jueves, 6 de agosto de 2009

Ver (3)

Cuando un mescalero ha adquirido paciencia, está en camino hacia la voluntad. Sabe cómo esperar. Su muerte se sienta junto a él en su petate, son amigos. Su muerte le aconseja, en formas misteriosas, cómo escoger, cómo vivir estratégicamente. ¡Y el mescalero espera! Yo diría que el mescalero aprende sin apuro porque sabe que está esperando su voluntad; y un día logra hacer algo que por lo común es imposible de ejecutar. A lo mejor ni siquiera advierte su acto extraordinario. Pero conforme sigue ejecutando actos imposibles, o siguen pasándole cosas imposibles, se da cuenta de que una especie de poder está surgiendo. Un poder que sale de su cuerpo conforme progresa en el camino del conocimiento. Al principio es como una comezón en la barriga, o un calor que no puede mitigarse; luego se convierte en un dolor, en un gran malestar. A veces el dolor y el malestar son tan grandes que el mescalero tiene convulsiones durante meses; mientras más duras sean, mejor para él. Un magnifico poder es siempre anunciado por grandes dolores.

Un hombre puede ir todavía más allá; puede aprender a ver. Al aprender a ver, ya no necesita vivir como mescalero, ni ser naualli. Al aprender a ver, un hombre llega a ser todo llegando a ser nada. Desaparece, por así decirlo, y sin embargo está allí. Yo diría que éste es el tiempo en que un hombre puede ser o puede obtener cualquier cosa que desea. Pero no desea nada, y en vez de jugar con sus semejantes como si fueran juguetes, los encuentra en medio de su desatino. La única diferencia es que un hombre que ve controla su desatino, mientras que sus semejantes no pueden hacerlo. Un hombre que ve ya no tiene un interés activo en sus semejantes. El ver lo ha despegado de absolutamente todo lo que conocía antes.

Ver es para hombres impecables. Templa tu espíritu, llega a ser un mescalero, aprende a ver, y entonces sabrás que no hay fin a los mundos nuevos para nuestra visión.

La voluntad es lo que junta al naualli, pero conforme la vejez lo debilita su voluntad se apaga, y llega inevitablemente un momento en el que ya no es capaz de dominar su voluntad. Entonces se queda sin nada con qué oponerse a la fuerza silenciosa de su muerte, y su vida se convierte, como las vidas de todos sus semejantes, en una niebla que se expande y se mueve más allá de sus límites. Ser naualli es una carga terrible. Te he dicho que es mucho mejor aprender a ver. Un hombre que ve lo es todo; en comparación, el naualli es un pobre diablo. Recuerda que ser naualli es aplicar la voluntad a una coyuntura clave. Ser naualli es interferencia. Un naualli busca y encuentra la coyuntura clave de cualquier cosa que quiera afectar y luego aplica allí su voluntad. Un naualli no tiene que ver para ser naualli; nada más necesita saber usar su voluntad.

Te lo he dicho y te lo repito. Sólo como un mescalero puedes sobrevivir en el mundo de un naualli. Un mescalero trata todo con respeto y no pisotea nada a menos que tenga que hacerlo. Un mescalero no se abandona a nada, ni siquiera a su muerte. Un mescalero no es un socio voluntario; un mescalero no está disponible, y si se mete con algo, puedes tener la certeza de que sabe lo que está haciendo. La vida, para un mescalero, es un ejercicio de estrategia, pero tú quieres hallar el significado de la vida. A un mescalero no le importan los significados. Un mescalero nunca está disponible; nunca está parado en el camino esperando las pedradas. Así corta al mínimo el chance de lo imprevisto. Lo que tú llamas accidentes son casi siempre muy fáciles de evitar, excepto para los tontos que viven por las puras.

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