viernes, 2 de mayo de 2008

Una noche de bien dormir

Sentí un ligero dolor en la cabeza. Era increíble, pero una vocesilla me decía una y otra vez, "piensa como mescalero." Anexado a esto, me vino un recuerdo. Estaba recostado en el suelo, en casa de doña Alvina. Era una escena que quizá estaba muy en el interior de mi mente. Había abierto los ojos, y ella estaba allí. Yo estaba recuperándome del golpe que según provocaría mi cambio drástico.

"Un cambio verdadero no involucra cambio de ánimo, actitud o punto de vista, sino una transformación total del ser: El tipo de cambio al cual aludo no se logra en tres meses, un año o diez. Toma toda la vida. Es sumamente difícil convertirse en algo diferente a lo que uno había sido destinado a ser. El mundo de los mescaleros es un ensueño, un mito, y sin embargo tan real como el mundo de todos los días." Me dijo doña Alvina al verme abrir los ojos y descubrirme desorientado.

"Para percibir y funcionar en ese mundo debemos despojarnos de la máscara cotidiana que llevamos adherida a nuestros rostros desde el día en que nacemos, y colocamos la segunda, la que nos permite vernos a nosotros mismos y a nuestro entorno como realmente son: sucesos extraordinarios que florecen sólo una vez, adquieren existencia transitoria y nunca se repiten. Esa máscara tendrás que confeccionarla tú mismo."

"¿Cómo la hago?" Le dije con voz débil, al mismo tiempo que intentaba asimilar todo lo que había ocurrido.

"Ensoñando tu otro ser. Ciertamente no adqui­riendo nuevas ropas, nuevos libros y una nueva dirección y por cierto no creyendo que tienes un nuevo romance a la vista."

Antes de que yo pudiese desmentir su brutal acusación dijo que externamente yo era una persona fluida, capaz de moverme a gran velocidad, pero por dentro yo era rígido y duro. Como ya me había dicho don Gaspar, ella sostenía que era falaz creer que adquirir un apartamento nuevo y regalar todo lo que poseía era un cambio. Doblegué la cabeza en señal de que aceptaba su crítica. Siempre sentí una inclinación a despojarme de cosas y, tal como lo señaló ella, eso representaba básicamente una compulsión.

Doña Alvina se dirigió a la ventana, fijó su vista en la gruesa cortina negra para oscuridad total como si pudiese ver a través de ella, y opinó que era mucho más fácil para una mujer que para un hombre cortar ama­rras con la familia y el pasado.

"Las mujeres no son responsables, y esta falta de responsabilidad les da una gran medida de fluidez que, lamenta­blemente, rara vez. Lo más difícil de compren­der del mundo de los mescaleros es que ofrece la libertad, pero la libertad no se obtiene gratuitamente."

"¿Qué cuesta esa libertad?"
"La libertad te costará la máscara que llevas puesta: esa tan cómoda y difícil de descartar, no por cómoda sino porque la has estado usando tanto tiempo. ¿Sabes lo que es la libertad? Es la total ausencia de preocupa­ción acerca de ti mismo y la mejor manera de dejar de preocuparte de tu persona es preocupándote por otros."
"Yo me preocupo. Pienso constantemente en mis amigos y mi familia."

"No me cabe duda. Ya es hora de que comiences a moldear tu máscara, la que no tiene la marca de nadie más que la tuya. Debe ser esculpida en soledad, de no ser así no coincidirá, y habrá momentos en que la sentirás muy ajustada, muy suelta, muy caliente, muy fría..."

Caímos en un largo silencio, luego del cual, con voz soñolienta, doña Alvina prosiguió su discurso:
"Elegir el mundo de los mescaleros no es cuestión de declarar que ya lo has hecho; debes actuar en ese mundo. En tu caso debes ensoñar. ¿Has ensoñado despierto desde tu regreso?"

Debí admitir que no lo había hecho.
"Entonces todavía no te has decidido. No estás tallando tu máscara. No estás ensoñando tu otro ser. Los mescaleros están comprometidos con su mundo sólo a través de su impecabilidad: Los mescaleros no tienen interés en convertir a otros a sus ideas. Entre ellos no hay gurúes ni sabios, sólo nauallis. Ellos son los líderes, no por saber más, o ser mejores mescaleros que los otros, sino simplemente por poseer más energía. y no me refiero necesariamente a fuerza física, sino a cierta configuración de su ser que les permite ayudar a otros a quebrar los parámetros de la percepción."

"Si a los mescaleros no les interesa convertir al prójimo, ¿por qué Pablo es aprendiz del naualli viejo?"

"Pablo apareció en el mundo de los mescaleros del mismo modo en que apareciste tú. No importa qué lo trajo, lo cierto es que no pudo ser ignorado por Gaspar, y enseñarle todo lo referente al mundo mescalero se convirtió en obligación para él. Nadie los anduvo bus­cando: a Pablo y a ti. Su ingreso en este mundo no fue obra ni deseo de nadie. Ninguno de nosotros haría nada por mantenerlos en este sendero contra su voluntad, pero sí haríamos lo posible y lo imposible para ayu­darlos a permanecer en él."

Doña Alvina se dirigió a una hamaca que tenía cerca de ella; se recostó y continuó hablando:
"Lo único que ni yo ni Gaspar haríamos ni quisiéramos hacer es ayudarte a que continúes con tu existencia deforme, voraz y complaciente. Eso sería un fraude. Te diré lo que necesitas... Lo que tú necesitas es una noche de bien dormir."

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