lunes, 3 de marzo de 2008

La distancia eterna

Yo estaba sentado en el techo de mi casa como en todas las ocasiones cuando me embargaba la tristeza. Me abrumaba no saber hasta qué grado las enseñanzas de mis preceptores llegarían a mí de una manera agresiva; pensaba que aquel choque de ideas y consejos darían forma a un ser dependiente que saldría y buscaría ayuda al primero que se le atravesara en el camino.

Ya no tenía caso. Actuar de manera quejumbrosa era sólo un disfraz para que la gente no sospechara del nuevo ser que se estaba apoderando de mi mundo. Mi mundo cotidiano comenzaba a suprimirse de manera automática, sin que yo me percatara. Era un cambio silencioso.

Sentía miedo y a la vez consuelo, de saber que ya no iba a pertenecer a este mundo, y que también a la hora de interactuar con las personas, iba a interpretar a un ser inútil.

Presentía que era una especie de prueba para mis semejantes: si corrían por mí y me ayudaban. Me equivoqué. Era mi desatino controlado el que activaba aquel rol para que me temieran y me abandonasen. Un mescalero depende de sí mismo.

El viento había traído a mi esencia un recuerdo. Un recuerdo en el que me comprometía a recorrer un camino infinito. Un camino cuyo final implica agradecer a quien más haya colaborado en todos mis desafíos. Sin embargo, más que un acto de gratitud, era un acto de despedida.

Yo pensaba que aquel día nunca iba a llegar, ya que siempre sentía que caminaba en un sendero que no tenía fin. Un sendero que poseía una distancia eterna, y en el que al mirar mis huellas, nunca existía la señal de estar por lo menos a la mitad del recorrido obligatorio.
¿Cuál es el fin de caminar esta distancia eterna?

Descubrir el mundo de una manera distinta a través de la percepción que sólo un mescalero puede tener. Ese poder sólo lo posee un ser extraordinario, capaz de generar tanta energía para sí mismo y pueda unirse con el universo, el infinito. Recuerda que un mescalero es un ser que está lleno de agresividad y lucha. Ha sido puesto en un camino que sólo podrá finalizar hasta encontrar en él su destino. Es un caso improbable, pero a ese sendero, por eso lo denominamos: el sendero de la distancia eterna. El camino del mescalero está lleno de desafíos que sólo él puede ir superando constantemente. Su fuerza o, mejor dicho, su poder sólo se rige por las circunstancias de la misma distancia eterna. Es entrenado como un contemplador para descubrir el mundo y a sí mismo, de tal manera que pueda evolucionar en su camino; al mismo tiempo con la conciencia de que jamás cambiará. Está entrenado para convertirse en un viajero, para lanzarse al infinito, en lo desconocido, la incertidumbre, para poder regresar al centro del espíritu. Sus únicas armas son la voluntad y la paciencia; armas qué sólo él podrá ir afilando para defenderse contra los obstáculos. Ante todo, un mescalero es entrenado para ser un guerrero. Entrenado para sobrevivir de la única manera que un mescalero puede sobrevivir: a través de su responsabilidad.

Aún escuchando ese discurso, me sentía triste: ¡No soy digno de convertirme en un mescalero!
Sentí aquella profecía regresar a mi memoria y decir: Seremos nuevamente polvo en el camino.

Yo sé que al final la gente que me rodea y la que estimo no sentirá nada acerca de mi partida. No me recordará, ni sentirá algún sentimiento al respecto. Me convertiré en un fantasma, y todo a causa de mis actos por sobrevivir.

Fue así que le dije al viento (mi peor enemigo), que me diese un pequeño consejo: ¿Cómo podía suprimir mi tristeza?

La tristeza para los mescaleros no es personal. En realidad no es tristeza lo que sientes. Lo que ahora estás sintiendo es una ola de energía que lle­ga desde lo profundo del cosmos y que golpea a todo mescalero cuando está receptivo.

Los mescaleros de tiempos antiguos, los que te die­ron el formato entero del sendero de la distancia eterna, creían que hay tristeza en el universo, como una fuerza, una condición como la luz, como la voluntad, y que esa fuerza perenne actúa, sobre todo en los mescaleros porque ya no tienen escudos de defensa.

Ya no pueden esconderse detrás de sus amigos o de sus estudios. Ya no pueden esconderse detrás del amor o del odio, o la felicidad, o la desgracia. No pueden esconderse detrás de nada.


La condición de los mescaleros es que la tristeza es abstracta. No viene de codiciar o de necesitar algo o de la importancia personal. No viene del yo. Viene del infinito. La tristeza que sien­tes es por no haberles dado las gracias a tus amigos. Pero no te preocupes. Tu misión es ya no mirar atrás. Tú debes seguir en el sendero de la distancia eterna.

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