sábado, 10 de julio de 2010

Aprendices (2)

"¿Y las otras dos aprendices, Dilian? ¿Dónde encajan?"

"La mescalera, llegó un año después. Estaba en la peor de las condiciones que puedas imaginar. Era una mujer desesperada. Loreto le había dado cobijo en su tienda. Lavaba y planchaba para mantenerse. El Naualli fue una noche a buscar a Loreto y se encontró con la muchacha trabajando; las polillas volaban en círculo sobre su cabeza. Dijo que el círculo era perfecto, y los insectos lo hacían con la finalidad de que él lo observase. Él vio que el fin de la mujer estaba cerca, aunque las polillas debían saberse muy seguras para comunicar tal presagio. El Naualli, sin perder tiempo, la llevó con él.

"Estuvo bien un tiempo, pero los malos hábitos adquiridos estaban demasiado arraigados en ella como para que le fuese posible quitárselos de encima. Por lo tanto, el Naualli, cierto día, envió el viento en su ayuda. O se la auxiliaba o era el fin. El viento comenzó a soplar sobre ella hasta sacarla de la casa; ese día estaba sola y nadie vio lo que estaba sucediendo. El viento la llevó por sobre los montes y por entre los barrancos, hasta hacerla caer en una zanja, un agujero semejante a una tumba. El viento la mantuvo allí durante días. Cuando al fin el Naualli dio con ella, había logrado detener el viento, pero se encontraba demasiado débil para andar".

"¿Cómo se las arreglaban las niñas para detener las fuerzas que actuaban sobre ellas?"

"Lo que en primer lugar actuaba sobre ellas era su chuuj que el Naualli llevaba atado a su cinturón".

"¿Y qué hay en su chuuj?"

"Los aliados que el Naualli lleva consigo. Decía que el aliado es aventado por medio de su chuuj. No me preguntes más, porque nada sé acerca del aliado. Todo lo que puedo decirte es que el Naualli tiene a sus órdenes dos aliados y les hace ayudarle. En el caso de las niñas, el aliado retrocedió cuando estuvieron dispuestas a cambiar. Para ellas, por supuesto, la cuestión era cambiar o morir. Pero ese es el caso de todos nosotros, una cosa o la otra. Y la mescalera cambió más que nadie. Estaba vacía, a decir verdad, pero laboró sobre su espíritu hasta convertirse en poder. No me gusta. La temo. Me conoce. Se me mete dentro, invade mis sentimientos, y eso me molesta. Pero nadie puede hacerle nada porque jamás se encuentra con la guardia baja. No me odia, pero piensa que soy una mala aprendiz. Debe tener razón. Creo que me conoce demasiado bien, y no soy tan impecable como quisiera ser; pero el viento me dijo que no debía preocuparme por los sentimientos hacia ella. Es como Rosaura: el mundo ya no la afecta".

"Dilian, dime, ¿qué había de especial en lo que le hizo el Naualli?"

"Le enseñó cosas que no había enseñado a nadie. Nunca la mimó, ni nada que se le parezca. Confió en ella. Ella lo sabe todo acerca de todos. Tal vez sea por eso que no la quiero. El Naualli le ordenó ser mi carcelera. Vaya donde vaya, la encuentro. Sabe todo lo que hago. No me sorprendería, por ejemplo, que apareciese en este mismo momento".

"¿Lo crees posible?"

"Lo dudo. Esta noche, el viento está a mi favor".

"¿A qué se supone que se dedica? ¿Tiene asignada alguna tarea en especial?"

"Ya te he dicho lo suficiente sobre ella. Temo que, si sigo hablando de ella, esté donde esté, lo advierta; no quiero que ello ocurra".

"Háblame, entonces, de los demás, Dilian".

"Unos años después de encontrar a la mescalera, el Naualli dio con Pablo. Una mañana, cuando el Naualli se dirigía a la casa de Celestino, se tropezó con Pablo en el camino. Recorrieron juntos una corta distancia y un trozo de astilla seca puntiaguda se ensartó en la punta del zapato izquierdo de Pablo. Trató de quitársela, pero la astilla era como una garra; se habían clavado profundamente en la suela. Según el Naualli, Pablo había alzado el dedo al cielo y sacudido su zapato; la astilla salió disparada hacia el cielo como una bala. Pablo lo tomó a broma y rió; pero el Naualli supo que tenía poder, aunque el propio Pablo no lo sospechara. Es por eso que, sin dificultad alguna, llegó a ser el mescalero perfecto, impecable.

"Tuviste mucha suerte de llegar a conocerlo. El Naualli creía su actitud era de que una vez alcanzado algo, no lo dejaba escapar. El Naualli supo desde un principio que Pablo era excepcional y lo aisló. Supo que tú y las niñas estaban en una cara de la moneda y Pablo estaba, por sí, en la otra. El Naualli y Celestino también tuvieron mucha suerte al encontrarlo".

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