domingo, 5 de julio de 2009

Atributos del ser mescalero

La mescalera con una enorme sonrisa, de acuerdo con todo lo que habíamos hablado sobre los malditos tiranos, me preguntó si yo había encontrado uno o tuve que salir a buscarlo. Nunca había reflexionado tal cosa hasta ese día. Hice memoria, y recordé que cuando decidí abandonar el Tecnológico, porque la carrera de Administración de Empresas no era la profesión que quería, mi padre estuvo de acuerdo, sin embargo, me pidió que inmediatamente buscara un trabajo mientras definía mi vocación. Todo esto se lo conté a don Gaspar, y él estuvo de acuerdo en lo mismo; sólo que me lo había dicho con una sentencia misteriosa: "búscate un empleo en el que te chinguen todo el día para que así tu vocación se defina rápidamente".

El término de los malditos tiranos ni siquiera fue abordado en ese entonces, no obstante, don Gaspar me hablaba de los 5 atributos, obvio que el maldito tirano no podía serme revelado, para no regar el aprendizaje sorpresa por el que tenía que atravesar. Fue así que le conté a la mescalera sobre los dos empleos donde apliqué por primera vez los atributos del ser mescalero.

El primer empleo fue ser abarrotero de un supermercado. El jefe de abarroteros resultó ser un maldito tirano. Tuve tantos problemas con él por extrañas razones, y para el colmo tenía un compañero lambiscón, que para rematarla, provocaba que el jefe de abarroteros terminara asignándome tareas de otras áreas. En una ocasión, me dejó acomodar por colores unos detergentes. Yo hice la faena tal como lo pidió, pero cuando fue a supervisarme, me dijo que no era tal como él lo había pedido. Como siempre, ahí estaba el lambiscón, y por causa suya, ya hastiado, le grité al jefe de abarroteros, mandándome así a cubrir ahora las funciones de un bodeguero, con el pretexto de que la tienda estaba en inventario. Sin aguantar más, sólo esperé el pago de la primera quincena, y decidí abandonar el empleo, pues además yo doblaba horas extras que al final ni se me retribuyeron a la hora de renunciar.

Don Gaspar me dijo que había sido un estúpido. Yo le dije que en verdad aquel trabajo mal pagado, era sólo para gente que realmente estaba necesitada y le urgía un empleo. Yo no estaba dispuesto a someterme a un jefe de abarroteros. Don Gaspar me recordó que no había actuado como mescalero, pues el mescalero jamás inclina la cabeza ante nadie, pero tampoco permite que otros inclinen la cabeza ante él. Yo exclamé que eso hacía, no inclinaba la cabeza ante nadie, mucho menos ante un tirano.

"Es natural creer que un mescalero que se puede enfrentar a lo desconocido puede hacer cara a cualquier maldito tirano. Pero no es así. Lo que destruyó a los soberbios nauallis de la antigüedad fue esa suposición. Sabemos que nada puede templar tan bien el espíritu de un mescalero como el tratar con personas imposibles en posiciones de poder. Solo bajo esas circunstancias pueden los mescaleros adquirir la sobriedad y la serenidad necesarias para ponerse frente a frente a lo que no se puede conocer".

A grandes voces, disentí con él. Le dije que, en mi opinión, los tiranos convierten a sus víctimas en seres indefensos o en seres tan brutales como los tiranos mismos. Señalé que se habían realizado incontables estudios sobre los efectos de la tortura física y sociológica sobre ese tipo de víctimas.

"La diferencia está en algo que acabas de decir. Tú hablas de víctimas, no de mescaleros. Yo también creía lo mismo que tú. Pero ahora hablemos de estrategias: necesitas emplear para la próxima los 4 atributos del mescalero: control, disciplina, refrenamiento y la habilidad de escoger el momento oportuno".

Don Gaspar también me dijo que los nauallis consideraban que había 4 pasos en el camino del conocimiento, y eran los que ahora estaba recorriendo. El primero es el paso que dan los seres humanos comunes y corrientes al convertirse en aprendices. Al momento que los aprendices cambian sus ideas acerca de sí mismos y acerca del mundo, dan el segundo paso y se convierten en mescaleros, es decir, en seres capaces de la máxima disciplina y control sobre si mismos. El tercer paso, que dan los mescaleros, después de adquirir refrenamiento y la habilidad de escoger el momento oportuno, es convertirse en hombres de conocimiento. Cuando los hombres de conocimiento aprenden a ver, han dado el cuarto paso y se han convertido en nauallis.

Don Gaspar explicó que el error de cualquier persona que se enfrenta a un maldito tirano es no tener una estrategia en la cual apoyarse; el defecto fatal es tomar demasiado en serio los sentimientos propios, así como las acciones de los malditos tiranos. Los mescaleros por otra parte, no solo tienen una estrategia bien pensada, sino que están también libres de la importancia personal. Lo que acaba con su importancia personal es haber comprendido que la realidad es una interpretación que hacemos. Dijo que estaba convencido de que yo podía controlar al jefe de abarroteros usando solamente la convicción de que los malditos tiranos se toman mortalmente en serio, mientras que los mescaleros no.

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