miércoles, 1 de julio de 2009

Importancia Personal

Aquel día, la mescalera me invitó a su casa para ver películas, con la condición de que yo llevara algunas de Kurosawa y Tarantino. Recordé la plática que tuvimos y llevé también Taxi Driver de Scorsese. Al llegar a su casa, la encontré lavando los trastes. Dejé las películas en la sala, y me dirigí a ella preguntándole por qué tenía ganas de ver películas de Akira Kurosawa. Me explicó que como sabía que yo era fan de Toshiro Mifune, tenía ganas de conocer sus películas (en realidad me volví fan de Toshiro Mifune, no por las películas de Kurosawa, sino por la película Ánimas Trujano de Ismael Rodríguez). Tras el silencio que sucedió, me percaté que era la segunda vez que asistía a la casa de la mescalera por invitación suya, y medité que por voluntad propia, jamás se me ocurría visitarla.

Se secó las manos y nos sentamos en la sala. Miró las portadas de las películas, pensando cuál ver primero. Entonces me aguijoneó: "¿Y qué has hecho con la chica?" Le dije que lo había dejado por la paz. Sin embargo, le pedí que me aclarara lo siguiente: cuando me enteré que Hilda se había enfermado, decidí enviarle un mensaje para saber si era cierto y desearle una pronta convalecencia. Como no recibí respuesta, decidí mejor dejar de enviarle mensajes; ya habían sucedido varias veces, según con el pretexto de que ella no tenía para un mensaje. La mescalera sonrió coquetamente y me dijo seria, tras calmarse, que de acuerdo con lo que observaba, la chica me estaba evitando. "A lo mejor por eso te dio su número… para evitar la cita, así que haces bien en no insistirle". ¿Cómo que me dio su número para evitar la cita? "Pues, para que no le vuelvas a decir sobre la cita, así como que ‘ahí tienes mi número; cualquier cosa, luego vemos’. ¿Me entiendes? Te dio el avionazo. De tal manera que se le haría fácil no contestarte los mensajes". Para ese caso se hubiera evitado mandarme su número. "Pero sabía que si no te mandaba nada le ibas a volver a preguntar por la salida y se le hizo fácil decirte luego lo vemos, así como ‘a ver cuándo’; así si le vuelves a decir algo se le hará fácil decirte: ai te mando un mensaje para ver. Y así te traerá: de avión en avión".

¿Por qué no son directas y dicen: sabes no quiero nada, vete o algo así? "Es que a veces da miedo, o no quieren herirte. Una imagina que los hombres entenderán la indirecta, pero en tu caso, mejor ya ni buscarle. Así somos las mujeres: cuando te interesa te das cuenta y cuando no, pues no". De repente me sentí desanimado, pero con cierto coraje. La mescalera me apretó el hombro y pícaramente me dijo: "Ya, ya, nagualito, por si no lo notaste, estuve aguijoneando tu importancia personal. Recuerda que la importancia personal es nuestro mayor enemigo. Piénsalo, aquello que nos debilita es sentirnos ofendidos por los hechos y malhechos de nuestros semejantes. Nuestra importancia personal requiere que pasemos la mayor parte de nuestras vidas ofendidos por alguien. Los nauallis recomendaban llevar a cabo todos los esfuerzos posibles para erradicarla de la vida de los mescaleros. Yo he seguido esa recomendación al pie de la letra. Tu benefactor, que yo sepa, siempre trató de demostrarte por todos los medios posibles que sin importancia personal somos invulnerables".

La mescalera estaba en lo correcto, me di cuenta que mi importancia personal es en verdad un terrible estorbo. "Nada. Los actos de darse cuenta son siempre personales". Se levantó y se dirigió a preparar unas palomitas para empezar a ver las películas. En ese entonces recordé una conversación con Loreto camino Tamazulápam a Huajuapan. Loreto me explicaba que los nauallis, antiguos y nuevos, se dividen en dos categorías. La primera queda integrada por aquellos que están dispuestos a ejercer control sobre sí mismos. Esos nauallis son los que pueden canalizar sus actividades hacia objetivos pragmáticos que beneficiarían a otros nauallis y al hombre en general. La otra categoría está compuesta de aquellos a quienes no les importa ni el control de sí mismos ni ningún objetivo pragmático. Se piensa de manera unánime entre los nauallis que estos últimos no han podido resolver el problema de la importancia personal.

"La importancia personal no es algo sencillo e ingenuo. Por un lado, es el núcleo de todo lo que tiene valor en nosotros, y por otro, el núcleo de toda nuestra podredumbre. Deshacerse de la importancia personal requiere una obra maestra de estrategia".

Me quejé de que, aunque a veces me parecía muy atractiva la idea de erradicar la importancia personal, me era realmente incomprensible; le dije a Loreto que sus directivas y sugerencias para deshacerse de ella eran tan vagas que no había modo de implementarlas.

"Ya estoy cansada de repetirte que para poder seguir el camino del conocimiento uno tiene que ser muy imaginativo. Como lo estás comprobando tú mismo, todo está oscuro en el camino del conocimiento. La claridad cuesta muchísimo trabajo, muchísima imaginación".

Mi zozobra me hizo argüir que sus amonestaciones sobre la importancia personal me recordaban a los catecismos. Y si algo era odioso para mí era el recuerdo de los sermones acerca del pecado. Los encontraba siniestros.

"Los mescaleros combaten la importancia personal como cuestión de estrategia, no como cuestión de fe. Tu error es entender lo que digo en términos de moralidad".

"Yo te veo como una persona de gran moralidad".

"Lo que tú estas viendo como moralidad es simplemente mi impecabilidad".

Al escuchar esto, comenté que el concepto de la impecabilidad, así como el de deshacerse de la importancia personal, es un concepto demasiado vago para serme útil. Loreto se rió quedamente, y yo la desafié a que explicara la impecabilidad.

"La impecabilidad no es otra cosa que el uso adecuado de la energía. Todo lo que yo te digo no tiene un ápice de moralidad. He ahorrado energía y eso me hace impecable. Para poder entender esto, tú tienes que haber ahorrado suficiente energía, o no lo entenderás jamás. Los mescaleros hacen inventarios estratégicos. Hacen listas de sus actividades y sus intereses. Luego deciden cuáles de ellos pueden cambiarse para, de ese modo, dar un descanso a su gasto de energía".

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