jueves, 23 de julio de 2009

El primer peligro inminente

"Dondequiera que se mueva la esencia en los sueños se llama posición de ensueño. Los antiguos nauallis se volvieron tan expertos en mantener su posición de ensueño que incluso podían despertar mientras sus esencias seguían ancladas allí. Los antiguos nauallis llamaron cuerpo de ensueño a ese estado, porque lo controlaban al grado de crear un nuevo cuerpo provisional cada vez que despertaban en una nueva posición de ensueño.

"Tengo que aclararte que el ensueño tiene un terrible inconveniente. Pertenece a los antiguos nauallis. Esta viciado con su estado de ánimo. He sido muy prudente contigo al enseñarte a ensoñar, pero aún así el peligro es inminente".

¿De qué me está usted previniendo?

"Te estoy previniendo de los impresionantes peligros que existen en el ensueño. Al ensoñar realmente no hay manera de dirigir el movimiento de la esencia; lo único que afecta a ese movimiento es la fuerza o la debilidad interna de los ensoñadores. Y ahí tenemos al primer peligro inminente".

Dijo que al principio los nuevos nauallis tuvieron profundos escrúpulos en usar el ensueño. Estaban seguros de que, en vez de fortificar, el ensueño debilitaba y volvía compulsivos y caprichosos a los mescaleros. Todos los antiguos nauallis fueron así. Puesto que no les quedaba otra opción más que usarlo, para contrarrestar el atroz efecto del ensueño los nuevos nauallis desarrollaron un magnifico sistema de comportamiento llamado el camino del mescalero.

Con ese sistema, los nuevos nauallis se fortificaron y adquirieron la fuerza interna que necesitaban para guiar en sueños el movimiento de la esencia. Don Gaspar subrayó que la fuerza de la que hablaba no era solamente la convicción. Nadie podría tener convicciones más fuertes que los antiguos nauallis, y sin embargo eran débiles. Tener fuerza interna significaba poseer un sentido de ecuanimidad, casi de indiferencia, un sentimiento de sosiego, de holgura. Pero sobre todo, significaba tener una inclinación natural y profunda por el examen, por la comprensión. Los nuevos nauallis llamaron sobriedad a todos estos rasgos del carácter.

"La convicción que tienen los nuevos nauallis, es que una vida de impecabilidad lleva de por sí, inevitablemente, a un sentido de sobriedad, y eso a su vez hace moverse a la esencia. Ya te dije que los nuevos nauallis creían que la esencia puede moverse, desde adentro. Ellos sostuvieron que los hombres impecables no necesitan que alguien los guíe, que por sí solos, mediante el ahorro de su energía pueden hacer todo lo que hacen los nauallis. Lo único que necesitan es una oportunidad mínima; solamente necesitan estar conscientes de las posibilidades que los nauallis han descubierto".

Le dije que nos encontrábamos otra vez en la misma posición en la que nos hallábamos siempre en mi estado de conciencia normal. Yo seguía convencido de que la impecabilidad o el ahorro de energía eran conceptos tan vagos que podían ser interpretados por cualquiera como se le diera la gana.

Quería decir más para continuar mi alegato, pero un extraño sentimiento se apoderó de mí. Fue una sensación física, como si yo atravesara velozmente una masa. Y luego rechacé mi propio argumento. Supe sin duda alguna que don Gaspar tenía razón. Todo lo que se requiere es impecabilidad, eso es energía. Todo comienza con un solo acto que tiene que ser premeditado, preciso y continúo. Si ese acto se lleva a cabo por un periodo de tiempo largo uno adquiere un sentido de intento inflexible que puede aplicarse a cualquier cosa. Si se logra ese intento inflexible el camino queda despejado. Una cosa llevará a otra hasta que el mescalero emplea todo su potencial.

Cuando le conté a don Gaspar las ideas que se me acababan de ocurrir, se rió con verdadero deleite y exclamó que eso era un ejemplo llovido del cielo. Explicó que la sobriedad había movido mi esencia a una posición que fomentaba la comprensión. Pero, de igual manera, el capricho pudo moverlo a una posición que sólo aumenta la importancia personal, como sucedió incontables veces.

0 comentarios: