miércoles, 3 de diciembre de 2008

Seres luminosos

Don Goyo se incorporó y comenzó a tronarse todos los huesos de su cuerpo. Le pregunté si se sentía cansado. Con una mirada hosca me dijo que cansado era sinónimo de un hombre común, los mescaleros si llegasen a sentirse de tal manera, su poder menguaría. Asentí. Ya había escuchado antes un reproche de mi gordura por parte de Magaly en Oaxaca.

Miré por última vez el paisaje en el que estaba, y le dije a don Goyo que era tan surreal. Don Goyo sonrío y me preguntó si alguna vez don Gaspar me había traído a semejantes lugares. Le dije que sólo habíamos visitado la Cueva de las flores, y eso para mí, ya era algo surreal. “Eso es lo que siempre ha sido el mundo para ti. Siempre debes buscar esas maravillas que nos rodean y hacerte responsable de que estás en un mundo extraño”.

“Extraño porque es estupendo, pavoroso, misterioso, impenetrable: Tú debes saber que el interés de don Gaspar fue convencerte de que debes hacerte responsable por estar aquí, en este maravilloso mundo, en este maravilloso tiempo. Quiso convencerte de que debes aprender a hacer que cada acto cuente, pues vas a estar aquí sólo un rato corto, de hecho, muy corto para presenciar todas las maravillas que existen. Tantas y de tal calidad, que al parecer no hemos agotado nada. Templa tu espíritu, llega a ser un mescalero; aprende a ver, y entonces sabrás que no hay fin a los mundos nuevos para nuestra visión. En fin, cuando uno ve, no hay detalles familiares en el mundo. Todo es nuevo. Nada ha sucedido antes. ¡El mundo es increíble!”

Suspiré, y por un momento vi mi mundo cotidiano. En realidad era mi espíritu que al parecer no dejaba que mi tristeza embargara mi estado de ánimo. Aquellos recuerdos no eran más que una recapitulación expresa que realizaba mi mente de manera inconsciente para poder tener “control”. Me dije a mí mismo que era un ser que planeaba siempre, y nunca improvisaba. ¿Y por qué planeaba? Porque era el miedo el que me obligaba a tener control… una ilusión.

Don Goyo me vio absorto en mis pensamientos, se acercó; puso su mano en mi hombro y me dijo: “el hombre de conocimiento ama y quiere adultamente, sin ninguna preocupación, sin ningún apego ni interés, sin ninguna obsesión ni morbidez. Tiene y vive una vida verdadera, sana, buena, fuerte. Vive de actuar, no de pensar en actuar, ni de pensar qué pensará cuando termine de actuar. Más aún, ha aprendido a reducir a nada sus necesidades. Para él sentirse pobre o necesitado, lo mismo que odiar, tener hambre o sentir dolor, es sólo un pensamiento. Porque, hombre de conocimiento, él es todo lo que ve o, mejor, lo es todo: Un hombre que ve lo es todo. Como conocimiento, conciencia pura y luz que es, para él el mundo y él mismo ya no son objetos: Él es un ser luminoso en un mundo luminoso”.

0 comentarios: