sábado, 18 de julio de 2009

La maestría de la conciencia

Al comenzar a caer la noche, don Gaspar vino al cuarto donde yo hablaba con don Celestino. Me tomó del brazo, y cruzamos la casa hasta el patio trasero. Ya había oscurecido bastante. Empezamos a caminar alrededor del corredor. Y mientras caminábamos, don Gaspar me dijo que quería advertirme nuevamente que, en el camino del mescalero es muy fácil perderse en complejidades. Dijo que los mescaleros se enfrentan a grandes enemigos que pueden destruir sus propósitos, enturbiar sus objetivos y debilitarlos; enemigos creados por el mismo conocimiento que los mescaleros buscan, aunado al sentido de indolencia, imprudencia e importancia personal que son partes integrales del mundo cotidiano.

Comentó que fueron tan enormes y tan graves los errores cometidos por los antiguos nauallis como resultado de la indolencia, la imprudencia y la importancia personal que los nuevos nauallis no tuvieron más opción que rechazar su propia tradición.

"La cosa más importante que necesitaban los nauallis, eran medidas prácticas para poder mover sus esencias. Puesto que no las tenían, empezaron por desarrollar un gran interés en ver el resplandor de la conciencia, y como resultado perfeccionaron tres técnicas que llegaron a ser sus obras maestras".

Don Gaspar dijo que, con esas tres técnicas, los nauallis lograron una extraordinaria y sumamente difícil hazaña. Lograron mover sistemáticamente la esencia de su posición acostumbrada. Reconoció que los antiguos nauallis también habían logrado la misma hazaña, pero por medio de maniobras con bases caprichosas e idiosincráticas.

Explicó que lo que los nauallis vieron, al examinar el resplandor de la conciencia, dio lugar al orden en el que arreglaron las verdades del estar consciente de ser, descubiertas por los antiguos nauallis. Ese orden se conoce como la maestría de la conciencia. Partiendo de ahí, desarrollaron las tres técnicas. La primera es la maestría de la contemplación, la segunda es la maestría del intento y la tercera es la maestría del ensueño. Aseveró que me había enseñado las tres desde el primer día en que nos conocimos.

Me dijo que, siguiendo la recomendación de los nauallis, me había enseñado la maestría de la conciencia de dos maneras. En sus enseñanzas para el lado derecho, que aplicó en mi estado de conciencia normal, cumplió dos objetivos: me enseñó el camino del mescalero y aflojó mi esencia de su posición original. En sus enseñanzas para el lado izquierdo, que llevó a cabo en estado de sueño suspendido, también logró dos objetivos: me dio una larga serie de explicaciones e hizo que mi esencia se moviera a todas las posiciones que fui capaz de sostener.

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