sábado, 14 de julio de 2007

Nauyaca

Fue en un verano, lo recuerdo bien, pero fechas no. Recuerdo que me di cuenta de que estaba recostado en una cama de palos. Estaba sudando, y no sentía mi cuerpo. Vi que alguien me ponía trapos húmedos en la cabeza y en el cuello. Intenté preguntar a aquella persona que quién era, y qué hacía yo en ese lugar. "shhhhh, ma'ka chi' xi'ipal". me dijo en un susurro. Cerré los ojos entonces, y me dejé llevar por el sueño.

Desperté, era de noche, y aquel hombre me miraba desde la penumbra; sus ojos brillaban como los de un gato, me estaba mirando. Su respiración era como la de un perro. Pensé que estaba dormido, pero con aquellos ojos era obvio que no. Formulé mi pregunta, y salió débil: "¿Quién es usted...? ¿Qué hago aquí?" No me quiso responder. Sentí una leve comezón en el cuello. Quise rascarme, pero el hombre se abalanzó sobre mí y me detuvo la mano. "¡¡Ma'!!"

Al día siguiente vi a una muchacha que estaba secándome el sudor de la frente. Le pregunté que qué me ocurría. Me dijo que había sido mordido por una cuatronarices en el cuello, una serpiente muy venenosa de la región. Quedé sorprendido por la noticia, y cuando estaba a punto de tocarme la herida y saber si era cierto, la muchacha me gritó que no lo hiciera. Le pregunté que quién era el hombre que me estaba cuidando, me negó la respuesta con la cabeza, pero me dijo que ella se llama Yolanda.

Aquel hombre que vi aquella noche, entró a la casa, se quitó el sombrero y habló nuevamente en maya. El hombre me habló en un pésimo español que yo había estado al borde de la muerte, que él me curó y que ahora estaba en deuda con él. Sino le pagaba, no terminaría el tratamiento de la picadura. Me dejaría morir en la selva, donde me encontró.

Le respondí, al hombre, en maya, y le pregunté que cuánto tenía que pagarle por su servicio. El hombre se quedó boquiabierto, y se salió de la casa. Al parecer no esperaba que yo le hablara en maya.

Yolanda apareció de repente, y me dijo lo que había pensado. Su maestro había buscado al último del grupo de los mescaleros por tanto tiempo, y que al parecer, su búsqueda había finalizado; con que yo le haya hablado en maya, daba la señal de que yo era esa persona. Un mescalero para poder entrar al grupo tiene que estar al borde de la muerte y ser curado por el Benefactor. Tuve ganas de reírme por tal historia, pero tenía ahora un fuerte dolor en el cuello.

Le pregunté a Yolanda que qué era un mescalero... me negó la respuesta. Me dijo que después de que me recuperara, haríamos mi proceso de iniciación. Quise reírme, porque en cierta manera sentía que me estaban gastando una broma. "Entonces... ¿Soy el último?", Yolanda asintió, dijo que ella era la penúltima, mi contraparte femenina... le dije en son de broma que era entonces el hermano menor de la familia... era un mescalerito...

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