miércoles, 12 de agosto de 2009

Inaccesible

La mescalera comenzó a contarme un relato acerca de lo que había sucedido un día entre don Gaspar y Pablo. Me sorprendió sobremanera, pues no tenía idea de que la mescalera se había instruido al lado de Pablo o Yolanda. La mescalera no quiso entrar en detalles con su historia personal, simplemente comenzó a narrarme lo que sucedió. Me dijo que en ese instante don Gaspar y Pablo habían quedado en silencio; estaban sentados a la sombra de una Ceiba, en el pasto: Don Gaspar usaba el tronco de la Ceiba enorme como respaldo y Pablo estaba sentado frente a él.

Don Gaspar lo miró con fijeza un largo momento y luego empezó a tararear una tonada. Pablo enderezó la espalda y se puso alerta. Sabía que, cuando don Gaspar tarareaba una canción, estaba a punto de soltarle un golpe. De repente se calló y dijo: "Oye. ¿Qué pasó con tu amiga? Esa muchacha que tanto querías".

Pablo lo miró con cara de idiota. Don Gaspar rió con enorme deleite. Pablo no sabía qué decir. "Tú me contaste de ella", le dijo; pero Pablo no recordaba haberle contado de nadie, mucho menos de una muchacha, así que reparó en que nunca le había mencionado nada por el estilo.

"Por supuesto que sí" dijo don Gaspar como dando por terminada la discusión. Pablo quiso protestar, pero don Gaspar lo detuvo diciendo que no importaba cómo supiera él de la chica: lo importante era que él la había querido. Pablo sintió gestar en su interior una oleada de animosidad en contra de él.

"No te andes por las ramas. Ésta es la ocasión en que debes olvidar tu idea de ser muy importante. Una vez tuviste una mujer, una mujer muy querida, y luego, un día, la perdiste".

Pablo se preguntaba si alguna vez le había hablado de ella. Concluyó en que nunca había habido ocasión. Pero era posible. Cada vez que viajaban juntos, hablaban sin cesar de todos los temas. No recordaba cuanto habían dicho porque nunca estaba al pendiente. Se sintió algo tranquilizado por sus conclusiones. Le dijo que tenía razón. Había habido una muchacha muy importante en su vida. A lo que don Gaspar preguntó rápidamente por qué no estaba entonces con él. Pablo dijo que se había ido. Pero don Gaspar insistió nuevamente, por qué.

"Hubo muchas razones", le dijo Pablo.

"No tantas. Hubo sólo una. Te pusiste demasiado al alcance". Anhelosamente, Pablo le pidió explicar sus palabras. Don Gaspar había tocado en lo hondo. Consciente, al parecer, del efecto de su toque, don Gaspar frunció los labios para ocultar una sonrisa maliciosa. "Todo el mundo sabía lo de ustedes dos" le dijo con firme convicción.

"¿Estaba mal eso?"

"Totalmente mal. Ella era una magnífica persona". Pablo expresó el sincero sentimiento de que su pesquisa a oscuras le resultaba odiosa, y sobre todo el hecho de que siempre afirmaba las cosas con la seguridad de alguien que hubiera estado en la escena y lo hubiese visto todo. "Pero es cierto. Lo he visto todo. Era una magnífica persona".

Pablo supo entonces que no tenía caso discutir, pero se hallaba enojado con él por tocar esa llaga abierta y dijo que la muchacha en cuestión no era después de todo tan magnífica persona, que en su opinión era bastante débil.

"Igual que tú. Pero eso no importa. Lo que cuenta es que la has buscado en todas partes; eso la hace una persona especial en tu mundo, y para una persona especial no hay que tener más que buenas palabras".

Pablo se sentió avergonzado; una gran tristeza se cernió sobre él. Entonces le dijo: "¿Qué me está usted haciendo, don Gaspar? Usted siempre logra entristecerme. ¿Por qué?"

"Ahora te entregas al sentimentalismo".

"¿Qué objeto tiene todo esto, don Gaspar?"

"El objeto es ser inaccesible. La perdiste porque eras accesible; siempre estabas a su alcance y tu vida era de rutina".

"¡No! Se equivoca usted. Mi vida jamás fue una rutina".

"Fue y es una rutina. Es una rutina fuera de lo común y eso te da la impresión de que no es una rutina, pero yo te aseguro que lo es".

Pablo quiso deprimirse y perderse en la hosquedad, pero de algún modo los ojos de don Gaspar le inquietaban; parecían empujarlo sin tregua hacia adelante.

"El arte de un mescalero es volverse inaccesible. En el caso de esa muchacha, quería decir que tenías que volverte mescalero y verla lo menos posible. No como hiciste. Te quedaste con ella día tras día, hasta no dejar otro sentimiento que el fastidio. ¿Verdad?"

Pablo no respondió. Sintió que no era necesario, pues don Gaspar tenía razón: Ser inaccesible significa tocar lo menos posible el mundo que te rodea. No comes cinco manzanas; comes una. No dañas las plantas sólo por hacer una fosa para barbacoa. No te expones al poder de un contrincante a menos que sea obligatorio. No usas ni exprimes a la gente hasta dejarla en nada, y menos a la gente que amas.

Pablo dijo sinceramente que jamás había usado a nadie. Pero don Gaspar mantuvo que sí, y quizá por eso Pablo declaró sin tapujos que la gente lo cansaba y lo aburría.

"Ponerse fuera del alcance significa que evitas, a propósito, agotarte a ti mismo y a los otros. Significa que no estás hambriento y desesperado, como el pobre hijo de puta que siente que no volverá a comer y devora toda la comida que puede".

Definitivamente, don Gaspar golpeaba debajo del cinturón. Pablo tuvo que reír y eso pareció complacer a don Gaspar.

0 comentarios: