miércoles, 22 de julio de 2009

Los Ensoñadores

Don Gaspar explicó que los ensoñadores tienen que llegar a un equilibrio muy sutil, porque no pueden interferir en los sueños, ni tampoco pueden imponer sus deseos en ellos, y sin embargo el movimiento de la esencia debe obedecer la orden del ensoñador, una contradicción que no puede ser racionalizada pero que debe resolverse en la práctica.

Después de observar a los ensoñadores mientras dormían, los antiguos nauallis decidieron dejar que los sueños siguieran su curso natural. Habían visto que en algunos sueños, más que en otros, la esencia del ensoñador penetraba en el lado izquierdo a una profundidad considerablemente mayor. Esta observación les planteó la pregunta de que si el contenido del sueño hace moverse a la esencia, o si el movimiento de la esencia en sí produce el contenido del sueño al activar emanaciones que no se usan de ordinario.

Pronto se dieron cuenta de que el movimiento de la esencia al interior del lado izquierdo es lo que produce los sueños. Mientras más profundo es el movimiento, más vívido y extraño es el sueño. Inevitablemente, trataron de dirigir sus sueños para lograr que sus esencias penetraran profundamente en el lado izquierdo. Al tratarlo, descubrieron que cuando los sueños son dirigidos, consciente o semiconscientemente, la esencia regresa de inmediato a su lugar de costumbre. Puesto que lo que querían era que ese punto se moviera, llegaron a la inevitable conclusión de que interferir en los sueños era interferir en el movimiento natural de la esencia.

Don Gaspar dijo que así empezaron los antiguos nauallis a desarrollar su asombroso conocimiento del ensueño, un conocimiento que tuvo una tremenda influencia en lo que los nuevos nauallis consideraban como su meta final, pero que les fue de muy poco uso en su forma original.

Me dijo que en sus enseñanzas para el lado derecho, yo erróneamente había entendido que el ensueño era el control de los sueños; y que todos los ejercicios que me hizo cumplir, como el encontrar mis manos en mis sueños, no estaban planeados para entrenarme a dirigir mis sueños. Esos ejercicios estaban diseñados para mantener mi esencia fija en el lugar al que se había movido en mi sueño. Añadió que ahí era donde los ensoñadores tenían que lograr un equilibrio sutil. Lo único que ellos podían dirigir era la estabilidad de sus esencias. Los nauallis son como pescadores equipados con un hilo de pescar y un anzuelo que se hunde dondequiera que puede; lo único que ellos pueden hacer es mantener el anzuelo anclado al lugar en el que se hundió.

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