martes, 21 de julio de 2009

La maestría del Ensueño

Don Gaspar reanudó su explicación. Dijo que conforme pasó el tiempo y los nuevos nauallis establecieron sus prácticas, se dieron cuenta de que bajo las condiciones prevalecientes de vida, la contemplación sólo movía mínimamente las esencias. Para lograr el máximo efecto, la contemplación necesitaba de un medio ambiente ideal; necesitaba malditos tiranos en posiciones de gran autoridad y poder. Se volvió cada vez más difícil para los nuevos nauallis encontrar tales situaciones; la tarea de improvisarlas, o de buscarlas adrede, se convirtió en una carga insoportable.

Los nuevos nauallis juzgaron que era imperativo ver las emanaciones del Infinito, a fin de encontrar una manera más conveniente de mover la esencia. Al tratar de ver las emanaciones se enfrentaron con un serio problema. Se dieron cuenta de que no hay manera de verlas sin correr un riesgo mortal, y sin embargo tenían que verlas. Esa fue la época en la que usaron la técnica de ensueño de los antiguos nauallis como un escudo para protegerse del golpe mortal de las emanaciones del Infinito. Y, al hacerlo, encontraron que el ensueño en sí era la manera más efectiva de mover la esencia.

"Una de las órdenes más estrictas de los nuevos nauallis, fue que los mescaleros tienen que aprender a ensoñar mientras están en un estado de conciencia normal. Siguiendo esa orden, comencé a enseñarte el ensueño casi desde el primer día en que nos conocimos".

¿Por qué ordenan los nuevos nauallis que el ensueño tiene que enseñarse en la conciencia normal?

"Porque ensoñar es muy peligroso y los ensoñadores muy vulnerables. Es peligroso porque la fuerza del alineamiento es inconcebible; y los ensoñadores son vulnerables porque el ensueño los deja a merced de esa fuerza. Los nuevos nauallis descubrieron que en nuestro estado de conciencia normal tenemos incontables defensas que pueden protegernos de la fuerza de las emanaciones que nunca son usadas y que repentinamente se alinean en el ensueño".

Don Gaspar explicó que el ensueño, como la contemplación, también comenzó con una simple observación. Los antiguos nauallis observaron que en sueños, la esencia se mueve ligeramente al lado izquierdo, de una manera muy natural. Y aunque uno no sueñe, la esencia pierde algo de su fijeza mientras uno duerme, y empieza a hacer resplandecer muchísimas emanaciones que nunca se usan. Los antiguos nauallis inmediatamente tomaron esa observación, y empezaron a trabajar con ese movimiento natural hasta que pudieron controlarlo. Llamaron a ese control ensoñar, o el arte de manejar el cuerpo de ensueño.

Comentó que no hay manera de describir la inmensidad del conocimiento acerca del ensueño que los antiguos nauallis tenían. Sin embargo, sólo en muy escasa medida resultó útil a los nuevos nauallis. Y así, al llegar el momento de la reconstrucción, ellos sólo utilizaron lo más esencial del ensoñar para ver las emanaciones del Infinito y para mover sus esencias.

Dijo que los nauallis, antiguos y nuevos, entendían el ensueño como el control del leve movimiento natural que experimenta la esencia durante el sueño. Subrayó que el controlar ese cambio no implica de ninguna manera dirigirlo, sino mantener la esencia fija en la posición a la que se mueve durante el sueño; una maniobra extremadamente difícil que los antiguos nauallis lograron perfeccionar con enorme esfuerzo y concentración.

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