jueves, 19 de julio de 2007

En alas de la divagación

La vida está lleno de encuentros y desencuentros. De uno depende adquirir el conocimiento de cada conversación que se realiza con esos seres mágicos que de repente aparecen para aconsejarte. Mi vida ha estado plagada de aquellos encuentros, de aquellas conversaciones. Y eso me dice que mi rueda del tiempo aún no se detiene.

Malú, una persona con la que me he identificado bastante, pronto iniciará un viaje que los mescaleros denominan “la encrucijada”, no es nada malo, simplemente es el tiempo de retomar las riendas que alguna vez soltamos, la recuperación de los caminos. Estoy en el mismo caso, porque este camino jamás lo abandonaré. Pero eso no significa que voy a ser esclavo de un sistema, porque somos guerreros que luchan por obtener nuestra libertad. Mis encuentros con Malú fueron como ensueños, porque encuentraba las respuestas, y una charla que me recuperaba el ánimo cuando estaba preocupado. Ella es una excelente divagadora, y eso es lo que me ha inspirado demasiado para continuar escribiendo. ¿Cómo fue mi encuentro con ella? Lo recordaré en su estilo… Caigo abatido por el dolor y escucho una voz: “¿Qué pasó, mescalero? ¡Levántate! Estoy contigo…” susurro su nombre… Ella me dice que sí. Malú me levanta. Le digo que no me gusta este mundo; ella nada más sonríe y me dice: “Es tu campo de batalla.” Escucho el sonido de una campana, y le digo a Malú que ese sonido me da miedo, porque sé que es dedicado a mí. Me musitó dulcemente: “Así como las temporadas cambian, recuerdo cómo solía ser…” Le digo que ya no puedo avanzar, ni siquiera volver a comenzar. Ya no tengo ningún sentimiento, sólo sé que mi corazón está vacío. “Eres un guerrero, aún herido, debes seguir luchando…” Le digo a Malú que ya no hay nada más para mí… que me lleven lejos o que me dejen aquí tirado. La campana volvió a sonar. Malú me miró con una expresión de gravedad. Le dije que no se preocupara, porque ese sonido... ya no me importaba. “Malú, ya no hay ningún camino que me lleve a donde sea, lo sé. Sin una luz… temo que tropezaré en la oscuridad, y creo que una vez caído, decidiré no continuar". Entonces… Malú cerró los ojos enfurecida, y extendió unas enormes alas; se elevó hacia el cielo, y desde lo alto, en la distancia, su voz me llamó y me dijo: “Recuerda quién eres… si te sientes perdido, tu coraje pronto seguirá. Así que debes ser fuerte esta noche… Recuerda quién eres… eres un guerrero peleando una batalla para ser libre una vez más… eso es por lo que ambos estamos peleando constantemente…” Despierto y me percato de que estoy en la cama. Busco por toda mi habitación, no está. Pensé que estaba con ella. ¿La había visto acaso en el sueño suspendido? Cada vez que escucho su voz, mi corazón palpita aceleradamente, me pongo nervioso; Cada vez que leo sus mensajes, tengo un nudo en la garganta. Camino en la calle y la siento. Sé que está ahí entre la multitud, caminando pensativa entre la gente. La busco desesperadamente, sé que ahí está; está cerca… Y el insomnio gana. El sol se levanta y me descubre contemplando la inmensidad del mar. Sólo preguntas me pasan por la mente: ¿Dónde está Malú? Quizá esté abriendo sus ojitos y mirando hacia la ventana, pensando: “Un día más…” La brisa marina de la mañana, me arrebata mis pensamientos, y me hace dibujar una sonrisa en la arena. Malú está bien. Ahora está divagando. Cierro los ojos para apaciguar los rayos del sol; escucho en mi interior su risa coqueta, y río con ella. Entonces me concentro, junto toda mi energía para realizar lo imposible, lo que jamás practiqué; le pido a mi ser que se eleve --quiero verla, quiero escucharla, quiero leerla… Con la ayuda del vuelo abstracto, surco el cielo y llego hasta donde está ella. Está concentrada, mirando al vacío. No me ve, porque no me reconoce… le digo: “Hola, Malú…” y ella sin necesidad de buscar mi presencia, me corresponde el saludo, con una enorme sonrisa.

Había pasado tanto tiempo, cada quien había tenido sus propias batallas, y al parecer habíamos sobrevivido. Ella estaba tan diferente… De repente el lugar cambió, y en un abrir y cerrar de ojos, nos transportamos al espacio. Contemplamos los planetas y los astros; nos detuvimos en la luna. Malú me sonrió y me dijo: “¡Alas nuevas!”, giró y me dio la espalda; extendió sus alas, y las batió con todas sus fuerzas. Luego sonrío levemente y se puso a cantar dulcemente; me miró y me extendió la mano… me invitó a volar con ella. …Miro los ojos de Malú y me pierdo en ellos. La abrazo fuertemente, no quiero que se vaya. La beso... la beso por todo el cuerpo. Le digo que es hermosa; recuesto mi cabeza sobre su pecho y escucho a su corazón, su palpitación se sincroniza con el mío. Acaricio su cabello y sus mejillas; le beso los ojos. Medimos nuestros dedos, y estrechamos nuestras manos. Nos enlazamos hasta sentirnos uno solo. Su aliento me da fortaleza y me llena de vida. Es lo mejor que me ha pasado en la vida.

Es inefable a veces todo esto que siento; es absurdo explicar lo abstracto. Pero tengo la impresión de que al escribir todo esto, Malú está a mi lado, susurrando en mi oído todas estas palabras…

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