martes, 11 de mayo de 2010

Kanp'éel iik'o'ob [Cuatro vientos]

"Un día, cuando nos encontrábamos en las montañas de su tierra natal, escuché el viento por primera vez. Penetró directamente en mi matriz. Yo yacía sobre una piedra plana y el viento giraba a mi alrededor. Ya lo había visto ese día, arremolinándose en torno de los arbustos; pero esa vez llegó a mí y se detuvo. Lo sentí como a un pájaro que se hubiese posado sobre mi estómago. El Naualli me había hecho quitar toda la ropa; estaba completamente desnuda, pero no tenía frío porque el viento me abrigaba".

¿Tenías miedo, Magaly?

"¿Miedo? Estaba petrificada. El viento tenía vida; me lamía desde la cabeza hasta la punta de los pies y se metía en todo mi cuerpo. Yo era como un balón, y el viento salía de mis oídos y mi boca y otras partes que prefiero no mencionar. Pensé que iba a morir, y habría echado a correr si el Naualli no me hubiera mantenido sujeta a la piedra. Me habló al oído y me tranquilizó. Quedé allí tendida, serena, y dejé que el viento hiciese de mí lo que quisiera. Fue entonces que el viento me dijo qué hacer".

¿Qué hacer con qué?

"Con mi vida, mis cosas, mi habitación, mis sentimientos. En un principio no me resultó claro. Creí que se trataba de mis propios pensamientos. El Naualli me dijo que eso nos sucede a todos. No obstante, cuando nos tranquilizamos, comprendemos que hay algo que nos dice cosas".

¿Oíste una voz?

"No. El viento se mueve dentro del cuerpo de la mujer. El Naualli dijo que se debe a que tenemos útero. Una vez dentro del útero, el viento no hace sino atraparte y decirte que hagas cosas. Cuanto más serena y relajada se encuentra la mujer, mejores son los resultados. Puede decirse que, de pronto, la mujer se encuentra haciendo cosas de cuya realización no tiene la menor idea. Desde ese día el viento me llegó siempre. Habló en mi útero y me dijo todo lo que deseaba saber. El Naualli comprendió desde el comienzo que yo era el viento del Norte. Los otros vientos nunca me hablaron así, a pesar de que he aprendido a distinguirlos".

¿Cuántos vientos hay?

"Hay cuatro vientos, como hay cuatro direcciones. Esto, desde luego, en cuanto a los mescaleros y aquellos que los mescaleros hacen. El cuatro es un número de poder para ellos. El primer viento es la brisa, el amanecer. Trae esperanza y luminosidad; es el heraldo del día. Viene y se va y entra en todo. A veces es dulce y apacible; otras es impertinente y molesto.

"Otro viento es el viento violento, cálido o frío, o ambas cosas. Un viento de mediodía. Sus ráfagas están llenas de energía, pero también llenas de ceguera. Se abre camino destrozando puertas y derribando paredes. Un mescalero debe ser terriblemente fuerte para detener al viento violento.

"Luego está el viento frío del atardecer. Triste y molesto. Un viento que nunca le deja a uno en paz. Hiela y hace llorar. Sin embargo, el Naualli decía que hay en él una profundidad tal que bien vale la pena buscarlo.

"Y por último está el viento cálido. Abriga y protege y lo envuelve todo. Es un viento nocturno para los mescaleros. Su fuerza está unida a la oscuridad.

"Ésos son los cuatro vientos. Están igualmente asociados con las cuatro direcciones. La brisa es el Este. El viento frío es el Oeste. El cálido es el Sur. El viento violento es el Norte.

"Los cuatro vientos poseen también personalidad. La brisa es alegre y pulcra y furtiva. El viento frío es variable y melancólico y siempre meditabundo. El viento cálido es feliz y confiado y bullicioso. El viento violento es enérgico e imperativo e impaciente.

"El Naualli me dijo que los cuatro vientos eran mujeres. Es por ello que los mescaleros femeninos los buscan. Vientos y mujeres son semejantes. Ésa es asimismo la razón por la cual las mujeres son mejores que los hombres. Diría que las mujeres aprenden con mayor rapidez si se mantienen fieles a su viento".

¿Cómo llega una mujer a saber cuál es su viento personal?

"Si la mujer se queda quieta y no se habla a sí misma, su viento la penetra".

¿Debe yacer desnuda?

"Eso ayuda. Especialmente si es tímida. Yo era una mujer gorda. No me había desnudado en mi vida. Dormía con la ropa puesta y cuando tomaba un baño lo hacía sin quitarme los calzones. Mostrar mi grueso cuerpo al viento era para mí como morir. El Naualli lo sabía e hizo las cosas así porque valía la pena. Conocía la amistad de las mujeres con el viento".

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