jueves, 23 de julio de 2009

El primer peligro inminente

"Dondequiera que se mueva la esencia en los sueños se llama posición de ensueño. Los antiguos nauallis se volvieron tan expertos en mantener su posición de ensueño que incluso podían despertar mientras sus esencias seguían ancladas allí. Los antiguos nauallis llamaron cuerpo de ensueño a ese estado, porque lo controlaban al grado de crear un nuevo cuerpo provisional cada vez que despertaban en una nueva posición de ensueño.

"Tengo que aclararte que el ensueño tiene un terrible inconveniente. Pertenece a los antiguos nauallis. Esta viciado con su estado de ánimo. He sido muy prudente contigo al enseñarte a ensoñar, pero aún así el peligro es inminente".

¿De qué me está usted previniendo?

"Te estoy previniendo de los impresionantes peligros que existen en el ensueño. Al ensoñar realmente no hay manera de dirigir el movimiento de la esencia; lo único que afecta a ese movimiento es la fuerza o la debilidad interna de los ensoñadores. Y ahí tenemos al primer peligro inminente".

Dijo que al principio los nuevos nauallis tuvieron profundos escrúpulos en usar el ensueño. Estaban seguros de que, en vez de fortificar, el ensueño debilitaba y volvía compulsivos y caprichosos a los mescaleros. Todos los antiguos nauallis fueron así. Puesto que no les quedaba otra opción más que usarlo, para contrarrestar el atroz efecto del ensueño los nuevos nauallis desarrollaron un magnifico sistema de comportamiento llamado el camino del mescalero.

Con ese sistema, los nuevos nauallis se fortificaron y adquirieron la fuerza interna que necesitaban para guiar en sueños el movimiento de la esencia. Don Gaspar subrayó que la fuerza de la que hablaba no era solamente la convicción. Nadie podría tener convicciones más fuertes que los antiguos nauallis, y sin embargo eran débiles. Tener fuerza interna significaba poseer un sentido de ecuanimidad, casi de indiferencia, un sentimiento de sosiego, de holgura. Pero sobre todo, significaba tener una inclinación natural y profunda por el examen, por la comprensión. Los nuevos nauallis llamaron sobriedad a todos estos rasgos del carácter.

"La convicción que tienen los nuevos nauallis, es que una vida de impecabilidad lleva de por sí, inevitablemente, a un sentido de sobriedad, y eso a su vez hace moverse a la esencia. Ya te dije que los nuevos nauallis creían que la esencia puede moverse, desde adentro. Ellos sostuvieron que los hombres impecables no necesitan que alguien los guíe, que por sí solos, mediante el ahorro de su energía pueden hacer todo lo que hacen los nauallis. Lo único que necesitan es una oportunidad mínima; solamente necesitan estar conscientes de las posibilidades que los nauallis han descubierto".

Le dije que nos encontrábamos otra vez en la misma posición en la que nos hallábamos siempre en mi estado de conciencia normal. Yo seguía convencido de que la impecabilidad o el ahorro de energía eran conceptos tan vagos que podían ser interpretados por cualquiera como se le diera la gana.

Quería decir más para continuar mi alegato, pero un extraño sentimiento se apoderó de mí. Fue una sensación física, como si yo atravesara velozmente una masa. Y luego rechacé mi propio argumento. Supe sin duda alguna que don Gaspar tenía razón. Todo lo que se requiere es impecabilidad, eso es energía. Todo comienza con un solo acto que tiene que ser premeditado, preciso y continúo. Si ese acto se lleva a cabo por un periodo de tiempo largo uno adquiere un sentido de intento inflexible que puede aplicarse a cualquier cosa. Si se logra ese intento inflexible el camino queda despejado. Una cosa llevará a otra hasta que el mescalero emplea todo su potencial.

Cuando le conté a don Gaspar las ideas que se me acababan de ocurrir, se rió con verdadero deleite y exclamó que eso era un ejemplo llovido del cielo. Explicó que la sobriedad había movido mi esencia a una posición que fomentaba la comprensión. Pero, de igual manera, el capricho pudo moverlo a una posición que sólo aumenta la importancia personal, como sucedió incontables veces.

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miércoles, 22 de julio de 2009

Los Ensoñadores

Don Gaspar explicó que los ensoñadores tienen que llegar a un equilibrio muy sutil, porque no pueden interferir en los sueños, ni tampoco pueden imponer sus deseos en ellos, y sin embargo el movimiento de la esencia debe obedecer la orden del ensoñador, una contradicción que no puede ser racionalizada pero que debe resolverse en la práctica.

Después de observar a los ensoñadores mientras dormían, los antiguos nauallis decidieron dejar que los sueños siguieran su curso natural. Habían visto que en algunos sueños, más que en otros, la esencia del ensoñador penetraba en el lado izquierdo a una profundidad considerablemente mayor. Esta observación les planteó la pregunta de que si el contenido del sueño hace moverse a la esencia, o si el movimiento de la esencia en sí produce el contenido del sueño al activar emanaciones que no se usan de ordinario.

Pronto se dieron cuenta de que el movimiento de la esencia al interior del lado izquierdo es lo que produce los sueños. Mientras más profundo es el movimiento, más vívido y extraño es el sueño. Inevitablemente, trataron de dirigir sus sueños para lograr que sus esencias penetraran profundamente en el lado izquierdo. Al tratarlo, descubrieron que cuando los sueños son dirigidos, consciente o semiconscientemente, la esencia regresa de inmediato a su lugar de costumbre. Puesto que lo que querían era que ese punto se moviera, llegaron a la inevitable conclusión de que interferir en los sueños era interferir en el movimiento natural de la esencia.

Don Gaspar dijo que así empezaron los antiguos nauallis a desarrollar su asombroso conocimiento del ensueño, un conocimiento que tuvo una tremenda influencia en lo que los nuevos nauallis consideraban como su meta final, pero que les fue de muy poco uso en su forma original.

Me dijo que en sus enseñanzas para el lado derecho, yo erróneamente había entendido que el ensueño era el control de los sueños; y que todos los ejercicios que me hizo cumplir, como el encontrar mis manos en mis sueños, no estaban planeados para entrenarme a dirigir mis sueños. Esos ejercicios estaban diseñados para mantener mi esencia fija en el lugar al que se había movido en mi sueño. Añadió que ahí era donde los ensoñadores tenían que lograr un equilibrio sutil. Lo único que ellos podían dirigir era la estabilidad de sus esencias. Los nauallis son como pescadores equipados con un hilo de pescar y un anzuelo que se hunde dondequiera que puede; lo único que ellos pueden hacer es mantener el anzuelo anclado al lugar en el que se hundió.

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martes, 21 de julio de 2009

La maestría del Ensueño

Don Gaspar reanudó su explicación. Dijo que conforme pasó el tiempo y los nuevos nauallis establecieron sus prácticas, se dieron cuenta de que bajo las condiciones prevalecientes de vida, la contemplación sólo movía mínimamente las esencias. Para lograr el máximo efecto, la contemplación necesitaba de un medio ambiente ideal; necesitaba malditos tiranos en posiciones de gran autoridad y poder. Se volvió cada vez más difícil para los nuevos nauallis encontrar tales situaciones; la tarea de improvisarlas, o de buscarlas adrede, se convirtió en una carga insoportable.

Los nuevos nauallis juzgaron que era imperativo ver las emanaciones del Infinito, a fin de encontrar una manera más conveniente de mover la esencia. Al tratar de ver las emanaciones se enfrentaron con un serio problema. Se dieron cuenta de que no hay manera de verlas sin correr un riesgo mortal, y sin embargo tenían que verlas. Esa fue la época en la que usaron la técnica de ensueño de los antiguos nauallis como un escudo para protegerse del golpe mortal de las emanaciones del Infinito. Y, al hacerlo, encontraron que el ensueño en sí era la manera más efectiva de mover la esencia.

"Una de las órdenes más estrictas de los nuevos nauallis, fue que los mescaleros tienen que aprender a ensoñar mientras están en un estado de conciencia normal. Siguiendo esa orden, comencé a enseñarte el ensueño casi desde el primer día en que nos conocimos".

¿Por qué ordenan los nuevos nauallis que el ensueño tiene que enseñarse en la conciencia normal?

"Porque ensoñar es muy peligroso y los ensoñadores muy vulnerables. Es peligroso porque la fuerza del alineamiento es inconcebible; y los ensoñadores son vulnerables porque el ensueño los deja a merced de esa fuerza. Los nuevos nauallis descubrieron que en nuestro estado de conciencia normal tenemos incontables defensas que pueden protegernos de la fuerza de las emanaciones que nunca son usadas y que repentinamente se alinean en el ensueño".

Don Gaspar explicó que el ensueño, como la contemplación, también comenzó con una simple observación. Los antiguos nauallis observaron que en sueños, la esencia se mueve ligeramente al lado izquierdo, de una manera muy natural. Y aunque uno no sueñe, la esencia pierde algo de su fijeza mientras uno duerme, y empieza a hacer resplandecer muchísimas emanaciones que nunca se usan. Los antiguos nauallis inmediatamente tomaron esa observación, y empezaron a trabajar con ese movimiento natural hasta que pudieron controlarlo. Llamaron a ese control ensoñar, o el arte de manejar el cuerpo de ensueño.

Comentó que no hay manera de describir la inmensidad del conocimiento acerca del ensueño que los antiguos nauallis tenían. Sin embargo, sólo en muy escasa medida resultó útil a los nuevos nauallis. Y así, al llegar el momento de la reconstrucción, ellos sólo utilizaron lo más esencial del ensoñar para ver las emanaciones del Infinito y para mover sus esencias.

Dijo que los nauallis, antiguos y nuevos, entendían el ensueño como el control del leve movimiento natural que experimenta la esencia durante el sueño. Subrayó que el controlar ese cambio no implica de ninguna manera dirigirlo, sino mantener la esencia fija en la posición a la que se mueve durante el sueño; una maniobra extremadamente difícil que los antiguos nauallis lograron perfeccionar con enorme esfuerzo y concentración.

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lunes, 20 de julio de 2009

La maestría del Intento

Don Gaspar dijo enseguida que la maestría del intento y la maestría de la contemplación eran las dos obras maestras de los nuevos nauallis y que marcan el advenimiento de los nauallis actuales. Explicó que en sus esfuerzos por sacarle ventaja a sus opresores, los nuevos nauallis usaron todas las posibilidades. Sabían que sus predecesores habían logrado hazañas extraordinarias manejando una fuerza misteriosa y milagrosa que sólo pudieron describir como el poder. Los nuevos nauallis tenían muy poca información acerca de esa fuerza, y por eso se vieron obligados a verla y a examinarla sistemática y minuciosamente. Sus esfuerzos fueron ampliamente recompensados cuando descubrieron que esa fuerza es la energía del alineamiento.

Comenzaron viendo cómo el resplandor de la conciencia aumenta de tamaño e intensidad conforme las emanaciones interiores del capullo se alínean con las emanaciones en grande. Al igual que hicieron con la contemplación, usaron esa observación como trampolín, y siguieron adelante, desarrollando una compleja serie de técnicas para manejar ese alineamiento.

Al principio se referían a esas técnicas como la maestría del alineamiento. Luego se dieron cuenta que lo que estaba involucrado era mucho más que el alineamiento, era la energía que surge del alineamiento de emanaciones. A esa energía la llamaron voluntad.

La voluntad se convirtió en la segunda base de su serie de técnicas. Los nuevos nauallis la entendieron como un estallido de energía, ciego, impersonal, ininterrumpido, que nos hace comportarnos como lo hacemos. La voluntad es responsable de nuestra percepción del mundo cotidiano, e indirectamente, a través de la fuerza de esa percepción, es responsable de la localización de la esencia en su posición acostumbrada.

Don Gaspar dijo que los nuevos nauallis examinaron cómo tiene lugar la percepción del mundo de la vida diaria y vieron los efectos de la voluntad. Vieron que el alineamiento es renovado incesantemente para conferirle así continuidad a la percepción. Para renovar cada vez el alineamiento con el frescor que necesita para crear un mundo vivo, la descarga de energía que procede de esos mismos alineamientos se redirige automáticamente para reforzar algunos alineamientos selectos.

Esta nueva observación les sirvió a los nuevos nauallis como otro trampolín que los ayudó a alcanzar la tercera base de sus técnicas. La llamaron intento y la describieron como guiar la voluntad, o guiar intencionalmente la energía del alineamiento.

"Mi benefactor obligó a Loreto, a Celestino y a Alvina a concentrarse en esos tres aspectos del conocimiento de los nauallis. Celestino es el maestro del manejo de la conciencia, Albina es la maestra de la contemplación y Loreto es la maestra del intento".

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domingo, 19 de julio de 2009

La maestría de la Contemplación

Don Gaspar dejó de hablar y se detuvo. Se recostó contra un pilar del patio y empezó a hablar acerca de la contemplación. Dijo que tuvo orígenes muy humildes y fortuitos. Partió de una observación hecha por los nauallis: que cuando los mescaleros se comportan de maneras no acostumbradas, en una forma sistemática y continua, emanaciones internas que ordinariamente nunca se usan empiezan a resplandecer. Y sus esencias se mueven de una manera lenta, armoniosa, apenas notable.

Estimulados por esta observación, los nuevos nauallis comenzaron a practicar el control sistemático de su conducta. Llamaron a esta práctica el arte de la contemplación. Don Gaspar dijo que, aunque el término era inconveniente, el nombre resultaba apropiado, porque contemplar implicaba un específico tipo de conducta con la gente, un comportamiento que podría clasificarse como clandestino o furtivo.

Armados con esta técnica, los nauallis abordaron lo conocido de una manera sobria y fructífera. Mediante su práctica continua, movieron sus esencias de una forma lenta pero constante.

"En materia de procedimientos, la contemplación es uno de los dos grandes logros de los nuevos nauallis. Ellos son los que decidieron que se le debía enseñar esa técnica a un naualli de hoy en día cuando su esencia se ha movido a bastante profundidad en el lado izquierdo. El motivo de esta decisión es que el naualli tiene que aprender los principios de la contemplación sin el estorbo del inventario humano. Después de todo, el naualli es el líder de un grupo, y para guiar a ese grupo tiene que actuar con tremenda rapidez sin tener primero que cavilar en lo que va a hacer.

"Otros mescaleros pueden aprender la contemplación en la conciencia normal, aunque es aconsejable que lo hagan en el sueño suspendido, no tanto por el valor del sueño suspendido, sino porque le infunde a la contemplación un misterio que realmente no posee; la contemplación es simplemente comportamiento con la gente".

Me dijo que ahora yo podía entender que el movimiento de la esencia era la razón por la cual los nauallis les daban un valor tan alto a los malditos tiranos. Actuar con los malditos tiranos obliga a los nauallis a usar los principios de la contemplación, y al hacerlo, los ayuda a mover sus esencias.

Le pregunté si los antiguos nauallis tenían alguna noción acerca de los principios de la contemplación.

"Contemplar pertenece exclusivamente a los nuevos nauallis. Ellos son los que tuvieron que tratar con la gente. Los otros estaban tan absortos en su sentido del poder que ni siquiera sabían que existía la gente, hasta que la gente les cayó encima y los exterminó. Pero tú ya sabes todo esto".

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sábado, 18 de julio de 2009

La maestría de la conciencia

Al comenzar a caer la noche, don Gaspar vino al cuarto donde yo hablaba con don Celestino. Me tomó del brazo, y cruzamos la casa hasta el patio trasero. Ya había oscurecido bastante. Empezamos a caminar alrededor del corredor. Y mientras caminábamos, don Gaspar me dijo que quería advertirme nuevamente que, en el camino del mescalero es muy fácil perderse en complejidades. Dijo que los mescaleros se enfrentan a grandes enemigos que pueden destruir sus propósitos, enturbiar sus objetivos y debilitarlos; enemigos creados por el mismo conocimiento que los mescaleros buscan, aunado al sentido de indolencia, imprudencia e importancia personal que son partes integrales del mundo cotidiano.

Comentó que fueron tan enormes y tan graves los errores cometidos por los antiguos nauallis como resultado de la indolencia, la imprudencia y la importancia personal que los nuevos nauallis no tuvieron más opción que rechazar su propia tradición.

"La cosa más importante que necesitaban los nauallis, eran medidas prácticas para poder mover sus esencias. Puesto que no las tenían, empezaron por desarrollar un gran interés en ver el resplandor de la conciencia, y como resultado perfeccionaron tres técnicas que llegaron a ser sus obras maestras".

Don Gaspar dijo que, con esas tres técnicas, los nauallis lograron una extraordinaria y sumamente difícil hazaña. Lograron mover sistemáticamente la esencia de su posición acostumbrada. Reconoció que los antiguos nauallis también habían logrado la misma hazaña, pero por medio de maniobras con bases caprichosas e idiosincráticas.

Explicó que lo que los nauallis vieron, al examinar el resplandor de la conciencia, dio lugar al orden en el que arreglaron las verdades del estar consciente de ser, descubiertas por los antiguos nauallis. Ese orden se conoce como la maestría de la conciencia. Partiendo de ahí, desarrollaron las tres técnicas. La primera es la maestría de la contemplación, la segunda es la maestría del intento y la tercera es la maestría del ensueño. Aseveró que me había enseñado las tres desde el primer día en que nos conocimos.

Me dijo que, siguiendo la recomendación de los nauallis, me había enseñado la maestría de la conciencia de dos maneras. En sus enseñanzas para el lado derecho, que aplicó en mi estado de conciencia normal, cumplió dos objetivos: me enseñó el camino del mescalero y aflojó mi esencia de su posición original. En sus enseñanzas para el lado izquierdo, que llevó a cabo en estado de sueño suspendido, también logró dos objetivos: me dio una larga serie de explicaciones e hizo que mi esencia se moviera a todas las posiciones que fui capaz de sostener.

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lunes, 13 de julio de 2009

De segunda mano

Me sucedió algo que nunca me había puesto a analizar, o escribir, como ahora. No es nada extraño, nada para alarmarse. Se podría decir que es parte de la cotidianeidad, pero que aún así, pasaríamos por alto. Sé que es anormal ponerse a buscar analogías para todo, pero qué hay cuando esos sucesos te están dando una señal. Hacía mucho que no me sentaba a descifrar las señales; y ahora que lo hice (por todo lo que me estaba sucediendo desde el inicio de este año) me di cuenta de algunos detalles. En mis pláticas de apoyo con mis amigos, he recurrido a las analogías. En esas pláticas de apoyo en las que dejo que mi corazón hable por mí, recurro a unas analogías tremendas, que ni yo mismo me las creo, pero que al final, terminan agradando a mis amigos, quienes puntualizan: es una buena manera de ver las cosas.

Sobre el amor, el enojo, la tristeza, etc., con las palabras de aliento para aquellos que se creen derrumbados por una ligera racha, en tales conversaciones, debo admitir que a la hora de hablar sobre los romances y los desamores, no soy ningún experto. Todos mis comentarios son arrastrados por la imaginación, la intuición y la suposición, pues aunque no lo crean, carezco de tal experiencia, y advierto: soy un ciego guiando a otro ciego. Sin embargo, sé que no soy el único en realizar esto, cada uno de nosotros fingimos conocer un fragmento de las vivencias, transformándonos así en un pseudo psicólogo o un psiquiatra gratuito que sólo se limita a escuchar. Yo recurro igual a esa gente, quienes terminan diciéndome: "no soy un romántico igual que tú…" Y yo les digo que hago todo lo contrario: busco a esa gente que en vez de perder la cabeza, tiene en ese momento los pies en la tierra, y puede jalarme el hilo para no elevarme a la tropósfera y ser reventado por el sol.

No, no estoy divagando. Creo que cada comentario se me ha ido acumulando, abarrotando en el pensamiento y todo tiene que ver en este análisis. En efecto, la analogía de la que siempre he hablado y que he escrito en ocasiones son los libros. Los libros, así como contienen una historia, se asemeja a la vida de un individuo, sólo que con los libros podemos saltarnos hasta el final y enterarnos cómo termina la historia; con un individuo, obvio, no es posible.

La causa que me hizo meditar en esta analogía, fue la ocasión en que me topé con una amiga, que por casualidad, andaba mal de amores, y yo como todo buen pseudo psiquiatra, la animé a que externara sus dolencias. La chica había concluido la relación con su novio, y que, sin embargo, ya había otro aspirante a cubrir el vacío que habían dejado en su corazón. No obstante, de acuerdo a la descripción del perfil psicológico del aspirante, mis conclusiones fueron que el aspirante, también andaba en las mismas de rellanar su propio vacío con ella. Categorización: un jugador más que no convenía. Fue así donde surgió mi analogía: "los hombres encaprichados sólo queremos poseer, es como cuando vemos un libro y quieres comprarlo ahora; cuando lo tienes, lo lees y terminas arrumbándolo. Yo por eso busco libros de consulta, de cabecera. Busco libros que se vuelvan mi biblia, de esos para consultar y hacer mi vida".

Sí, pueden pensar lo que quieran con respecto a aquella analogía. Ahora, ¿qué hay de los libros que sin pensar, también se vuelven parte de nosotros? Tras notar un puesto de libros, mi curiosidad fue atraída como la gravedad, y me vi viendo títulos de libros que no puedo encontrar en una librería; por supuesto, se trataban de libros de segunda mano. Me compré una edición increíble de "Los cachorros" de Vargas Llosa, y algo que nunca me había atrevido a conseguir: la trilogía del señor de los anillos. Los había leído en el bachillerato, pero como los vi asequibles, decidí comprarlos, todo por $400 pesos. El problema fue que Los cachorros tenía despegada la tapa y para el colmo se estaba desencuadernado. Pues el librito era una edición de 1972. Y de la trilogía: "Las dos torres" tiene la mitad despegada. Todo eso lo descubrí al llegar a casa. En efecto, como ya se sabe: lo barato, sale caro.

Al poner en práctica mi habilidad de componer libros con un poco de pegamento, aunque no lo crean, no funcionó. Para Las dos torres, la terminé regando, pues pegué dos páginas que al despegarlas, las letras estaban encima de las otras. Hice un fuerte coraje, pero me tuve que relajar pensando que sólo eran libros, objetos, y que a sabiendas de que eran de segunda mano, no tenía por qué quejarme. Había sido mi decisión y en ella caía la responsabilidad de atenerse a las consecuencias. En ese momento me dije: después lo conseguiré (igual con "Noticias del Imperio": no tiene algunos capítulos, no los puedo mantener así en mi biblioteca)… Pero si son libros, ¡qué más da!

La analogía es entonces: mi vida con los libros de segunda mano. Si hay algo que cometí gravemente, fue arreglarlo por mí mismo, en vez de reconocer que debía dejar el libro tal cómo lo adquirí. Sí metería mano, siempre y cuando la compostura esté dentro de mis capacidades, y claro, no sea tan grave el problema. Pero qué hay con los amantes comparados a un libro de segunda mano: lo único que se puede hacer… es atenerse a las consecuencias; si ya sabes en qué condiciones está el libro, es tú responsabilidad de adquirirlo y sin quejas a futuro. Hay que admitir que existen cosas que no podemos arreglar.

Y ni modo, no aprenderé la lección, seguiré comprando cosas de segunda mano o seminuevas, por cuestiones de mantenerme informado, y sólo si no tuviera otra opción… o, ¡qué más da, son sólo libros! Bueno, hagan algo recomendable, si conviven con libros se les hará sencillo hacer las analogías: cuando se sientan en un momento agradable o desagradable, imagínense que el libro fuera la vida misma y sonrían al descifrar la señal.

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jueves, 9 de julio de 2009

Los mescaleros vencidos

Tenía muchas cosas que me pasaban por la mente en ese momento, cuando me fue revelado el concepto del refrenamiento, por ejemplo: el mescalero es un ser extraordinario únicamente cuando supera sus desafíos, pero como aprendiz, sigue siendo un ser ordinario, vulnerable, como en ocasiones me ha ocurrido: abandonar el camino del mescalero, comportarme como un ser ordinario, dejándome llevar por todo lo mundano, por los sentimientos, o por la opinión de la gente. Es así que me preguntaba, si esos desafíos, o confrontaciones con un maldito tirano, ¿el mescalero podía resultar vencido ante su contrincante? Fue así que le pregunté a don Gaspar, si alguna vez triunfaban los malditos tiranos, y si lo hacían, ¿destruían al mescalero que se les enfrentaba?

"Desde luego. Pero, los nauallis que sobrevivieron tuvieron que forzarse hasta el límite para encontrar nuevos caminos. Los nauallis usaban a los malditos tiranos no sólo para deshacerse de su importancia personal sino también para lograr la muy sofisticada maniobra de desplazarse fuera de este mundo. Ya entenderás esa maniobra después".

Le expliqué a don Gaspar que lo que yo le había preguntado era si, en el presente, en nuestra época, los malditos tiranos podrían vencer alguna vez a un mescalero.

"Todos los días. Las consecuencias no son tan terribles como las del pasado. Hoy en día, por supuesto, los mescaleros siempre tienen la oportunidad de retroceder, luego reponerse y después volver. Pero el problema de la derrota moderna es de otro género. El ser vencido por un remaldito tiranito no es mortal sino devastador. En sentido figurado, el grado de mortandad de los mescaleros es elevado. Con esto quiero decir que los mescaleros que sucumben ante un repinche tirano son arrasados por su propio sentido de fracaso. Para mí eso equivale a una muerte figurada".

¿Cómo mide usted la derrota?

"Cualquiera que se une al maldito tirano queda derrotado. El enojarse y actuar sin control o disciplina, el no tener refrenamiento es estar vencido".

¿Qué pasa cuando los mescaleros son vencidos?

"O bien se reagrupan y vuelven a la pelea con más tino, o dejan el camino del mescalero y se alinean de por vida a las filas de los malditos tiranos".

Al terminarle de contar aquella conversación con don Gaspar, a la mescalera, ella miró la hora y me dijo que ya era tarde. En realidad era medianoche. Le iba a preguntar si alguna vez se enfrentó contra un maldito tirano, y cómo fue, pero como si leyera mi mente, sonrió y me dijo: "Cuando eso sucedió, pensé que mi mundo llegaría a su fin. En realidad, gracias a la estrategia de los atributos, pronto descubrí que había otras cosas con las que podía mantenerme ocupada, y casi sin darme cuenta, comprendí que el amor, al igual que el dolor, tiende a disiparse, y es remplazado por algo emocionante".

El amor… me preguntaba a qué se refería. Pero la mescalera ya no quiso abordar más sobre el tema. Recogí mis películas, y nos despedimos. Quise preguntarle a la mescalera la finalidad de la visita; claro estaba que sólo era pasar un rato con alguien, entretenerse viendo películas. Pero cuando me di cuenta, ya había cerrado la puerta. Resoplé, y comencé a caminar. Abordé un taxi, y en el camino analicé aquella misteriosa respuesta. Una voz me invitaba a que no analizara nada, simplemente, tomara aquella respuesta como una recomendación. Sentí un enorme desahogo, mi esencia ardía, y sonreí mientras veía las luces de los autos a gran velocidad.

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martes, 7 de julio de 2009

Refrenamiento

Mi segundo empleo fue trabajar como lavador de autos, por sugerencia de mi padre. La idea era que de tal manera, haría ejercicio al mismo tiempo que ganaba dinero. Mi padre era cliente distinguido de Paco, dueño del negocio de lava autos, así que las referencias ya estaban acordadas. Llegué una tarde al lavadero y me encontré con algunos amigos de la primaria. Por un lado fue agradable estar al lado de ellos, sin embargo, José fue uno de mis dolores de cabeza, pues era el que se encargaba de los trabajadores cuando el patrón no estaba; yo de plano ni sabía cómo lavar un auto, y no estaba dispuesto a consentir las órdenes de José. José me humillaba constantemente. No tenía más opción que tolerarlo, debido al seguimiento del plan estratégico de mi benefactor: ser esmerado y circunspecto con quien fuera que llegara buscando una víctima.

Pero al superar en esa misma tarde de mi primer día como lavador ("mi debut" como calificó José), no me imaginaba que mi verdadero dolor de cabeza iba a ser el padre del patrón. Asistí en las mañanas a lavar autos junto con Mario, un excelente tipo que me enseñó todas las técnicas de lavado, a excepción del lavado del motor. Mario me compartía historias acerca de su juventud como lavador en el Distrito Federal y sobre su experiencia con las drogas. Pero con el padre del patrón: don Gustavo, tuve que aprender a tragarme el orgullo, porque si José me humillaba, don Gustavo no se quedaba a la zaga con sus indirectas.

Tenía que soportarlo para adquirir disciplina. Según los nauallis, el perfecto maldito tirano no tiene ninguna característica redentora. Don Gaspar me dijo que los 2 últimos atributos del ser mescalero, que yo no tenia en aquel entonces, habían quedado automáticamente incluidos en la estrategia. El refrenamiento es esperar con paciencia, sin prisas, sin angustia; es una sencilla y gozosa retención del pago que tiene que llegar.

Mi vida era una humillación diaria, a veces hasta me aguantaba las ganas de llorar cuando don Gustavo me decía que era un lento inútil lavando autos, y sin embargo, yo era feliz. La estrategia de mi benefactor fue lo que me hizo aguantar de un día a otro sin odiar a nadie. Tenía que pensar como mescalero: Sabía que estaba esperando y sabía qué era lo que esperaba. Precisamente en eso radica el gran regocijo del ser mescalero.

Mis castigos eran lavar los autos que los colegas no querían lavar por evitar los reclamos de los ya conocidos clientes. Esto fue lo que me dio destreza para lavar un auto exactamente en 30 minutos. Para Paco me fui convirtiendo en un lavador sumiso y responsable. Para don Gustavo no, pero de alguna manera las cosas fueron cambiando: José y sus colegas metían en problemas a Paco con los clientes, hasta que un día el patrón tuvo que correrlos y buscar nuevos lavadores. Mario tuvo que irse a Cancún por cuestiones de empleo. Así que yo me convertí en el encargado de los lavadores y en el administrador. Don Gustavo tuvo que aceptar que ahora yo era un trabajador modelo, debido a que en las ocasiones que estaba yo solo como lavador, él me tenía que ayudar.

En 3 meses, ejercí los 4 atributos de ser mescalero. Gracias a ellos había triunfado. Ni una sola vez sentí compasión por mí mismo, ni lloré de impotencia. Sólo sentí regocijo y serenidad. Mi control y mi disciplina estuvieron afilados como nunca lo estuvieron. Además, experimenté directamente, aunque no los tenía, lo que siente el mescalero impecable cuando usa el refrenamiento y la habilidad de escoger el momento oportuno. Al decidir entrar a la Universidad, tuve que abandonar el empleo, y por carencia de lavadores (sobre todo lavadores de confianza), Paco tuvo que cerrar su negocio.

Después de lo sucedido, don Gaspar me explicó algo muy interesante. Refrenamiento significa retener con el espíritu algo que el mescalero sabe que justamente debe cumplirse. No significa que el mescalero ande por ahí pensando en hacerle mal a alguien, o planeando cómo vengarse y saldar cuentas. El refrenamiento es algo independiente. Mientras el mescalero tenga control, disciplina y la habilidad de escoger el momento oportuno, el refrenamiento asegura que recibirá su completo merecido quienquiera que se lo haya ganado.

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domingo, 5 de julio de 2009

Atributos del ser mescalero

La mescalera con una enorme sonrisa, de acuerdo con todo lo que habíamos hablado sobre los malditos tiranos, me preguntó si yo había encontrado uno o tuve que salir a buscarlo. Nunca había reflexionado tal cosa hasta ese día. Hice memoria, y recordé que cuando decidí abandonar el Tecnológico, porque la carrera de Administración de Empresas no era la profesión que quería, mi padre estuvo de acuerdo, sin embargo, me pidió que inmediatamente buscara un trabajo mientras definía mi vocación. Todo esto se lo conté a don Gaspar, y él estuvo de acuerdo en lo mismo; sólo que me lo había dicho con una sentencia misteriosa: "búscate un empleo en el que te chinguen todo el día para que así tu vocación se defina rápidamente".

El término de los malditos tiranos ni siquiera fue abordado en ese entonces, no obstante, don Gaspar me hablaba de los 5 atributos, obvio que el maldito tirano no podía serme revelado, para no regar el aprendizaje sorpresa por el que tenía que atravesar. Fue así que le conté a la mescalera sobre los dos empleos donde apliqué por primera vez los atributos del ser mescalero.

El primer empleo fue ser abarrotero de un supermercado. El jefe de abarroteros resultó ser un maldito tirano. Tuve tantos problemas con él por extrañas razones, y para el colmo tenía un compañero lambiscón, que para rematarla, provocaba que el jefe de abarroteros terminara asignándome tareas de otras áreas. En una ocasión, me dejó acomodar por colores unos detergentes. Yo hice la faena tal como lo pidió, pero cuando fue a supervisarme, me dijo que no era tal como él lo había pedido. Como siempre, ahí estaba el lambiscón, y por causa suya, ya hastiado, le grité al jefe de abarroteros, mandándome así a cubrir ahora las funciones de un bodeguero, con el pretexto de que la tienda estaba en inventario. Sin aguantar más, sólo esperé el pago de la primera quincena, y decidí abandonar el empleo, pues además yo doblaba horas extras que al final ni se me retribuyeron a la hora de renunciar.

Don Gaspar me dijo que había sido un estúpido. Yo le dije que en verdad aquel trabajo mal pagado, era sólo para gente que realmente estaba necesitada y le urgía un empleo. Yo no estaba dispuesto a someterme a un jefe de abarroteros. Don Gaspar me recordó que no había actuado como mescalero, pues el mescalero jamás inclina la cabeza ante nadie, pero tampoco permite que otros inclinen la cabeza ante él. Yo exclamé que eso hacía, no inclinaba la cabeza ante nadie, mucho menos ante un tirano.

"Es natural creer que un mescalero que se puede enfrentar a lo desconocido puede hacer cara a cualquier maldito tirano. Pero no es así. Lo que destruyó a los soberbios nauallis de la antigüedad fue esa suposición. Sabemos que nada puede templar tan bien el espíritu de un mescalero como el tratar con personas imposibles en posiciones de poder. Solo bajo esas circunstancias pueden los mescaleros adquirir la sobriedad y la serenidad necesarias para ponerse frente a frente a lo que no se puede conocer".

A grandes voces, disentí con él. Le dije que, en mi opinión, los tiranos convierten a sus víctimas en seres indefensos o en seres tan brutales como los tiranos mismos. Señalé que se habían realizado incontables estudios sobre los efectos de la tortura física y sociológica sobre ese tipo de víctimas.

"La diferencia está en algo que acabas de decir. Tú hablas de víctimas, no de mescaleros. Yo también creía lo mismo que tú. Pero ahora hablemos de estrategias: necesitas emplear para la próxima los 4 atributos del mescalero: control, disciplina, refrenamiento y la habilidad de escoger el momento oportuno".

Don Gaspar también me dijo que los nauallis consideraban que había 4 pasos en el camino del conocimiento, y eran los que ahora estaba recorriendo. El primero es el paso que dan los seres humanos comunes y corrientes al convertirse en aprendices. Al momento que los aprendices cambian sus ideas acerca de sí mismos y acerca del mundo, dan el segundo paso y se convierten en mescaleros, es decir, en seres capaces de la máxima disciplina y control sobre si mismos. El tercer paso, que dan los mescaleros, después de adquirir refrenamiento y la habilidad de escoger el momento oportuno, es convertirse en hombres de conocimiento. Cuando los hombres de conocimiento aprenden a ver, han dado el cuarto paso y se han convertido en nauallis.

Don Gaspar explicó que el error de cualquier persona que se enfrenta a un maldito tirano es no tener una estrategia en la cual apoyarse; el defecto fatal es tomar demasiado en serio los sentimientos propios, así como las acciones de los malditos tiranos. Los mescaleros por otra parte, no solo tienen una estrategia bien pensada, sino que están también libres de la importancia personal. Lo que acaba con su importancia personal es haber comprendido que la realidad es una interpretación que hacemos. Dijo que estaba convencido de que yo podía controlar al jefe de abarroteros usando solamente la convicción de que los malditos tiranos se toman mortalmente en serio, mientras que los mescaleros no.

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viernes, 3 de julio de 2009

Los malditos tiranos

Cuando terminamos de ver películas, le agradecí a la mescalera por centrarme en el tema de la importancia personal, era algo que había olvidado, sabiendo que era un término de enorme vitalidad para nuestro camino. Le comenté que don Gaspar me dijo en una ocasión que en los inventarios estratégicos de los mescaleros, la importancia personal figura como la actividad que consume la mayor cantidad de energía al no tener un objetivo claro de qué queremos lograr, o permitir que la opinión o el juicio de otras personas nos influyan al punto de afectar nuestros patrones de comportamiento, y que por eso uno se esforzaba por erradicarla. "Una de las primeras preocupaciones del mescalero es liberar esa energía para enfrentarse con ella a lo desconocido. La acción de recanalizar esa energía es la impecabilidad".

Dijo que la estrategia más efectiva fue desarrollada por los indiscutibles maestros de la contemplación, y que consiste en 6 elementos que tienen influencia recíproca. 5 de ellos se llaman los atributos del ser mescalero: control, disciplina, refrenamiento, la habilidad de escoger el momento oportuno y el intento. Estos 5 elementos pertenecen al mundo privado del mescalero que lucha por perder su importancia personal. El sexto elemento, que es quizás el más importante de todos, pertenece al mundo exterior y se llama el maldito tirano. Recuerdo que don Gaspar me miró como si en silencio me preguntara si le había entendido o no.

Le dije que estaba realmente perdido. Porque un día me dijo que Yolanda era la maldita tirana de mi vida. Le pregunté qué es exactamente un maldito tirano.

"Un maldito tirano es un torturador. Alguien que tiene el poder de acabar con los mescaleros, o alguien que simplemente les hace la vida imposible".

Don Gaspar sonrío con un aire de malicia y dijo que los nuevos nauallis desarrollaron su propia clasificación de los malditos tiranos. Aunque el concepto es uno de sus hallazgos más serios e importantes, los nauallis lo tomaban muy a la ligera. Me aseguró que había un tinte de humor malicioso en cada una de sus clasificaciones, porque el humor era la única manera de contrarrestar la compulsión humana de hacer engorrosos inventarios y clasificaciones.

De conformidad con sus prácticas humorísticas los nauallis juzgaron correcto encabezar su clasificación con la fuente primaria de energía, el único y supremo monarca en el universo, y le llamaron simplemente el maldito tirano. Naturalmente, encontraron que los demás déspotas y autoritarios quedaban infinitamente por debajo de la categoría de tirano. Comparados con la fuente de todo, los hombres más temibles son bufones, y por lo tanto, los naullis los clasificaron como malditos tiranos.

La segunda categoría consiste en algo menor que un maldito tirano. Algo que llamaron los malditos tiranitos; personas que hostigan e infligen injurias, pero sin causar de hecho la muerte de nadie. A la tercera categoría le llamaron los remalditos tiranitos o los malditos tiranitos chiquititos, y en ella pusieron a las personas que sólo son exasperantes y molestos a más no poder.

Las clasificaciones me parecieron ridículas. Estaba seguro de que don Gaspar improvisaba los términos. Le pregunté si era así. Agregó que la categoría de los malditos tiranitos había sido dividida en 4 más. Una estaba compuesta por aquellos que atormentan con brutalidad y violencia. Otra, por aquellos que lo hacen creando insoportable aprensión. Otra, por aquellos que oprimen con tristeza. Y la última, por esos que atormentan haciendo enfurecer.

"Todavía no has puesto en juego los ingredientes de la estrategia de los nauallis. Una vez que lo hagas, sabrás cuán eficaz e ingeniosa es la estratagema de usar a un maldito tirano. Te aseguro que no sólo elimina la importancia personal, sino que también prepara a los mescaleros para entender que la impecabilidad es lo único que cuenta en el camino del conocimiento".

Dijo que la estrategia de los nauallis era una maniobra mortal en la cual el maldito tirano es como una cúspide montañosa, y los atributos del ser mescalero son como enredaderas que trepan hasta la cima.

"Generalmente solo se usan los primeros 4 atributos. El quinto, el intento, se reserva siempre para la última confrontación, como diríamos, para cuando los mescaleros se enfrentan al pelotón de fusilamiento".

¿A qué se debe esto?

"A que el intento pertenece a otra esfera, a la esfera de lo desconocido. Los otros 4 pertenecen a lo conocido, exactamente donde se encuentran aposentados los malditos tiranos. De hecho, lo que convierte a los seres humanos en malditos tiranos es precisamente el obsesivo manejo de lo conocido".

Don Gaspar explicó que sólo los mescaleros que son impecables y que tienen control sobre el intento logran el engranaje de todos los 5 atributos. Una acción de esa naturaleza es una maniobra suprema que no puede realizarse en el nivel humano de todos los días.

"4 atributos es todo lo que se necesita para tratar con los peores malditos tiranos. Claro está, siempre y cuando se haya encontrado a un maldito tirano. Como dije, el maldito tirano es el elemento externo, el que no podemos controlar y el elemento que es quizás el más importante de todos. Mi benefactor siempre decía que el mescalero que se topa con un maldito tirano es un mescalero afortunado. Su filosofía era que si no tienes la suerte de encontrar a uno en tu camino, tienes que salir a buscarlo".

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miércoles, 1 de julio de 2009

Importancia Personal

Aquel día, la mescalera me invitó a su casa para ver películas, con la condición de que yo llevara algunas de Kurosawa y Tarantino. Recordé la plática que tuvimos y llevé también Taxi Driver de Scorsese. Al llegar a su casa, la encontré lavando los trastes. Dejé las películas en la sala, y me dirigí a ella preguntándole por qué tenía ganas de ver películas de Akira Kurosawa. Me explicó que como sabía que yo era fan de Toshiro Mifune, tenía ganas de conocer sus películas (en realidad me volví fan de Toshiro Mifune, no por las películas de Kurosawa, sino por la película Ánimas Trujano de Ismael Rodríguez). Tras el silencio que sucedió, me percaté que era la segunda vez que asistía a la casa de la mescalera por invitación suya, y medité que por voluntad propia, jamás se me ocurría visitarla.

Se secó las manos y nos sentamos en la sala. Miró las portadas de las películas, pensando cuál ver primero. Entonces me aguijoneó: "¿Y qué has hecho con la chica?" Le dije que lo había dejado por la paz. Sin embargo, le pedí que me aclarara lo siguiente: cuando me enteré que Hilda se había enfermado, decidí enviarle un mensaje para saber si era cierto y desearle una pronta convalecencia. Como no recibí respuesta, decidí mejor dejar de enviarle mensajes; ya habían sucedido varias veces, según con el pretexto de que ella no tenía para un mensaje. La mescalera sonrió coquetamente y me dijo seria, tras calmarse, que de acuerdo con lo que observaba, la chica me estaba evitando. "A lo mejor por eso te dio su número… para evitar la cita, así que haces bien en no insistirle". ¿Cómo que me dio su número para evitar la cita? "Pues, para que no le vuelvas a decir sobre la cita, así como que ‘ahí tienes mi número; cualquier cosa, luego vemos’. ¿Me entiendes? Te dio el avionazo. De tal manera que se le haría fácil no contestarte los mensajes". Para ese caso se hubiera evitado mandarme su número. "Pero sabía que si no te mandaba nada le ibas a volver a preguntar por la salida y se le hizo fácil decirte luego lo vemos, así como ‘a ver cuándo’; así si le vuelves a decir algo se le hará fácil decirte: ai te mando un mensaje para ver. Y así te traerá: de avión en avión".

¿Por qué no son directas y dicen: sabes no quiero nada, vete o algo así? "Es que a veces da miedo, o no quieren herirte. Una imagina que los hombres entenderán la indirecta, pero en tu caso, mejor ya ni buscarle. Así somos las mujeres: cuando te interesa te das cuenta y cuando no, pues no". De repente me sentí desanimado, pero con cierto coraje. La mescalera me apretó el hombro y pícaramente me dijo: "Ya, ya, nagualito, por si no lo notaste, estuve aguijoneando tu importancia personal. Recuerda que la importancia personal es nuestro mayor enemigo. Piénsalo, aquello que nos debilita es sentirnos ofendidos por los hechos y malhechos de nuestros semejantes. Nuestra importancia personal requiere que pasemos la mayor parte de nuestras vidas ofendidos por alguien. Los nauallis recomendaban llevar a cabo todos los esfuerzos posibles para erradicarla de la vida de los mescaleros. Yo he seguido esa recomendación al pie de la letra. Tu benefactor, que yo sepa, siempre trató de demostrarte por todos los medios posibles que sin importancia personal somos invulnerables".

La mescalera estaba en lo correcto, me di cuenta que mi importancia personal es en verdad un terrible estorbo. "Nada. Los actos de darse cuenta son siempre personales". Se levantó y se dirigió a preparar unas palomitas para empezar a ver las películas. En ese entonces recordé una conversación con Loreto camino Tamazulápam a Huajuapan. Loreto me explicaba que los nauallis, antiguos y nuevos, se dividen en dos categorías. La primera queda integrada por aquellos que están dispuestos a ejercer control sobre sí mismos. Esos nauallis son los que pueden canalizar sus actividades hacia objetivos pragmáticos que beneficiarían a otros nauallis y al hombre en general. La otra categoría está compuesta de aquellos a quienes no les importa ni el control de sí mismos ni ningún objetivo pragmático. Se piensa de manera unánime entre los nauallis que estos últimos no han podido resolver el problema de la importancia personal.

"La importancia personal no es algo sencillo e ingenuo. Por un lado, es el núcleo de todo lo que tiene valor en nosotros, y por otro, el núcleo de toda nuestra podredumbre. Deshacerse de la importancia personal requiere una obra maestra de estrategia".

Me quejé de que, aunque a veces me parecía muy atractiva la idea de erradicar la importancia personal, me era realmente incomprensible; le dije a Loreto que sus directivas y sugerencias para deshacerse de ella eran tan vagas que no había modo de implementarlas.

"Ya estoy cansada de repetirte que para poder seguir el camino del conocimiento uno tiene que ser muy imaginativo. Como lo estás comprobando tú mismo, todo está oscuro en el camino del conocimiento. La claridad cuesta muchísimo trabajo, muchísima imaginación".

Mi zozobra me hizo argüir que sus amonestaciones sobre la importancia personal me recordaban a los catecismos. Y si algo era odioso para mí era el recuerdo de los sermones acerca del pecado. Los encontraba siniestros.

"Los mescaleros combaten la importancia personal como cuestión de estrategia, no como cuestión de fe. Tu error es entender lo que digo en términos de moralidad".

"Yo te veo como una persona de gran moralidad".

"Lo que tú estas viendo como moralidad es simplemente mi impecabilidad".

Al escuchar esto, comenté que el concepto de la impecabilidad, así como el de deshacerse de la importancia personal, es un concepto demasiado vago para serme útil. Loreto se rió quedamente, y yo la desafié a que explicara la impecabilidad.

"La impecabilidad no es otra cosa que el uso adecuado de la energía. Todo lo que yo te digo no tiene un ápice de moralidad. He ahorrado energía y eso me hace impecable. Para poder entender esto, tú tienes que haber ahorrado suficiente energía, o no lo entenderás jamás. Los mescaleros hacen inventarios estratégicos. Hacen listas de sus actividades y sus intereses. Luego deciden cuáles de ellos pueden cambiarse para, de ese modo, dar un descanso a su gasto de energía".

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