viernes, 4 de abril de 2008

Energía del infinito

"Podemos considerar el cuerpo como un organismo biológico o como una fuente de poder. Todo depen­de del estado en que se encuentra el inventario en nuestro almacén; el cuerpo puede ser duro y rígido o manejable y flexible. Si nuestro almacén está vacío, el cuerpo también lo está y la energía del infinito puede fluir a través de él".

Me contó Loreto mientras caminábamos entre enormes pinos, rumbo al pueblo de San Andrés, Putla, para continuar el entranamiento de los últimos días. Loreto aprovechó para contarme más acerca de la energía del mescalero, un minuto o segundo nunca se desaprovecha. Loreto reiteró, entonces, que a fin de vaciarnos debemos hundirnos en un estado de profunda recapitulación y dejar que la energía fluya sin trabas a través de nosotros. Sólo en un estado de quietud, subrayó, podemos dar rienda suelta al vidente dentro de nosotros y puede la energía impersonal del universo trans­formarse en la fuerza muy personal de la voluntad.

"Al vaciarnos lo suficiente de nuestro anticuado y estorboso inventario, la energía viene a nosotros y se reúne en forma natural; al aglutinarse lo suficiente, se convierte en poder. Cualquier cosa puede anunciar esa conversión: un ruido fuerte, una voz baja, un pensamiento que no es de uno, una inesperada ola de vigor y bienestar."

Loreto puso énfasis en el hecho de que, a fin de cuentas, no importaba que el poder descendiese sobre nosotros en un esta­do despierto o en los sueños; resultaba igualmente válido en ambos casos, aunque este último es menos definido pero más potente.

"Lo que experimentamos estando despiertos, en términos de poder, debe ponerse en práctica en los sueños y el poder que experimentamos en los sueños debe usarse al estar despiertos. Lo que cuenta realmente es estar consciente, sin importar que se esté despierto o dormido. Lo que cuenta es estar consciente".
Loreto guardó silencio por un momento, antes de comu­nicarme algo que me pareció completamente irracional.

"Estar consciente del tiempo, por ejemplo, puede alargar la vida de un hombre por varios cientos de años."
"Eso es absurdo. ¿Cómo es posible que alguien viva por tanto tiempo?"
"Estar consciente del tiempo es un estado especial de la conciencia que nos impide envejecer rápidamente y morir en pocas décadas. Existe la creencia, trasmitida por los antiguos mescaleros, de que, si fuéramos capaces de usar los cuerpos como armas o, para decirlo en términos modernos, si vaciáramos nuestros almacenes, podríamos deslizarnos fuera del mundo para andar en otros mundos".

"¿A dónde iríamos?"
Loreto me miró, sorprendida, como si yo debiera conocer la respuesta.
"Al reino del no ser, al mundo de las sombras. Se cree que, una vez vacío nuestro almacén, nos tornaríamos tan ligeros que podríamos volar por el vacío sin que nada entorpe­ciera nuestro paso. Entonces podríamos regresar a este mundo jóvenes y renovados".

Un carro de carga pasó cerca de nosotros y nos saludó, al parecer ya estábamos cerca del aserradero de San Andrés.
"Por el momento sólo es una creencia, ¿verdad, Clara? Una leyenda trasmitida desde la antigüedad".
"Por el momento sólo es una creencia. Pero es sabido que los momentos, como todas las cosas, pueden cam­biar. Hoy en día, el hombre más que nunca necesita renovarse y experimentar el vacío y la libertad".

Me pregunté cómo se sentiría ser tan vaporoso como una nube y flotar por el aire sin nada que obstruyera mis ires y venires, luego mi mente pisó el suelo otra vez y me sentí obli­gado a afirmar:
"Toda esta conversación acerca de estar consciente del tiem­po y pasar al mundo de las sombras, me resulta imposible de aceptar o de entender. No forma parte de mi tradición o bien, como tú dirías, no forma parte del inventario en mi almacén".

"Sí, así es. ¡Esto es sobrenatural!"

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