lunes, 9 de marzo de 2009

El arte del soñador

¿Es posible que haya seleccionado inconscientemente mis recuerdos? ¿O todo esto era obra de la mescalera? De ser cierto que al principio había limitado las posibilidades de mi memoria, para terminar luego aceptando las porciones censuradas, también debía ser verdad que había percibido mucho más respecto a las acciones de don Celestino y don Gaspar; no obstante, sólo retenía una parte del conjunto de percepciones de aquellos sucesos.

"Es difícil creer que puedo recordar en cierto momento algo que no había recordado un momento antes". Le dije a la mescalera.

"Gaspar decía que todos podíamos ver, y escoger, y sin embargo, no tener memoria de lo visto. Ahora comprendo cuánta razón tenía. Todos somos capaces de ver; unos más que otros".

Le informé a la mescalera que estaba consciente de que acababa de dar con una clave. Ellas me habían devuelto una pieza extraviada. Pero no era fácil especificar de qué se trataba. Anunció que terminaba de ver que yo había practicado mucho el soñar y ello había contribuido a desarrollar mi atención; no obstante, me dejaba engañar por mi propia apariencia de no saber nada.

"Quería hablarte de la atención, pero tú sabes tanto como yo sobre el tema".

Le aseguré que mis conocimientos eran intrínsecamente diferentes de los suyos, que resultaban infinitamente más espectaculares que los míos. En consecuencia, todo lo que me pudiera decir acerca de sus prácticas sería de valor para mí.

"Gaspar nos encomendó demostrarte que, merced a la atención, podemos retener las imágenes de un sueño tal como retenemos las del mundo. El arte del soñador es el arte de la atención".

Los pensamientos se precipitaban sobre mí como si hubiera sobrevenido un corrimiento de tierras. Tuve que ponerme en pie y andar un poco por la cocina. Volví a sentarme. Pasamos un rato en silencio. Sabía perfectamente qué había querido decir al afirmar que el arte del soñador era el arte de la atención. Comprendí entonces que don Gaspar me había dicho y mostrado todo lo posible. Sin embargo, yo no había sido capaz de captar las premisas de su conocimiento con mi cuerpo mientras lo tuve cerca. Él sostenía que la razón era el demonio que me tenía encadenado y que debía derrotarlo si quería llegar a captar sus enseñanzas. Todo, por lo tanto, consistía en dar con el medio idóneo para vencer mi razón. Nunca se me había ocurrido forzarle a que me diera una definición de lo que entendía por razón. Siempre había supuesto que con esa palabra aludía a la capacidad de entender, inferir o pensar de un modo racional, ordenado. Al escuchar a la mescalera, me di cuenta de que, para él, razón era sinónimo de atención.

La mescalera y las muchachas, al demostrarme que el arte de los soñadores consistía en retener las imágenes de los sueños mediante la atención, no habían hecho más que desarrollar el aspecto práctico del esquema de don Gaspar. Ellas habían llevado a la práctica el conjunto teórico de sus enseñanzas. Para poder realizar una exhibición de tal arte, debían valerse de su "atención del naualli". Y para poder presenciarla, yo debía hacer lo mismo.

Lo que don Gaspar había luchado por derrotar, o, mejor dicho, suprimir en mí, no era mi razón considerada en el sentido de capacidad para el pensamiento racional, sino mi conciencia del mundo del sentido común. La mescalera me había explicado el motivo por el cual él había buscado que así fuera al explicarme que el mundo diario existe porque sabemos cómo retener sus imágenes; por lo tanto, si uno pierde la atención necesaria para conservarlas, el mundo se derrumba.

"Gaspar nos decía que lo importante era la práctica. Una vez centrada la atención en las imágenes de tu sueño, queda atrapada allí para siempre. Al final puedes llegar a ser como Celestino, que recordaba cuanto había visto en todos sus sueños".

"Cada una de nosotras posee otros cinco sueños. Pero te mostramos sólo el primero porque es el que nos dejó el naualli". Dijo la primera chica.

"¿Pueden soñar cuantas veces lo deseen?"

"No. Soñar requiere mucho poder. Ninguna de nosotras tiene tanto. Mis hermanitas se ven obligadas a rodar por el piso numerosas veces, como has visto, porque, al hacerlo, la tierra les da energía. Tal vez también recuerdes haberlas visto como seres luminosos qué sorben energía de la luz de la tierra. Gaspar sostenía que la mejor manera de obtener energía consiste, desde luego, en permitir que la luz solar penetre en los ojos, especialmente el izquierdo".

Le comuniqué que nada sabía de ello y me describió un procedimiento que le había enseñado Celestino. Al oírla recordé que también me lo habían enseñado. Se trataba de mover la cabeza lentamente de un lado a otro, en tanto captaba la luz solar con el ojo izquierdo, entornado. Él afirmaba que no sólo era posible utilizar el sol, sino también cualquier otro tipo de luz susceptible de ser reflejada por los ojos.

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