domingo, 25 de abril de 2010

Fin del preludio de un Desconocido

Aquél es conocido por quien cree no poder conocerlo; quien cree conocerlo, en verdad no lo conoce.
Aquél no puede ser comprendido por quienes pretenden conocerlo, precisamente porque lo toman como un objeto de conocimiento, como ocurre con un simple dato del mundo exterior.
Aquél es comprendido por quienes saben que no pueden conocerlo, pues estos intuyen que es el Sujeto absoluto.
Aquél no puede convertirse jamás en objeto de conocimiento.”

Kena-Upanishad

Estoy esperando a que todo esto acabe. ¿A qué me refiero si nada acaba? Si pienso por un momento, las cosas que aparentemente finalizan, están comenzando realmente. ¿Entonces por qué inicio de esta manera si sé que todo lo que finaliza comienza?

Estoy aguardando el momento de descifrar las cosas. ¿Ustedes pueden creer que todo lo que aprendí como mescalero se desvanece, y regresa ese mal hábito de comportarse como hombre común? Es muy extraño. Sí. Como cuando un maestro toma un curso y adopta el rol de estudiante, y actúa como tal: distrayendo, portándose renuente como un jovencito, ¡caramba! Sí, divago, lo sé, pero a qué voy… Pues, que yo me comporté [desde la desaparición de Dilian] como un sujeto extremadamente infantil.

La gente va y viene”, le escribí un día a África, una chica distante con la que pude volver a expresar sentimientos raros, distantes como ella. Viví un periodo de confusión, no sabía si caminaba dormido o soñaba despierto, casi estaba seguro que vivía secuencias creadas por mi mera imaginación; incluso, por ello, solía preguntar intempestivamente a la gente: ¿Sientes que eres real? ¿Te sientes viva? Dejando un aire de estupidez en el subtexto de la conversación, debido a la ausencia o la lejanía de mi mente en el contexto situacional de mis acciones.

Recordé algunos preceptos de la ley, y para esto, África me sirvió mucho de soporte, aunque al final, le di tanto asco por mis ineptas cavilaciones acerca del mundo, que dio por acabado nuestros encuentros. Sí, sintió repulsión porque le dije que después de todo no se preocupara por mí, puesto que en este mundo todos somos unos desconocidos, incluso nosotros mismos, pues cuando te descubres realizando algo que jamás creías realizar, te sorprendes de ti mismo.

Bueno, lo menciono porque hasta con mis alumnos lo dije: Soy un desconocido. Vivo en un mundo en el que todos son unos desconocidos. Nadie termina conociendo a nadie, y sobre todo esa clásica frase de “cónocete a ti mismo”, es imposible, ¿por qué lo digo? Pues, porque jamás lo haremos, ni siquiera con un pariente o mucho menos con otra persona; fingimos conocer a una, como cuando le decimos: Híjole, no sabía que te gustaba la música de Madonna. Claro, si no se lo preguntamos o conocemos su reacción, jamás nos enteraríamos, pero el verdadero verbo que deberíamos aplicar sería el siguiente: IMAGINAR. “No me imaginaba que te gustaba la música de Madonna”.

Ahora voy comprendiendo [quizá ya tarde] el valor de la amistad. Voy comprendiendo también que no conoces a la persona totalmente [sé que finges hacerlo], sino que le das confianza de aunarla a tu microuniverso. Le das la oportunidad de existir y coexistir. Caray, decirle a África que era un desconocido fue un error garrafal. Basta de sutilezas.

Tras presenciar de lejos ese pequeño trance, mi doble regresó a mí. Fue cuando reapareció Dilian; sí, regresó, y me di cuenta que muchas cosas habían sucedido como si las hubiera soñado. Sin embargo, Dilian no reapareció sola, venía acompañada de otra persona.

Sí, una persona que se había ido así nomás: la mescalera. Y concluyo: viví una ilusión todo este tiempo, [cuando Dilian reapareció] me di cuenta que la mescalera se trataba de la misma persona. Sí. No era mi imaginación, no era una obsesión de ver aquel rostro en todas las personas.

¿Qué?

Espero no confundirles, pero la mescalera siempre había sido [la mujer que tanto amaba] una Huizache.

0 comentarios: