avanzar hacia ella; de que me tiemblen las piernas y se quiebre mi voz... es amor. Mi boca se seca, mi estómago siente un vacío enorme. Y aprieto los ojos para dejar de pensar en tonterías. Sólo ella puede salvarme...

Quiero...


Dispone su destino en las manos de alguien que posiblemente lo llevará a su perdición... Y su composición ni siquiera es novedosa... es un lugar común- Pero por qué hablo de esto si soy un mescalero... Parece una queja, ¿no? Pues bien, porque yo cuando estuve en el mundo del hombre común, tuve los mismos pensamientos.

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lunes, 10 de noviembre de 2008

Susurros (pensamiento de un hombre común 5)

Hace ya algunos meses, había leído la historia de un personaje que estaba cumpliendo cincuenta años de vida, y durante todos los relatos que se van desenvolviendo, el personaje reflexiona acerca de su vida, de sus logros, de sus desesperaciones, que al final de todo se da cuenta que lo que vivió cuando era un pibe, eso no era realmente la vida. La vida, a sus cincuenta años, apenas estaba comenzando. Se dio cuenta que tomaba la vida sin seriedad y con la premura de experimentar todo. Sin embargo, ahora que lo ve bien, la vida no se vive con prisa, ni se experimenta nada más porque sí. Piensa ahora que por su edad, tiene que ser más precavido.

Ahí veo reflejada mi vida, si ahora vivo con ciertas reservaciones, ¿cómo seré dentro de cincuenta años? Siento que ahora estoy construyendo un universo en el que al final me volveré el espectador. Me he dado cuenta que para poder avanzar, a veces hay que sacrificar. Es muy doloroso, es verdad, pero la recompensa (porque existe. Quiero creer que existe) vendrá, pero no existe fecha precisa que diga "aquí serás feliz." Luego pensé si he vivido mi vida con prisa... no lo sé. Pero lo que sí sé es que en mi camino he visto bastantes cosas. Cosas que a veces presiento que van a repercutir en mí.

Admito que a veces tengo miedo, ¿y quién no? pero mi miedo es no poder avanzar, quedarme atrapado en un solo lugar, y con el mismo pensamiento de todos los días. Veo a la gente que a veces recurre a mí para desahogarse, y finalmente pienso: ¿Es acaso nuestra culpa? ¿Decir con toda sinceridad a la gente lo que nos está acabando, lo que nos está destruyendo por dentro?

Yo digo que Sí es sano. Es sano decirle a la gente qué está pasando en nuestro mundo. Pero no es sano que llenen de ponzoña nuestra mente, que nos desanimen, que nos digan que renunciemos a lo que aspiramos (pero a que a fin de cuenta nos aflige) pero es por eso que hay que sufrir para poder avanzar. Odio que nos roben la fe. Creo que nada es correcto. Si abres la boca y dices lo que piensas, o bien salvas vidas, o bien destruyes vidas. Pierdes todo. Todo por culpa de una mala interpretación.

¿Cuál es entonces la solución? ¿Quedarnos callados siempre?
Todas estas preguntas ocurren y se olvidan. Al final te ríes y todo parece olvidarse. Pero sientes un pequeño vacío de que nada está bien.

Entonces, alguien me dijo: "REGRESA, Y ESFUÉRZATE POR PERDER LA FORMA HUMANA".

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domingo, 9 de noviembre de 2008

Involución (pensamiento de un hombre común 4)

Un mescalero sabe que tiene que evolucionar a un ser lejano, distante a las pasiones humanas, pero al mismo tiempo sabe que no puede cambiar, por eso siempre tiene este pensamiento para luchar constantemente.

Un mescalero también sabe que un hombre común no tiene la capacidad de evolucionar. Un hombre común más bien piensa que se transforma en algo ajeno a él; en un ser nuevo y listo para recomenzar; pero no es así, sino que se transforma en lo que los demás piensan sobre él; se transforma en lo que más odia, en lo que no quiere ser, pero con tal de sobrevivir lo hace...

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Me he ido convirtiendo en un ser desagradable para todo y para todos. Me di cuenta que a la persona que más estimo, le dio por decirme sutilezas para no lastimarme, aunque yo sé realmente que en el fondo está hastiada por mis actitudes. Pero al mismo tiempo que yo descifraba todo esto, se incrementaba mi metamorfosis.

Ahora lo que solía ser, ya no lo soy más. Me siento distinto, incluso lo que tanto quería hacer, lo he abandonado. Lo que tanto quería, me odia; se ha cansado de mí. ¿A caso es el motivo de esta transformación?

Siento que cada día este ser que emerge, consume una ilusión, y lastima al que se atraviesa en su camino. Yo sólo quería... ¿Tiene caso decirlo? Hasta mis recuerdos se han ido desvaneciendo. Quizá me olvide de mí mismo, y quizá mis semejantes me encierren nuevamente en la soledad al verme convertido en aquella bestia. En ese cuarto oscuro que se llama OLVIDO.


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En vez de avanzar, un hombre común retrocede, no evoluciona, involuciona.
En la lucha incansable, un mescalero trata de perder su forma humana.

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viernes, 7 de noviembre de 2008

Problemas (pensamiento de un hombre común 3)

Por eso se enseña al mescalero aprendiz a no depender de nadie, a no buscar ayuda, a no aferrarse a nada, para que no tenga miedo. El miedo siempre es el primer enemigo del mescalero, y ¿qué es el miedo? Inseguridad en uno mismo. Encadenar la voluntad y dejarse golpear por los sentimientos de la gente.


Igual el diálogo interno es un mal vicio, porque sólo nos justifica y renueva un mundo de ilusiones, nos hace justificarnos para creer en una mentira. En realidad sólo se crea un problema enorme. ¿Que el mescalero es indiferente?

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Cómo saber que una promesa se puede cumplir, o que otra sólo sirve de despedida. Cómo saber que lo que a veces sientes es un verdadero sentimiento, y no un simple simulacro.

Cómo saber que estás predestinado para querer lo inalcanzable, para amar la ilusión, para obsesionarte del deseo.

Hay muchas preguntas que a veces en vez de ser planteadas, son las meras respuestas.

Cómo poder estar contento y al mismo tiempo llorar. Cómo poder estar triste y al mismo tiempo reír.

Siento que a veces es mejor decir lo que uno siente, aclarar el sentimiento. Decir lo que está ocurriendo, para no irnos hasta el extremo y pensar una estupidez. Pero nada de eso es posible, todo existe como debe ser, todo viene todo se va, y el olvido o el recuerdo se encargan de esas acciones.

Hay muchas cosas que a veces uno quiere gritar, pero se da cuenta de que está afónico, o que está parado en una plaza solitaria.

¿Cuándo volveré a tener esa fe? ¿Cuándo volveremos a confiar en esas personas? Quizá siempre lo hicimos pero las despreciamos.

¿Realmente queremos vivir en el sufrimiento?

¿Cómo agradeces a una persona que de repente emerge en tu vida, y pone su granito de arena? ¿Con regalos, con un saludo, con una sonrisa, con una indiferencia, con una ingratitud o simplemente no se dice nada? Todo se quedará en el silencio.

Sólo existe y sólo se vive.


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NO, el mescalero no es indiferente. El mescalero actúa como si no pasara nada, aunque está consciente de ello. El mescalero debe perder su forma humana.

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lunes, 3 de noviembre de 2008

La vida pasa (pensamiento de un hombre común 2)

Era de noche, y me quedé en el paradero esperando un taxi. Ninguno aparecía: una mala señal. El único taxi que apareció me lo ganó una chica que esperaba más adelante de mí; sin embargo, el taxista se detuvo donde yo estaba y preguntó hacia dónde me dirigía. Dije la dirección y el taxista hizo el típico gesto desagradable que el resto de los taxistas hacen cuando menciono la dirección de mi casa. No les entiendo; sólo tienen que pisar el pedal, no se trata de un rickshaw. O todavía así, ¡no me están haciendo un favor, me están haciendo un servicio! ¡Les pagaré, no es gratis! A regañadientes, el taxista decidió llevarme. Tenía ganas de gritarle que se largara, que nadie se burlaba de mí, pero era el único taxi, y yo ya quería llegar a casa.

Me mantuve en silencio todo el camino; mientras escuchaba por la radio un anuncio a cerca de leer 200 páginas en tales minutos, algo de repente, hizo perderme entre el paisaje, quizá las luces de la ciudad o las luces rojas de los automóviles. Iba tan absorto en mis pensamientos, que todo lo vi como en cámara lenta. Un perro, al otro lado del camellón, había asustado a un gato. El minino saltó y escapó de su victimario. La luz del taxi lo iluminó: era un gato pinto; segundos después sentí bajo mis pies cómo lo habíamos arrollado, cómo su cuerpo tronaba. Era distinto a cuando pasamos un tope, definitivamente.

Fue ahí cuando tuve una visión; como si todo estuviera tan iluminado. Vi la vida pasar corriendo y apagarse repentinamente. No sé, pero vi en mi mente una escena de aquel minino maullando a su amo por comida, jugando en los sillones, atrapando insectos. Era la vida.

Cuando escuché el ruido bajo el taxi, maldije. La chica de atrás retuvo un grito y el taxista dijo: “se le acabaron las 7 vidas”. Vi todas aquellas vidas que circulaban en las aceras, los que estaban en casa cenando o viendo televisión. Me vi a mí mismo: sentía coraje.

¿Cómo era posible todo esto? Yo sé que el taxista pudo haber frenado y salvar la vida del animalito. Pero aunque uno no quiera, el destino es caprichoso. ¿Era la hora de aquel animalito? ¿O simplemente, fue la impertinencia del taxista? Un ser lleno de agresividad, y que hace las cosas de mala gana. ¡7 años de mala suerte!

Quizá aunque uno no quiera, el destino nos utiliza para apagar una vida, o para salvarla. Recordé a la gente que siempre está a mi lado y la que ya no lo está. Pensé qué pasaría conmigo si todos desaparecieran. La muerte… ¿Qué es la muerte?

Avanzábamos por la transitada carretera. El coraje se disipaba. El dolor por aquel animalito sanaba por la música de la radio. Me vinieron a la mente las cosas que tenía pendiente. Ya estábamos lejos del lugar de aquel terrible evento. Ya no recordaba aquel sonido o escena. Ya todo había pasado, como cuando olvidamos un mal momento: sí, todo es pasajero. La vida pasa…

Entonces, alguien me dijo: "REGRESA, Y ESFUÉRZATE POR PERDER LA FORMA HUMANA".

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viernes, 31 de octubre de 2008

Felonía (pensamiento de un hombre común)

Una de las debilidades de un mescalero es retornar a la vida cotidiana de un hombre común, y esa vida es una vida de queja, de lástima, de limitaciones. Los mescaleros de mi grupo me lo han advertido siempre: "puedes abandonar tu camino, pero al final te darás cuenta de que vivir como mescalero es la mejor opción".

Cuando abandoné mi camino y conviví con la gente, me di cuenta de que tenían razón. Tuve meses, quizás años, con esta convivencia, que poco a poco me iba transformando en lo cotidiano. Me di cuenta de mis errores, me di cuenta de la vida que llevaba hacía mucho tiempo.
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Me sentí traicionado. Solo. Cada día me estaba cansando de convivir con aquellas sombras que sólo viven de lastimarse unos a otros; de buscar un culpable para justifcar sus actos; de comentar sus vidas unos a otros para que al final busquen el factor del problema; de exigir a gritos un verdugo.

¿Cómo iba a mantener la confianza en esos seres? Al mismo tiempo me preguntaba: ¿Qué es la amistad? ¿Cuál es el verdadero fin de convivir con ellos? Es mejor vivir en la soledad, no involucrarse con nadie; porque sé que no soy el único, sino que también, los que están alrededor de esa sombra moribunda, se embarrarán del dolor y la perfidia de pasar la culpa a cualquiera que se atraviese en su mundo.

Estoy hastiado. La solución siempre ha estado presente en mi mente, pero jamás la puse en acción. Si quiero ser libre de toda esta estupidez, de todo este falso teatro que levantan estos seres… ¿Acaso son felices arrastrando a los demás hacia su perdición? El único camino es la distancia, siempre ha sido. De tender un puente, para quienes en verdad quieren verte y hacerte sentir bien. No para esos seres que viven de invenciones, cizaña y dolor constantes.

Si quieren odiarme, adelante. Sólo sé que la enseñanza de todo esto es volver a ser desconfiado… Hablar de mí mismo y lo que padezco, sólo es un arma para mi enemigo. Malditas lenguas bífidas y ponzoñosas… ¿Y por qué digo todo esto? Porque caí en su juego y lastimé a quienes confiaban en mí.

Entonces, alguien me dijo: "REGRESA, Y ESFUÉRZATE POR PERDER LA FORMA HUMANA".

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domingo, 26 de octubre de 2008

En otros mundos

Desperté en mi habitación, un sábado, a las 6.30 am.

Cuando miré por la ventana de mi habitación noté que el cielo estaba nublado, como si hubiera acabado de llover, o estuviera a punto de llover. La brisa que entraba a la casa estaba fresca. Me dieron ganas de regresar a la cama y cobijarme para volver a dormir, pero repentinamente el sueño se me quitó. El silencio reinaba en mi habitación. Ni un sonido de música al lado con mis vecinos, ni un ladrido de algún perro. Me pregunté si acaso estaba durmiendo. No lo estaba. Me senté en el colchón a hacer memoria. Sólo recordé estar frente a Yolanda y los enemigos inorgánicos.

Por más intentos que hice en recordar todo lo que sucedió en aquel lugar, no pude reconstruir nada. Esta vez me tiré sobre la cama, y cerré los ojos. Volví a dormir acaso, pero de repente tuve una visión, un sueño. Nuevamente vi una silueta en el espacio onírico, se había transformado en ella, y me dijo con voz suave que me daría un regalo, una vista al universo. Caminamos, parecía que caminábamos, pero en realidad no era así. Ante nosotros, como si una niebla se disipase, apareció un agujero, aquella mujer me dijo que era el ojo del universo, y que si miraba a través de él, vería cosas sorprendentes. Fue extraño pero aquella escena me había recordado a un cuento de Borges: Vi a todos los seres de nuestro mundo, los seres orgánicos para aquella sombra; vi a cada uno con sus respectivos quehaceres, y me sorprendía porque eran millones, y apreciaba a cada uno.

Luego de verlos me dijo que ahora mirara al cielo. Era un cielo nocturno estrellado. “Así como ves la cantidad de estrellas que son infinitas, así son los seres orgánicos en el mundo. En realidad cada estrella protege a cada uno de los habitantes de tu mundo”. Entonces, nos elevamos hacia las estrellas, y no sé, pero me emocioné por conocer mi estrella guardiana, pero cuando llegamos, resultó una desilusión, pues me dijo que las estrellas que veíamos eran solamente luz que viajaban millones de kilómetros… De repente, dejé de recordar. Tenía los ojos abiertos mirando el techo del cuarto. Entonces, me levanté y después de bañarme y arreglarme, salí a la calle en busca de un mescalero.

Me sorprendí al salir, ¡no era mi casa! Al salir había una enorme llanura a lo lejos. Árboles a mi costado, la hierba se bamboleaba con la brisa agradable de aquel lugar. Miré a mi lado derecho y el sol brillaba intensamente, como si de un atardecer se tratase, pero lo más extraño es que los colores estaban intensos, exageradamente intensos. Al virar a mi lado izquierdo, la noche intentaba dominar, pero no había ninguna estrella. Sólo había otro sol intentando brillar. A lo lejos, frente a mí vi varias lunas en sus distintas fases. No quise mirar hacia arriba, porque había presentido que otro sol estaba en el cenit brillando intensamente.

Sentí un leve pánico por estar en aquel lugar, pero desapareció aquel miedo para convertirse en extrañeza, pues un ser caminaba desde la llanura hacia mí… mi conciencia me dijo que era un viejo amigo…

Desperté.

Qué lejos estaba ahora del mundo.

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martes, 7 de octubre de 2008

Enemigos inorgánicos

Estaba en ese lugar oscuro al que de repente mi conciencia denominó: El infinito. Yolanda me había trasladado a ese lugar, según ella, para rescatarme de un terrible abismo al que estaba a punto de caer y transformarme en una sombra. De acuerdo con los argumentos de Yolanda, mi naualli estaba luchando internamente contra unos enemigos inorgánicos, los cuales (al mismo tiempo que Yolanda me sentaba para explicar a fondo el peligro y solución) estaban rondando en aquel tétrico lugar.

Son nuestros enemigos, y tenemos que cuidarnos de ellos. En estos momentos te atacan porque has olvidado muchos de los preceptos, ¿y cómo sabemos que te están atacando? Por la actitud que estás manifestando: tu agresividad no es nada más que la manifestación de un enemigo inorgánico. Quiere destruirte para poder saltar a otro ser orgánico y absorber su energía. Ésta es su manera de sobrevivir”.

Le confesé a Yolanda que nunca había oído a nuestros benefactores hablar de ellos. Sin embargo, refutó, estaba equivocado; si no habían hablado de ellos, era porque había estado presente ante tales seres. “Tú como aprendiz quizá los viste de cerca, como unos entes gigantescos, oscuros, que siempre te intimidaban. No dudo que hasta fuiste vigilado por esos enemigos en tu entorno: universidad, habitación o incluso en los mismos mundos a los que Gaspar y Celestino te habían llevado”. Comencé a recordar…

“¿Cómo me están atacando?”
Cierra los ojos. En este mundo debes ver con los ojos del naualli, no con la mirada de tu mundo. Ahora puedes verlos…”

Cuando cerré los ojos vi entes oscuros flotar alrededor de nosotros, eran millones de ellos, quizá cubrían aquel plano en el que estábamos. “Ahora no pueden atacarnos, porque te estoy protegiendo. Al penetrar en estos mundos, dejas abierta la puerta a tu universo, por eso ellos aprovechan a salir del suyo y devorar la energía que les regalas, siempre de manera inconsciente, claro. Pero por supuesto que la voracidad de estos seres no es nada dolorosa, al contrario, para que no lo notes, te dan a cambio ciertos ensueños, ya sean eróticos, fantásticos y sensacionales. Lo peor de todo es que cada vez que absorben nuestra energía, les damos la capacidad de imitar una imagen, y convertirse en formas cuasihumanas como podrás ahora observar…”

Miré alrededor y aquellos entes que eran oscuros de repente adoptaron la forma de mis familiares, amigos y conocidos. Me sentí con odio y con tristeza al mismo tiempo, que hasta tuve ganas de levantarme y golpear a los farsantes, pero Yolanda me detuvo, dijo que me calmara. Al reaccionar de esa manera no hacía nada más que regalarle energía aquellos seres. “A pesar de que ya eres un naualli, no has perdido tu forma humana. Por lo tanto no puedes controlar tu energía. Es decir, todo daño lo haces personal”.

“¿Cómo puedo contrarrestarlos?”
Al parecer tienen una debilidad. Ellos mismos se la han generado al absorber nuestra energía: nuestras pasiones. Así como un ser orgánico, ellos también le temen a la soledad. Buscan compañía, y una vez que forman una sociedad, como la que tenemos frente a nosotros, buscan su individualidad…”

Te han sembrado miedo y agresión. Por eso, ahora que te deje aquí frente a ellos, tienes que aplicar estas acciones: Ser coherente al actuar y al hablar. No tomes nada personal. Ninguna ofensa, ni una herida, las hagas personal. Recuerda que te atacan con una farsa, para hacerte sentir mal. Recuerda: eres como un espejo, él no te ve. Él no está interesado en ti; ataca su reflejo, por lo tanto el problema no es tuyo, sino de él. No supongas nada, ni des nada por supuesto; el mundo es un misterio, no lo olvides. Si dudas, aclara esa duda; si sospechas, pregunta… Haz lo mejor posible, y vuelve sin tu forma humana”.

Sólo un último punto: Los enemigos inorgánicos aprovechan nuestro diálogo interno para situarse en el lugar escogido y proyectarse. Trata de no hablar contigo mismo en este mundo”.

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miércoles, 24 de septiembre de 2008

Amigos imaginarios

Eran las 21.30 horas cuando salí de la universidad por un taxi. Odio estar caminando en la universidad a esa hora. El profesor España salía del estacionamiento cuando me vio, y preguntó a dónde me dirigía, para darme un aventón; le mentí: le dije que alguien iba a pasar a buscarme. Mientras se alejaba el auto del profesor, me quedé un rato bajo una luminaria; desde ahí veía jugar a la gente en las canchas de futbol.

Al ver que un taxi se dirigía hacia el paradero, comencé a caminar. Iba a poder llegar si no hubiese escuchado la voz de Yolanda: "¿A dónde vas tan rápido?" Al virarme, me percaté que estaba muy distinta. “¿No saldrás corriendo esta vez o sí?” Me preguntó y a mi memoria vino aquel encuentro en el que con una extraña carcajada, la piel se me puso como de gallina y salí corriendo de aquel mismo lugar.

“No, esta vez tengo muchas preguntas, Yolanda. ¿Por qué demonios aparecen de la nada? He estado meditando últimamente y me he dado cuenta que estoy solo. Me la paso encerrado en casa leyendo libros que ni al caso con mi especialidad. Intento encontrar alguno de ustedes para que me lleven con algún mescalero y cómo hacerle. He llegado a la conclusión que estoy perdiendo la cabeza y que ustedes sólo son parte de mi imaginación.”

Todo lo que siempre he creído que sucedió, tanto mis aprendizajes como mis encuentros con los mescaleros, y con la gente cotidiana… sólo ha sido parte de mi imaginación, una especie de sueño. Esta idea me embarga demasiado y me desespera. No son más que amigos imaginarios hechos por mí, nada existe, quién soy, qué está ocurriendo… ¿Dónde estoy? ¿Acaso sigo durmiendo en la bóveda solar?

Yolanda sonrió y me preguntó si aquel lugar en donde estábamos iba a hacer nuestro punto de conversación. Le dije que mejor quería irme a casa. Yolanda me tomó del antebrazo y me arrastró al estacionamiento. Tenía vehículo y los dos subimos. “Vamos, yo te llevaré a tu casa. No creerás que un naualli miente a la gente, ¿o sí?

A partir de ese momento hacía reflexión sobre estos “amigos imaginarios”. Al escuchar tal concepto, Yolanda comenzó a reírse y por primera vez sentí su agresividad: "Eres realmente un estúpido, muchacho. ¿Amigos imaginarios? ¿Acaso te crees un mocoso de 6 años?" La risa de Yolanda me daba ciertas ganas de abrir la puerta y arrojarme del auto. "Espera, mocoso. Por si no te has dado cuenta, los nauallis usan ese poder para despistar a la gente. ¿Recuerdas la accesibilidad y la inaccesibilidad? No, no recuerdas nada… Quizá el desatino controlado te dé una explicación".

“No tengo ganas de recordar nada, Yolanda. Todo el mundo, todos los personajes de mi mundo han desaparecido; estoy solo, carajo. Nadie con quién recurrir… la única persona a la que recurro piensa que estoy mintiendo y siempre me está agradeciendo por… a mi parecer, por nada. No sé que me está pasando.”

Yolanda parecía dibujarse una sonrisa mientras escuchaba mi agitación. “Estás a un paso de convertirte en un desafiante, mocoso. Por eso estoy aquí, tienes que controlar tu ira… absorbiste el poder de tu naualli y encendiste tu fuego, sin embargo, ese poder te está consumiendo y quizá te extinga… en pocas palabras, te encuentras en un abismo a punto de convertirte en una sombra”.

“¿Cómo me puedo salvar?”
Con paciencia, mocoso, paciencia… y un viaje a las estrellas.”

La miré confundido. Sentí un extraño golpe en mi esencia, y cuando abrí los ojos ya no estábamos en la carretera, ni dentro del automóvil, estábamos en un plano oscuro en el que pasaban luces de colores de manera intermitente… Era el infinito.

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miércoles, 10 de septiembre de 2008

El Testigo

Mi mal humor había llegado al límite desgraciadamente por el clima del día: un día caluroso; el sol sofocante y el aire caliente, asfixiaba. Estaba empapado de sudor mientras me dirigía a casa. Para el colmo, ni un taxi me levantaba; tenía ganas de llegar a casa y ducharme para recobrar mi buen humor. Tras una sarta de maldiciones, me percaté de que ese ser quejumbroso, parecía resonar en mi interior, deseaba salir y desatar su coraje. Yo no soy así, pensé.

Al llegar a casa hice lo primero que ya había planeado. Al salir de ducharme, fui a vestirme y recordé que tenía que regresar a la universidad. Sin embargo, no tenía ganas de pisar aquel lugar. Me vi esperando en la avenida, haciendo la parada a un taxi; el cielo comenzaba a nublarse y supuse que esta vez la lluvia venía en serio. Caminé por el bachillerato, y para mi sorpresa escuché la voz de Norma gritarme: ¡Cuenta cuentos!

Al virarme a verla, la vi uniformada, estaba a punto de subirse en su vehículo. Sentí cierta envidia por tratarse de una jovencita de 15 años, y ya tenía con qué desplazarse. "¡Ven! ¿Hacia dónde te diriges? Si quieres te puedo llevar". Le agradecí. Realmente accedí, no porque necesitaba un aventón, sino porque quería platicar con ella acerca de esas dudas que tenía en la mente.

"Recuerdo la primera vez que te conocí". Me dijo mientras nos deteníamos en el primer semáforo de la avenida principal. "No entiendo cómo puedes tener dudas, cuando tú mismo hacías recapitulación con Pablo acerca de la Claridad. Se supone que tienes la capacidad de aclarar tus propias dudas. Si te lo dije, era porque tuve una extraña sensación en decírtelo. ¿No te ha ocurrido alguna vez? Dices las cosas sin pensarlo, y cuando lo meditas, te percatas que abriste la boca más de la cuenta, y entonces comienzas a reprimirte, y te dices: si no sabes, para qué hablas". Me daban risa los comentarios de Norma, pero al callarme le confesé que me portaba muy de mal humor, agresivo, chocante… "¿Más negativo de lo normal, eh?"

"¿Por qué actuaré de esta manera, Norma?"
"Quizá es el poder de tu naualli. Yo estuve ahí, y no fue un sueño, Cuenta cuentos. Fue real".
"¿Mi poder de naualli, dices?"

"Para entrar al mundo donde se encuentran los nauallis, tuviste que utilizar tu poder personal. Te encaminaste a tu encuentro sabiendo que te podían suceder dos cosas: jamás regresarías, o si regresabas, es para cumplir con una tarea que tu nueva fuerza te designó. Has obtenido tu totalidad, pero como los dos sabemos, al dominar esa totalidad, has perdido todo; por eso necesitas cumplir tu tarea, sin importar el triunfo o la derrota, para obtener el dominio de tu totalidad".

"¿Qué debo hacer?" Le pregunté a Norma, y ella hizo una mueca, tanto por mi pregunta como por la impertinencia de un taxi.

"Una vez tuve la oportunidad de conversar con don Celestino. Es más, él me dio la tarea de ser tu testigo, y me contó una historia en la que me daba a entender cómo debe vivir un mescalero en espera del cumplimiento de su tarea… para esa espera y para tu tarea, lo único que tienes es tu Humildad, tu Impecabilidad y tu Sobriedad".

Entonces, comencé a recordar pequeñas frases de don Gaspar. Estaba sentado en el centro mientras los cuatro nauallis me franqueaban. Ahí don Gaspar me dijo: "…En esta tarea el mescalero no puede evitar el dolor porque es un ser humano, pero lo que sí puede evitar es entregarse a él. En esta tarea está solo, esa es nuestra condición verdadera…"

"Lo ves… Sí lo sabes, sólo te haces el idiota".

Un mescalero que entra en lo desconocido mantiene un sentimiento de humildad, impecabilidad y eficiencia que le fortalece y prepara su espíritu.

"Pero entonces…"

"Pero nada, Cuenta cuentos. Estás solo, y lo sabes. No hay nadie ya en tu camino. No busques a tus amigos porque jamás los encontrarás, incluso a nosotros. Nosotros no somos tus amigos, un nagual no tiene amigos…"

"Por eso nuestro aprendizaje es individual… para no mantener lazos fraternales…"

"Dramático… sólo quiero que sepas que tienes un poder, aprovéchalo…. Por el momento, aprende a dominar tu enojo…"

"Pero… ¿Por qué sabes todo esto y yo no?"

"Todo con calma y paciencia… se aclarará, ya verás".

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viernes, 5 de septiembre de 2008

"Retorno" (como un upanishad)

Más allá de los sentidos está la mente, y más allá de la mente está la razón, su esencia.

Desperté y vi el cielo estrellado. Quizá me había quedado dormido en el techo de la casa. Al bajar a la cocina por un vaso de agua helada, el teléfono sonó. Contesté, y me sorprendió escuchar del otro lado la voz de Norma. No recordaba o que yo sepa, jamás le había dado mi número telefónico. Por su risa burlona, sentí empatía por todas aquellas personas a las que había asustado de semejante manera: de llamarles o buscarles sin que les dijera cómo había dado con ellos. Irónicamente me preguntó que cómo me había ido. Fue como una especie de golpe, porque de repente las imágenes me vinieron como un corto de película. Recordé haber estado en un sueño extraño. Quizá fue un sueño suspendido. Y ahí había estado Norma. Ella misma me aclaró que lo que había sucedido fue el llamado. Que ahora quedaba recapitular tras mi descanso en la eternidad. Me indicó por último que quedaban dudas por aclarar.

Más allá está el espíritu del hombre, y en el más allá este es el espíritu del universo, el que lo envuelve todo.

Pasaron los días y no me topé con ningún mescalero, ni siquiera sabía cómo dar con Norma para que me explicara. Ni mis técnicas para dar con la gente surtían efecto. Últimamente me he sentido insoportable con la gente, he estado de mal humor la mayoría de las tardes. Mi sueño no lo he podido conciliar. Para matar el tiempo sigo leyendo. Pienso que tal vez mis compañeros están esperando que algo se asiente en mí. Sólo sé que no me siento bien como antes. Algo sucede en mi interior, como si un fuego ardiera y me inquietara muy en el fondo de mi corazón, de mi alma misma. Por otro lado, ese mal humor que he descubierto, está sobrepasándose y lastimando a cada ser que se atraviesa en mi camino. Buscaré la forma de evitar eso.

Cuando los cinco sentidos y la mente están tranquilos, y la razón misma descansa en el silencio, entonces comienza el sendero supremo.

Recientemente me encontré con Juanito Mescalero, estaba triste por alguna razón. Sin embargo, a pesar de su estado de ánimo, me dijo que notaba algo diferente en mí. Brío o quizá fiereza. Según él, notaba un brillo en mis ojos, como si quisiera destruir todo lo que yo quisiera: Odio. Le comenté acerca de mi sueño, y de la repentina llamada de Norma. Él me preguntó extrañado acerca de aquella chica. Le aclaré que era una mescalera, quizá discípula de Pablo. “Ninguno de nosotros está calificado para ser maestros, mi buen”. Quise preguntarle el por qué decía eso, pero recordé que su maestro (don Goyo) aún estaba entre nosotros. Se me ocurrió ir a visitar a don Goyo, él puede ayudarme, pero Juanito Mescalero me dijo que su maestro se había ido de viaje. Todos estábamos solos.

En él están tejidos el cielo y la tierra y todas las regiones del aire, y en él descansa la mente y todos los poderes de la vida. Conócelo como el Naualli y haz a un lado todas las demás palabras. Él es el puente de la inmortalidad.

Nuevamente caí en el desasosiego. Puse música para intentar canalizar mis pensamientos. Me descubrí ascendiendo a unos planos misteriosos a los que llamé cielos. Me vi contra un extraño jaguar de fuego, y a partir de ahí cayó la oscuridad. El silencio imperó durante mi descanso. El frío se apoderó de mí, y sentí que viajaba por la eternidad. Hasta que me revelaron que los desafíos aún seguían pendientes en mi mundo. Aparecí de pie ante un puente: el regreso.

Y cuando él es visto en su esencia y trascendencia, entonces los nudos que tienen atado el corazón son desanudados, las dudas de la mente son desvanecidas, y la ley del universo ya no funciona más.

Me miré en el espejo, no había nada distinto en mí, los años no habían ocurrido, a pesar de que estuve ausente. Cerré los ojos y al abrirlos ya no estaba yo reflejado en el espejo, un brillo color rojo me envolvía como si yo fuese de fuego vivo. Al mirar a mi alrededor, todo era oscuridad. Caminé con esa visión y veía todo oscuro, salvo mi gato que se atravesó en mi camino, despedía totalmente un color amarillo. Las plantas un color azul. Salí a la calle y vi el cielo, era púrpura. El sol era una bola blanca incandescente. La energía circulaba.

De la desilusión guíame a la verdad.
De la oscuridad guíame a la luz.
De la muerte guíame a la inmortalidad.

Entonces un pensamiento comenzó a recitar extraños versos. Frente a mí Juanito Mescalero recitaba en voz alta… “Más allá de los sentidos está la mente…”

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jueves, 31 de julio de 2008

Cielo # 13

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miércoles, 30 de julio de 2008

Cielo # 12

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martes, 29 de julio de 2008

Cielo # 11

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lunes, 28 de julio de 2008

Cielo # 10

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domingo, 27 de julio de 2008

Cielo # 9

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viernes, 25 de julio de 2008

Cielo # 8

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viernes, 18 de julio de 2008

Cielo # 7

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sábado, 21 de junio de 2008

Cielo # 6

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domingo, 15 de junio de 2008

Cielo # 5

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martes, 10 de junio de 2008

Cielo # 4

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viernes, 6 de junio de 2008

Cielo # 3

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martes, 3 de junio de 2008

Cielo # 2

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domingo, 1 de junio de 2008

Cielo # 1

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viernes, 23 de mayo de 2008

Los 13 cielos

Me quedé sentado frente al aterdecer, en el techo de la casa. El aire estaba fresco y recio. Miraba la carta de don Celestino. No podía creerlo, primero mi benefactor, luego Loreto, posteriormente doña Alvina, y ahora él. A quién podía recurrir por un consejo. Qué mescalero podía guiarme en este sendero.

Aún no lo creía, puesto que don Celestino, al irse de este mundo, no sólo me había dejado con malas noticias, sino con problemas entre mis amistades. Problemas que aún no he solucionado, y que Juanito Mescalero, siempre me dice que recurra a la inaccesibilidad para poder darle nuevamente un orden a mi vida. Y sí, sinceramente pienso que todo mi mundo está de cabeza. "Dejas el camino del mescalero, una y otra vez. ¿Qué ocurre? Se me hace que así eras con tu religión, ibas de vez en cuando a la misa, ¿no es así?"

Esbocé una sonrisa tras recordar las palabras de Juanito. Aún así, reflexionaba de mi tristeza. Es el mismo sentimiento profundo que sentimos cuando se va un mescalero, peor que un dolor de muelas. ¿Cómo retomar mi vida cotidiana? Eso es imposible, la vida cotidiana no se puede retomar, no puedes recuperar una vida pasada. Lo que estoy viviendo es parte de mi vida, lo único que queda es mejorarla.
Suspiré y quise recordar aquellos pasajes que compartí con don Celestino y don Gaspar; ninguno llegó a mi memoria. Me sentí vacío. Me sentí fatal. Me dejé caer de espaldas en el techo y miré el cielo poco a poco oscurecerse, hasta que alguien me musitó: "Concentra muy bien la mirada, es hora de que conozcas los 13 cielos..."

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sábado, 10 de mayo de 2008

Advertencia

Sabías que llegaría este momento, no sé por qué te sientes tan mal. ¿Acaso olvidaste que tus desafíos iban a cesar algún día? Tienes que tener en mente que para un mescalero los desafíos siempre van a estar presente en su sendero. Tiene que luchar constantemente, la vida no es fácil, no se sirve en bandeja de oro o de plata. De que tienes que sufrir, tienes que hacerlo, sino de qué sirve esta lucha constante. Sin embargo, también sabes que este sufrimiento está diseñado para que no te rindas, sino para que te vuelvas más fuerte constantemente.

¿Que realizaste cosas que no pensabas hacer nunca en tu vida? Cancela ese pensamiento, tarde o temprano lo tenías que vivir, para que te des cuenta de que finalmente, ibas a pasar también por ello. No eres el único que está atravesando por cosas asombrosas; asombrosas para el que apenas está abriendo los ojos, pero tú sólo tienes que actuar con humildad a la hora de estos eventos.

Sabes muy bien que no tengo por qué estarte recordando todo esto. Tienes miedo por aferrarte a algo; sabes muy bien que un mescalero no se aferra nada, ni nadie se aferra a él, ¿por qué lo digo? Porque de esta menera no te confundirán con un ser obsesivo. No te creo que estás dando lo mejor de ti mismo. No te creo absolutamente, y sabes muy bien que lo digo en serio. Ellos llegarán por tí para llevarte lejos, muy lejos. Regresarás, sí, pero para tú desafío.

¿Recuerdas que tienes una contienda pendiente para poder alcanzar la totalidad? Bueno, se está aproximando la hora. Tu mundo se tornará en tinieblas, y estarás nuevamente solo. Es hora que nos demuestres de qué material consiste tu fuerza de mescalero.

No siento pena por ti, porque carezcas de bastante energía, sé que al final tenías que pasar por este rumbo. Viste la señal pero no quisiste tomarlo en cuenta. Ahora que el tiempo ha desaparecido, el golpe puede provenir en cualquier momento. Te repito, no siento pena por ti, sino todo lo contrario, alegría. Llego la hora de que seas un mescalero completo.

Así que recoje tus cosas, y lánzate. No mires a ningún ser que esté al lado de ti en este sendero. Recuerda que no puedes llevarlos contigo. No hasta que regreses. Cuando hayas acabado con tu desafío, el siguiente peldaño estará despejado. Adiós, mi querido mescalero, lucha hasta el final. Quizá en algún momento nos volvamos a encontrar en este mundo misterioso.



Tu amigo, Celestino.

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viernes, 2 de mayo de 2008

Una noche de bien dormir

Sentí un ligero dolor en la cabeza. Era increíble, pero una vocesilla me decía una y otra vez, "piensa como mescalero." Anexado a esto, me vino un recuerdo. Estaba recostado en el suelo, en casa de doña Alvina. Era una escena que quizá estaba muy en el interior de mi mente. Había abierto los ojos, y ella estaba allí. Yo estaba recuperándome del golpe que según provocaría mi cambio drástico.

"Un cambio verdadero no involucra cambio de ánimo, actitud o punto de vista, sino una transformación total del ser: El tipo de cambio al cual aludo no se logra en tres meses, un año o diez. Toma toda la vida. Es sumamente difícil convertirse en algo diferente a lo que uno había sido destinado a ser. El mundo de los mescaleros es un ensueño, un mito, y sin embargo tan real como el mundo de todos los días." Me dijo doña Alvina al verme abrir los ojos y descubrirme desorientado.

"Para percibir y funcionar en ese mundo debemos despojarnos de la máscara cotidiana que llevamos adherida a nuestros rostros desde el día en que nacemos, y colocamos la segunda, la que nos permite vernos a nosotros mismos y a nuestro entorno como realmente son: sucesos extraordinarios que florecen sólo una vez, adquieren existencia transitoria y nunca se repiten. Esa máscara tendrás que confeccionarla tú mismo."

"¿Cómo la hago?" Le dije con voz débil, al mismo tiempo que intentaba asimilar todo lo que había ocurrido.

"Ensoñando tu otro ser. Ciertamente no adqui­riendo nuevas ropas, nuevos libros y una nueva dirección y por cierto no creyendo que tienes un nuevo romance a la vista."

Antes de que yo pudiese desmentir su brutal acusación dijo que externamente yo era una persona fluida, capaz de moverme a gran velocidad, pero por dentro yo era rígido y duro. Como ya me había dicho don Gaspar, ella sostenía que era falaz creer que adquirir un apartamento nuevo y regalar todo lo que poseía era un cambio. Doblegué la cabeza en señal de que aceptaba su crítica. Siempre sentí una inclinación a despojarme de cosas y, tal como lo señaló ella, eso representaba básicamente una compulsión.

Doña Alvina se dirigió a la ventana, fijó su vista en la gruesa cortina negra para oscuridad total como si pudiese ver a través de ella, y opinó que era mucho más fácil para una mujer que para un hombre cortar ama­rras con la familia y el pasado.

"Las mujeres no son responsables, y esta falta de responsabilidad les da una gran medida de fluidez que, lamenta­blemente, rara vez. Lo más difícil de compren­der del mundo de los mescaleros es que ofrece la libertad, pero la libertad no se obtiene gratuitamente."

"¿Qué cuesta esa libertad?"
"La libertad te costará la máscara que llevas puesta: esa tan cómoda y difícil de descartar, no por cómoda sino porque la has estado usando tanto tiempo. ¿Sabes lo que es la libertad? Es la total ausencia de preocupa­ción acerca de ti mismo y la mejor manera de dejar de preocuparte de tu persona es preocupándote por otros."
"Yo me preocupo. Pienso constantemente en mis amigos y mi familia."

"No me cabe duda. Ya es hora de que comiences a moldear tu máscara, la que no tiene la marca de nadie más que la tuya. Debe ser esculpida en soledad, de no ser así no coincidirá, y habrá momentos en que la sentirás muy ajustada, muy suelta, muy caliente, muy fría..."

Caímos en un largo silencio, luego del cual, con voz soñolienta, doña Alvina prosiguió su discurso:
"Elegir el mundo de los mescaleros no es cuestión de declarar que ya lo has hecho; debes actuar en ese mundo. En tu caso debes ensoñar. ¿Has ensoñado despierto desde tu regreso?"

Debí admitir que no lo había hecho.
"Entonces todavía no te has decidido. No estás tallando tu máscara. No estás ensoñando tu otro ser. Los mescaleros están comprometidos con su mundo sólo a través de su impecabilidad: Los mescaleros no tienen interés en convertir a otros a sus ideas. Entre ellos no hay gurúes ni sabios, sólo nauallis. Ellos son los líderes, no por saber más, o ser mejores mescaleros que los otros, sino simplemente por poseer más energía. y no me refiero necesariamente a fuerza física, sino a cierta configuración de su ser que les permite ayudar a otros a quebrar los parámetros de la percepción."

"Si a los mescaleros no les interesa convertir al prójimo, ¿por qué Pablo es aprendiz del naualli viejo?"

"Pablo apareció en el mundo de los mescaleros del mismo modo en que apareciste tú. No importa qué lo trajo, lo cierto es que no pudo ser ignorado por Gaspar, y enseñarle todo lo referente al mundo mescalero se convirtió en obligación para él. Nadie los anduvo bus­cando: a Pablo y a ti. Su ingreso en este mundo no fue obra ni deseo de nadie. Ninguno de nosotros haría nada por mantenerlos en este sendero contra su voluntad, pero sí haríamos lo posible y lo imposible para ayu­darlos a permanecer en él."

Doña Alvina se dirigió a una hamaca que tenía cerca de ella; se recostó y continuó hablando:
"Lo único que ni yo ni Gaspar haríamos ni quisiéramos hacer es ayudarte a que continúes con tu existencia deforme, voraz y complaciente. Eso sería un fraude. Te diré lo que necesitas... Lo que tú necesitas es una noche de bien dormir."

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miércoles, 30 de abril de 2008

Mal trabajo

"Tus garabatos no sólo son difíciles de entender sino que, además, no tienen mucho sentido." Me dijo una ocasión don Gaspar al acercarse, al verme ensmismado escribiendo lejos de la casita. Miré los ojos de don Gaspar, parecían incitarme a contradecirlo. Yo, ansioso por escapar a la intensidad de su mirada, me movía, molesto. Luego comenzó a leer el contenido de las páginas con una lentitud exasperante, y si bien lo que decía sonaba familiar, yo no captaba si en realidad seguía el texto pues me era imposible concentrarme. Me irritaba su manera caprichosa de mutilar las frases, y a veces hasta las palabras.

"En suma, se trata de un mal trabajo." Me dijo al leer la última página, y después ordenó los papeles, formando con ellos una pila, y se sentó frente a mí. Guardó silencio tan largo tiempo que lo creí dormido, y por lo tanto me sobresaltó cuando con voz lenta y mesurada comenzó a hablar de literatura, historia y filosofía. Sus pensamientos parecían formarse a medida que hablaba, y las palabras fluían de manera clara y precisa con una simplicidad fácil de seguir y comprender.

Lo escuché con atención, pero al mismo tiempo no dejaba de intrigarme el hecho de que supiese tanto acerca de aquellos temas. ¿Qué grado de educación poseía? ¿Quién era él en realidad?

"¿Podría repetir todo de nuevo? Quisiera tomar algunas notas."
"Todo lo que dije está en tus papeles. Enterrado bajo demasiadas citas, anotaciones al pie de la página e ideas mal desarrolladas. No basta citar obras ajenas para dar a tu trabajo la veracidad que le falta."
"¿Me ayudaría a rehacerlo?"

"No, no puedo hacer eso. Debes hacerlo tú mismo."
"Pero es que no puedo. Usted mismo acaba de señalar lo malo que es mi trabajo que, créame, es lo mejor que he podido hacer."
"¡No es verdad! No dudo de que tu profesor aceptaría tu trabajo una vez que lo hayas pasado en limpio, pero yo no lo haría. Carece de originalidad. Lo único que haces es parafrasear lo que has leído, y yo exijo que dependas más de tus propias opiniones, aun si contradicen lo que se espera de ti."

"Se trata sólo de un trabajo de composición. Sé que puede ser mejorado. pero también necesito halagar a mi profesor, independiente de si estoy o no de acuerdo con lo expresado. Necesito tener una buena calificación, y eso, en cierto modo, requiere satisfacer a mi profesor."

En contestación recibí una andanada de críticas, advertencias y sugerencias de parte de don Gaspar.

"Si deseas recibir fuerzas del mundo de los mescaleros ya no puedes trabajar con esas premisas. En nuestro mundo, los motivos ulteriores no son aceptables. Si quieres obtener una buena calificación debes comportarte como un mescalero, no como un tipo entrenado para agradar, pues tú, aun cuando te pones bestialmente desagradable, procuras agradar. Ahora en lo que se refiere a escribir, ya que no has sido entrenado para ello, cuando lo hagas deberás adoptar una nueva modalidad: la modalidad del mescalero guerrero."

"¿Qué quiere decir con eso de la modalidad del mescalero guerrero? ¿Debo luchar con mis profesores?
"No con tus profesores sino contigo mismo; cada centímetro del camino, y debes hacerlo con tal arte e inteligencia que nadie notará tu lucha."

No estaba muy seguro de lo que quería decir con todo eso, y tampoco me interesaba, de modo que antes de que pudiese agregar algo, le pregunté cómo era que sabía tanto acerca de literatura, historia y filosofía. Sonrió y sacudió la cabeza.

"¿No te diste cuenta de cómo lo hice? Atrapé los pensamientos en el aire. Extendí mi esencia y pesqué esos pensamientos tal como uno pesca un pez con una caña en un inmenso océano de pensamientos e ideas que hay allí."
"Para atrapar pensamientos... Loreto me dijo que uno debe saber cuáles de ellos pueden resultar útiles, de modo que debe de haber estudiado literatura, historia y filosofía."

"Tal vez lo hice alguna vez. Sí, debo de haberlo hecho."
"¡Tiene que haberlo hecho!"
Suspirando de manera audible don Gaspar se recostó y cerró los ojos.
"¿Por qué insistes en tener siempre la razón?" Preguntó Yolanda.

Sorprendido, miré boquiabierto cómo las comisuras de sus labios se curvaban en pícara y misteriosa sonrisa. Enseguida, con un gesto, me ordenó cerrar la boca. Yo había estado tan pendiente de los comentarios de don Gaspar respecto de mi trabajo que la había olvidado, pese a tenerla al lado de mí. O tal vez no fuese así. Quizá no estuvo allí, y la idea de que pudo haberse ausentado y regresado sin que yo lo percibiese me provocó ansiedad.

"No dejes que eso te preocupe. Nosotros estamos habituados a ir y venir sin que la gente lo note."
El tono de la voz de Yolanda tuvo el efecto de suavizar la contundencia de la revelación, y mirando a uno y luego al otro me pregunté si en efecto serían capaces de desaparecer ante mis ojos sin que ese acto fuese notado.

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domingo, 27 de abril de 2008

Vivir de ensueños

"No tienes otra altemativa que la de tomarme en serio". Me dijo Loreto después de ciertas bromas y antecedentes que le han pasado a ciertos mescaleros en el sendero cuando eran aprendices. Yo me volví hacia los pasajeros con la esperanza de obtener algún tipo de señal, cualquier cosa capaz de apaciguar mi creciente temor, mientras salíamos de Tlaxiaco.

"Si te guía otra persona es muy fácil ensoñar. La única desventaja es que esa persona debe ser un naualli".

"Hace rato que vengo escuchando esa palabra. ¿Qué es un naualli?"
"Un naualli es un mescalero de gran poder que puede conducir a otros mescaleros a través de la oscuridad y llevarlos a la luz, pero el nagual ya te lo dijo, ¿no recuerdas?" Dijo Loreto al comprobar el esfuerzo que yo hacía para recordar.
"Los sucesos de nuestra vida cotidiana son fáciles de recordar. Tenemos mucha práctica en ello, pero los que vivimos en ensueños son harina de otro costal. Debemos luchar mucho para recuperar­los, simplemente porque el cuerpo los almacena en diferentes lugares".

"¿Pero qué son los ensueños, Loreto?"
"Los ensueños son puertas que conducen a lo desconocido. Los nauallis guían por medio de ensueños, y el acto de ensoñar con un propósito es el arte de los mescaleros. El naualli te ha ayudado a llegar a los ensueños que todos nosotros ensoñamos". Parpadeé repetidas veces, sacudí la cabeza, y luego me dejé caer sobre el asiento, espantado por lo absurdo de cuanto estaba recordando.

"Te sentirás mejor luego que hayas comido". dijo Loreto, al verme abrumado, y sonriendo cariñosamente se acurrucó en mi hombro, y confesó que el chocolate era el mejor remedio para la tristeza. Al tomar aquel dulce, le confesé que pese a no conocerla bien, no podía concebir el alejarme y no verla más. Admití que con ella sentía una libertad y una soltura jamás experimentada antes. Una sensación extraña, expliqué, en parte física y en parte psicológica que desafiaba todo análisis, que sólo podía describirse como una sensación de bienestar, o como la certeza de haber encontrado por fin un lugar al cual pertenecía. Loreto sabía con exactitud lo que yo intentaba expresar. Dijo que el pertenecer al mundo de los mescaleros, aun por un corto tiempo, provocaba adicción. No era la extensión de tiempo, subrayó, sino la intensidad de los encuentros lo que importaba.

"Tus encuentros fueron muy intensos".
"¿Lo fueron?"
Loreto alzó las cejas en auténtico gesto de sorpresa, y luego frotó su mentón de manera exagerada, como si estuviese ponde­rando un problema sin solución. Después de un largo silencio emitió su juicio: "Caminarás más aliviado cuando te des cabal cuenta de que no puedes regresar a tu antigua vida".
"Para mí nada volverá a ser igual".

"Regresarás al mundo, pero no a tu mundo, a tu antigua vida. Es muy excitante hacer algo sin saber por qué, aun lo es más si te decides a hacer algo sin saber cuál será el resultado". Estuve en completo desacuerdo con ella, y se lo dije:
"Necesito saber lo que hago. Necesito saber en qué me estoy metiendo". Loreto suspiró y alzó las manos en cómica actitud de súpli­ca.

"La libertad causa mucho temor. La libertad requiere actos espontáneos. No tienes idea de lo que significa el abandonarse espontáneamente..."
"Todo lo que yo hago es espontáneo".
"Tus actos de espontaneidad se deben más a tu falta de evaluación que a un acto de abandono. Un acto verdaderamen­te espontáneo es uno en el cual te abandonas por completo. Pero sólo después de una profunda deliberación, un acto donde todos los pros y los contras han sido debidamente tomados en cuenta y descartados, pues ni esperas nada ni lamentas nada. Con actos de esa naturaleza los mescaleros convocan la libertad".

"No soy un mescalero".
"Una vez que formes parte del mundo de los mescaleros y comiences a entender la naturaleza de los ensueños, ya estarás camino de entender lo que es ser parte de este sendero. Además, ese entendimiento te liberará. Te libera de desear. Codicia es tu segundo nombre, pese a que tú no necesitas ni deseas nada..."

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El intérprete de los sueños

Aquel día desperté con un terrible dolor de cabeza. Revisé que las maletas estuvieran listas, y recordé aquel sueño. Ya en el desayuno le comenté a Loreto que antes de irme de Oaxaca, quería ir a la capital para ir por algunos libros. Me dijo que estaba bien, pero que antes de partir de San Andrés teníamos que ir a visitar al intérprete de los sueños, porque no quería que aquel dolor de cabeza se prolongara en todo mi viaje. El sueño fue más que extraño, fue surreal: Estaba en mi habitación viendo el reloj de pared que tengo frente a la cama, se había agotado la batería y la hora en que se habían detenido las manecillas marcaba las 17: 25.

Para ajustar la hora del reloj me dirigí a la cocina y ver el reloj de pared del lugar, me asusté de repente al ver que las manecillas avanzaban a una velocidad extraordinaria como si el tiempo se fugara sin que sucediera cambios en el entorno. Entonces, grité a mi hermana para que vea tal fenómeno, a lo que respondió: ¡Ven, ven afuera, estoy en la calle! ¡Ven, ven a ver las sombras moverse lentamente! Salí y la miré, sin mirar las sombras que ella me había advertido, levanté la mirada al cielo y vi una noche estrellada.

"Los mescaleros quiebran el fluir del tiempo. El tiempo, tal como nosotros lo medimos, no existe cuando uno ensueña como lo hacen los mescaleros. Ellos lo extienden o condensan a voluntad, y no lo consideran en términos de horas o minutos. Al ensoñar despiertos aumentan nuestras facultades perceptuales. Sin embargo con el tiempo sucede algo por entero distinto. La percepción del tiempo no aumenta sino que queda totalmente cancelada. El tiempo es siempre un factor de conciencia, o sea que su percepción es un estado psicológico, automáticamente transformado por nosotros en medidas físicas. Es algo que llevamos tan grabado que, aun cuando no lo percibamos, un reloj suena en nuestro interior marcando subliminalmente el tiempo". Dijo el intérprete de los sueños, una vez que le hube contado mi sueño. Loreto parecía no respirar y al parecer su mirada estaba fija en aquel anciano que interpretaba mi sueño.

"En el ensoñar despierto esa capacidad esta ausente. Una estructura por completo nueva y nada familiar se hace cargo; una estructura que de alguna manera no es para ser interpretada o entendida como normalmente hacemos con el tiempo".

"O sea que todo lo que sabré conscientemente acerca del ensoñar despierto es que al tiempo lo han extendido o comprimido". Dije, procurando entender la aclaración.

"Comprenderás mucho más que eso. Cuando te hagas experto en adentrarte en la otra conciencia; tendrás conciencia de todo lo que desees, pues los mescaleros no están involucrados con medir el tiempo sino en usarlo, en extender o comprimirlo a voluntad".

"En tal caso alguien debe saber cuánto duró mi ensueño. ¿Quiere inferir que puedo estar ensoñando despierto ahora? De ser así ¿qué hice para alcanzar este estado? ¿Qué pasos tomé?"

"Los más simples imaginables. No te permitiste ser tu ser usual. Esa es la llave que abre puertas. Muchas veces, y de diferentes maneras, te han dicho que un mescalero no es lo que piensas que es. Decir que no permitirte ser tu ser usual es el secreto más complejo de un mescalero; suena tonto pero no lo es. Es la llave al poder, y por lo tanto lo más difícil que hace un mescalero; y sin embargo no es algo complejo, imposible de entender. No confunde la mente, y por tal razón nadie puede siquiera sospechar su importancia o tomarlo en serio. A juzgar por el resultado de tu sesión de ensoñar despierto puedo decir que has acumulado suficiente energía mediante el acto de impedirte ser tu ser usual".

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lunes, 7 de abril de 2008

Mescaleras (2)

Estábamos sentadas en cómodas sillas de mimbre sobre blandos almohadones a la sombra de los árboles frutales que crecen en el enorme patio de la casa. Le dije que se olvidara de las informaciones específicas. Que no le haría ningún bien. Ella insistió que por el contrario, le sería muy útil, porque realmente no comprendía por qué yo actúaba de tal manera.

"Atribúyelo al hecho de que vivo en el mundo naualli, a que soy una mujer y que mi talante es distinto."

"¿Talante? ¿Qué quieres decir con un talante distinto?"

"Me gustaría que pudieras oírte. ¿Talante? No me gustan semejantes disposiciones metódicas de pensamiento y obra. Para mí el orden no consiste en disponer las cosas con método. Me molesta la estupidez y no tengo paciencia. Ése es mi talante."

"Eso es espantoso, Loreto. Había llegado a creer que en el mundo naualli la gente estaba por encima de las nimiedades y que no se dejaba llevar por la impaciencia."

"Estar en el mundo naualli nada tiene que ver con mi impaciencia. ¿Lo ves? Estoy impecablemente impaciente."

"Sinceramente, me gustaría saber qué significa estar impecablemente impaciente."

"Significa, por ejemplo, que soy perfectamente consciente de que me molesta tu estúpida insistencia de recibir instrucciones detalladas. Mi impaciencia me impulsa a detenerte, pero mi impecabilidad te obligará a guardar silencio. Y todo ello se reduce a lo siguiente: si insistes en pedirme detalles, guiada sólo por tu mala costumbre de que todo te sea explicado de forma pormenorizada, aunque yo te diga que dejes de hacerlo, tendré que pegarte, pero jamás me enfadaré contigo ni te lo tendré en cuenta."

"Dices que me pegarás, Loreto. Bueno, pues pégame si tienes que hacerlo, pero debo saber qué voy a hacer en mi ciudad o enloqueceré de preocupación."

"De acuerdo. Si insistes en conocer los detalles que considero importantes, te los diré. Espero que comprendas que estamos separadas por un abismo que no puede salvarse con mera palabrería. Los hombres pueden construir puentes con sus palabras, pero las mujeres, no. Ahora estamos imitando a los hombres. Las mujeres tienen que salvar ese vacío con sus actos. Sabes bien que damos a luz, que creamos seres humanos. Quiero que vayas allí para que, en la soledad, descubras tu fortaleza o tu debilidad."

"Comprendo lo que dices, Loreto, pero considera mi posición."

"De acuerdo, te facilitaré los detalles que considero importantes para tu viaje. Afortunadamente para ti no son las instrucciones detalladas que esperas. Tú quieres que te diga con exactitud qué debes hacer en situaciones futuras y cuándo debes hacerlo, y ésa es una pregunta sumamente estúpida. ¿Cómo puedo darte instrucciones acerca de algo que aún no existe? En lugar de ello te explicaré cómo debes ordenar tus pensamientos, sentimientos y reacciones. Contando con ello podrás enfrentarte a cualquier eventualidad que surja."

"¿Hablas en serio?"

"Muy en serio: El primer aspecto detallado a considerar es la medida de tus posibilidades: en el mundo naualli debemos ser responsables de nuestras acciones."

Le recordé que ya conocía el camino del mescalero. Le dije que mientras había permanecido conmigo le había instruido concienzudamente en la ardua filosofía práctica del mundo naualli y que, por consiguiente, las instrucciones que pudiera darle no serían más que un recordatorio pormenorizado.

"En el mundo naualli las mujeres no se sienten importantes, porque la importancia mitiga la fiereza. En el camino del mescalero las mujeres son violentas y se muestran impasibles en cualquier situación. No exigen nada y están dispuestas a darlo todo de sí mismas. Buscan intensamente una señal del espíritu de las cosas en la forma de una palabra amable, de un gesto oportuno y, cuando lo encuentran, expresan su reconocimiento intensificando su violencia.

"En el camino del mescalero las mujeres no juzgan. Se reducen enérgicamente a la nada con el fin de oír y observar, de modo que puedan conquistar y sentirse humilladas por sus conquistas o derrotadas y realizadas por su derrota.

"En el camino del mescalero las mujeres no se rinden. Acaso serán derrotadas mil veces, pero nunca se rendirán. Y, por encima de todo, siguiendo esa senda, las mujeres son libres.¡Estás llorando de verdad!"

"¡Eres el ser más inhumano e insensible que conozco! Te dispones a enviarme Dios sabe dónde y ni siquiera me dices qué debo hacer."

"¡Pero si acabo de decírtelo!"

"Lo que me has dicho no tiene ningún valor en las situaciones de la vida real. Parecías un dictador recitando citas".

"Te sorprenderá comprobar la utilidad que puedes obtener de tan necias citas. Pero por el momento vamos a llegar a un acuerdo. Yo no te envío a ningún lugar: eres una mujer que sigue el camino del mescalero. Sabes que eres libre de hacer lo que quieras. Aún no has comprendido lo que es el mundo naualli. Yo no soy ni tu maestra ni tu mentora, y no soy responsable de ti: sólo tú lo eres. Lo más difícil de comprender en el mundo naualli es que ofrece una gran libertad. Pero esa libertad no es absoluta.

"Te acogí bajo mi protección porque tienes una capacidad innata para ver las cosas como son, para evadirte de una situación y comprender lo asombroso de ello. Esto es un don y tú has nacido con él. Una persona corriente tarda años en el mundo naualli para aislarse de su compromiso consigo misma y comprender cuan asombroso es.

Le advertí que quien se acoge al mundo naualli tiene que estar dispuesto a someterse a la más absoluta soledad. Y le dije que para mí, soledad no significaba desamparo sino un estado físico de aislamiento.

No te preocupes por los detalles. Si tienes fe, los detalles suelen acomodarse en las circunstancias. Deberías proyectar tus planes del siguiente modo: escoge cualquier cosa y considérala el principio. Después enfréntate a ese principio y, una vez ante él, déjate llevar. Confío que tus convicciones no te impulsarán a escoger un inicio caprichoso. Sé realista y austera para poder decidir con acierto. ¡Puedes hacerlo!

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Mescaleras

Después de tantos reproches de que yo era una persona muy desconfiada y que no quería dar lo mejor de mí mismo en las tareas de un mescalero, Loreto me echó en cara que una mujer tiene más "cojones" que yo. Al sentirme ofendido, me pregunté en voz alta cómo es que don Gaspar me había mandado con una mujer a acompletar mi entrenamiento, a lo que Loreto reparó que yo era un machista. Que si algún día me topaba con una mescalera, me haría añicos con un sólo golpe del dedo meñique.

Resoplé y dije que no quería discutir el tema, que me sentía cansado, eso era todo. Loreto se sonrío y al verme sentado en una roca, sin dejar de mirar las nubes que parecían descender hacia el pueblo de San Andrés, se sentó a mi lado y me dijo que desconozco mucho el mundo de las mescaleras. Al ver mi cara de asombro, me dijo, "sí, así como me ves, no he sido la única elegida por el poder. Déjame contarte el anécdota de una de mis aprendices, que quizá algún día la conocerás".

Dejé de mirar el cielo, y luego me concentré en el silencio y al fantasmagórico panorama del pueblo.

"Para nosotras, las mujeres, la búsqueda del conocimiento es realmente una aventura muy curiosa. Tenemos que someternos a extrañas maniobras."

"¿Y a qué se debe?" me preguntó mi aprendiz.

"A que no nos preocupamos." Le dije.

"Yo sí me preocupo."

"Lo dices, pero, en realidad, no es así."

"Estoy aquí, contigo. ¿No justifica eso mi preocupación?" Me preguntó la muchacha.

"No, lo que sucede es que te agrada el naualli, te abruma su personalidad. A mí me sucedió lo mismo: también me sentí abrumada por un naualli. Era el mescalero más irresistible que he conocido."

"Admito que tienes razón, pero sólo en parte. Me interesa la búsqueda del naualli."

"No lo dudo, pero eso no basta. Las mujeres necesitan algunas maniobras específicas para poder llegar al fondo de sí mismas."

"¿Maniobras? ¿Qué quieres decir con llegar al fondo de nosotras mismas, Loreto?"

Le dije que si hay algo desconocido en nosotras, como valor, recursos ocultos, astucia y resistencia insospechadas o fortaleza de ánimo frente a la pena y el dolor, cuando nos enfrentamos a lo desconocido solas, sin amigos, lazos familiares ni apoyo, esa cualidad aflora a la superficie; si en tales circunstancias no sale nada es porque carecemos de ella. Y antes debe descubrir por si misma si hay algo dentro de ella. Le exigí que lo haga.

"Me parece que no valgo para someterme a ninguna prueba, Loreto".

"Lo que te pregunto es si puedes vivir sin saber si hay o no algo dentro de ti".

"¿Y si soy de esos seres que están vacíos?"

"En tal caso tendré que formularte mi segunda pregunta, ¿cómo puedes seguir en el mundo que has escogido si no hay nada en tu interior?"

"Eso es evidente. Ya ves que me he unido a ti".

"No, sólo crees haber escogido mi mundo. Escoger el mundo naualli no consiste únicamente en palabras: debes demostrarlo con hechos."

"¿Y cómo consideras que debe actuarse en tal caso?"

"Te sugeriré algo que no estás obligada a llevar a cabo. Se trata de que vayas tú sola al lugar donde naciste. Nada te resultará más fácil. Ve y prueba fortuna, sea cual sea el resultado."

"
Pero esta sugerencia es impracticable. No guardo buenos recuerdos de allí. No lo dejé en buenas condiciones."

"Tanto mejor. Las fuerzas superiores estarán contra ti: por eso he escogido tu lugar natal. Las mujeres eluden las preocupaciones, y cuando tienen que enfrentarse a ellas, se desmoronan. Demuéstrame que no eres así."

"¿Y qué sugieres que haga una vez allí?" Me preguntó.

"Que seas tú misma, que hagas tu trabajo. ¿Dices que quieres ser maestra? ¡Pues lo eres! ¿Hay algo más sencillo?"

Años después, siguiendo mi sugerencia, volvío por fin su ciudad natal. Había ido para emprender las maniobras necesarias que le permitirían descubrir si poseía los recursos ocultos sin los cuales no podría seguir en el mundo naualli. El acuerdo de emprender el viaje en solitario fue obtenido casi a la fuerza. Con palabras firmes y gestos decisivos le hice saber que en ninguna circunstancia debería pedir consejo a nadie durante su viaje. Le advertí que mientras estudiaba, que no utilizara los recursos de la vida académica mientras se encontraba entregada a su tarea. No debía pedir subvenciones, tener supervisores académicos ni siquiera requerir la ayuda de parientes y amigos. Debía dejar que las circunstancias señalasen el camino a seguir. Y una vez que lo hubiera tomado, tenía que sumergirse en él con el ardor de las mujeres que emprenden el camino del mescalero.

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viernes, 4 de abril de 2008

Energía del infinito

"Podemos considerar el cuerpo como un organismo biológico o como una fuente de poder. Todo depen­de del estado en que se encuentra el inventario en nuestro almacén; el cuerpo puede ser duro y rígido o manejable y flexible. Si nuestro almacén está vacío, el cuerpo también lo está y la energía del infinito puede fluir a través de él".

Me contó Loreto mientras caminábamos entre enormes pinos, rumbo al pueblo de San Andrés, Putla, para continuar el entranamiento de los últimos días. Loreto aprovechó para contarme más acerca de la energía del mescalero, un minuto o segundo nunca se desaprovecha. Loreto reiteró, entonces, que a fin de vaciarnos debemos hundirnos en un estado de profunda recapitulación y dejar que la energía fluya sin trabas a través de nosotros. Sólo en un estado de quietud, subrayó, podemos dar rienda suelta al vidente dentro de nosotros y puede la energía impersonal del universo trans­formarse en la fuerza muy personal de la voluntad.

"Al vaciarnos lo suficiente de nuestro anticuado y estorboso inventario, la energía viene a nosotros y se reúne en forma natural; al aglutinarse lo suficiente, se convierte en poder. Cualquier cosa puede anunciar esa conversión: un ruido fuerte, una voz baja, un pensamiento que no es de uno, una inesperada ola de vigor y bienestar."

Loreto puso énfasis en el hecho de que, a fin de cuentas, no importaba que el poder descendiese sobre nosotros en un esta­do despierto o en los sueños; resultaba igualmente válido en ambos casos, aunque este último es menos definido pero más potente.

"Lo que experimentamos estando despiertos, en términos de poder, debe ponerse en práctica en los sueños y el poder que experimentamos en los sueños debe usarse al estar despiertos. Lo que cuenta realmente es estar consciente, sin importar que se esté despierto o dormido. Lo que cuenta es estar consciente".
Loreto guardó silencio por un momento, antes de comu­nicarme algo que me pareció completamente irracional.

"Estar consciente del tiempo, por ejemplo, puede alargar la vida de un hombre por varios cientos de años."
"Eso es absurdo. ¿Cómo es posible que alguien viva por tanto tiempo?"
"Estar consciente del tiempo es un estado especial de la conciencia que nos impide envejecer rápidamente y morir en pocas décadas. Existe la creencia, trasmitida por los antiguos mescaleros, de que, si fuéramos capaces de usar los cuerpos como armas o, para decirlo en términos modernos, si vaciáramos nuestros almacenes, podríamos deslizarnos fuera del mundo para andar en otros mundos".

"¿A dónde iríamos?"
Loreto me miró, sorprendida, como si yo debiera conocer la respuesta.
"Al reino del no ser, al mundo de las sombras. Se cree que, una vez vacío nuestro almacén, nos tornaríamos tan ligeros que podríamos volar por el vacío sin que nada entorpe­ciera nuestro paso. Entonces podríamos regresar a este mundo jóvenes y renovados".

Un carro de carga pasó cerca de nosotros y nos saludó, al parecer ya estábamos cerca del aserradero de San Andrés.
"Por el momento sólo es una creencia, ¿verdad, Clara? Una leyenda trasmitida desde la antigüedad".
"Por el momento sólo es una creencia. Pero es sabido que los momentos, como todas las cosas, pueden cam­biar. Hoy en día, el hombre más que nunca necesita renovarse y experimentar el vacío y la libertad".

Me pregunté cómo se sentiría ser tan vaporoso como una nube y flotar por el aire sin nada que obstruyera mis ires y venires, luego mi mente pisó el suelo otra vez y me sentí obli­gado a afirmar:
"Toda esta conversación acerca de estar consciente del tiem­po y pasar al mundo de las sombras, me resulta imposible de aceptar o de entender. No forma parte de mi tradición o bien, como tú dirías, no forma parte del inventario en mi almacén".

"Sí, así es. ¡Esto es sobrenatural!"

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martes, 1 de abril de 2008

La voz del espíritu

Días antes de partir de Oaxaca, Loreto me llevó a pasear a la Sabinera. Nos sentamos en un enorme sabino y escuchamos la quietud del lugar. Me dijo que tras todo los ejercicios que debe practicar un mescalero, tendría que aprender a descubrir la voz del espíritu.

"Todo tiene una forma, pero además de la forma exterior existe una conciencia interior que rige las cosas. Esta conciencia silenciosa es el espíritu. Es una fuerza que abarca todo y que se manifiesta de diferente manera en diferentes cosas. Esta energía se comunica con nosotros".

Dijo Loreto, y después me pidió que me quedara en calma y sereno; que respirara profundamente, porque iba a enseñarme cómo usar mi oído interno. Porque es con el oído interno que se puede perci­bir los mandatos del espíritu.
"Cuando respires, deja que la energía escape por tus orejas."
"¿Cómo hago eso?"
"Al exhalar, fija tu atención en los agujeros de tus orejas y usa tu intento y tu concentración para dirigir el flujo."

Observó mis movimientos por un momento, corrigiéndome en el proceso.
"Exhala por la nariz, con la boca cerrada y la punta de la lengua en el paladar. Exhala silenciosamente".

Después de tratar de hacerlo varias veces sentí que se me des­tapaban los oídos y se me despejaban los sinus. Luego me dijo que frotara las palmas de las manos una contra otra hasta ponerlas calientes y que me las colocara encima de las orejas, con las puntas de los dedos casi tocándose en la parte de atrás de la cabeza. Seguí sus instrucciones. Loreto sugirió que me masajeara las orejas ejerciendo una suave presión circular; luego, con las ore­jas aún cubiertas y los dedos índice cruzados sobre los medios, debía darme repetidos golpecitos detrás de cada oreja chasqueando el índice al unísono. Al chasquear los dedos es­cuché un sonido como el de una campana amortiguada, que reverberaba dentro de mi cabeza. Repetí los golpecitos diecio­cho veces, según me instruyó Loreto. Al retirar las manos observé que percibía con claridad incluso los ruidos más tenues en la vegetación circundante, en tanto que antes todo había sido uniforme y amortiguado.

"Ahora, con los oídos despejados, tal vez puedas escuchar la voz del espíritu. Pero no esperes un grito desde lo alto de los árboles. Lo que llamamos la voz del espíritu es más bien una sensación. También puede ser una idea que de repente irrumpe en tu cabeza. A veces es como un anhelo por ir a algún sitio vagamente familiar, o por hacer algo también vagamente familiar".

Quizá fue su poder de sugestión lo que me hizo percibir un suave murmullo a mi alrededor. Al empezar a prestarle más atención, el murmullo se convirtió en unas voces humanas que hablaban a lo lejos. Distinguí la risa cristalina de mujeres y una voz de hombre, un rico barítono que cantaba. Escuché los sonidos como si el viento me los llevara por ráfagas. Me esforcé por entender qué decían las voces, y entre más escuché al viento, más me exalté. Una energía exuberante en mi interior me hizo levantarme de un salto. Me sentía tan feliz que quise jugar. Sin darme cuenta de lo que estaba haciendo, empecé a cantar y saltar hasta quedar completamente exhausto.

Cuando por fin fui a sentarme al lado de Loreto, estaba su­dando, pero no era el sudor sano del ejercicio físico. Se parecía más al sudor frío del agotamiento. Loreto también estaba sin aliento por tanto reír de mis payasadas. Había conseguido hacer el ridículo total al brincar.

"No sé qué se me metió".
"Describe lo que te sucedió, porque sino me veré obligada a considerarte un poco... pues, loquito, si sabes a qué me refiero".
Le conté que había escuchado risas y cantos obsesionantes que de hecho me impulsaron a levantarme.
"¿Crees que estoy volviéndome loco?"
"Yo en tu lugar no me preocuparía por eso. Tus cabriolas fueron una reacción natural al escuchar la voz del espíritu".
"No fue una voz; fueron muchas voces".
"Ahí vas de nuevo, el joven Perfecto que todo lo interpreta literalmente".

Explicó que el tomar todo en un sentido literal es un artículo de consideración en nuestro inventario y que debemos estar conscientes de ello para evitarlo. La voz del espíritu es una abstracción que no tiene nada que ver con voces, pero es posible que a veces las escuchemos. Dijo que en mi caso, puesto que fui educado como devoto católico, mi propia forma de readaptar mi inventario sería convertir al espíritu en una especie de ángel guardián amable y protector que me cuida.

"Pero el espíritu no es el guardián de nadie. Es una fuerza abstracta, ni buena ni mala. Una fuerza que no tiene interés alguno en nosotros, pero que a pesar de ello responde a nuestro poder. No a nuestras oraciones, fíjate bien, sino a nues­tro poder. ¡Recuérdalo la próxima vez que te entren ganas de rezar por perdón!"
"¿Pero no es el espíritu bueno y clemente?"

Loreto afirmó que tarde o temprano desecharía todas mis ideas preconcebidas acerca del bien y el mal, Dios y la religión, para pensar sólo en términos de un inventario por completo nuevo.
"¿Quieres decir que el bien y el mal no existen?"
"Es en este punto que mis compañeros y yo diferimos del orden establecido. Te he dicho que para nosotros la libertad significa estar libre de lo humano. Y eso incluye a Dios, el bien y el mal, los santos, la Virgen y el Espíritu Santo. Creemos que un inventario no humano constituye la única libertad posible para los seres humanos. Si nuestros almacenes han de perma­necer llenos hasta el tope con los deseos, sentimientos, ideas y objetos de nuestro inventario humano normal, entonces ¿dón­de está nuestra libertad? ¿Ves a qué me refiero?"

La entendía, pero no con la claridad que hubiese deseado, en parte porque aún me resistía a la idea de renunciar a lo humano en mí, y también porque aún no recapitulaba todas las ideas religiosas preconcebidas que me había trasmitido la educación católica. Asimismo, estaba acostumbrado a no pensar nunca en nada que no me afectase directamente. Mientras trataba de encontrar fisuras en su razonamiento, Loreto me sacó de mis especulaciones mentales con un golpecito de la punta del dedo en mis costillas. Dijo que iba a mostrarme otro ejercicio para detener los pensamientos y percibir las líneas de energía. De otro modo seguiría haciendo lo mismo de siem­pre: estar cautivado con la visión de mí mismo.

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viernes, 28 de marzo de 2008

Momentos

¿Es posible acaso? Últimamente he tenido sueños tan reales, que juraría que si me lastimara con algo cortante dentro de ellos, despertaría en mi cama con la herida. He platicado en mis sueños con gente que desconozco; he caminado en lugares, ciudades quizá de algún futuro viaje.

A veces pienso que los sueños advierten muchas cosas. Por eso a veces uno trata de descifrarlos, quizá con la intención de ponernos en alerta y soportar el golpe venidero. Los sueños, esos simulacros en los que difícilmente se puede aplicar también la voluntad. Esos encuentros que quizá algún día se harán realidad. Quizá sólo se aplacen. Sin embargo, hoy tuve un sueño que me hizo despertar a las 3 de la mañana. Fue un encuentro con una persona que tanto estimo, fue una conversación breve, una epifanía.

Sí, era ella, una voz tan familiar que al virar la reconocí y quise correr hacia ella, pero me lo evitaron.

Por alguna extraña razón se me apareció en mi sueño sólo para decirme palabras alentadoras, quizá algo que está por sucederme.

Su voz tan suave y melodiosa me dijo, mientras yo estaba hincado ante ella, pues había perdido fuerzas al intentar acercarme:
"Yo sé que cuando estás solo, te preguntas: ¿qué es lo que estás buscando en este mundo? Yo sé que en lo más profundo de la noche, ha nacido un sueño, uno que no puedes ignorar.

Si piensas que puedes encontrar la pasión y que estás listo para tomar una oportunidad, si realmente crees que puedes hacerlo, entonces es porque ese poder ahora está en tus manos.

Sólo se puede decir que es el momento de la verdad, porque estarás dándolo todo, aún sabiendo que estarás solo, no importa si no lo logras, estás dispuesto a aceptar el fracaso.

Si puedes hacerlo, levántate y pruébalo; levántate y demuestra quién eres.
Todo está listo, esperando por ti, este es el momento de la verdad, sabes que este es el lugar y la hora, ya no estés siempre esperando, es ahora o nunca, ya nada puede detenerte.

Sabes que una vez en la vida, harás una decisión, y que tienes que estar listo para arriesgarlo todo. Yo sé que en lo profundo de tu alma, escuchas una voz, respondiendo al llamado.

Yo sé que sabes que no será fácil, es una promesa que haces por amor, por la gente que aún cree en ti, y sé que eso es lo único en que piensas
".

Desperté del sueño, y corrí a prender la luz; tomé mi bloc de notas y apunté palabra por palabra, lo que ella me había dicho. Aún no sé lo que signifique.

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lunes, 3 de marzo de 2008

La distancia eterna

Yo estaba sentado en el techo de mi casa como en todas las ocasiones cuando me embargaba la tristeza. Me abrumaba no saber hasta qué grado las enseñanzas de mis preceptores llegarían a mí de una manera agresiva; pensaba que aquel choque de ideas y consejos darían forma a un ser dependiente que saldría y buscaría ayuda al primero que se le atravesara en el camino.

Ya no tenía caso. Actuar de manera quejumbrosa era sólo un disfraz para que la gente no sospechara del nuevo ser que se estaba apoderando de mi mundo. Mi mundo cotidiano comenzaba a suprimirse de manera automática, sin que yo me percatara. Era un cambio silencioso.

Sentía miedo y a la vez consuelo, de saber que ya no iba a pertenecer a este mundo, y que también a la hora de interactuar con las personas, iba a interpretar a un ser inútil.

Presentía que era una especie de prueba para mis semejantes: si corrían por mí y me ayudaban. Me equivoqué. Era mi desatino controlado el que activaba aquel rol para que me temieran y me abandonasen. Un mescalero depende de sí mismo.

El viento había traído a mi esencia un recuerdo. Un recuerdo en el que me comprometía a recorrer un camino infinito. Un camino cuyo final implica agradecer a quien más haya colaborado en todos mis desafíos. Sin embargo, más que un acto de gratitud, era un acto de despedida.

Yo pensaba que aquel día nunca iba a llegar, ya que siempre sentía que caminaba en un sendero que no tenía fin. Un sendero que poseía una distancia eterna, y en el que al mirar mis huellas, nunca existía la señal de estar por lo menos a la mitad del recorrido obligatorio.
¿Cuál es el fin de caminar esta distancia eterna?

Descubrir el mundo de una manera distinta a través de la percepción que sólo un mescalero puede tener. Ese poder sólo lo posee un ser extraordinario, capaz de generar tanta energía para sí mismo y pueda unirse con el universo, el infinito. Recuerda que un mescalero es un ser que está lleno de agresividad y lucha. Ha sido puesto en un camino que sólo podrá finalizar hasta encontrar en él su destino. Es un caso improbable, pero a ese sendero, por eso lo denominamos: el sendero de la distancia eterna. El camino del mescalero está lleno de desafíos que sólo él puede ir superando constantemente. Su fuerza o, mejor dicho, su poder sólo se rige por las circunstancias de la misma distancia eterna. Es entrenado como un contemplador para descubrir el mundo y a sí mismo, de tal manera que pueda evolucionar en su camino; al mismo tiempo con la conciencia de que jamás cambiará. Está entrenado para convertirse en un viajero, para lanzarse al infinito, en lo desconocido, la incertidumbre, para poder regresar al centro del espíritu. Sus únicas armas son la voluntad y la paciencia; armas qué sólo él podrá ir afilando para defenderse contra los obstáculos. Ante todo, un mescalero es entrenado para ser un guerrero. Entrenado para sobrevivir de la única manera que un mescalero puede sobrevivir: a través de su responsabilidad.

Aún escuchando ese discurso, me sentía triste: ¡No soy digno de convertirme en un mescalero!
Sentí aquella profecía regresar a mi memoria y decir: Seremos nuevamente polvo en el camino.

Yo sé que al final la gente que me rodea y la que estimo no sentirá nada acerca de mi partida. No me recordará, ni sentirá algún sentimiento al respecto. Me convertiré en un fantasma, y todo a causa de mis actos por sobrevivir.

Fue así que le dije al viento (mi peor enemigo), que me diese un pequeño consejo: ¿Cómo podía suprimir mi tristeza?

La tristeza para los mescaleros no es personal. En realidad no es tristeza lo que sientes. Lo que ahora estás sintiendo es una ola de energía que lle­ga desde lo profundo del cosmos y que golpea a todo mescalero cuando está receptivo.

Los mescaleros de tiempos antiguos, los que te die­ron el formato entero del sendero de la distancia eterna, creían que hay tristeza en el universo, como una fuerza, una condición como la luz, como la voluntad, y que esa fuerza perenne actúa, sobre todo en los mescaleros porque ya no tienen escudos de defensa.

Ya no pueden esconderse detrás de sus amigos o de sus estudios. Ya no pueden esconderse detrás del amor o del odio, o la felicidad, o la desgracia. No pueden esconderse detrás de nada.


La condición de los mescaleros es que la tristeza es abstracta. No viene de codiciar o de necesitar algo o de la importancia personal. No viene del yo. Viene del infinito. La tristeza que sien­tes es por no haberles dado las gracias a tus amigos. Pero no te preocupes. Tu misión es ya no mirar atrás. Tú debes seguir en el sendero de la distancia eterna.

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