domingo, 1 de agosto de 2010

Metempsicosis

Rosaura alzó la cabeza y me miró con los ojos entrecerrados.

"Al principio, hoy todo me iba bien. Estaba un poco asustada cuando llegué ante ti. Había esperado años este momento. El Naualli me dijo que te gustaban demasiado las mujeres. Dijo que eres presa fácil para ellas, de modo que busqué un final rápido. Imaginé que cederías a ello. El Naualli me enseñó cómo aferrarte en el momento en que estuvieses débil. Te induje a ello con mi cuerpo. Pero sospechaste. Fui demasiado torpe. Lo hice tal como el Naualli me dijo que hiciera: fingir ser una hermosa niña que se había convertido en aprendiz de mescalero, y que sobre todo, se había enamorado de ti; pero no dio resultado porque te percataste. No tenía poder en tanto tus ojos estuviesen fijos en ella. Tu cuerpo sabía qué hacer. Luego, asustaste a mi apariencia al gritar como lo hiciste. Ruidos súbitos como esos son mortales, especialmente la voz de un mescalero. El poder de mi apariencia se extinguió como una llama. Yo lo comprendí, pero tú no.

"Estabas a punto de irte, de manera que me vi obligada a detenerte. El Naualli me había enseñado a tirar las manos para atraparte. Traté de hacerlo, pero me faltó poder. Mi apariencia estaba atemorizada. Tus ojos habían paralizado su esencia. Nadie había puesto jamás sus ojos sobre ella. Así, mi tentativa de agarrarte por el cuello falló. Te libraste de mis manos antes de que me fuera posible hacer presión. Entonces me di cuenta de que te me estabas escapando e intenté un ataque final. Me valí de aquello que el Naualli dijo que era clave si se te quería afectar: el terror. Te alarmé con mis chillidos, y ello me dio el poder necesario para dominarte. Creí tenerte, pero mi estúpida apariencia se puso nerviosa. Es idiota, y me hizo caer cuando ya estaba a punto de someterte a mi hechizo. Ahora que lo pienso, tal vez mi apariencia no sea tan estúpida. Quizás haya percibido a tu doble y cargado contra él, pero en cambio me derribó a mí.

"Estaba a punto de tenerte, pero entendí que debía ser paciente y aguardar la oscuridad. Luego el viento cambió de dirección y me convencí de que tendría éxito. El Naualli me había dicho que estaba seguro de que yo te gustaría como mujer. Era cuestión de esperar el momento oportuno. Agregó que te matarías tan pronto como comprendieses que yo te había estado robando el poder. Pero en el caso de que no lograse robártelo, o en el caso de que no te mataras, o si yo no quisiese conservarte vivo como prisionero, debía emplear mi lazo para estrangularte. Incluso me indicó dónde arrojar tu cadáver: un abismo sin fondo, una fractura en el mundo, no lejos de aquí. Pero el Naualli nunca mencionó tu aspecto aterrador. Ya te he dicho que se suponía que uno de los dos iba a morir esta noche. No sabía que iba a ser yo. El Naualli me dejó con la impresión de que saldría triunfante. Fue muy cruel por su parte no decírmelo todo acerca de ti".

"Imagina mi situación, Rosaura. Yo sabía aún menos que tú".

"No es lo mismo. El Naualli pasó años preparándome para esto. Yo conocía todos los detalles. Te tenía en el saco. Caíste en todas las trampas que te tendí. Y, sin embargo, tu lado aterrador terminó por salir vencedor".

"¿A qué te refieres al hablar de mi lado aterrador?"

"A aquel que me golpeó y que me matará esta noche. Tu horrendo doble, que apareció para terminar conmigo. Jamás lo olvidaré y si vivo, cosa que dudo, nunca volveré a ser la misma".

"¿Mi doble?"

"Eras tú, desde luego, pero no tenías el mismo aspecto que ahora. En realidad, no puedo decir a qué se parecía. Cuando trato de recordarlo, siento vértigo".

Le dije que ante el impacto de mi golpe la había visto fugazmente abandonar su cuerpo. Mi intención era la de sondearla con el relato. Me parecía que todo lo sucedido obedecía a una razón oculta: obligarnos a hurgar en fuentes habitualmente vedadas. En efecto, le había dado un tremendo golpe; le había causado un grave daño físico; sin embargo, era imposible que fuese yo quien lo hubiese hecho. Estaba seguro de haberle pegado con el puño izquierdo (la enorme hinchazón roja en su frente daba testimonio de ello). Sin embargo, no tenía en los nudillos marca alguna, ni experimentaba el menor dolor ni incomodidad. Un golpe de tal magnitud podía incluso haberme causado una fractura

Cuando escuchó mi descripción de cómo la había visto acurrucarse, cayó en la más absoluta desesperación. La pregunté si había tenido algún atisbo de lo que yo había visto, la impresión de abandonar su cuerpo, o alguna fugaz visión.

"Ahora sé que estoy condenada. Muy pocos sobreviven al contacto con el doble. Si mi alma ha partido, no me será posible seguir con vida. Me iré debilitando cada vez más, hasta morir".

Había en sus ojos un brillo salvaje. Se puso de pie; parecía estar a punto de pegarme, pero, en cambio, se dejó de nuevo caer al suelo.

"Me has quitado el alma. Has de tenerla en la bolsa de tu pantalón. ¿Pero por qué tuviste que decírmelo?"

Le juré que no había tenido la menor intención de lastimarla, que había actuado como lo había hecho únicamente en defensa propia y que, por consiguiente, no abrigaba la menor malevolencia hacia ella.

"Si no tienes mi alma en la bolsa de tu pantalón, la situación es aún peor. Andará vagando sin rumbo. Entonces nunca la recuperaré".

Rosaura daba la impresión de haber perdido por entero las energías. Su voz se hizo más débil. Yo quería que descansara.

"El Naualli me advirtió que si mi fracaso era completo, debía transmitir su mensaje. Me pidió que te dijera que había sustituido tu cuerpo hacía mucho. Ahora tú eres él".

"¿Qué quieres decir con eso, Rosaura?"

"Es un brujo. Entró en tu viejo cuerpo y le devolvió su luminosidad. Ahora brillas como el propio Naualli. Ya no eres el hijo de tu padre. Eres el propio Naualli".

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viernes, 23 de julio de 2010

La apariencia de Rosaura

Llevé a Rosaura hasta el auto. Ella a duras penas mantenía el equilibrio. Se sintió mal y se desplomó junto a la puerta del auto. Le di un poco de agua. Se negó. A mí me preocupaba una posible pérdida de calor corporal. Murmuró que tenía que estar desnuda si quería que el viento la curase. Quedó arrinconada en la llanta del auto. Tenía los ojos rojos. Se la veía francamente mal.

"Hay algo que debo decirte. El Naualli me preparó para esperarte, tenía que esperarte, así tardases veinte años. Me dio instrucciones sobre cómo seducirte y quitarte el poder. Él sabía que, tarde o temprano, te "aferrarías" en alguien, así que me indicó que aguardase ese momento para hechizarte y tomar todo lo tuyo. El Naualli dijo que si yo vivía una vida impecable, mi poder te traería cuando no hubiese nadie más a tu alrededor. Mi poder lo hizo. Estuviste indefenso cuando todos se habían ido. Mi vida impecable me había ayudado. Todo lo que me quedaba por hacer era tomar tu poder y luego matarte".

"¿Pero para qué quería hacer una cosa tan horrible?"

"Porque necesito tu poder para seguir mi propio camino. El Naualli hubo de disponerlo así. Tú eras el elegido; después de todo, no te conozco. No significas nada para mí. Así que, ¿por qué no iba yo a quitarle algo que necesito tan desesperadamente a alguien que para mí no cuenta? Esas fueron las palabras del Naualli".

"¿Por qué iba el Naualli a querer hacerme daño? Tú misma dijiste que se preocupaba por mí".

"Lo que yo te he hecho esta noche no tiene nada que ver con sus sentimientos hacia ti ni hacia mí. Esta es una cuestión que sólo nos afecta a nosotros. No ha habido testigos de nada de lo que hoy sucedió entre ambos, porque ambos formamos parte del propio Naualli, pero tú, en especial, has recibido algo de él que yo no poseo, algo que necesito desesperadamente, el poder singular que te ha dado. El Naualli dijo que había dado algo a cada uno de sus seis hijos. No puedo llegar hasta Pablo. No puedo tomarlo de mis hermanas; así, tú eres mi presa. Yo hice crecer el poder que el Naualli me dio, y al crecer produjo un cambio en mi cuerpo. Tú también hiciste crecer tu poder. Yo quería ese poder tuyo, y por eso tenía que matarte. El Naualli dijo que, aun cuando no murieras, caerías bajo mi hechizo y serías mi prisionero durante toda la vida si yo lo desease. De todos modos, tu poder iba a ser mío".

"¿Pero en qué podría beneficiarte mi muerte?"

"No tu muerte, sino tu poder. Lo hice porque necesito ayuda; sin ella, lo pasaré muy mal durante mi viaje. No tengo bastantes agallas. Es por eso que no quiero a la mescalera. Es joven y le sobra valor. Yo soy vieja y lo pienso todo dos veces y vacilo. Si quieres saber la verdad, te diré que la verdadera lucha es la que se libra entre la mescalera y yo. Ella es mi enemiga mortal, no tú. El Naualli dijo que tu poder haría más llevadero mi viaje y me ayudaría a conseguir lo que necesito".

"¿Cómo diablos puede ser la mescalera tu enemiga?"

"Cuando el Naualli me transformó, sabía lo que a la larga iba a suceder. Ante todo, me preparó para que mis ojos mirasen al Norte, y, si bien tú y mis hermanas tienen la misma orientación, estoy opuesta a ustedes. Pablo, Fidencio, y Efraín están contigo; la dirección de sus ojos es la misma.

"Debo entrar al otro mundo. Donde está el Naualli. Donde están Celestino y Gaspar. No hay nada más importante para nosotros, los seres vivientes, que entrar en ese mundo. Te diré que para mí esa es la verdad. Para acceder a ese mundo vivo del modo en que el Naualli me enseñó. Sin la esperanza de ese mundo no soy nada, nada. Yo era una vaca gorda y vieja. Ahora esa esperanza me guía, me orienta, y, aunque no pueda hacerme con tu poder, no abandono el propósito".

Dejó descansar la cabeza sobre la carrocería, utilizando los brazos a modo de almohada. La fuerza de sus aseveraciones me había obnubilado. No había entendido cabalmente sus palabras, pero en cierto nivel comprendía su alegato, a pesar de que era la más sorprendente de cuantas cosas le había oído esa noche. Sus propósitos eran los propósitos de un mescalero, en el estilo y la terminología de don Gaspar. Nunca había creído, sin embargo, que hubiese que destruir a alguien para cumplirlos.

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sábado, 17 de julio de 2010

Potencia adicional

Dilian se acercó a mi oreja, y en voz suave me preguntó si tenía miedo. Me di cuenta de que no era su voz, de repente aquella voz dulce había desaparecido; era una voz más excitante. Tras detectar esto, le dije que no, y lo cual era cierto. En ese momento, me enfrentaba con una de mis viejas reacciones, que se había manifestado incontables veces: una mezcla de curiosidad e indiferencia suicida.

Casi en un susurro, declaró que debía ser impecable conmigo y añadió que nuestro encuentro era crucial para ambos. Afirmó que el Naualli le había dado órdenes precisas y detalladas respecto de lo que tenía que hacer. Al oírla hablar, no pude evitar reír ante los tremendos esfuerzos que hacía por imitar a don Gaspar. Escuchaba cada una de sus frases y estaba en condiciones de predecir cuál iba a ser la siguiente.

De pronto, se quedó callada. Su rostro estaba a pocos centímetros del mío. Podía ver sus blancos dientes, brillantes en la penumbra. No era Dilian. Estaba sentado ante otra mujer hermosa y sensual. Me rodeó con los brazos y me atrajo hacia sí hasta tenerme encima suyo.

Tenía la mente muy clara, y sin embargo algo me arrastraba, más y más profundamente, al fondo de una suerte de pantano. Me experimentaba a mí mismo de una manera que no lograba concebir. Súbitamente comprendí que, de algún modo, hasta ese momento había estado sintiendo sus sentimientos. Ella era lo sorprendente. Ella era Rosaura. Me había hipnotizado con palabras. Era una mujer madura y fría. Y sus intenciones nada tenían que ver con la juventud ni con el vigor, a pesar de su fuerza y su vitalidad. ¿Rosaura había intentado la imagen de Dilian? O, ¿qué había ocurrido con aquella chica? Una sensación de alarma recorrió mi cuerpo. Quise salir corriendo. Pero parecía haber allí una fuerza extraordinaria que me retenía, privándome de toda posibilidad de movimiento. Estaba paralizado.

Debió de haber percibido mi impresión. De modo absolutamente imprevisto, se quitó el lazo que le sujetaba el pelo y, con un rápido movimiento, lo puso en torno de mi cuello. Sentí la presión del lazo en la piel, pero, por alguna razón, no creí que fuese real.

Don Gaspar siempre había insistido en que nuestro peor enemigo era la incapacidad para aceptar la realidad de aquello que nos ocurre. En ese momento, Rosaura me rodeaba la garganta con una suerte de nudo corredizo; entendí su intención. Pero a pesar de haberlo comprendido intelectualmente, mi cuerpo no reaccionó. Permanecía laxo, casi indiferente, ante lo que, según todos los indicios, era mi muerte.
Tuve conciencia del exceso de presión que ejercían sus brazos y hombros sobre el lazo al intentar ajustarlo alrededor de mi cuello. Me estaba estrangulando con gran fuerza y habilidad. Empecé a boquear. En sus ojos había un destello de locura. Fue en ese instante que me di cuenta de que pretendía matarme.

Don Gaspar había dicho que, cuando por fin uno entiende qué ocurre, suele ser demasiado tarde para retroceder. Afirmaba que siempre es el intelecto lo que nos embauca; recibe el mensaje en primer término, pero en vez de darle crédito y obrar en consecuencia, pierde el tiempo en discutirlo.

Entonces oí, o tal vez intuí, un chasquido en la base del cuello, exactamente detrás de la tráquea. Comprendí que me había quebrado el pescuezo. Sentí un zumbido en los ojos y luego un hormigueo. Mi audición era extraordinariamente clara. Tenía la seguridad de estar muriendo. Me repugnaba mi propia incapacidad para hacer nada en mi defensa. No podía siquiera mover un músculo para darle una patada. Ya no me era posible respirar. Todo mi cuerpo vibró, y en un instante estuve en pie y me vi libre, libre del apretón mortal. Miré la banca. Todo contribuía a hacerme pensar que estaba contemplando la escena desde el aire. Vi mi propio cuerpo, inmóvil y lánguido, encima del suyo. Vi el horror en sus ojos. Deseé permitirle que soltase el lazo. Tuve un acceso de ira por haber sido tan estúpido y le propiné un sonoro puñetazo en la frente. Chilló y se agarró la cabeza y perdió el conocimiento, pero antes de que ello sucediese tuve una fugaz vislumbre de un cuadro fantasmagórico. Vi a Rosaura despedida de la banca por la fuerza de mi golpe. La vi correr y acurrucarse como una niña asustada.

Luego tuve conciencia de una terrible dificultad para respirar. Me dolía el cuello. Tenía la garganta seca hasta el punto de que no podía tragar. Tardé bastante en reunir la fuerza necesaria para ponerme de pie. Entonces contemplé a Rosaura. Yacía inconsciente en el lecho. En su frente lucía una enorme hinchazón roja. Busqué un poco de agua y se la eché en el rostro. Cuando recobró el sentido la hice caminar, sosteniéndola por las axilas. Estaba empapada de sudor. Vomitó, y tuve la seguridad casi absoluta de que padecía una conmoción cerebral. Temblaba. La abracé, con el propósito de hacerla entrar en calor, pero se separó de mí bruscamente y se volvió de modo de enfrentar el viento. Me pidió que la dejase sola y dijo que un cambio en la dirección del viento sería un signo de que se iba a recuperar. Tomó mi mano en una suerte de apretón y aseveró que el destino nos había enfrentado.

"Creo que era de esperar que uno de los dos muriese esta noche".

"No seas necia. Aún no estás acabada", respondí; realmente, eso era lo que pensaba.

Algo hizo sentirme seguro de que se encontraba bien. Una extraordinaria indiferencia me había invadido. Sentía que ella me había dado, consciente o inconscientemente, una lección de suprema importancia. Bajo la horrenda presión de su tentativa de matarme, yo había actuado en su contra desde un nivel realmente inconcebible en circunstancias normales. Había estado a punto de ser estrangulado. Algún elemento de aquella su condenada habitación me había dejado absolutamente indefenso y, sin embargo, había logrado salir con bien. No alcanzaba a imaginar lo sucedido. Tal vez fuese cierto lo que don Gaspar siempre había sostenido: que todos poseemos un potencial adicional, algo que está allí, pero que rara vez alcanzamos a usar. Realmente, había golpeado a Rosaura desde una posición fantasma.

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lunes, 12 de julio de 2010

Aprendices (3)

"Aunque Pablo no les caía bien a las niñas, porque ellas lo odiaban y lo temían a un tiempo, él permanecía por completo indiferente. El mundo no lo tocaba. El Naualli no quería que tú, especialmente, tuvieras mucho que ver con Pablo. Él decía que tú eras la clase de mescalero de la cual uno debe mantenerse apartado. Decía que el contacto contigo no renueva; por el contrario, echa a perder. Dijo que tu espíritu tomaba prisioneros. En cierto modo, le causabas repugnancia; a la vez, te tenía afecto. Decía que estabas más loco que Magaly cuando te encontró, y que seguías estándolo".

Escuchar a Dilian decir lo que don Gaspar pensaba de mí me perturbaba. En un primer momento, intenté no hacer caso de lo que decía, pero luego comprendí que era algo absolutamente estúpido y fuera de lugar el tratar de preservar mi ego.

"Se molestaba contigo, porque el poder le ordenaba hacerlo. Y él, siendo el impecable mescalero que era, se sometía a los dictados de su amo y realizaba con alegría lo que el poder le mandaba hacer con tu persona".

Hubo una pausa. Deseaba con toda el alma preguntarle más detalles acerca de los sentimientos de don Gaspar hacia mí. En cambio, le pedí que me hablase de Yolanda.

"Un mes después de hallar a Pablo, el Naualli encontró a Yolanda".

"¿Cómo la encontró?"

"Había ido a ver a Goyo. Se acercaba a la casa, cuando Yolanda salió de entre los espesos matorrales que había a un lado del camino, tratando de dar caza a un cerdo que se había escapado y huía. El cerdo corría a demasiada velocidad para que Yolanda lograse darle alcance. Ésta tropezó con el Naualli y lo perdió. Entonces se volvió contra el Naualli y comenzó a chillarle. Él hizo el ademán de aferrarla y la halló dispuesta a darle batalla. Lo insultó y lo desafió a que le pusiera una mano encima. Al Naualli le gustó su talante de inmediato, pero no había presagios. Yolanda me contó que había aguardado un momento antes de marcharse; fue entonces cuando el cerdo regresó corriendo y se detuvo junto al Naualli. Ese fue el presagio. Yolanda rodeó al cerdo con una cuerda. El Naualli le preguntó a quemarropa si era feliz en su trabajo. Ella dijo que no, pues era criada. El Naualli quiso saber si estaba dispuesta a irse con él y ella le respondió que si era para lo que ella pensaba que era, la conclusión era que no. El Naualli le dijo que era para trabajar y ella se interesó por la suma que le pagaría. Él propuso una cifra y ella preguntó de qué clase de trabajo se trataba. El Naualli le dijo que se trataba de trabajar con él en un rancho escondido en la selva. Ella le dijo entonces que lo había estado probando; si él le hubiese propuesto trabajar como criada, hubiese sabido que no era más que un mentiroso, porque su aspecto correspondía a alguien que nunca en su vida había tenido casa.

"El Naualli estaba encantado con Yolanda; le dijo que si quería salir de la trampa en que estaba debía ir a la casa de Goyo antes del mediodía. También le dijo que sólo la esperaría hasta las doce; si iba, debía estar dispuesta a una vida difícil y llena de trabajo. Ella le preguntó a qué distancia se hallaba aquel rancho. El Naualli le respondió que a tres días de viaje en autobús. Yolanda dijo que, si era tan lejos, estaría pronta a partir en cuanto hubiese devuelto el cerdo a su chiquero. Y eso fue lo que hizo. Llegó junto a los demás mescaleros y gustó a todos. Nunca fue mezquina ni molesta; el Naualli no necesitó jamás forzarla a nada ni inducirla con engaños. Yolanda no me quiere ni a ti, en absoluto, y, sin embargo, es la que mejor nos cuida. Confío en ella, y, sin embargo, no la quiero en absoluto. Al poco tiempo de hallar a Yolanda, en tanto la mescalera seguía al cuidado de Loreto, el Naualli te encontró. Fuiste encontrado en medio de la selva. El Naualli vio que la muerte se cernía sobre ti, a causa de una picadura de nauyaca, y le extrañó que te señalase en tal momento. Hiciste reír al Naualli e inmediatamente te llevó consigo. Te curó, y como deuda, te dijo que vinieras y lo encontraras. Te hizo pruebas como nunca lo había hecho con nadie. Dijo que ese era tu camino".

Noté cierta tristeza en los ojos de Dilian. No podía seguir recelando. Con un movimiento casi fortuito, se enjugó las lágrimas. Llegados a este punto, hubo una natural interrupción en la conversación, pues yo tenía ganas de ir al baño.

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sábado, 10 de julio de 2010

Aprendices (2)

"¿Y las otras dos aprendices, Dilian? ¿Dónde encajan?"

"La mescalera, llegó un año después. Estaba en la peor de las condiciones que puedas imaginar. Era una mujer desesperada. Loreto le había dado cobijo en su tienda. Lavaba y planchaba para mantenerse. El Naualli fue una noche a buscar a Loreto y se encontró con la muchacha trabajando; las polillas volaban en círculo sobre su cabeza. Dijo que el círculo era perfecto, y los insectos lo hacían con la finalidad de que él lo observase. Él vio que el fin de la mujer estaba cerca, aunque las polillas debían saberse muy seguras para comunicar tal presagio. El Naualli, sin perder tiempo, la llevó con él.

"Estuvo bien un tiempo, pero los malos hábitos adquiridos estaban demasiado arraigados en ella como para que le fuese posible quitárselos de encima. Por lo tanto, el Naualli, cierto día, envió el viento en su ayuda. O se la auxiliaba o era el fin. El viento comenzó a soplar sobre ella hasta sacarla de la casa; ese día estaba sola y nadie vio lo que estaba sucediendo. El viento la llevó por sobre los montes y por entre los barrancos, hasta hacerla caer en una zanja, un agujero semejante a una tumba. El viento la mantuvo allí durante días. Cuando al fin el Naualli dio con ella, había logrado detener el viento, pero se encontraba demasiado débil para andar".

"¿Cómo se las arreglaban las niñas para detener las fuerzas que actuaban sobre ellas?"

"Lo que en primer lugar actuaba sobre ellas era su chuuj que el Naualli llevaba atado a su cinturón".

"¿Y qué hay en su chuuj?"

"Los aliados que el Naualli lleva consigo. Decía que el aliado es aventado por medio de su chuuj. No me preguntes más, porque nada sé acerca del aliado. Todo lo que puedo decirte es que el Naualli tiene a sus órdenes dos aliados y les hace ayudarle. En el caso de las niñas, el aliado retrocedió cuando estuvieron dispuestas a cambiar. Para ellas, por supuesto, la cuestión era cambiar o morir. Pero ese es el caso de todos nosotros, una cosa o la otra. Y la mescalera cambió más que nadie. Estaba vacía, a decir verdad, pero laboró sobre su espíritu hasta convertirse en poder. No me gusta. La temo. Me conoce. Se me mete dentro, invade mis sentimientos, y eso me molesta. Pero nadie puede hacerle nada porque jamás se encuentra con la guardia baja. No me odia, pero piensa que soy una mala aprendiz. Debe tener razón. Creo que me conoce demasiado bien, y no soy tan impecable como quisiera ser; pero el viento me dijo que no debía preocuparme por los sentimientos hacia ella. Es como Rosaura: el mundo ya no la afecta".

"Dilian, dime, ¿qué había de especial en lo que le hizo el Naualli?"

"Le enseñó cosas que no había enseñado a nadie. Nunca la mimó, ni nada que se le parezca. Confió en ella. Ella lo sabe todo acerca de todos. Tal vez sea por eso que no la quiero. El Naualli le ordenó ser mi carcelera. Vaya donde vaya, la encuentro. Sabe todo lo que hago. No me sorprendería, por ejemplo, que apareciese en este mismo momento".

"¿Lo crees posible?"

"Lo dudo. Esta noche, el viento está a mi favor".

"¿A qué se supone que se dedica? ¿Tiene asignada alguna tarea en especial?"

"Ya te he dicho lo suficiente sobre ella. Temo que, si sigo hablando de ella, esté donde esté, lo advierta; no quiero que ello ocurra".

"Háblame, entonces, de los demás, Dilian".

"Unos años después de encontrar a la mescalera, el Naualli dio con Pablo. Una mañana, cuando el Naualli se dirigía a la casa de Celestino, se tropezó con Pablo en el camino. Recorrieron juntos una corta distancia y un trozo de astilla seca puntiaguda se ensartó en la punta del zapato izquierdo de Pablo. Trató de quitársela, pero la astilla era como una garra; se habían clavado profundamente en la suela. Según el Naualli, Pablo había alzado el dedo al cielo y sacudido su zapato; la astilla salió disparada hacia el cielo como una bala. Pablo lo tomó a broma y rió; pero el Naualli supo que tenía poder, aunque el propio Pablo no lo sospechara. Es por eso que, sin dificultad alguna, llegó a ser el mescalero perfecto, impecable.

"Tuviste mucha suerte de llegar a conocerlo. El Naualli creía su actitud era de que una vez alcanzado algo, no lo dejaba escapar. El Naualli supo desde un principio que Pablo era excepcional y lo aisló. Supo que tú y las niñas estaban en una cara de la moneda y Pablo estaba, por sí, en la otra. El Naualli y Celestino también tuvieron mucha suerte al encontrarlo".

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viernes, 11 de junio de 2010

Aprendices

“¿Cómo llegaron a ser aprendices?”

“Rosaura fue su primera aprendiz. La descubrió una mañana; él se había detenido ante una casa ruinosa en los cerros. Nadie había a la vista, pero desde muy temprano había visto presagios que lo guiaban hacia esa casa. La brisa se había ensañado con él terriblemente. Ni siquiera podía abrir los ojos cada vez que intentaba alejarse del lugar. De modo que cuando dio con la casa supo que algo había. Miró debajo de una pila de leña menuda y halló una niña. Estaba muy enferma. A duras penas alcanzaba a hablar, sin embargo, se las compuso para decirle que no necesitaba ayuda de nadie. Iba a seguir durmiendo allí, y, si no despertaba más, nadie perdería nada. Al Naualli le gustó su talante y le habló en su lengua. Le dijo que iba a curarla y cuidar de ella hasta que volviera a sentirse fuerte. Ella se negó. Era pobre y sólo había conocido infortunios y dolor. Contó al Naualli que ya había tomado todas las medicinas que sus padres le habían dado y ninguna la aliviaba.

“Cuanto más hablaba, más claro le resultaba al Naualli que los presagios se la habían señalado de modo muy singular. Más que presagios, eran órdenes. El Naualli alzó a la niña, la cargó a hombros, como si se tratase de un bebé, y la llevó donde Loreto. Loreto preparó medicinas para ella. Ya no podía abrir los ojos. Sus párpados no se separaban. Los tenía hinchados y recubiertos por una costra amarillenta. Se estaban ulcerando. El Naualli la atendió hasta que estuvo bien. Ya curada, cosa que le llevó cerca de un año, el Naualli quiso devolverla a sus padres, pero la niña se negó y, en cambio, se fue con él.

“Entonces, un día en que el Naualli estaba de visita en casa de Celestino, una gente llevó a una muchacha trastornada, una muchacha que no hacía sino llorar. Tomaron al Naualli por Celestino y pusieron a la niña en sus manos. El Naualli contó que la niña corrió y se aferró a él como si lo conociese. El Naualli dijo a sus padres que debían dejarla con él. Estaban preocupados por el precio, pero el Naualli les aseguró que les saldría gratis. Imagino que la niña representaría tal dolor de cabeza para ellos que poco debía importarles abandonarla.

“El Naualli la llevó con Loreto. ¡Qué infierno! Estaba francamente loca. Ésa era Magaly. El Naualli dedicó años a curarla. Pero aún hoy sigue más loca que una cabra. Andaba, desde luego, perdida por el Naualli, y hubo una tremenda batalla entre Magaly y Rosaura. Se odiaban. Pero a Loreto le caían bien las dos. El Naualli, al ver que así no podían seguir, se puso muy firme con ellas. Como sabes, el Naualli es incapaz de enfadarse con nadie. De modo que las aterrorizó mortalmente. Un día, Magaly, furiosa, se marchó. Había decidido buscarse un marido joven. Al llegar al camino encontró un pollito. Acababa de salir del cascarón y andaba perdido por en medio de la carretera. Magaly lo alzó, imaginando, puesto que se hallaba en una zona desierta, lejos de toda vivienda, que no pertenecía a nadie. Lo metió en su blusa, entre los pechos, para mantenerlo al abrigo. Magaly me contó que echó a correr y, al hacerlo, el pollito comenzó a moverse hacia su costado. Intentó hacerlo volver a su seno, pero no logró atraparlo. El pollito corría a toda velocidad por sus costados y su espalda, por dentro de su blusa. Al principio, las patitas del animal le hicieron cosquillas, y luego la volvieron loca. Cuando comprendió que le iba a ser imposible sacarlo de allí, volvió a Loreto, aullando, fuera de sí, y le pidió que sacase la maldita cosa de su blusa. La desvistieron, pero fue inútil. No había allí pollo alguno, a pesar de que ella no dejaba de sentir sus patas, en uno y otro lugar de su piel.

“Entonces llegó el Naualli y le dijo que sólo cuando abandonara su viejo ser el pollito se detendría. Magaly estuvo loca durante tres días y tres noches. El Naualli aconsejó atarla. La alimentaron y la limpiaron y le dieron agua. Al cuarto día se la vio muy pacífica y serena. La desataron y se vistió, y cuando estuvo vestida, tal como lo había estado el día de su fuga, el pollito salió. Lo cogió en su mano, y lo acarició, y le agradeció, y lo devolvió al lugar en que lo había hallado.

“Desde entonces, Magaly no molestó a nadie. Aceptó su destino. El Naualli es su destino; sin él, habría estado muerta. ¿Por qué tratar de negar o modificar cosas que no se puede sino aceptar?

“Rosaura fue la siguiente. Se había asustado por lo sucedido a Magaly, pero no había tardado en olvidarlo. Un domingo al atardecer, mientras regresaba a la casa, una hoja seca se posó en el tejido de su rebozo. La trama de la prenda era muy débil. Trató de quitar la hoja, pero temía arruinar el rebozo. De modo que esperó a entrar a la casa y, una vez en ella, intentó inmediatamente deshacerse de ella; pero no había modo, estaba pegada. Rosaura, en un arranque de ira, apretó el rebozo y la hoja, con la finalidad de desmenuzarla en su mano. Suponía que iba a resultar más fácil retirar pequeños trozos. Se escuchó un chillido exasperante y Rosaura cayó al suelo.

“Corrieron hacia ella y descubrieron que no podía abrir el puño. La hoja le había destrozado la mano, como si sus pedazos fuesen los de una hoja de afeitar. Loreto y Magaly la socorrieron y la cuidaron durante siete días. Rosaura era la más testaruda de todas. Estuvo al borde de la muerte. Y terminó por arreglárselas para abrir la mano. Pero sólo después de haber resuelto dejar de lado su viejo talante. De vez en cuando aún siente dolores, en todo el cuerpo, especialmente en la mano, debido a los malos ratos que su temperamento sigue haciéndole pasar. El Naualli advirtió a ambas que no debían confiar en su victoria, puesto que la lucha que cada uno libra contra su antiguo ser, dura toda la vida.

“Magaly y Rosaura no volvieron a reñir. No creo que se agraden mutuamente”.

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miércoles, 9 de junio de 2010

La fractura entre los mundos

“¿Quieres decir que no sabías que Rosaura era aprendiz de don Gaspar?”

No, no lo sabía.

“Era la aprendiz más antigua de don Gaspar. Saltó antes que tú, y lo hizo sola”.

En ese momento me preguntaba por qué don Gaspar nunca me había dicho nada acerca de Rosaura. ¿Quién sabe? Alguna razón habrá tenido. El Naualli jamás hizo nada sin pensarlo cuidadosamente. Tuve que apoyar mi espalda dolorida contra la banca.

¿Qué sucedió con Rosaura?

“Lo está haciendo muy bien. Tal vez sea la mejor de todas. La verás. Está con Loreto y con Alvina. Ahora son inseparables. Lo mismo ocurre con la Mescalera y Yolanda; son inseparables porque llevan la marca del Naualli”.

Dilian me examinó con cierta curiosidad.

“El viento acaba de hacerme saber que no crees NADA de lo que te estoy contado” dijo, y rompió a reír.

El viento tiene razón, le respondí, en tono cortante.

“Las niñas que has estado viendo a lo largo de los años son las del Naualli. Eran sus aprendices. Ahora que el Naualli se ha ido, son el Naualli mismo. Pero también son hermanas de Magaly. ¡Suyas! Y al decir que son suyas, es porque el Naualli las dejó a su cuidado”.

Pasé largo rato contemplando a Dilian.

“Magaly y Yolanda me pusieron sobre aviso por lo que hace a tus rarezas todo el tiempo, pero no había logrado entender, el significado de sus palabras. Ahora sí. Me dijo que tuviese cuidado y no te provocara porque eras violento. Lamento no haber sido todo lo cuidadosa que debía. También me dijo que, mientras te dejasen escribir, podías llegar al propio infierno sin siquiera darte cuenta. En cuanto a eso, no te he molestado. Luego me dijo que eras suspicaz porque te enredabas en las palabras. Tampoco en cuanto a eso te he molestado. He hablado hasta por los codos, tratando de que no te enredaras”.

Había una tácita acusación en su tono. En cierta forma, el estar irritado con ella me hizo sentir incómodo.

Lo que me estás diciendo es muy difícil de creer. O tú como los demás o don Gaspar, algunos me han mentido terriblemente.

“Ninguno te ha mentido. Tú sólo entiendes lo que quieres. El Naualli decía que esa era una de las características de tu vaciedad. Las niñas son las hijas del Naualli, del mismo modo en que tú y Pablo lo son. Hizo seis hijos, cuatro hembras y dos varones. Celestino hizo tres varones. Son nueve en total. Uno de ellos, Fidencio, ya se ha ido”.

¿A dónde se fue Fidencio?

“Fue a reunirse con el Naualli y con Celestino”.

¿Y a dónde fueron el Naualli y Celestino?

“Tú sabes dónde fueron. Me estás tomando el pelo, ¿no?”

Esa es la cuestión, Dilian. No te estoy tomando el pelo.

“Entonces te lo diré. No puedo negarte nada. El Naualli y Celestino regresaron al lugar del que vinieron, el otro mundo. Cuando se les agotó el tiempo se limitaron a dar un paso hacia la oscuridad exterior y, puesto que no deseaban volver, la oscuridad de la noche se los tragó”.

Me parecía inútil hacerle más preguntas. Iba a cambiar de tema, cuando se me adelantó a hablar.

“Tuviste una vislumbre del otro mundo en el momento de saltar, según me dijo Magaly. Pero es posible que el salto te haya confundido. Una lástima. Eso nadie lo puede remediar. Es tu destino ser un hombre. Las mujeres están mejor que los hombres en ese sentido. No están obligadas a arrojarse a un abismo. Las mujeres cuentan con otros medios. Tienen sus propios abismos. Las mujeres menstrúan. El Naualli me dijo que esa era su puerta. Durante la regla se convierten en otras cosas. El Naualli insistía en que las niñas estuviesen atentas a todo lo que les sucediese en ese momento. Las llevaría a los cerros durante esos días y se quedaría junto a ellas hasta que viesen la fractura entre los mundos.

“El Naualli, que no tenía escrúpulos ni sentía miedo ante nada, las acuciaba sin piedad para que llegasen a descubrir por sí mismas que hay una fractura en las mujeres, una fractura que ellas disfrazan muy bien. Durante la regla, no importa cuán bueno sea, su disfraz se desmorona y quedan desnudas. El Naualli impelió a las niñas a abrir esa fractura hasta que estuvieron al borde de la muerte. Lo hicieron. Él las llevó á hacerlo, pero tardaron años.

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lunes, 17 de mayo de 2010

Nahui Nahualtin

"Tras torcer mi cabeza aquel terrible primer día, el Naualli se encontró con que me tenía en sus manos. Me dijo que no tenía idea de qué hacer conmigo. Pero una cosa era segura: no quería que una mujer gorda anduviera fisgoneando en su mundo. El Naualli decía que se había sentido frente a mí del mismo modo que frente a Fidencio. Desconcertado. Ninguno de los dos debía estar allí. Bien mirado, ambos éramos inútiles. Y míranos. Algo ha de haber sucedido.

"Una mujer, por supuesto, es mucho más flexible que un hombre. Una mujer cambia muy fácilmente con el poder de un mescalero. Especialmente con el poder de un mescalero con el Naualli. Un aprendiz varón, según el Naualli, es mucho más problemático. Por ejemplo, Fidencio cambió tanto como la Mescalera, y ella inició su aprendizaje mucho más tarde. La mujer es más dúctil y más dócil; y, sobre todo, una mujer es como un guaje: recibe. Pero, de todos modos, un hombre dispone de más poder. No obstante, el Naualli nunca estuvo de acuerdo con eso. Él creía que las mujeres eran inigualablemente superiores. También creía que mi impresión de que los hombres eran mejores se debía a mi condición de mujer vacía. Debía tener razón. Llevo tanto tiempo vacía que ni siquiera recuerdo qué se siente cuando se está llena. El Naualli decía que si alguna, llegaba a estar llena, mis sentimientos al respecto variarían. Pero si hubiese tenido razón, su Mescalera habría tenido tan buenos resultados como Fidencio, y, como sabes, no fue así".

No podía seguir el curso de su narración debido a su convicción de que yo sabía a qué se estaba refiriendo. En cuanto a lo que terminaba de decir, yo no tenía la menor idea de lo que había hecho Fidencio ni la Mescalera.

"¿En qué sentido se diferenció la Mescalera de Fidencio?" Le preguntó Dilian a Magaly. Ella la contempló durante un instante, como midiéndola. Luego se sentó con las rodillas recogidas contra el pecho.

"El Naualli me lo dijo todo. No tuvo secretos para mí. Fidencio era el mejor; es por eso que ahora no está en el mundo. No regresó. A decir verdad, era tan bueno que ni siquiera tuvo qué arrojarse a un precipicio al terminar su aprendizaje. Fue como Celestino; un día, cuando trabajaba en el campo, algo llegó hasta él y se lo llevó. Sabía cómo dejarse ir".

"¿Saltar a un abismo? Eso me parece demasiado inverosímil para ser real".

"Ese es el mundo del Naualli, sin duda. Nada en él es real. Él mismo me dijo que no creyera nada. Pero, a pesar de todo, los aprendices varones tienen que saltar. A menos que sean verdaderamente magníficos, como Fidencio. El Naualli nos llevó, a mí y a la Mescalera, a la Cueva de las Flores y nos hizo mirar al fondo del precipicio. Allí nos demostró la clase voladora de Naualli que era. Pero sólo la Mescalera podía seguirlo. Ella también deseaba saltar al abismo. El Naualli le dijo que era inútil. Dijo que los mescaleros femeninos deben hacer cosas más penosas y más difíciles que esa. También nos dijo que el salto estaba reservado a otros cuatro. Y eso fue lo que sucedió, los cuatro saltaron".

"¿De qué estás hablando?"

"Me refiero a Yef, Yolanda, Pablo y Rosaura, saltaron el mismo día".

"¿Rosaura? ¿Quién es ella?"

"¿No la conoces? Fue una aprendiz de don Gaspar…" Yo igual quedé perplejo, nunca había escuchado el nombre de Rosaura entre los mescaleros.

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martes, 11 de mayo de 2010

Kanp'éel iik'o'ob [Cuatro vientos]

"Un día, cuando nos encontrábamos en las montañas de su tierra natal, escuché el viento por primera vez. Penetró directamente en mi matriz. Yo yacía sobre una piedra plana y el viento giraba a mi alrededor. Ya lo había visto ese día, arremolinándose en torno de los arbustos; pero esa vez llegó a mí y se detuvo. Lo sentí como a un pájaro que se hubiese posado sobre mi estómago. El Naualli me había hecho quitar toda la ropa; estaba completamente desnuda, pero no tenía frío porque el viento me abrigaba".

¿Tenías miedo, Magaly?

"¿Miedo? Estaba petrificada. El viento tenía vida; me lamía desde la cabeza hasta la punta de los pies y se metía en todo mi cuerpo. Yo era como un balón, y el viento salía de mis oídos y mi boca y otras partes que prefiero no mencionar. Pensé que iba a morir, y habría echado a correr si el Naualli no me hubiera mantenido sujeta a la piedra. Me habló al oído y me tranquilizó. Quedé allí tendida, serena, y dejé que el viento hiciese de mí lo que quisiera. Fue entonces que el viento me dijo qué hacer".

¿Qué hacer con qué?

"Con mi vida, mis cosas, mi habitación, mis sentimientos. En un principio no me resultó claro. Creí que se trataba de mis propios pensamientos. El Naualli me dijo que eso nos sucede a todos. No obstante, cuando nos tranquilizamos, comprendemos que hay algo que nos dice cosas".

¿Oíste una voz?

"No. El viento se mueve dentro del cuerpo de la mujer. El Naualli dijo que se debe a que tenemos útero. Una vez dentro del útero, el viento no hace sino atraparte y decirte que hagas cosas. Cuanto más serena y relajada se encuentra la mujer, mejores son los resultados. Puede decirse que, de pronto, la mujer se encuentra haciendo cosas de cuya realización no tiene la menor idea. Desde ese día el viento me llegó siempre. Habló en mi útero y me dijo todo lo que deseaba saber. El Naualli comprendió desde el comienzo que yo era el viento del Norte. Los otros vientos nunca me hablaron así, a pesar de que he aprendido a distinguirlos".

¿Cuántos vientos hay?

"Hay cuatro vientos, como hay cuatro direcciones. Esto, desde luego, en cuanto a los mescaleros y aquellos que los mescaleros hacen. El cuatro es un número de poder para ellos. El primer viento es la brisa, el amanecer. Trae esperanza y luminosidad; es el heraldo del día. Viene y se va y entra en todo. A veces es dulce y apacible; otras es impertinente y molesto.

"Otro viento es el viento violento, cálido o frío, o ambas cosas. Un viento de mediodía. Sus ráfagas están llenas de energía, pero también llenas de ceguera. Se abre camino destrozando puertas y derribando paredes. Un mescalero debe ser terriblemente fuerte para detener al viento violento.

"Luego está el viento frío del atardecer. Triste y molesto. Un viento que nunca le deja a uno en paz. Hiela y hace llorar. Sin embargo, el Naualli decía que hay en él una profundidad tal que bien vale la pena buscarlo.

"Y por último está el viento cálido. Abriga y protege y lo envuelve todo. Es un viento nocturno para los mescaleros. Su fuerza está unida a la oscuridad.

"Ésos son los cuatro vientos. Están igualmente asociados con las cuatro direcciones. La brisa es el Este. El viento frío es el Oeste. El cálido es el Sur. El viento violento es el Norte.

"Los cuatro vientos poseen también personalidad. La brisa es alegre y pulcra y furtiva. El viento frío es variable y melancólico y siempre meditabundo. El viento cálido es feliz y confiado y bullicioso. El viento violento es enérgico e imperativo e impaciente.

"El Naualli me dijo que los cuatro vientos eran mujeres. Es por ello que los mescaleros femeninos los buscan. Vientos y mujeres son semejantes. Ésa es asimismo la razón por la cual las mujeres son mejores que los hombres. Diría que las mujeres aprenden con mayor rapidez si se mantienen fieles a su viento".

¿Cómo llega una mujer a saber cuál es su viento personal?

"Si la mujer se queda quieta y no se habla a sí misma, su viento la penetra".

¿Debe yacer desnuda?

"Eso ayuda. Especialmente si es tímida. Yo era una mujer gorda. No me había desnudado en mi vida. Dormía con la ropa puesta y cuando tomaba un baño lo hacía sin quitarme los calzones. Mostrar mi grueso cuerpo al viento era para mí como morir. El Naualli lo sabía e hizo las cosas así porque valía la pena. Conocía la amistad de las mujeres con el viento".

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miércoles, 5 de mayo de 2010

Dirección

"Un día me encontraba sola en la entrada de la casa", prosiguió Magaly. "Me estaba peinando al sol con el peine que me había dado el Naualli; no había advertido su llegada ni reparado en que estaba de pie detrás de mí. De pronto, sentí sus manos, tomándome por la barbilla. Lo oí cuando me dijo en voz muy queda que no debía moverme porque se me podía quebrar el cuello. Me hizo torcer la cabeza hacia la izquierda. No completamente, sino un poco. Me asusté muchísimo y chillé y traté de zafarme de sus garras, pero tuvo mi cabeza sujeta por un tiempo muy largo.

"Cuando me soltó la barbilla, me desmayé. No recuerdo lo que sucedió luego. Cuando recobré el conocimiento, estaba tendida en el suelo. El Naualli se había ido. Yo me sentía tan avergonzada que no quería ver a nadie. Durante una larga temporada di en pensar que el Naualli jamás me había torcido el cuello y que todo había sido una pesadilla".

Se detuvo. Aguardé una explicación de lo que había ocurrido. Se la veía distraída; quizá preocupada.

"¿Qué fue exactamente lo que sucedió, Magaly?" Preguntó Dilian, incapaz de contenerse. "¿Te hizo algo?"

"Sí. Me torció el cuello con la finalidad de cambiar la dirección de mis ojos", dijo Magaly, y se echó a reír de buena gana ante la mirada de sorpresa de Dilian.

"Entonces, ¿él...?"

"Sí. Cambió mi dirección", prosiguió, haciendo caso omiso de las inquisiciones. "Lo mismo harán contigo y con todos los demás".

"Es cierto. Lo harán conmigo. Pero, ¿por qué crees que lo hizo?"

"Tenía que hacerlo. Esa es, de todas las cosas que hay que hacer, la más importante".

Se refería a un acto singular que don Gaspar estimaba absolutamente imprescindible. Yo nunca había hablado de ello con nadie. En realidad, se trataba de algo casi olvidado para mí. En los primeros tiempos de mi aprendizaje hubo una oportunidad en que encendió dos pequeñas hogueras en los cerros de Oaxaca. Estaban alejadas entre sí unos seis metros. Me hizo situar a una distancia similar de ellas, manteniendo el cuerpo, especialmente la cabeza, en una postura muy natural y cómoda. Entonces me hizo mirar hacia uno de los fuegos y, acercándose a mí desde detrás, me torció el cuello hacia la izquierda, alineando mis ojos, pero no mis hombros, con el otro fuego. Me sostuvo la cabeza en esa posición durante horas, hasta que la hoguera se extinguió. La nueva dirección era la Sudeste; tal vez sea mejor decir que había alineado el segundo fuego según la dirección Sudeste. Yo había tomado todo el proceso como una más de las inescrutables peculiaridades de don Gaspar, uno de sus ritos sin sentido.

"El Naualli decía que todos desarrollamos en el curso de la vida una dirección según la cual miramos. Esa dirección termina por ser la de los ojos del espíritu. Según pasan los años esa dirección se desgasta, se debilita y se hace desagradable y, puesto que estamos ligados a esa dirección particular, nos hacemos débiles y desagradables. El día en que el Naualli me torció el cuello y no me soltó hasta que me desmayé de miedo, me dio una nueva dirección".

"¿Qué dirección te dio?"

"¿Por qué lo preguntas? ¿Acaso piensas que el Naualli me dio una dirección diferente?"

"Yo podré decirte qué dirección me dará a mí".

"¡No me importa! De eso luego me enteraré a final de cuentas".

Parecía estar agitada. "¿Qué más te hizo el Naualli?"

"Tras cambiar mi dirección, el Naualli comenzó, a decir verdad, a hablarme del poder. Al principio mencionaba cosas sin propósito fijo, porque no sabía exactamente qué hacer conmigo. Un día me llevó a una corta excursión a pie por los cerros. Luego, otro día, me llevó en autobús a su tierra natal, en el desierto. Poco a poco, me fui acostumbrando a ir con él".

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viernes, 30 de abril de 2010

Cambio

La mescalera se quedó de pie observándome, mientras que Dilian se acercaba y se sentaba a mi lado. Me sonrió: "Al fin hemos regresado, maestro…" Yo no dejaba de ver a la mescalera, me parecía tan hermosa. Su larga falda se arrastraba con el suelo, y eso me daba la impresión de que flotaba, pero no fue así, una ráfaga de aire hizo que descubriera sus pies descalzos, cuando me dio la espalda; luego de que nuestras miradas se cruzaron, la mescalera se despidió de Dilian como si yo no existiera en aquel lugar. Parece que soy un ente invisible, le susurré a Dilian, mientras veía alejarse a la mescalera. "Está bien, no hay problema, maestro, simplemente hemos hecho un viaje cansado, y está agotadísima; créeme, tendrás tiempo de hablar con ella".

Enarqué las cejas. No lo podía creer, que yo sepa, la mescalera se había ido así sin más, enojada por mis actos. "Mira, maestro…" Dilian puso un libro sobre mi regazo. Era un libro de Paulo Coelho, se llamaba “Manual del guerrero de luz”, al mirar la portada, miré a Dilian. "Aunque no lo creas, este tipo debe ser un mescalero como nosotros, parte de sus frases se parecen a nuestro conocimiento…" La miré muy extrañado; que yo sepa, Coelho escribía cosas demasiado moralistas, desde mi punto de vista, y más a fondo, escribía lo que la gente en realidad quería leer: asuntos de superación personal, cuestiones de mercadotecnia y sobre todo asuntos meramente lucrativos. No lo creo, le respondí a Dilian, e hice a un lado el libro, al reprocharle que ella siempre encontraba similitud de nuestro conocimiento en libros “best-sellers”. Después le inquirí sobre su viaje, sobre su ausencia, ¿adónde había ido?

Dilian con toda la paciencia del mundo me contó sobre su viaje exclusivo con las mescaleras. Descubrió al lado de la Mescalera, Magaly y Yolanda, asuntos sobre su energía y poder interno, gracias al viento. Yo la escuchaba concentradísimo hasta que de repente me sacó de mis cavilaciones, pues me dijo que Magaly, como Huizache, le habló mucho acerca del Naualli. Magaly hacía bastante tiempo que no la veía, recuerdo que la última vez fue en Huajuapan de León. Ella me llamaba mucho con el nombre de Yef. Dilian dejó escapar una risita burlona, y comenzó a relatarme su encuentro con Magaly.

"Es tiempo de que sepas que el Naualli no es humano". Me dijo Magaly. Dilian le preguntó qué le lleva a decir eso. "Jaja, tú sabes muy bien, que el Naualli es un demonio desde quién sabe cuándo".

Dilian admitió que las palabras de Magaly le hicieron estremecerse. Sentía batir su corazón. Era indudable que la Huizache no podía tener mejor interlocutora. Estaba infinitamente intrigada y le ro­gó que le explicase lo que había querido decir con eso.

"Su contacto cambia a la gente. Tú lo sabes. Cambió tu cuerpo. En tu caso, ni siquiera eras consciente de que lo estaba haciendo. Pero se metió en tu viejo cuerpo. Puso algo en él. Lo mismo hizo conmigo. Dejó algo en mi interior, y ese algo me ha ocupado por entero. Sólo un demonio puede hacer eso. Ahora soy el viento del Norte y no temo a nada, ni a nadie. Pero antes de que él me cambiara, yo era una mujer débil y fea, capaz de desmayarse con sólo oír su nombre. Un día, el Naualli y Celestino vinieron a la casa, cuando yo estaba sola. Los oí, rondando como jaguares, cerca de la puerta. Me santigüé; para mí, eran dos demonios, pero salí a ver qué podía hacer por ellos. Tenían hambre y con mucho gusto les serví de comer. Al Naualli, al parecer, no le gustó la comida; no quería comer nada preparado por una mujer tan decrépita y, con fingida torpeza, hizo caer el tazón de la mesa con un movimiento del brazo. Pero el tazón, en vez de darse vuelta y derramar todo su contenido por el suelo, resbaló con la fuerza del golpe del Naualli y fue a caer exactamente a mis pies, sin que de él saliese una sola gota. En realidad, aterrizó sobre mis pies, y allí quedó hasta que me agaché y lo alcé. Lo puse sobre la mesa, ante él, y le dije que a pesar de ser una mujer débil y haberle temido siempre, le había preparado la comida con cariño.

"A partir de ese preciso momento, la actitud del Naualli hacia mí, cambió. El hecho de que el tazón de sopa cayese sobre mis pies y no se derramara le demostró que un poder me señalaba. No lo supe en aquel momento y pensé que su cambio en relación conmigo se debía a un sentimiento de vergüenza por haber rechazado mi comida. No percibí de inmediato su transformación. Seguía petrificada y ni siquiera me atrevía a mirarle a los ojos. Pero comenzó a prestarme cada vez más atención. Inclusive, me trajo regalos. Eso me hacía sentir terriblemente mal. Tenía vergüenza porque creía que era un hombre en busca de mujer. El Naualli disponía de muchachas jóve­nes, ¿qué iba a querer con una mujer como yo? Al princi­pio no quise usar, y ni siquiera mirar, sus regalos. Tam­bién comencé a temerle más y a no querer estar con él a solas. Sabía que era un hombre diabólico. Sabía lo que había hecho a su mujer".

No pude dejar de interrumpirla. Le dije que jamás había oído hablar de mujer alguna en la vida de don Gaspar.

"Sabes a qué me refiero".

Créeme, Dilian, no lo sé.

"No me engañes. Sabes que hablo de la Mescalera".

No quise forzarla a que me diese más información.

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domingo, 25 de abril de 2010

Fin del preludio de un Desconocido

Aquél es conocido por quien cree no poder conocerlo; quien cree conocerlo, en verdad no lo conoce.
Aquél no puede ser comprendido por quienes pretenden conocerlo, precisamente porque lo toman como un objeto de conocimiento, como ocurre con un simple dato del mundo exterior.
Aquél es comprendido por quienes saben que no pueden conocerlo, pues estos intuyen que es el Sujeto absoluto.
Aquél no puede convertirse jamás en objeto de conocimiento.”

Kena-Upanishad

Estoy esperando a que todo esto acabe. ¿A qué me refiero si nada acaba? Si pienso por un momento, las cosas que aparentemente finalizan, están comenzando realmente. ¿Entonces por qué inicio de esta manera si sé que todo lo que finaliza comienza?

Estoy aguardando el momento de descifrar las cosas. ¿Ustedes pueden creer que todo lo que aprendí como mescalero se desvanece, y regresa ese mal hábito de comportarse como hombre común? Es muy extraño. Sí. Como cuando un maestro toma un curso y adopta el rol de estudiante, y actúa como tal: distrayendo, portándose renuente como un jovencito, ¡caramba! Sí, divago, lo sé, pero a qué voy… Pues, que yo me comporté [desde la desaparición de Dilian] como un sujeto extremadamente infantil.

La gente va y viene”, le escribí un día a África, una chica distante con la que pude volver a expresar sentimientos raros, distantes como ella. Viví un periodo de confusión, no sabía si caminaba dormido o soñaba despierto, casi estaba seguro que vivía secuencias creadas por mi mera imaginación; incluso, por ello, solía preguntar intempestivamente a la gente: ¿Sientes que eres real? ¿Te sientes viva? Dejando un aire de estupidez en el subtexto de la conversación, debido a la ausencia o la lejanía de mi mente en el contexto situacional de mis acciones.

Recordé algunos preceptos de la ley, y para esto, África me sirvió mucho de soporte, aunque al final, le di tanto asco por mis ineptas cavilaciones acerca del mundo, que dio por acabado nuestros encuentros. Sí, sintió repulsión porque le dije que después de todo no se preocupara por mí, puesto que en este mundo todos somos unos desconocidos, incluso nosotros mismos, pues cuando te descubres realizando algo que jamás creías realizar, te sorprendes de ti mismo.

Bueno, lo menciono porque hasta con mis alumnos lo dije: Soy un desconocido. Vivo en un mundo en el que todos son unos desconocidos. Nadie termina conociendo a nadie, y sobre todo esa clásica frase de “cónocete a ti mismo”, es imposible, ¿por qué lo digo? Pues, porque jamás lo haremos, ni siquiera con un pariente o mucho menos con otra persona; fingimos conocer a una, como cuando le decimos: Híjole, no sabía que te gustaba la música de Madonna. Claro, si no se lo preguntamos o conocemos su reacción, jamás nos enteraríamos, pero el verdadero verbo que deberíamos aplicar sería el siguiente: IMAGINAR. “No me imaginaba que te gustaba la música de Madonna”.

Ahora voy comprendiendo [quizá ya tarde] el valor de la amistad. Voy comprendiendo también que no conoces a la persona totalmente [sé que finges hacerlo], sino que le das confianza de aunarla a tu microuniverso. Le das la oportunidad de existir y coexistir. Caray, decirle a África que era un desconocido fue un error garrafal. Basta de sutilezas.

Tras presenciar de lejos ese pequeño trance, mi doble regresó a mí. Fue cuando reapareció Dilian; sí, regresó, y me di cuenta que muchas cosas habían sucedido como si las hubiera soñado. Sin embargo, Dilian no reapareció sola, venía acompañada de otra persona.

Sí, una persona que se había ido así nomás: la mescalera. Y concluyo: viví una ilusión todo este tiempo, [cuando Dilian reapareció] me di cuenta que la mescalera se trataba de la misma persona. Sí. No era mi imaginación, no era una obsesión de ver aquel rostro en todas las personas.

¿Qué?

Espero no confundirles, pero la mescalera siempre había sido [la mujer que tanto amaba] una Huizache.

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viernes, 19 de marzo de 2010

Tarea

Al verificar la regla del naualli, don Gaspar dedujo que inevitablemente se acercaba el tiempo de una nueva casta de mescaleros, a los que han denominado los videntes modernos.

¿Hay alguna peculiaridad en la composición luminosa de esos mescaleros?

“No. En todas las épocas el patrón energético del hombre ha sido muy homogéneo, así que la organización de la partida es la misma. Sin embargo, los mescaleros actuales están experimentando en su luminosidad un corrimiento hacia el verde, lo cual significa que están recuperando características propias de los antiguos videntes. Esto es algo imprevisto, aunque de seguro está contemplado en la regla.

“La verdadera diferencia entre los videntes del pasado y los de ahora es de comportamiento. Actualmente no estamos sometidos a las mismas represiones de épocas anteriores y, por lo tanto, los nauallis tienen menos restricciones. Esto claramente tiene una finalidad: la divulgación de la enseñanza.

“A mí me ha tocado vivir en un momento de renovación. Mi cometido es cerrar con llave de oro la línea del naualli y abrir posibilidades a quienes vengan después. Por eso he dicho que soy el último naualli de mi linaje, no en un sentido absoluto, sino en un sentido de cambio radical”.

En este punto, don Gaspar hizo un corte en su exposición y me recordó una plática que habíamos sostenido al principio de conocernos.

En aquel entonces yo le pedí que me contara historias de poder. Él me respondió que no podía negarse a mi solicitud, pero que entregarme esas historias sin antes encaminarme, habría sido trivializarlas.

“Espero que lo que has visto durante estos años colme tus expectativas. Hice lo que pude, teniendo en cuenta tus limitaciones y las mías. Sé que ya has comenzado a educar a tu doble de ensueños y eso garantiza que puedes seguir por ti mismo; tu doble no te dejará en paz hasta que llegues a tu totalidad. La parte teórica ha terminado y es tiempo de hacerte un último regalo”.

El tono entre familiar y solemne con que don Gaspar me dijo estas palabras hizo que concentrase toda mi atención.

“La enseñanza final dice que la relación que contrae con el intento toda persona que se acerca al naualli ocupa su lugar, cualquiera que este sea, dentro del contexto total de la regla. Así que no estás solo, los nauallis esperan algo de ti.”

¿Qué cosa? Le pregunté, un poco desconcertado. Me explicó:

“Todo mescalero tiene una tarea. La tuya es que cumplas con lo que te encargó el espíritu; ése es tu camino al poder.”

¿Y cuál es esa tarea?

“Bueno, tu misión personal es algo que la voz del espíritu te comunicará algún día. Sin embargo, al entregarte la regla del naualli, yo estoy siguiendo una estrategia a largo plazo elaborada por mis antecesores y eso te compromete con el intento de mi maestro.

“Lo que se espera de ti es que digas a quienes te rodean: ‘¡Ustedes son libres, pueden volar por cuenta propia! Ya tienen la información necesaria, ¿qué más esperan? Actúen impecablemente y verán cómo la energía encuentra un modo de encauzarse'.

“Avisa a todos que, a partir de la culminación de mi linaje, el conocimiento ha quedado abierto. Cada mescalero es responsable por sí mismo y puede proveerse de la oportunidad mínima, que es organizar su propia partida”.

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miércoles, 10 de marzo de 2010

Escritura creativa

Para no pecar de soberbio, y ayudar a aclarar dudas a algunos de los lectores, creo que es necesario explicar el término "Escritura creativa", puesto que no tengo nada qué hacer, y puesto que hace mucho que no subo un post, me pareció interesante compartir la siguiente información, y esto va también dirigido al que se pregunte lo mismo al leer el subtítulo del blog. Bueno, le doy gracias al pequeño quisquilloso por darme un motivo para regresar a este pequeño lugar. Y Por cierto, si aún tienen dudas sobre Dilian, ni yo mismo sé qué habrá ocurrido con ella. Al final, todos retornamos a los malos hábitos, bien diría Loreto.

Bueno, he aquí la definición:

La escritura creativa es aquella, de ficción o no, que desborda los límites de la escritura profesional, periodística, académica y técnica. Esta categoría de escritura incluye la literatura y sus géneros y subgéneros, en especial, la novela, el cuento y la poesía, así como la escritura dramática para el teatro, el cine o la televisión.

En este modo de escritura prima la creatividad sobre el propósito informativo propio de la escritura no literaria.

Algunas de sus formas

Poesía: Por tradición se refiere a la pasión amorosa, la lírica en general, y especialmente la contemporánea; ha abordado tantas cuestiones sentimentales como filosóficas, metafísicas y sociales.

Narrativa: Si bien bajo la perspectiva semiológica, la narración se puede realizar con cualquier clase de signos, la lingüística considera que un "texto narrativo" responde a una clasificación basada en la estructura interna donde predominan secuencias narrativas. Estas secuencias se construyen mediante el [signo lingüístico] (lo que deja fuera el carácter narrativo de una pintura, una pieza musical o una escultura).

Cuento: Si bien siempre se ha usado este termino para los cuentos infantiles, la realidad demuestra que en su mayoría es un género de adultos. Aunque en muchos puntos se asemeja a la narrativa, en el cuento pueden darse licencias que nunca ocurrirían en narrativa. Por ejemplo, muchos cuentos de [Charles Bukowski] omiten el tradicional Inicio, Nudo, y Desenlace.

Teatro

Ensayo

Uso del término

El término "escritura creativa" se encuentra asociado muy frecuentemente con la enseñanza de la práctica artística o literaria de la escritura, siendo una traslación del concepto inglés de nombre idéntico: "creative writing".

La escritura creativa es enseñada habitualmente en talleres, con preferencia sobre los seminarios. En los talleres los estudiantes someten su trabajo original a la crítica. Los posibles programas pueden ser bastante variados, comprendiendo aspectos editoriales, de técnicas literarias, sobre géneros, sobre recursos para la inspiración o contra el bloqueo, etcétera.

Este tipo de enseñanzas ha sido poco frecuentada en los países de habla hispana, si bien en los últimos 10 años algunas ciudades como Madrid, Sevilla o Buenos Aires cuentan con cierto número de talleres y centros de enseñanza de escritura creativa con distintos perfiles y objetivos.

En los países anglosajones, donde hay más tradición en la asistencia a este tipo de clases, es frecuente encontrar escritores reputados que han pasado por estos procesos formativos, entre otros: Kazuo Ishiguro e Ian McEwan.

... Espero haya logrado aclarar cualquier duda.

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viernes, 26 de febrero de 2010

Crítica

"Y dónde chingados esta el tal Dilan, o Dilian -hasta el nombre "Dilian", me dice lo mucho de occidentalizado de usted, le hubieras puesto Canek o Boxito-, cuya puta historia me dio hueva leer mas ayá de dos palabritas de telenovela de mi abuela? En serio, mi cámara prehispánico, mejor dedícate a otra cosa y no a esta pendejada. Solo quiero que me expliquez una cosa, duendesito del mallab. Ha ver, vato, explícame esto. Qué significa "Este es un lugar en el que puedo practicar mi escritura creativa"??? En primera, pregúntate y respóndete: ¿Es creativa estas pendejadas que tú dices que es escritura? ¿Es creativa? ¿No crees que eso no tu lo decides? ¿No crees que pecas de soberbio? ¿Te crees el próximo Cervantes? mal, muy mal, créeme, no todo el mundo son tus hermanas o tu amacita...Atentamente, tu conciencia..." (sic y recontra sic)

un anónimo insatisfecho



Lo mismo me he preguntado, dónde habrá quedado Dilian después de todo este tiempo. No debería pensar en ella, cada quien tiene su propio camino por recorrer. Pero es interesante preguntar qué hacen los demás cuando tú estás sentado, o estás durmiendo.

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martes, 9 de febrero de 2010

Lacónico...



"Poco después, el silencio desciende danzante, empieza a penetrar en cada uno de los pliegues de mi cerebro, como un insecto que desovara. Abro los ojos, los cierro. Se mezclan ambas oscuridades, voy separándome del receptáculo llamado yo".

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sábado, 23 de enero de 2010

Humidus somnus

Hace poco le había hablado a Dilian acerca de la tristeza y el estado de ánimo de un mescalero. La funcionalidad de estar triste, el dolor. Hicimos la clásica analogía de que el hombre, para tener un transición, un verdadero cambio, tenía que padecer un dolor terrible. Así como cuando brota la vida, o cuando nace un recién nacido. La madre sufre al parirlo, el niño nace llorando. ¿Qué es la tristeza? Dilian entonces aplicó la recapitulación de su vida, y en ese momento anotó todos los momentos tristes, verdaderamente tristes, y se percató de que aquella tristeza le había hecho un cambio enorme como persona.

Cuando Dilian se fue, cerré los ojos para mirar las escenas que aún se mantenían frescas en mis recuerdos. Me di cuenta de que todo era distinto, había algo de tristeza en esas escenas, pero yo no lograba sentirlas como debería. No era nada extraño, y no era porque me hiciera el fuerte. De repente, tras recordar con detalle la fiesta de despedida que le hicimos al profesor Niño, Dilian apareció sentada a mi lado. Me preguntó qué hacíamos los dos en aquel lugar gris. Le respondí que estaba en mis recuerdos.

Dilian no dejaba de sorprenderme. Me dijo que ella había decidido dormir unos minutos antes de dedicarse a sus labores. Llegó súbitamente a la conclusión de que estaba soñando. Para ser exactos estábamos ensoñando. "¡Entonces puedo actuar de acuerdo a mi voluntad! Puedo hacer que estemos en este momento en mi cuarto!", y en efecto, en el mismo tiempo que lo decía, Dilian y yo estábamos en su cuarto. Jamás había conocido un cuarto tan ordenado. Al ponerme de pie, y acercarme a la ventana para abrirla, Dilian me gritó que no lo hiciera. Le desobedecí, y lo curioso fue que no pude ni siquiera tocar los bordes de la ventana. Parecían ser de líquido. Dilian soltó una carcajada: "Después de todo, estamos en un sueño. ¿Eres realmente TÚ? ¿O eres parte de mi sueño húmedo?"

Me extrañó sobremanera la pregunta de Dilian; ella asentía como si leyera mis pensamientos: "Sí, me gustas... Y es agradable de que si esto es un sueño, y lo puedo manipular a mi antojo... tengo ganas de hacerlo contigo". Al escuchar a Dilian, tragué saliva. Dilian comenzó a desvestirse; corrí hacia ella y la detuve. Le dije que se tranquilizara, que esto no se trataba de un sueño, yo estaba consciente de que así era. Estábamos ensoñando, y la energía corría entre nosotros. Cuando la tomé de las manos para que no se quitara la ropa, recordé que en las anécdotas de las mescaleras, algunas tendían a enamorarse perdidamente de los nauallis.

Y cuando pensé en esto, los brazos de Dilian se me escurrieron entre los dedos. Todo lo que tocara alrededor era líquido. Dilian me miraba pícaramente, y me decía: "disculpa, pero te lo digo en serio... me gustas. Yolanda me había hablado sobre tus infructuosos intentos por tener novia... cosa que después comprendí: lo tenemos prohibido... el amor. Así que esto no sería más que un desliz nuestro, ¿no es así?" Negué con la cabeza, como mescaleros nada se nos podía prohibir; nada ni nadie podía ponernos límites en nuestro camino. Dilian asintió, y entonces acercó sus carnosos labios a los míos. Estaba a punto de seguirle el juego, cuando mejor, decidí levantarme. Le dije que era imposible. "No lo entiendo. ¿Qué te sucede?" Suspiré y le dije a Dilian que me disculpara. "Si nadie nos pone límites... ¿Por qué te limitas?"

Le di la espalda a Dilian, y viéndola desde su espejo le dije que no era cuestión de gusto. Que mis fracasos no se debían simplemente a mis extrañas maneras de acercarme a una mujer; yo estoy consciente del ser que soy: un naualli. Y esto mismo provocaba repulsión a las chicas, quizá el grado de impecabilidad... la seriedad de mis palabras al intentar convencerlas... Dilian se acercó y me tomó de la mano. "Quiero sentirme completa..." Le estrujé la mano al escuchar decir aquello. Viré, y con la palma de mi mano golpeé a Dilian en el plexo solar. La oscuridad se presentó ante nosotros, Dilian viajó a miles de kilómetros en el infinito y cuando despertó, se dio cuenta que tenía una enorme quemadura entre su esternón y su ombligo. "¿Qué me has hecho?"

No quise darle esta vez explicaciones, sólo le dije de manera escueta que un naualli tiene prohibido las relaciones sexuales con el fin de ahorrar su energía. "Eso es una idiotez". Sólo recurrimos a las relaciones sexuales, cuando tenemos una fuga energética, en este caso los dos prescindimos de ella. "Es por eso que tienes que actuar como imbécil..." Me acerqué para levantar a Dilian, y sucedió de nuevo: su brazo parecía líquido. Le solicité que dejara de actuar así; Dilian sólo me miró con el ceño fruncido, al parecer estaba a punto de desbordar de coraje. Le pedí que comprendiera. "¿Acaso hay alguien especial a quien quieres? Si es así, dímelo por favor" Guardé silencio, y me senté frente a mi aprendiz; la miré y luego cerré los ojos. "Responde..." Esto no es un sueño Dilian. Me parece absurdo todo esto. No sé cómo... No sé qué logras ver en mí... Y antes de que me respondiera, con la ayuda de mi voluntad, me convertí en el jaguar de fuego. Tomé vuelo, corrí hacia ella, y la atravesé, quedando capturado en su interior. Alcé la potencia de mi llama, hasta que Dilian ardió internamente, dejando que su cuerpo fuera consumido por el fuego. Reía, gritaba, algo eléctrico, una fricción energética le producía una enorme delectación, hasta que cayó desfallecida.

Cuando abrió los ojos, me vio y sonrió. Le pedí que descansara. Ella no lo sabía, pero se había adelantado al mundo del ensueño.

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viernes, 1 de enero de 2010

Huidizos

Me encaminé hacia la librería, sobre la acera húmeda y entre la gente encarrerada. El centro de la ciudad me parecía más que un tránsito de sombras, una enorme colmena, o quizá una marcha excesiva de hormigas. Al entrar a la librería, revisé libros en cada estante, buscando algo para entretenerme. Y fue ahí donde me encontré de nuevo a Dilian, justamente frente al estante de esoterismo; revisaba un pequeño libro de bolsillo acerca de los upanishads. Cuando me vio, no hubo ninguna reacción de alegría o de sorpresa. Simplemente me observó y me dijo: "Este libro me recuerda a muchas de las cosas que me cuentan todos ustedes". En efecto, yo secundaba con ella.

Le pregunté cómo estaba, cómo le había ido últimamente, y me respondió de manera escueta que se encontraba triste. Me explicó que comenzaba a decepcionarse por la actitud de Yolanda. Alcé las cejas fingiendo sorpresa, y le pregunté cómo estaba Yolanda; me dijo: "Me enoja, no tiene nada de ética. Cuando te menciono, ella siempre te critica. Dime, ¿no te parece mal lo que hace? Si estoy en un proceso de aprendizaje, y yo estoy tan emocionada con todo esto, al decirme que eres un imbécil, y de que no te tomara tan en serio, sino que aprendiera a no cagarla... en fin, me parece muy mal".

Solté una gran carcajada, que hasta la dependienta se nos quedó mirando. Tomé del brazo a Dilian, y le dije que caminaramos a la explanada de la bandera a sentarnos en la sombra. Creo que era el momento adecuado para señalarle una nueva tarea. Le dije que no se enojara con Yolanda. Quizá era el momento preciso para revelarle y recordarle que los mescaleros jamás deben darle importancia a las cosas. Le hablé acerca de la importancia personal. Le dije que Yolanda la estaba aguijoneando. En realidad el enojo es porque les damos importancia a los actos de los demás: Un mescalero sabe que nadie le hace nada a nadie; que uno mismo se hace daño con la gente y con los sentimientos. "Llegó la hora de que tú y yo nos volvamos huidizos".

Dilian me miró confundida. Le expliqué que para que ella aprendiera a hacerse huidiza, tendría que aplicar el desapego, tener el menor contacto con la gente, en pocas palabras, tendríamos que volvernos inaccesibles con la gente. No correríamos en su búsqueda, sino que dejaríamos un puente tendido para los que quieran encontrarnos, lo atravesaran y convivieran con nosotros. A Dilian le pareció una idea descabellada, y le dije que yo también había pensado lo mismo cuando me pidieron desapegarme de todo. "No estarás sola, Dilian, en este caso, los mescaleros estaremos a tu disposición cada vez que tengas una duda. Pero es necesario que aprendas a convivir con la soledad. Llegó la hora de que todo lo que te he dicho lo llevemos a la praxis. Esto no es broma: debes prepararte incansablemente a través de una férrea disciplina; debes fortalecer tu cuerpo y perfeccionar tu espíritu; a partir de ahora tu campo de batalla es el mundo y la vida cotidiana".

"Sí, todo eso lo entiendo, pero... ¿Qué debo hacer para perfeccionar mi espíritu?" Me preguntó Dilian, y le respondí que tenía que actuar de manera inflexible en la búsqueda de tal perfección, y que para ello, debe mantener siempre una actitud ante la vida y las cosas de la vida que le permita liberarse del miedo, de la ambición, de la queja y la tristeza.

"Entiendo. Pero dime, ¿no te molesta que ella hable así de ti? Me dice que te quejas por todo con la gente, incluso con ellos". Asentí y le dije que para que la gente no sospechara de lo que somos, tendemos a actuar de una manera... "anormal" o de plano, de manera "estúpida". Tenemos el desatino controlado, es una manera de despistarlos. Por ejemplo Yolanda, ella actúa contigo como una persona agresiva, yo actúo quizá de una manera quejumbrosa, pero no en esta ocasión, no contigo, sino con la gente común. El desatino controlado sirve para despertar en ellos reacciones que tú como aprendiz, o ya sea como naualli, te servirán como defensas. Yo lo utilizo para poder crear "diálogos", y conocer reacciones. Cuando se me ocurre comentar sobre frases típicas o modos de interacción, me dicen que al paracer tiendo a analizarlo todo...

"¿Me enseñarás a utilizar ese desatino controlado?" Sí, pero primero tendrás que ser huidiza. Huidiza no significa ser cobarde, significa que jamás te pondrás en medio del camino cuando sabes que viene frente a ti un autobús, etcétera. Es una excelente habilidad, que una vez dominada, sabrás a lo que me refiero, y eso tendrá que ver con tu poder personal... Dilian me miró fijamente, asintió en silencio y me dijo: "Creo que regresaré a la librería, ¿me acompañas?"

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