martes, 10 de marzo de 2009

La Atención del Naualli

"Pasamos años soñando esos sueños. Son lo mejor que tenemos porque en ellos nuestra atención está completa. En los demás sueños sigue siendo inestable". Dijo la primera chica.

La mescalera afirmó que el retener las imágenes de los sueños era un arte mescalero. Tras años de agotadora práctica, todas ellas habían logrado realizar una acción en cada sueño. La primera chica podía andar sobre lo que fuese, la segunda colgarse de todo, la tercera ocultarse tras cualquier cosa, y ella misma volar. Había llegado a poner toda su atención en una sola actividad. Pero aún eran principiantes, aprendices de ese arte. Agregó que don Gaspar era el maestro del soñar: era capaz de volver las cosas a su favor a voluntad y atender a todas las actividades de la vida diaria.

Me vi obligado a plantearle el tema de costumbre: necesitaba conocer los procedimientos, el modo en que se las arreglaban para retener las imágenes de sus sueños.

"Los conoces tan bien como yo. Lo único que puedo decirte es que tras repasar un mismo sueño una y otra vez, comenzamos a percibir las líneas del mundo. Ellas nos ayudaron a realizar lo que nos viste hacer".

Don Gaspar había dicho que la atención del naualli permanece oculto para la inmensa mayoría de nosotros, y se nos revela justo en el momento de la muerte. No obstante, existe un camino para llegar hasta él, al alcance de todos, pero cuyo recorrido solamente emprenden los mescaleros: el soñar. Soñar consiste, en esencia, en transformar los sueños corrientes en cuestiones volitivas. Los soñadores, mediante el expediente de concentrar la atención del naualli en los asuntos y sucesos de sus sueños ordinarios, los transforman en soñar.

Don Gaspar aseguraba que no existía un procedimiento específico para alcanzar la atención del naualli. Solamente me había dado pistas. La primera fue que debía buscar mis manos en sueños; entonces, el ejercicio de atención fue ampliado a la búsqueda de objetos, rasgos característicos del paisaje, como calles, edificios, etc. Desde allí había que pasar a soñar sobre lugares determinados a determinadas horas. El último grado consistía en concentrar la atención del naualli en el yo total.

Don Gaspar sostenía que esa etapa final se anunciaba generalmente por un sueño que buena parte de la gente había tenido en una u otra oportunidad, en el cual el sujeto se ve a sí mismo yaciendo dormido. Para cuando un mescalero tiene ese sueño, su atención se ha desarrollado hasta el punto de que, en vez de despertar, como les ocurre a la mayoría de las personas, da media vuelta y se pone en actividad, como lo haría en el mundo en que tiene lugar nuestra vida diaria.

En ese momento se produce una ruptura, una división definitiva en la hasta entonces unificada personalidad. En la concepción de don Gaspar, el atrapar la atención del naualli y desarrollarla hasta el nivel de perfección de nuestra atención diaria al mundo tenía por resultado el nacimiento del otro yo, un ser idéntico a uno, pero construido en el soñar. También me había hecho saber que no existen reglas establecidas para la educación de ese doble, como no existen para alcanzar la conciencia corriente. Sencillamente, se logra mediante la práctica. Él aseveraba que el método más adecuado se nos revelaba en la captación de la atención del naualli. Me instaba a practicar el soñar sin permitir que mis temores convirtieran la actividad en una carga.

Lo mismo había hecho con la mescalera y las muchachas, pero era evidente que algo les había permitido llegar a ser más receptivas que yo a la idea de otro nivel de atención.

0 comentarios: