lunes, 3 de noviembre de 2008

La vida pasa (pensamiento de un hombre común 2)

Era de noche, y me quedé en el paradero esperando un taxi. Ninguno aparecía: una mala señal. El único taxi que apareció me lo ganó una chica que esperaba más adelante de mí; sin embargo, el taxista se detuvo donde yo estaba y preguntó hacia dónde me dirigía. Dije la dirección y el taxista hizo el típico gesto desagradable que el resto de los taxistas hacen cuando menciono la dirección de mi casa. No les entiendo; sólo tienen que pisar el pedal, no se trata de un rickshaw. O todavía así, ¡no me están haciendo un favor, me están haciendo un servicio! ¡Les pagaré, no es gratis! A regañadientes, el taxista decidió llevarme. Tenía ganas de gritarle que se largara, que nadie se burlaba de mí, pero era el único taxi, y yo ya quería llegar a casa.

Me mantuve en silencio todo el camino; mientras escuchaba por la radio un anuncio a cerca de leer 200 páginas en tales minutos, algo de repente, hizo perderme entre el paisaje, quizá las luces de la ciudad o las luces rojas de los automóviles. Iba tan absorto en mis pensamientos, que todo lo vi como en cámara lenta. Un perro, al otro lado del camellón, había asustado a un gato. El minino saltó y escapó de su victimario. La luz del taxi lo iluminó: era un gato pinto; segundos después sentí bajo mis pies cómo lo habíamos arrollado, cómo su cuerpo tronaba. Era distinto a cuando pasamos un tope, definitivamente.

Fue ahí cuando tuve una visión; como si todo estuviera tan iluminado. Vi la vida pasar corriendo y apagarse repentinamente. No sé, pero vi en mi mente una escena de aquel minino maullando a su amo por comida, jugando en los sillones, atrapando insectos. Era la vida.

Cuando escuché el ruido bajo el taxi, maldije. La chica de atrás retuvo un grito y el taxista dijo: “se le acabaron las 7 vidas”. Vi todas aquellas vidas que circulaban en las aceras, los que estaban en casa cenando o viendo televisión. Me vi a mí mismo: sentía coraje.

¿Cómo era posible todo esto? Yo sé que el taxista pudo haber frenado y salvar la vida del animalito. Pero aunque uno no quiera, el destino es caprichoso. ¿Era la hora de aquel animalito? ¿O simplemente, fue la impertinencia del taxista? Un ser lleno de agresividad, y que hace las cosas de mala gana. ¡7 años de mala suerte!

Quizá aunque uno no quiera, el destino nos utiliza para apagar una vida, o para salvarla. Recordé a la gente que siempre está a mi lado y la que ya no lo está. Pensé qué pasaría conmigo si todos desaparecieran. La muerte… ¿Qué es la muerte?

Avanzábamos por la transitada carretera. El coraje se disipaba. El dolor por aquel animalito sanaba por la música de la radio. Me vinieron a la mente las cosas que tenía pendiente. Ya estábamos lejos del lugar de aquel terrible evento. Ya no recordaba aquel sonido o escena. Ya todo había pasado, como cuando olvidamos un mal momento: sí, todo es pasajero. La vida pasa…

Entonces, alguien me dijo: "REGRESA, Y ESFUÉRZATE POR PERDER LA FORMA HUMANA".

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