lunes, 7 de abril de 2008

Mescaleras (2)

Estábamos sentadas en cómodas sillas de mimbre sobre blandos almohadones a la sombra de los árboles frutales que crecen en el enorme patio de la casa. Le dije que se olvidara de las informaciones específicas. Que no le haría ningún bien. Ella insistió que por el contrario, le sería muy útil, porque realmente no comprendía por qué yo actúaba de tal manera.

"Atribúyelo al hecho de que vivo en el mundo naualli, a que soy una mujer y que mi talante es distinto."

"¿Talante? ¿Qué quieres decir con un talante distinto?"

"Me gustaría que pudieras oírte. ¿Talante? No me gustan semejantes disposiciones metódicas de pensamiento y obra. Para mí el orden no consiste en disponer las cosas con método. Me molesta la estupidez y no tengo paciencia. Ése es mi talante."

"Eso es espantoso, Loreto. Había llegado a creer que en el mundo naualli la gente estaba por encima de las nimiedades y que no se dejaba llevar por la impaciencia."

"Estar en el mundo naualli nada tiene que ver con mi impaciencia. ¿Lo ves? Estoy impecablemente impaciente."

"Sinceramente, me gustaría saber qué significa estar impecablemente impaciente."

"Significa, por ejemplo, que soy perfectamente consciente de que me molesta tu estúpida insistencia de recibir instrucciones detalladas. Mi impaciencia me impulsa a detenerte, pero mi impecabilidad te obligará a guardar silencio. Y todo ello se reduce a lo siguiente: si insistes en pedirme detalles, guiada sólo por tu mala costumbre de que todo te sea explicado de forma pormenorizada, aunque yo te diga que dejes de hacerlo, tendré que pegarte, pero jamás me enfadaré contigo ni te lo tendré en cuenta."

"Dices que me pegarás, Loreto. Bueno, pues pégame si tienes que hacerlo, pero debo saber qué voy a hacer en mi ciudad o enloqueceré de preocupación."

"De acuerdo. Si insistes en conocer los detalles que considero importantes, te los diré. Espero que comprendas que estamos separadas por un abismo que no puede salvarse con mera palabrería. Los hombres pueden construir puentes con sus palabras, pero las mujeres, no. Ahora estamos imitando a los hombres. Las mujeres tienen que salvar ese vacío con sus actos. Sabes bien que damos a luz, que creamos seres humanos. Quiero que vayas allí para que, en la soledad, descubras tu fortaleza o tu debilidad."

"Comprendo lo que dices, Loreto, pero considera mi posición."

"De acuerdo, te facilitaré los detalles que considero importantes para tu viaje. Afortunadamente para ti no son las instrucciones detalladas que esperas. Tú quieres que te diga con exactitud qué debes hacer en situaciones futuras y cuándo debes hacerlo, y ésa es una pregunta sumamente estúpida. ¿Cómo puedo darte instrucciones acerca de algo que aún no existe? En lugar de ello te explicaré cómo debes ordenar tus pensamientos, sentimientos y reacciones. Contando con ello podrás enfrentarte a cualquier eventualidad que surja."

"¿Hablas en serio?"

"Muy en serio: El primer aspecto detallado a considerar es la medida de tus posibilidades: en el mundo naualli debemos ser responsables de nuestras acciones."

Le recordé que ya conocía el camino del mescalero. Le dije que mientras había permanecido conmigo le había instruido concienzudamente en la ardua filosofía práctica del mundo naualli y que, por consiguiente, las instrucciones que pudiera darle no serían más que un recordatorio pormenorizado.

"En el mundo naualli las mujeres no se sienten importantes, porque la importancia mitiga la fiereza. En el camino del mescalero las mujeres son violentas y se muestran impasibles en cualquier situación. No exigen nada y están dispuestas a darlo todo de sí mismas. Buscan intensamente una señal del espíritu de las cosas en la forma de una palabra amable, de un gesto oportuno y, cuando lo encuentran, expresan su reconocimiento intensificando su violencia.

"En el camino del mescalero las mujeres no juzgan. Se reducen enérgicamente a la nada con el fin de oír y observar, de modo que puedan conquistar y sentirse humilladas por sus conquistas o derrotadas y realizadas por su derrota.

"En el camino del mescalero las mujeres no se rinden. Acaso serán derrotadas mil veces, pero nunca se rendirán. Y, por encima de todo, siguiendo esa senda, las mujeres son libres.¡Estás llorando de verdad!"

"¡Eres el ser más inhumano e insensible que conozco! Te dispones a enviarme Dios sabe dónde y ni siquiera me dices qué debo hacer."

"¡Pero si acabo de decírtelo!"

"Lo que me has dicho no tiene ningún valor en las situaciones de la vida real. Parecías un dictador recitando citas".

"Te sorprenderá comprobar la utilidad que puedes obtener de tan necias citas. Pero por el momento vamos a llegar a un acuerdo. Yo no te envío a ningún lugar: eres una mujer que sigue el camino del mescalero. Sabes que eres libre de hacer lo que quieras. Aún no has comprendido lo que es el mundo naualli. Yo no soy ni tu maestra ni tu mentora, y no soy responsable de ti: sólo tú lo eres. Lo más difícil de comprender en el mundo naualli es que ofrece una gran libertad. Pero esa libertad no es absoluta.

"Te acogí bajo mi protección porque tienes una capacidad innata para ver las cosas como son, para evadirte de una situación y comprender lo asombroso de ello. Esto es un don y tú has nacido con él. Una persona corriente tarda años en el mundo naualli para aislarse de su compromiso consigo misma y comprender cuan asombroso es.

Le advertí que quien se acoge al mundo naualli tiene que estar dispuesto a someterse a la más absoluta soledad. Y le dije que para mí, soledad no significaba desamparo sino un estado físico de aislamiento.

No te preocupes por los detalles. Si tienes fe, los detalles suelen acomodarse en las circunstancias. Deberías proyectar tus planes del siguiente modo: escoge cualquier cosa y considérala el principio. Después enfréntate a ese principio y, una vez ante él, déjate llevar. Confío que tus convicciones no te impulsarán a escoger un inicio caprichoso. Sé realista y austera para poder decidir con acierto. ¡Puedes hacerlo!

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