viernes, 23 de mayo de 2008

Los 13 cielos

Me quedé sentado frente al aterdecer, en el techo de la casa. El aire estaba fresco y recio. Miraba la carta de don Celestino. No podía creerlo, primero mi benefactor, luego Loreto, posteriormente doña Alvina, y ahora él. A quién podía recurrir por un consejo. Qué mescalero podía guiarme en este sendero.

Aún no lo creía, puesto que don Celestino, al irse de este mundo, no sólo me había dejado con malas noticias, sino con problemas entre mis amistades. Problemas que aún no he solucionado, y que Juanito Mescalero, siempre me dice que recurra a la inaccesibilidad para poder darle nuevamente un orden a mi vida. Y sí, sinceramente pienso que todo mi mundo está de cabeza. "Dejas el camino del mescalero, una y otra vez. ¿Qué ocurre? Se me hace que así eras con tu religión, ibas de vez en cuando a la misa, ¿no es así?"

Esbocé una sonrisa tras recordar las palabras de Juanito. Aún así, reflexionaba de mi tristeza. Es el mismo sentimiento profundo que sentimos cuando se va un mescalero, peor que un dolor de muelas. ¿Cómo retomar mi vida cotidiana? Eso es imposible, la vida cotidiana no se puede retomar, no puedes recuperar una vida pasada. Lo que estoy viviendo es parte de mi vida, lo único que queda es mejorarla.
Suspiré y quise recordar aquellos pasajes que compartí con don Celestino y don Gaspar; ninguno llegó a mi memoria. Me sentí vacío. Me sentí fatal. Me dejé caer de espaldas en el techo y miré el cielo poco a poco oscurecerse, hasta que alguien me musitó: "Concentra muy bien la mirada, es hora de que conozcas los 13 cielos..."

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