lunes, 31 de agosto de 2009

Almacenamiento de información

"Si piensas acerca de la vida en términos de horas y no de años, nuestra vida es inmensamente larga. Aunque pienses en términos de días, la vida es interminable".

Eso era exactamente lo que yo estaba pensando. Quise mostrar mi asombro y hacerle mi pregunta habitual: "¿Cómo hizo usted eso?" Pero él me mandó callar y pasó a decirme que los nauallis contaban la vida en horas: y que en una hora le era posible a un naualli vivir, en intensidad, el equivalente de una vida normal. Esa intensidad es una ventaja, dijo, cuando se trata de acumular información en el movimiento de la esencia. Le pedí que me explicara con más detalle eso de acumular información en el movimiento de la esencia.

"la esencia, con el más ínfimo movimiento crea islas de percepción totalmente aisladas. Información acerca de la complejidad de la conciencia de ser se puede acumular allí".

Pero ¿cómo se puede acumular información en algo tan vago, que no tiene forma?

"La mente es igualmente vaga y tampoco tiene forma, sin embargo confías en ella, porque te es familiar. Aún no tienes la misma familiaridad con el movimiento de la esencia, pero no es ni más mi menos vago que la mente".

Lo que quiero preguntar es ¿cómo se almacena la información?

"La información se almacena en la experiencia misma; es decir, en la posición que la esencia tiene al momento de la experiencia. Luego, cuando el naualli mueve otra vez su esencia al sitio exacto en donde estaba, revive toda la experiencia. A eso, cómo ya lo sabes, los nauallis llaman "acordarse". Así que, acordarse es el modo de conseguir toda la información acumulada en el movimiento de la esencia. Lo que los nauallis almacenan es la intensidad. La intensidad es resultado automático del movimiento de la esencia. Por ejemplo, todo lo que estás viviendo en estos momentos tiene más intensidad de la que experimentas en general; por lo tanto, debidamente hablando, estás almacenando intensidad. Algún día revivirás la intensidad de este momento, haciendo que tu esencia vuelva exactamente al sitio en donde está ahora. Ese es el modo como almacenan los nauallis información".

Le dije a don Gaspar que yo no estaba consciente de ningún tipo de proceso mental que me hubiera facilitado acordarme de los incidentes de los cuales me acordé en los últimos días. ¿Cómo puede uno acordarse deliberadamente?

"La intensidad, siendo un aspecto del intento, está naturalmente conectada con el brillo de los ojos del naualli. A fin de acordarse de esas aisladas islas de percepción, los nauallis sólo necesitan intentar el específico brillo de sus ojos, asociado con el punto al que desean volver. Pero esto ya te lo he explicado antes".

Debo de haber puesto cara de perplejidad. Don Gaspar me miró con expresión seria. Abrí la boca dos o tres veces para hacerle preguntas, sin poder formular mis pensamientos.

"Como el nivel de intensidad de un naualli es mayor que lo normal, en pocas horas un naualli puede vivir el equivalente a una vida normal. Su esencia, al moverse a una posición poco familiar, toma más energía que la acostumbrada. Ese flujo extra de energía se llama intensidad".

Creí que lo comprendía con perfecta claridad, y mi mente se tambaleó bajo el impacto de mi comprensión. Don Gaspar me clavó la vista y me advirtió que tuviera cuidado con cierta reacción que afecta típicamente a los mescaleros: el frustrante deseo de explicar la experiencia del aprendizaje en términos coherentes y bien razonados.

"La experiencia de los nauallis es tan descabellada que ellos acostumbran a contemplarse a sí mismos con ella, haciendo hincapié en el hecho de que somos perceptores y de que la percepción tiene muchas más posibilidades de las que puede concebir la mente. A fin de protegerse de esa inmensidad de la percepción, los nauallis aprenden a mantener una mezcla perfecta de no tener compasión, de tener astucia, de tener paciencia y de ser simpáticos. Estas cuatro bases están entrelazadas de modo inextricable. Los nauallis las cultivan intentándolas. Estas bases son, naturalmente, posiciones de la esencia".

"Los nauallis usan esas cuatro disposiciones de la contemplación como guías. Son cuatro estados mentales, cuatro diferentes tipos de intensidad que los nauallis pueden usar para inducir a sus esencias a moverse a posiciones específicas".

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jueves, 13 de agosto de 2009

Un centímetro cúbico de suerte

Al terminar el relato, me quedé pensando sobre aquellos mescaleros. La anécdota me había expuesto a un Pablo más humano, cuando el que conocí era más admirable, casi una autoridad en la materia del conocimiento de los mescaleros. Era como si de repente le hubiera encontrado un error a un sistema tan rígido como el de los nauallis. Sin embargo, esa era la actitud de un aprendiz: un bocadura. Siempre refutábamos la idea de no ser aquel personaje que don Gaspar describía. Tratábamos de ocultarlo todo. Fue en ese entonces que me embargó la nostalgia y quise saber hacia dónde habían marchado los mescaleros. Para ellos, yo había cometido bastantes errores, que decidieron dejarme. Ya no volveríamos a vernos. Sentí el deseo de volver a estar al lado de ellos… de repente sentí un golpe en la cabeza.

La mescalera me había dado con la palma de su mano. Me miraba burlonamente y me reprochó que yo era un débil estúpido que se preocupaba por todo. Que no la estaba escuchando y que a pesar del relato, yo no había entendido nada. Le dije que sí, le dije que me estaba hablando de ser inaccesible. La mescalera puso sus ojos en blanco en señal de fastidio. Se puso de pie, y luego me dijo:

"Un mescalero sabe que atraerá caza a sus trampas una y otra vez, así que no se preocupa. Preocuparse es ponerse al alcance, sin quererlo. Y una vez que te preocupas, te agarras a cualquier cosa por desesperación; y una vez que te aferras, forzosamente te agotas o agotas a la cosa o la persona de la que estás agarrado".

Le dije que en mi vida cotidiana la inaccesibilidad era inconcebible. Me refería a que, para funcionar, yo tenía que estar al alcance de todo el que tuviera algo que ver conmigo.

"Ya te dije que ser inaccesible no significa esconderse ni andar con secretos. Tampoco significa que no puedas tratar con la gente. Un mescalero usa su mundo lo menos posible y con ternura, sin importar que el mundo sean cosas o plantas, o animales, o personas o poder. Un mescalero tiene trato íntimo con su mundo, y sin embargo es inaccesible para ese mismo mundo".

Le dije que todo eso me parecía una contradicción. No puedo ser inaccesible si estoy allí en mi mundo, hora tras hora, día tras día.

"No entendiste. Es inaccesible porque no exprime ni deforma su mundo. Lo toca levemente, se queda cuanto necesite quedarse, y luego se aleja raudo, casi sin dejar señal alguna".

Me quedé callado, sabía que tanto el relato como el consejo, se refería a mi actitud con Hilda, o incluso más allá de todas las cosas cotidianas. La mescalera fue a la cocina y trajo un vaso lleno de agua helada. Cuando se volvió a sentar a mi lado, le confesé que las cosas me abrumaban. Es decir, me ocurrían cosas que sin necesidad de buscarlas sucedían, y me traían cierta felicidad. Pero las cosas que buscaba, me preocupaban bastante, y me traían al borde del nerviosismo, porque terminaba siendo rechazado. Yo no soy un tipo que espera las cosas, soy un tipo que sale por ellas, pero regreso sin éxito. Le pregunté a la mescalera si me había entendido.

Me miró con cierta ternura, y me dijo al tomarme la mano:

"Hay algo que ya por ahora debías tener en cuenta. Yo lo llamo el centímetro cúbico de suerte. Todos nosotros, mescaleros o no, tenemos un centímetro cúbico de suerte que salta ante nuestros ojos de vez en cuando. La diferencia entre un hombre común y un mescalero es que el mescalero se da cuenta, y una de sus tareas consiste en ponerse alerta, esperando con deliberación, para que cuando salte su centímetro cúbico él tenga la velocidad necesaria, la presteza para agarrarlo. La suerte, la buena fortuna, el poder personal, o como lo quieras llamar, es un estado peculiar de cosas. Es como un palito que sale frente a nosotros y nos invita a arrancarlo. Por lo general andamos demasiado ocupados, o preocupados, o estúpidos y perezosos, para darnos cuenta de que es nuestro centímetro cúbico de suerte. Un mescalero, en cambio, siempre está alerta y duro y tiene la elasticidad, el donaire necesario para agarrarlo. ¿Te crees capaz de agarrar tu centímetro cúbico de suerte?"

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miércoles, 12 de agosto de 2009

Inaccesible

La mescalera comenzó a contarme un relato acerca de lo que había sucedido un día entre don Gaspar y Pablo. Me sorprendió sobremanera, pues no tenía idea de que la mescalera se había instruido al lado de Pablo o Yolanda. La mescalera no quiso entrar en detalles con su historia personal, simplemente comenzó a narrarme lo que sucedió. Me dijo que en ese instante don Gaspar y Pablo habían quedado en silencio; estaban sentados a la sombra de una Ceiba, en el pasto: Don Gaspar usaba el tronco de la Ceiba enorme como respaldo y Pablo estaba sentado frente a él.

Don Gaspar lo miró con fijeza un largo momento y luego empezó a tararear una tonada. Pablo enderezó la espalda y se puso alerta. Sabía que, cuando don Gaspar tarareaba una canción, estaba a punto de soltarle un golpe. De repente se calló y dijo: "Oye. ¿Qué pasó con tu amiga? Esa muchacha que tanto querías".

Pablo lo miró con cara de idiota. Don Gaspar rió con enorme deleite. Pablo no sabía qué decir. "Tú me contaste de ella", le dijo; pero Pablo no recordaba haberle contado de nadie, mucho menos de una muchacha, así que reparó en que nunca le había mencionado nada por el estilo.

"Por supuesto que sí" dijo don Gaspar como dando por terminada la discusión. Pablo quiso protestar, pero don Gaspar lo detuvo diciendo que no importaba cómo supiera él de la chica: lo importante era que él la había querido. Pablo sintió gestar en su interior una oleada de animosidad en contra de él.

"No te andes por las ramas. Ésta es la ocasión en que debes olvidar tu idea de ser muy importante. Una vez tuviste una mujer, una mujer muy querida, y luego, un día, la perdiste".

Pablo se preguntaba si alguna vez le había hablado de ella. Concluyó en que nunca había habido ocasión. Pero era posible. Cada vez que viajaban juntos, hablaban sin cesar de todos los temas. No recordaba cuanto habían dicho porque nunca estaba al pendiente. Se sintió algo tranquilizado por sus conclusiones. Le dijo que tenía razón. Había habido una muchacha muy importante en su vida. A lo que don Gaspar preguntó rápidamente por qué no estaba entonces con él. Pablo dijo que se había ido. Pero don Gaspar insistió nuevamente, por qué.

"Hubo muchas razones", le dijo Pablo.

"No tantas. Hubo sólo una. Te pusiste demasiado al alcance". Anhelosamente, Pablo le pidió explicar sus palabras. Don Gaspar había tocado en lo hondo. Consciente, al parecer, del efecto de su toque, don Gaspar frunció los labios para ocultar una sonrisa maliciosa. "Todo el mundo sabía lo de ustedes dos" le dijo con firme convicción.

"¿Estaba mal eso?"

"Totalmente mal. Ella era una magnífica persona". Pablo expresó el sincero sentimiento de que su pesquisa a oscuras le resultaba odiosa, y sobre todo el hecho de que siempre afirmaba las cosas con la seguridad de alguien que hubiera estado en la escena y lo hubiese visto todo. "Pero es cierto. Lo he visto todo. Era una magnífica persona".

Pablo supo entonces que no tenía caso discutir, pero se hallaba enojado con él por tocar esa llaga abierta y dijo que la muchacha en cuestión no era después de todo tan magnífica persona, que en su opinión era bastante débil.

"Igual que tú. Pero eso no importa. Lo que cuenta es que la has buscado en todas partes; eso la hace una persona especial en tu mundo, y para una persona especial no hay que tener más que buenas palabras".

Pablo se sentió avergonzado; una gran tristeza se cernió sobre él. Entonces le dijo: "¿Qué me está usted haciendo, don Gaspar? Usted siempre logra entristecerme. ¿Por qué?"

"Ahora te entregas al sentimentalismo".

"¿Qué objeto tiene todo esto, don Gaspar?"

"El objeto es ser inaccesible. La perdiste porque eras accesible; siempre estabas a su alcance y tu vida era de rutina".

"¡No! Se equivoca usted. Mi vida jamás fue una rutina".

"Fue y es una rutina. Es una rutina fuera de lo común y eso te da la impresión de que no es una rutina, pero yo te aseguro que lo es".

Pablo quiso deprimirse y perderse en la hosquedad, pero de algún modo los ojos de don Gaspar le inquietaban; parecían empujarlo sin tregua hacia adelante.

"El arte de un mescalero es volverse inaccesible. En el caso de esa muchacha, quería decir que tenías que volverte mescalero y verla lo menos posible. No como hiciste. Te quedaste con ella día tras día, hasta no dejar otro sentimiento que el fastidio. ¿Verdad?"

Pablo no respondió. Sintió que no era necesario, pues don Gaspar tenía razón: Ser inaccesible significa tocar lo menos posible el mundo que te rodea. No comes cinco manzanas; comes una. No dañas las plantas sólo por hacer una fosa para barbacoa. No te expones al poder de un contrincante a menos que sea obligatorio. No usas ni exprimes a la gente hasta dejarla en nada, y menos a la gente que amas.

Pablo dijo sinceramente que jamás había usado a nadie. Pero don Gaspar mantuvo que sí, y quizá por eso Pablo declaró sin tapujos que la gente lo cansaba y lo aburría.

"Ponerse fuera del alcance significa que evitas, a propósito, agotarte a ti mismo y a los otros. Significa que no estás hambriento y desesperado, como el pobre hijo de puta que siente que no volverá a comer y devora toda la comida que puede".

Definitivamente, don Gaspar golpeaba debajo del cinturón. Pablo tuvo que reír y eso pareció complacer a don Gaspar.

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martes, 11 de agosto de 2009

Tips

Cuando abrió la puerta gritó: ¡Felicidades! Y me abrazó fuertemente. No entendía por qué su efusividad. Tenía una vaga idea, sin embargo, la idea era errónea, porque cuando le pregunté, me dijo que yo había llegado a su casa sin la necesidad de que ella me buscara. Era cierto, llegué a la casa de la mescalera intempestivamente. Al sentarnos en la sala, la mescalera no dejaba de verme, diría yo que su mirada pareciera de rayos X porque sentí algo eléctrico. Temblé como si me hubiera dado un escalofrío, y la mescalera al verme sacudir el cuerpo comenzó a reír.

"Es increíble que aún no te saques de la mente a Hilda. Por lo que veo, has recurrido a bastante gente para pedir un tip: cómo acercarte a ella o cómo actuar para convencerla de que salga contigo, ¿no es así? Y ahora vienes a pedir el mío. ¿Cómo te atreves a dejarme de último?"

Me quedé estupefacto. ¿Cómo le había hecho para saber todo eso? Le pregunté si en realidad poseía un poder sobrenatural de ver más allá, o de ver nuestro interior. Volvió a reírse. Dijo que todos (como mescaleros) teníamos un don/maldición. El de ella obviamente era ver las cosas internas, sentimientos, historia personal, etc.; el mío en cambio, según ella, consistía en ver las cosas con antelación. Es decir, podía interpretar la reacción de la gente al realizar un movimiento intencional. Mi don/maldición era conocer el movimiento de mis semejantes con anticipación, para que al descifrarlo, yo sepa hacia dónde moverme. Me pareció interesante aquella descripción de mi poder. Aunque claro, la mescalera remató diciendo que yo en vez de entrenar aquel don/maldición, lo que había hecho era degenerar las cosas y tomarme los movimientos de mis semejantes como algo personal.

Al analizar bien las cosas, me di cuenta que tenía toda la razón. Suspiré profundamente. La mescalera aplaudió como para sacarme de mi meditación. Me dijo que su consejo mataría dos pájaros de un tiro. Primero: su consejo era algo que yo ya conocía y que al parecer me obstinaba en aplicarlo; y segundo: que si yo actuaba de tal manera, disiparía mi obsesión. La mescalera puso una mirada de engreída y con voz seria me dijo:

"Mi consejo para ti, nagualito, es que te remitas al secreto de los grandes mescaleros. Y ese secreto consiste en ponerse al alcance, y fuera del alcance, en la vuelta justa del camino. Debes aprender a ponerte adrede al alcance y fuera del alcance. Como anda tu vida ahora, estás todo el tiempo al alcance sin saberlo".

A pesar de que era un buen consejo, protesté. Ella dijo que yo no lo había comprendido, y que ponerse fuera del alcance no significaba ocultarse ni guardar secretos, sino ser inaccesible.

"Deja que te lo diga de otro modo. No tiene caso esconderte si todo el mundo sabe que estás escondido. Tus problemas de ahora surgen de allí. Cuando estás escondido, todo el mundo sabe que estás escondido, y cuando no, te pones en medio del camino para que cualquiera te dé un golpe".

Empezaba a sentirme amenazado, y apresuradamente intenté defenderme.

"No des explicaciones. No hay necesidad. Todos somos tontos, toditos, y tú no puedes ser diferente. En un tiempo, igual que tú, me ponía en medio del camino una y otra vez, hasta que no quedaba nada de mí para ninguna cosa, excepto si acaso para llorar".

La mescalera me miró misteriosamente y suspiró fuerte.

"Pero un buen día me cansé y cambié. Digamos que un día, cuando me estaba haciendo mescalera, aprendí el secreto de estar al alcance y fuera del alcance. Debes ponerte fuera del alcance. Debes rescatarte de en medio del camino. Todo tu ser está allí, de modo que no tiene caso esconderte; sólo te figuras que estás escondido. Estar en medio del camino significa que todo el que pasa mira tus ires y venires".

Su metáfora era interesante, pero al mismo tiempo oscura. Al ver la mescalera que pedía más explicaciones, me dijo:

"Te voy a contar una anécdota que presencié cuando don Gaspar era mi benefactor…".

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sábado, 8 de agosto de 2009

Ver (5)

Hay un último punto que debes saber sobre la vida de un mescalero. Un mescalero elige los elementos que forman su mundo. ¿Sabes qué cosa te pasa? Has perdido tus resguardos. Te he dicho que un mescalero elige los elementos que forman su mundo. Elige con deliberación, pues cada elemento que escoge es un escudo que lo protege de los ataques de las fuerzas que él lucha por usar. Un mescalero utiliza sus resguardos para protegerse de muchas cosas. Un hombre común y corriente, igualmente rodeado por esas fuerzas inexplicables, se olvida de ellas porque tiene otras clases de resguardos especiales para protegerse.

Mira a tu alrededor. La gente está ocupada haciendo lo que la gente hace. Esos son sus resguardos. Cada vez que un naualli se encuentra con cualquiera de esas fuerzas inexplicables e inflexibles de las que hemos hablado, su abertura se ensancha, haciéndolo más susceptible a su muerte de lo que es comúnmente; te he dicho que morimos por esa abertura; por ello, si está abierta, uno tiene que tener la voluntad lista para llenarla; eso es, si uno es mescalero. Si uno no es mescalero, como tú, el único recurso que le queda es usar las actividades de la vida cotidiana para apartar a la mente del susto del encuentro y así permitir que la abertura se cierre. Pero a esta altura en tu vida ya no puedes usar esos resguardos en forma tan efectiva como un hombre corriente. Sabes demasiado de esas fuerzas y ahora estás por fin al borde de sentir y actuar como mescalero. Tus antiguos resguardos ya no son seguros.

Debes actuar como mescalero y elegir los elementos de tu mundo. Ya no puedes rodearte de cosas a la loca. Te digo esto de la manera más seria. Ahora, por primera vez, no estás seguro en tu antigua forma de vivir. Un mescalero encuentra esas fuerzas inexplicables e inflexibles, porque las anda buscando adrede; así que siempre está preparado para el encuentro. Tú, en cambio, nunca estás preparado. Es más, si esas fuerzas vienen a ti van a tomarte por sorpresa; el susto ensanchará tu abertura y por ahí se escapará sin remedio tu vida. Entonces, la primera cosa que debes hacer es estar preparado.

Tu problema es que confundes el mundo con lo que la gente hace. Pero tampoco en eso eres el único. Todos lo hacemos. Las cosas que la gente hace son los resguardos contra las fuerzas que nos rodean; lo que hacemos como gente nos da consuelo y nos hace sentir seguros; lo que la gente hace es por cierto muy importante, pero sólo como resguardo. Nunca aprendemos que las cosas que hacemos como gente son sólo resguardos, y dejamos que dominen y derriben nuestras vidas. De hecho, podría decir que para la humanidad, lo que la gente hace es más grande y más importante que el mundo mismo.

El mundo es todo lo que está encajado aquí. La vida, la muerte, la gente y todo lo demás que nos rodea. El mundo es incomprensible. Jamás lo entenderemos; jamás desenredaremos sus secretos. Por eso, debemos tratarlo como lo que es: ¡un absoluto misterio!

Pero un hombre corriente no hace esto. El mundo nunca es un misterio para él, y cuando llega a viejo está convencido de que no tiene nada más por qué vivir. Un viejo no ha agotado el mundo. Sólo ha agotado lo que la gente hace. Pero en su estúpida confusión cree que el mundo ya no tiene misterios para él. ¡Qué precio tan calamitoso pagamos por nuestros resguardos! Un mescalero se da cuenta de esta confusión y aprende a tratar a las cosas debidamente. Las cosas que la gente hace no pueden, bajo ninguna condición, ser más importantes que el mundo. De modo que un mescalero trata el mundo como un interminable misterio, y lo que la gente hace como un desatino sin fin.

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viernes, 7 de agosto de 2009

Ver (4)

Olvidas con demasiada facilidad. El camino del conocimiento se anda a la mala. Para aprender necesitamos que nos echen espuelas. En el camino del conocimiento siempre estamos peleando con algo evitando algo, preparados para algo; y ese algo es siempre inexplicable, más grande y poderoso que nosotros. Las fuerzas inexplicables vendrán a ti. En este momento no tienes otra tarea que el prepararte a la lucha.

El mundo está en verdad lleno de cosas temibles, y nosotros somos criaturas indefensas rodeadas por fuerzas que son inexplicables e inflexibles. El hombre común, en su ignorancia, cree que se puede explicar o cambiar esas fuerzas; no sabe realmente cómo hacerlo, pero espera que las acciones de la humanidad las expliquen o las cambien tarde o temprano. Un naualli, en cambio, no piensa en explicarlas ni en cambiarlas; en vez de ello, aprende a usar esas fuerzas. Un naualli se ajusta los remaches y se adapta a la dirección de tales fuerzas. Ese es su truco. Ser naualli no es gran cosa cuando le hallas el truco. Un naualli apenas anda mejor que un hombre de la calle. Ser naualli no lo ayuda a vivir una vida mejor; de hecho yo diría que le estorba; le hace la vida incómoda, precaria.

Al abrirse al conocimiento, un naualli se hace más vulnerable que el hombre común. Por un lado, sus semejantes lo odian y le temen y se esfuerzan por acabarlo; por otro lado, las fuerzas inexplicables e inflexibles que a todos nos rodean, por el derecho de que estamos vivos, son para el naualli la fuente de un peligro todavía mayor. Que un semejante lo atraviese a uno duele, cómo no, pero ese dolor no es nada en comparación con el topetazo de un aliado. Un naualli, al abrirse al conocimiento, pierde sus resguardos y se hace presa de tales fuerzas y sólo tiene un medio de equilibrio: su voluntad; por eso debe sentir y actuar como un mescalero. Te lo repito una vez más: sólo como mescalero es posible sobrevivir en el camino del conocimiento. Lo que ayuda a un naualli a vivir una vida mejor es la fuerza de ser mescalero.

Es mi obligación enseñarte a ver. No porque yo personalmente quiera hacerlo, sino porque fuiste escogido; tú me fuiste señalado por el Infinito. Sin embargo, mi deseo personal me fuerza a enseñarte a sentir y actuar como mescalero. Yo personalmente creo que ser mescalero es más adecuado que cualquier otra cosa. Por tanto, he procurado enseñarte esas fuerzas como un naualli las percibe porque sólo bajo su impacto aterrador puede uno convertirse en mescalero. Ver sin ser antes un mescalero te debilitaría; te daría una mansedumbre falsa, un deseo de hundirte en el olvido; tu cuerpo se echaría a perder porque te harías indiferente. Mi obligación personal es hacerte mescalero para que no te desmorones.

Te he oído decir una y otra vez que siempre estás dispuesto a morir. No considero necesario ese sentimiento. Me parece una entrega inútil. Un mescalero sólo debe estar preparado para la batalla. También te he oído decir que tus padres dañaron tu espíritu. Yo creo que el espíritu del hombre es algo que se daña muy fácilmente, aunque no con las mismas acciones que tú llamas dañinas. Creo que tus padres sí te dañaron, haciéndote indulgente y flojo y dado a quedarte sentado más de la cuenta.

El espíritu de un mescalero no está engranado para la entrega y la queja, ni está engranado para ganar o perder. El espíritu de un mescalero sólo está engranado para la lucha, y cada lucha es la última batalla del mescalero sobre la tierra. De allí que el resultado le importa muy poco. En su última batalla sobre la tierra, el mescalero deja fluir su espíritu libre y claro. Y mientras libra su batalla, sabiendo que su voluntad es impecable, el mescalero ríe y ríe.

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jueves, 6 de agosto de 2009

Ver (3)

Cuando un mescalero ha adquirido paciencia, está en camino hacia la voluntad. Sabe cómo esperar. Su muerte se sienta junto a él en su petate, son amigos. Su muerte le aconseja, en formas misteriosas, cómo escoger, cómo vivir estratégicamente. ¡Y el mescalero espera! Yo diría que el mescalero aprende sin apuro porque sabe que está esperando su voluntad; y un día logra hacer algo que por lo común es imposible de ejecutar. A lo mejor ni siquiera advierte su acto extraordinario. Pero conforme sigue ejecutando actos imposibles, o siguen pasándole cosas imposibles, se da cuenta de que una especie de poder está surgiendo. Un poder que sale de su cuerpo conforme progresa en el camino del conocimiento. Al principio es como una comezón en la barriga, o un calor que no puede mitigarse; luego se convierte en un dolor, en un gran malestar. A veces el dolor y el malestar son tan grandes que el mescalero tiene convulsiones durante meses; mientras más duras sean, mejor para él. Un magnifico poder es siempre anunciado por grandes dolores.

Un hombre puede ir todavía más allá; puede aprender a ver. Al aprender a ver, ya no necesita vivir como mescalero, ni ser naualli. Al aprender a ver, un hombre llega a ser todo llegando a ser nada. Desaparece, por así decirlo, y sin embargo está allí. Yo diría que éste es el tiempo en que un hombre puede ser o puede obtener cualquier cosa que desea. Pero no desea nada, y en vez de jugar con sus semejantes como si fueran juguetes, los encuentra en medio de su desatino. La única diferencia es que un hombre que ve controla su desatino, mientras que sus semejantes no pueden hacerlo. Un hombre que ve ya no tiene un interés activo en sus semejantes. El ver lo ha despegado de absolutamente todo lo que conocía antes.

Ver es para hombres impecables. Templa tu espíritu, llega a ser un mescalero, aprende a ver, y entonces sabrás que no hay fin a los mundos nuevos para nuestra visión.

La voluntad es lo que junta al naualli, pero conforme la vejez lo debilita su voluntad se apaga, y llega inevitablemente un momento en el que ya no es capaz de dominar su voluntad. Entonces se queda sin nada con qué oponerse a la fuerza silenciosa de su muerte, y su vida se convierte, como las vidas de todos sus semejantes, en una niebla que se expande y se mueve más allá de sus límites. Ser naualli es una carga terrible. Te he dicho que es mucho mejor aprender a ver. Un hombre que ve lo es todo; en comparación, el naualli es un pobre diablo. Recuerda que ser naualli es aplicar la voluntad a una coyuntura clave. Ser naualli es interferencia. Un naualli busca y encuentra la coyuntura clave de cualquier cosa que quiera afectar y luego aplica allí su voluntad. Un naualli no tiene que ver para ser naualli; nada más necesita saber usar su voluntad.

Te lo he dicho y te lo repito. Sólo como un mescalero puedes sobrevivir en el mundo de un naualli. Un mescalero trata todo con respeto y no pisotea nada a menos que tenga que hacerlo. Un mescalero no se abandona a nada, ni siquiera a su muerte. Un mescalero no es un socio voluntario; un mescalero no está disponible, y si se mete con algo, puedes tener la certeza de que sabe lo que está haciendo. La vida, para un mescalero, es un ejercicio de estrategia, pero tú quieres hallar el significado de la vida. A un mescalero no le importan los significados. Un mescalero nunca está disponible; nunca está parado en el camino esperando las pedradas. Así corta al mínimo el chance de lo imprevisto. Lo que tú llamas accidentes son casi siempre muy fáciles de evitar, excepto para los tontos que viven por las puras.

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miércoles, 5 de agosto de 2009

Ver (2)

Quiero que sepas bien que la voluntad es una fuerza, un poder. Ver no es una fuerza, sino más bien un modo de atravesar cosas. Un naualli puede tener una voluntad muy fuerte y sin embargo quizá no vea; eso significa que sólo un hombre de conocimiento percibe el mundo con sus sentimientos y con su voluntad y también con su ver.

Ya te he dicho que cuando hablas nada más te confundes. Pero por lo menos ahora sabes que estás esperando a tu voluntad. Todavía no sabes qué es ni cómo podría ocurrirte. Así que vigila con cuidado todo lo que hagas. La cosa misma que podría ayudarte a desarrollar tu voluntad está entre todas las cositas que haces. Y no me salgas con ideas, la voluntad no es una idea. Somos distintos, tú y yo. No tenemos el mismo carácter. Yo entiendo el mundo y vivo según lo que veo. Un hombre que ve no necesita vivir como mescalero ni como ninguna otra cosa, porque puede ver las cosas como son y dirigir su vida de acuerdo con eso. Pero, teniendo en cuenta tu carácter, yo diría que tal vez nunca aprendas a ver, y en ese caso tendrás que vivir como mescalero toda tu vida.

Cuando un hombre se embarca en el camino del mescalero, poco a poco se va dando cuenta de que la vida ordinaria ha quedado atrás para siempre; de que el conocimiento es en verdad algo que da miedo; de que los medios del mundo ordinario ya no le sirven de sostén; y de que si desea sobrevivir debe adoptar una nueva forma de vida. Lo primero que debe hacer, en ese punto, es querer llegar a ser un mescalero, un paso y una decisión muy importantes. La aterradora naturaleza del conocimiento no le permite a uno otra alternativa que la de llegar a ser un mescalero.

Ya cuando el conocimiento se convierte en algo que da miedo, el hombre también se da cuenta de que la muerte es la compañera inseparable que se sienta a su lado en el petate. Cada trocito de conocimiento que se vuelve poder tiene a la muerte como fuerza central. La muerte da el último toque, y lo que la muerte toca se vuelve en verdad poder. Un hombre que sigue el camino del mescalero se enfrenta en cada recodo con la aniquilación inminente, y sin poder evitarlo se vuelve terriblemente consciente de su muerte. Sin la conciencia de la muerte no sería más que un hombre común envuelto en actos comunes. Carecería de la potencia necesaria, de la concentración necesaria que transforman en poder mágico nuestro tiempo ordinario sobre la tierra.

De ese modo, para ser un mescalero un hombre debe estar, antes que nada y con justa razón, terriblemente consciente de su propia muerte. Pero preocuparse por la muerte forzaría a cualquiera de nosotros a enfocar su propia persona, y eso es debilitante. De modo que lo otro que uno necesita para ser mescalero es el desapego. La idea de la muerte inminente, en vez de convertirse en obsesión, se convierte en indiferencia. ¿Entiendes?

Un hombre despegado, sabiendo que no tiene posibilidad de poner vallas a su muerte, sólo tiene una cosa que lo respalde: el poder de sus decisiones. Tiene que ser, por así decirlo, el amo de su elección. Debe comprender por completo que su preferencia es su responsabilidad, y una vez que hace su selección no queda tiempo para lamentos ni recriminaciones. Sus decisiones son definitivas, simplemente porque su muerte no le da tiempo de adherirse a nada. Y así, con la conciencia de su muerte, con desapego y con el poder de sus decisiones, un mescalero arma su vida en forma estratégica. El conocimiento de su muerte lo guía y le da desapego y lujuria callada; el poder de sus decisiones definitivas le permite escoger sin lamentar, y lo que escoge es siempre estratégicamente lo mejor; así cumple con gusto y con eficiencia lujuriosa, todo cuanto tiene que hacer. ¡Cuando un hombre se porta de esa manera puede decirse con justicia que es un mescalero y que ha adquirido paciencia!

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martes, 4 de agosto de 2009

Ver

Eres demasiado débil. Te apuras cuando deberías esperar, pero esperas cuando deberías darte prisa. Piensas demasiado. Ahora piensas que no hay tiempo que perder. Yo soy responsable de ti y no quiero que mueras como un idiota. ¡Vive como mescalero! Ya te he dicho: un mescalero acepta la responsabilidad de sus actos, del más trivial de sus actos. Tú actúas tus pensamientos y eso está mal. Tu fracaso es que lo piensas todo. Recuerda que debes vivir como un mescalero, creo que entiendes eso muy bien. Tu manera de vivir es suficientemente templada. En realidad, es más templada que los aprendices de Celestino, y así y todo ellos ven y tú no. Tu vida es más compacta que la de ellos y ellos probablemente verán antes que tú. Eso de veras me confunde. Ni siquiera Celestino puede acabar de entenderlo. Has cumplido fielmente todo lo que te he mandado hacer. Todo cuanto mi benefactor me enseñó, en la primera etapa del aprendizaje, te lo he pasado. La regla es justa, los pasos no pueden cambiarse. Has hecho todo cuanto uno tiene que hacer y sin embargo no ves; pero a los que ven, como Celestino, les parece que ves. Yo me fío de eso y caigo en una trampa. Siempre acabas portándote como un tonto que no ve, y por supuesto eso es lo que eres.

Debes esperar con paciencia, sabiendo que esperas y sabiendo qué cosa esperas. Ese es el modo del mescalero. Y si se trata de cumplir una promesa, debes conocer que la estás cumpliendo. Entonces llegará un momento en el que tu espera habrá terminado y ya no tendrás que honrar tu promesa. Aprende a reducir tus necesidades. Lo que nos hace desdichados es la necesidad. Pero si aprendemos a reducir a nada nuestras necesidades, la cosa más pequeña que recibamos será un verdadero regalo. A nosotros, como individuos, nos toca oponernos a las fuerzas de nuestras vidas. Esto te lo he dicho mil veces: sólo un mescalero puede sobrevivir. Un mescalero sabe que espera y sabe lo que espera, y mientras espera no quiere nada y así cualquier cosita que recibe es más de lo que puede tomar. Si necesita comer halla el modo, porque no tiene hambre; si algo lastima su cuerpo halla el modo de pararlo, porque no siente dolor. Tener hambre o sentir dolor significa que uno se ha entregado y que ya no se es mescalero; las fuerzas de su hambre y su dolor lo destruirán.

Debes actuar como mescalero. Uno aprende a actuar como mescalero actuando, no hablando. Debes olvidar todo por completo antes de embarcarte nuevamente en la empresa de ver. Un mescalero tiene que usar su voluntad y su paciencia para olvidar. De hecho, un mescalero no tiene más que su voluntad y su paciencia, y con ellas construye todo lo que quiere. No me digas que no eres un mescalero, porque has empezado a caminar sobre este sendero. Ya no te queda más tiempo para retiradas ni para lamentos. Sólo tienes tiempo para vivir como un mescalero y trabajar por la paciencia y la voluntad, quieras o no quieras.

Recuerda que la voluntad es algo muy especial. Ocurre misteriosamente. No hay en realidad manera de decir cómo la usa uno, excepto que los resultados de usar la voluntad son asombrosos. Acaso lo primero que se debe hacer es saber que uno puede desarrollar la voluntad. Un mescalero lo sabe y se pone a esperar. Tu error es no saber que estás esperando a tu voluntad. Mi benefactor decía que un mescalero sabe que espera y sabe lo que espera. En tu caso, tú sabes que esperas. Llevas años aquí conmigo, pero no sabes qué estás esperando. Es muy difícil, si no imposible, que el hombre común y corriente sepa lo que está esperando. Pero un mescalero no tiene problemas; sabe que está esperando a su voluntad. La voluntad es un poder. Y como es un poder, tiene que ser controlado y afinado, y eso toma tiempo. Lo sé y soy paciente contigo. A tu edad, yo era igual de impulsivo. Pero he cambiado. Nuestra voluntad opera a pesar de nuestra indulgencia. Por ejemplo, tu voluntad ya está abriendo tu boquete, poco a poco.

Lo que un naualli llama voluntad es un poder dentro de nosotros. No es un pensamiento, ni un objeto, ni un deseo. La voluntad es lo que puede darte el triunfo cuando tus pensamientos te dicen que estás derrotado. La voluntad es lo que te hace invulnerable. La voluntad es lo que manda a un naualli a través de una pared; a través del espacio; a la luna, si él lo quiere.

Un hombre común nada más agarra las cosas del mundo con las manos, o los ojos, o los oídos, pero un naualli también las agarra con la nariz, o la lengua, o la voluntad, sobre todo con la voluntad. No puedo describir realmente cómo se hace, pero tú mismo, por ejemplo, no puedes describirme cómo oyes. Lo que sucede es que yo también puedo oír, de modo que podemos hablar de lo que oímos, pero no de cómo oímos. Un naualli usa su voluntad para percibir el mundo. Pero no es como percibirlo con el oído. Cuando miramos el mundo o cuando lo oímos, tenemos la impresión de que está allí y de que es real. Cuando percibimos el mundo con la voluntad, sabemos que no está tan allí ni es tan real como pensamos...

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lunes, 3 de agosto de 2009

El segundo peligro inminente

Don Gaspar explicó que una vez que se adquiere sobriedad, y una vez que las posiciones de ensueño se vuelven progresivamente más fuertes, el siguiente paso consiste en despertarse en una posición de ensueño. Comentó que, aunque da la impresión de ser algo sencillo, la maniobra era en verdad un asunto de tan inmensa complejidad que requiere no sólo de sobriedad sino de todos los atributos del mescalero, especialmente del intento.

Le pregunté en qué forma ayuda el intento a los nauallis a despertar en una posición de ensueño. Contestó que la maestría del intento era la técnica más sofisticada que existía, y que era la única manera de dirigir la fuerza del alineamiento. Despertar en una posición de ensueño era sencillamente sostener el alineamiento de emanaciones que han sido encendidas por el movimiento de la esencia.

Don Gaspar dijo que el segundo peligro eminente del ensoñar era la fortaleza misma del cuerpo de ensueño que incita al ensoñador a correr riesgos. Por ejemplo, es muy fácil para el cuerpo de ensueño contemplar las emanaciones del Infinito durante largos periodos de tiempo, ininterrumpidamente, pero también es muy fácil que sea totalmente consumido por ellas. Los nauallis que contemplaron las emanaciones del Infinito sin sus cuerpos de ensueño murieron, y aquéllos que las contemplaron con sus cuerpos de ensueño fueron consumidos por el fuego interior. Los nuevos nauallis resolvieron el problema viendo en grupos. Mientras un naualli contemplaba las emanaciones, otros permanecían cerca para prestar ayuda.

¿Cómo veían en grupos los nuevos nauallis?

"Ensoñaban juntos. Como tú mismo sabes, para un grupo de nauallis es perfectamente posible activar al unísono las mismas emanaciones que nunca se usan. Y también, en este caso, no existen técnicas conocidas, simplemente ocurre sin uno saber cómo".

Agregó que al ensoñar juntos, algo en nosotros toma la iniciativa y de pronto nos encontramos compartiendo la misma vista con otros ensoñadores. Lo que pasa es que, automáticamente, nuestra condición humana nos hace enfocar el resplandor de la conciencia en las mismas emanaciones que otros seres humanos están usando. Nosotros continuamente ajustamos la posición de nuestras esencias para cuadrar con la de los que nos rodean. En nuestra percepción ordinaria lo hacemos con el lado derecho de la conciencia, pero también lo podemos hacer con el lado izquierdo, al ensoñar juntos.

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domingo, 2 de agosto de 2009

La posición de Ensueño

Cuando regresamos a la casa de doña Alvina, don Gaspar dijo que la pericia de don Celestino con el cuerpo de ensueño no era nada en comparación con lo que habían hecho, o aún hacían los antiguos nauallis.

"Eso lo verás muy pronto", me dijo con un tono siniestro, y se rió. Con un miedo creciente, le pregunté qué era lo que quería decir, y eso sólo evocó más risa. Finalmente dijo que me iba a explicar la manera en que los nuevos nauallis entendieron al cuerpo de ensueño y la manera en que lo usaron.

"Los antiguos nauallis buscaban una perfecta réplica del cuerpo, y casi lograron conseguirla. Lo único que no pudieron copiar fueron los ojos. En vez de ojos, el cuerpo de ensueño tiene el resplandor de la conciencia. Nunca te diste cuenta de eso antes, cuando Celestino solía mostrarte su cuerpo de ensueño.

"A los nuevos nauallis les importa un comino una perfecta réplica del cuerpo: nunca tuvieron ningún interés en copiarlo. Han conservado, sin embargo, el nombre cuerpo de ensueño para indicar una sensación, un impulso de energía que es transportado por el movimiento de la esencia, a cualquier lugar en este mundo, o a cualquier lugar de los siete mundos accesibles para el hombre".

Don Gaspar delineó el procedimiento usado por los nuevos nauallis para lograr el cuerpo de ensueño. Dijo que comienza con un acto inicial, cualquier acto que por el hecho de ser continuo engendra intento inflexible. El intento inflexible lleva al silencio interno, y el silencio interno a la fuerza interna necesaria para mover la esencia en sueños a posiciones convenientes.

Llamó a este orden de sucesión el cimiento. Una vez completado este cimiento viene el desarrollo del control, que consiste en mantener sistemáticamente la posición de ensueño aferrándose tenazmente a la visión del sueño. La práctica constante resulta en una gran facilidad para sostener posiciones de ensueño en nuevos sueños, no tanto porque gane uno control con la práctica, sino porque cada vez que se ejercita este control se fortifica la fuerza interna. A su vez, la fuerza interna fortificada mueve la esencia a posiciones de ensueño, que pueden fomentar la sobriedad; en otras palabras, los sueños sé vuelven, de por sí, más y más maniobrables, incluso más ordenados.

"El desarrollo de los ensoñadores es indirecto. Es por eso que los nuevos nauallis creyeron que podemos ensoñar por nuestra cuenta, solos. Puesto que el ensueño utiliza un movimiento natural de la esencia, no deberíamos necesitar ayuda de nadie. Lo que verdaderamente necesitamos es sobriedad, y nada puede dárnosla, ni ayudarnos a obtenerla, salvo nosotros mismos. Sin ella, el movimiento de la esencia, es caótico, como son caóticos nuestros sueños ordinarios.

"Así que, al fin y al cabo, el procedimiento para llegar al cuerpo de ensueño es la impecabilidad en nuestra vida diaria".

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sábado, 1 de agosto de 2009

El cuerpo de Ensueño

"Hablemos ahora del cuerpo de ensueño. Los antiguos nauallis concentraron todos sus esfuerzos en explorar y explotar el cuerpo de ensueño. Y lograron usarlo como un cuerpo más práctico, lo que equivale a decir que se recreaban a sí mismos de maneras cada vez más extrañas".

Don Gaspar sostuvo que era un conocimiento general entre los nuevos nauallis que grandes grupos de los antiguos nauallis jamás regresaron después de despertar en una posición de ensueño de su preferencia. Dijo que era muy posible que todos murieron en esos mundos inconcebibles, pero que también era posible que aún siguiesen vivos, en sabe Dios qué desfiguradas formas o maneras. Dejó de hablar, me miró y soltó una gran carcajada.

"Te mueres por preguntarme qué hacían los antiguos nauallis con el cuerpo de ensueño, ¿no es verdad?" Preguntó alentándome a hacer la pregunta con un movimiento de su mentón. Don Gaspar declaró que don Celestino, siendo el maestro indisputable del estar consciente de ser, me había mostrado su cuerpo de ensueño muchas veces, mientras me encontraba en un estado de conciencia normal. El efecto que buscaba don Celestino con sus demostraciones era que mi esencia se moviera, no desde una posición de sueño suspendido, sino desde, su posición normal.

Luego, como si me estuviera dando a conocer un secreto, don Gaspar me dijo que don Celestino nos esperaba en unas arboledas cercanas a la casa, para mostrarme su cuerpo de ensueño. Repitió una y otra vez que yo me encontraba en el estado de conciencia ideal para ver y entender lo que realmente es el cuerpo de ensueño. Me hizo ponerme de pie, cruzamos el cuarto y llegamos a la puerta de la calle. Cuando yo estaba a punto de abrirla, me di cuenta de que alguien estaba acostado sobre una pila de petates.

Me acerqué a él y entonces noté que era don Celestino. Estaba profundamente dormido, roncando en paz, de cara al suelo.

"Despiértalo. Tenemos que irnos. Debe estar agotado".

Lo sacudí muy despacio. Lentamente se dio vuelta, haciendo los ruidos de alguien que despierta de un profundo sueño. Estiró los brazos y abrió los ojos. Involuntariamente grité y salté hacia atrás.

Los ojos de don Celestino no eran ojos humanos. Eran dos puntos de intensa luz ambarina. Mi susto fue tan tremendo que me mareé. Don Gaspar me golpeó la espalda con cierta fuerza y restauró mi equilibrio. Don Celestino se puso de pie y me sonrió. Sus rasgos estaban rígidos. Se movía como si estuviera borracho o le faltara coordinación física. Pasó a mi lado y se dirigió hacia la pared. Me encogí anticipando el choque, pero atravesó la pared como si ésta no estuviera ahí. Volvió al cuarto por la puerta de la cocina. Mientras lo observaba con un horror sin nombre, don Celestino caminó por las paredes, con el cuerpo paralelo al piso, y por el cielo raso, parado de cabeza.

Caí de espaldas al tratar de seguir sus movimientos. Desde esa posición ya no vi a don Celestino; veía en cambio una burbuja de luz que se movía por el cielo raso arriba de mí y por las paredes dándoles vueltas al cuarto. Era como si alguien paseara el haz de luz de una enorme linterna eléctrica por el cielo raso y las paredes. Finalmente, el haz de luz se apagó. Desapareció de vista desvaneciéndose contra la pared.

Miré a don Gaspar y le dirigí una pregunta muda. Comentó que mi miedo siempre saltaba fuera de toda proporción, y que tenía que luchar para llegar a controlarlo. Me ayudó a incorporarme, y dijo que me había portado muy bien. Había visto el cuerpo de ensueño de don Celestino como es en realidad, una burbuja de luz.

Le pregunté cómo podía estar tan seguro de que yo había visto una burbuja de luz. Contestó que él vio a mi esencia moverse, primero hacia su sitio normal para compensar mi susto, y luego la vio moverse a las profundidades del lado izquierdo, más allá del punto en el que no hay más dudas.

"En esa posición sólo hay una cosa que uno pueda ver: burbujas de energía. Pero del sueño suspendido a ese otro punto en la profundidad del lado izquierdo sólo hay un corto trecho. La verdadera hazaña es hacer que la esencia se mueva, de su sitio normal, al punto donde no hay más dudas".

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