lunes, 3 de agosto de 2009

El segundo peligro inminente

Don Gaspar explicó que una vez que se adquiere sobriedad, y una vez que las posiciones de ensueño se vuelven progresivamente más fuertes, el siguiente paso consiste en despertarse en una posición de ensueño. Comentó que, aunque da la impresión de ser algo sencillo, la maniobra era en verdad un asunto de tan inmensa complejidad que requiere no sólo de sobriedad sino de todos los atributos del mescalero, especialmente del intento.

Le pregunté en qué forma ayuda el intento a los nauallis a despertar en una posición de ensueño. Contestó que la maestría del intento era la técnica más sofisticada que existía, y que era la única manera de dirigir la fuerza del alineamiento. Despertar en una posición de ensueño era sencillamente sostener el alineamiento de emanaciones que han sido encendidas por el movimiento de la esencia.

Don Gaspar dijo que el segundo peligro eminente del ensoñar era la fortaleza misma del cuerpo de ensueño que incita al ensoñador a correr riesgos. Por ejemplo, es muy fácil para el cuerpo de ensueño contemplar las emanaciones del Infinito durante largos periodos de tiempo, ininterrumpidamente, pero también es muy fácil que sea totalmente consumido por ellas. Los nauallis que contemplaron las emanaciones del Infinito sin sus cuerpos de ensueño murieron, y aquéllos que las contemplaron con sus cuerpos de ensueño fueron consumidos por el fuego interior. Los nuevos nauallis resolvieron el problema viendo en grupos. Mientras un naualli contemplaba las emanaciones, otros permanecían cerca para prestar ayuda.

¿Cómo veían en grupos los nuevos nauallis?

"Ensoñaban juntos. Como tú mismo sabes, para un grupo de nauallis es perfectamente posible activar al unísono las mismas emanaciones que nunca se usan. Y también, en este caso, no existen técnicas conocidas, simplemente ocurre sin uno saber cómo".

Agregó que al ensoñar juntos, algo en nosotros toma la iniciativa y de pronto nos encontramos compartiendo la misma vista con otros ensoñadores. Lo que pasa es que, automáticamente, nuestra condición humana nos hace enfocar el resplandor de la conciencia en las mismas emanaciones que otros seres humanos están usando. Nosotros continuamente ajustamos la posición de nuestras esencias para cuadrar con la de los que nos rodean. En nuestra percepción ordinaria lo hacemos con el lado derecho de la conciencia, pero también lo podemos hacer con el lado izquierdo, al ensoñar juntos.

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