viernes, 27 de marzo de 2009

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Estaba sentado en una cómoda silla desplegable, leyendo en aquella casa de piedra maya, cuando la vi llegar. Ella caminaba por el boulevard, y quién sabe cómo supo que era yo, pero se acercó y me saludó. No daba con su rostro, y ya cuando me había caído el veinte, me di cuenta de que se trataba de la “hermanita ruda” de la mescalera. Al saludarme me preguntó si estaba ocupado. Le enseñé la lectura que realizaba. Ella se sentó enfrente de mí, pero le ofrecí mi lugar, mientras entraba a la casa por otro asiento desplegable. Al estar sentados, ella suspiró y se dejó recostar. Me miró de reojo de manera pizpireta y luego me sonrió.

Dime una cosa, nagualito. ¿Acaso eres un matadito?” Me dio mucha risa lo que había preguntado, puesto que en varias ocasiones me lo habían preguntado amigos e incluso primos. Le dije que no, y pregunté porqué pensaba de esa manera. A lo que me respondió con otra pregunta. “No entiendo… leyendo… ¿no tienes una novia, o tu peor es nada?

Volví a reírme. Le dije que leer no era síntoma de ser un matadito. Leer era un hábito que mi padre me había fomentado desde niño. Además no creo tener la pinta de un matadito, peor aún, considerarme un intelectual. Le expliqué que hubo chicas que musitaban que yo me creía un sabelotodo, y por ello terminaban odiándome. Ella asintió como si hubiera estado conmigo en esas ocasiones y dijo: “pues sí, no es que se tratara de un sabelotodo, sino de un idiota al que tenían en frente… la mujer puede detectar la estupidez de un hombre a kilómetros de distancia”.

Me hizo reír bastante. Pero me miró y me preguntó si en serio no tenía novia. Me quedé callado. “Okey, mira, si me cuentas, yo te revelo algo muy interesante de mí”. Me quedé perplejo. Pregunté cuál era su nombre, y ella me preguntó si le contaría acerca de mis desamores. Como no tenía otra opción, le dije que no tenía novia. Y que ya me estaba olvidando de muchas cosas pasadas. Sin embargo, reparé en que había intentado en varias ocasiones conquistar a una muchacha. La mayoría de las chicas que me gustaban ya tenían novio.

¿Pero les preguntaste personalmente si tenían novio?” Le dije que sí, que ellas mismas me habían dicho: Ay, lo siento, pero ya tengo novio. Sonreí. “¿Y alguna vez te topaste con una soltera?” Sí, y todas me dijeron rotundamente que no. Otras me dijeron que preferían verme como amigo y hasta ahí. Incluso me habían dado ganas en una ocasión de anotar todos esos patrones para cotejar y descubrir cuál era el factor desagradable que ellas descubrían en mí. O de manera más resumida, le dije que pensaba también que yo aspiraba por chicas inalcanzables. La “hermanita” sonrió. “Me enteré por ahí que hasta te dijeron espía… ¿acaso abriste el tercer ojo, nagualito?

Me quedé callado, y por un breve instante quise recordar aquella conversación. Sentí que algo había bloqueado mis recuerdos. Y la chica sonrió, supuse que su presencia era la que me provocaba tal sensación. “Pero… me imagino que hay otra chica en tu lista, ¿no es así?” “¿Qué? ¿Qué estás diciendo?” “Ay, vamos, nagualito, no me niegues, porque los hombres son así. Realizan un inventario o una lista de todas las chicas que desnudan en su pensamiento…” Le dije que estaba equivocada. “De lo que sí no estoy equivocada, es que tu negatividad hizo que esas chicas te dijeran que no”. No entendí, o fingí no entender. Le insté a que me explicara. “Sí. Tú tienes miedo al compromiso. A la responsabilidad de estar con una chica… lo definiría como miedo. Pero. Bueno, a ti te encanta hacerte el idiota constantemente”.

Le dije que lo que más deseaba era estar con una chica. Compartir momentos y mis pequeñas victorias, con ella. “No, no es cierto. Mentiroso. Muy en el fondo sabes que quisiste escuchar ese rotundo No.” Le dije que ya habíamos hablado lo suficiente. Que ahora le tocaba a ella revelarme eso que había prometido, no sin antes preguntarle de nuevo su nombre.

Bueno, me llamo Xochiquetzalli… pero entre mis amigos, me llaman Trini. Soy mala para hacértela de intriga… me imagino que recuerdas a mis otras hermanas...” Asentí. “Bueno, ellas no son mis hermanas. Lo decimos de esa manera, porque ellas provienen de mí”. Me quedé analizando. Trini provocó en mí una sensación de desatamiento de reminiscencias en mi cerebro. Fue así que me percaté que cuando aparecieron en el parque, y en la casa, vestían de la misma manera. Sus rostros eran semejantes que hasta le dije en voz alta: ¡Trillizas!

Mal, mal, mal, nagualito. Tu tercer ojo no te sirve de nada. No somos ni trillizas ni clones. Son mis ensoñadas. Soy yo triplicada”. Me quedé atónito. Era una habilidad que había escuchado en los relatos perdidos de don Celestino. Ahora entendía a quién le había transmitido tal habilidad. Me parecía fantástica la idea de poder triplicarte o multiplicarte. Se podrían realizar tantas cosas… Y cuando vi el rostro de Trini, me di cuenta que era hermosa. Me di cuenta que sus pestañas hacían a sus ojos muy sensuales… “Tu rostro… eres muy bonita, Trini. Te encuentro un parecido a Salma Hayek…”

Trini soltó la carcajada, y se levantó del asiento desplegable. “Gracias, nagualito. Pero no te va a funcionar. No eres mi tipo…

1 comentarios:

[Saori] dijo...

jeje, por que hasta en el blog insistes en que la respuesta esperada y deseada sea un tajante "no". aunque claro... hasta yo lo esperaria en lugar de vivir un largo tiempo lleno de mentiras e hipocresia. Solo recuerda lo que un dia mencionaste: Nuestro espiritu no esta engranado para la queja y la derrota... sino para la lucha. Nunca te des por vencido mi querido amigo