viernes, 2 de noviembre de 2007

Janal Pixan

Escucho ladrar a los perros, cosa que me hizo levantarme de la cama; estaba a punto de dormirme. Aquellos ladridos continuos me hiceron recordar lo que me decía mi padre en estas fechas, cuando yo era un niño: "No te asomes, quizá no sea nadie al que ladran los perros. Posiblemente sea el Mal aire." Los perros tienen la capacidad de ver a los muertos, según me han enseñado. Pero, para mí esas historias salen sobrando. Son sólo para asustar, y quizá, tengan algún motivo. Aún así me dirijí a la ventana de la sala para verificar quién andaba por ahí.

De regreso a mi habitación, miré la fotografía de mi abuela materna: Zoila Susana... En estas fechas, sólo me queda recordarla entre flores de cempasúchil, olor a incienso y con la débil iluminación de unas veladoras. Murió en el año de 1987, de 62 años. Su muerte para mí siempre ha sido un misterio, ya que murió en Oaxaca, lejos de nosotros. Lo único que sé es que murió de cáncer o de una infección de una herida, después de una operación. Me vino a la mente su historia, porque es a la única a la que le colocamos su altar de muertos en casa. Luego miré la fotografía que mi madre denomina: "la generación de los Ek." Una foto en la que estoy en un sillón rojo posando con mi bisabuelo Fabián, mi abuelo José, y mi padre. Mi abuelo aún vive, y platico poco con él. Me sorprende que cuando platico con él, siempre me trata de "usted". Pero, al que aprecié más en la fotografía fue a mi bisabuelo. Él murió en el 2001, diré que de muerte natural. Mi bisabuela Basilia, al siguiente año. No asistí a su funeral, de hecho, nunca he asistido a los funerales. Recuerdo que una vez le pregunté a mi padre el por qué no le poníamos un altar a mi bisabuelo, me dijo que porque aún estaban los hijos, esa era la razón principal.

Me recosté sobre la cama, y cerré los ojos. Un aire gélido corrió por mi habitación. Sentí una enorme sombra de pie frente a mí. Quise moverme, y cuando lo logré me vi de pie en la Sabinera, un hermoso lugar. El aire seguía frío. Me di cuenta que así de repente había sido transportado a Tonalá. Era de tarde, el ocaso se lograba percibir. "La puesta del sol es el momento mágico, es el momento en que lo misterioso abre sus puertas, diré que es el momento en que la vida y la muerte se encuentran..." viré para buscar aquella voz. Un bulto caminaba entre las sombras de los sabinos. Era mi abuela materna, la reconocí, tenía un vestido largo, y un rebozo que le cubría la cabeza. No le pude ver los pies, pero supongo que flotaba, porque al acercarse a mí lo hizo con una velocidad no muy común.

"Mira..." me dijo al acercarse a mí. Busqué hacia lo que quería que observase. Era un montón de gente. "Son almas..." Entre esa multitud estaban sentados mis bisabuelos paternos... mi bisabuelo estaba sentado en una enorme raíz, y mi bisabuela Basilia de pie. Me sonríeron, y escuché que me gritaron: "¿Bán k-binel k-jant bejele'?" No supe qué responderles. Y escuché claro la voz de mi bisabuelo, era débil: "¿Bix yanil koolo'ob, ts'o'ok wáa uk'antalo'ob?" Quise acercarme a ellos, pero mi abuela me detuvo, me dijo que no podía acercarme a ellos porque ellos no me habían citado. Me sentí extrañado. Volví a verlos, parecían tristes. Escuché que mi bisabuelo le dijo a mi bisabuela: "Je'elili' k-ilike'", y ella me gritó: "Kex ma' in k'aójeleche' in wojel máaxech..."

Mi abuela me preguntó que qué me habían dicho, yo fingí no haber entendido. Mi abuela me dijo que me había citado para contemplar juntos el ocaso del día. "Sé que andas aturdido en estos momentos, estás atravesando lugares que nunca creíste recorrer, pero no es para que te desanimes, sabes muy bien... sé que lo tienes presente, nosotros te estamos protegiendo, tanto como tus bisabuelos como nosotros..." Vi que otra persona se acercó, tenía el rebozo cubriendo la cabeza también. Era mi bisabuela materna Dolores. Hice una inclinación con la cabeza en señal de respeto. Mi bisabuela Dolores me sonrió.

Ella murió en 1977, lo sé... y luego escuché cascos de caballo. Supuse que aquel que montaba el caballo era mi bisabuelo Vicente. Quise caminar hacia él para saludarlo, pero mi abuela me detuvo nuevamente, al parecer no podía moverme de aquel lugar... "No puedes acercarte a ellos, imagínate si mi padre te dejara montar el caballo..." Mis dos abuelas comenzaron a reírse... Mi abuela me dio unas palmaditas en la espalda, y me tranquilizó. Me dijo que le había dado gusto de que la recordara. Yo le dije que mis ancestros siempre están presentes en mi corazón, en mi memoria. Que siempre los... y me quedé de pie solo en la habitación. Vi mi cara reflejada en el espejo, me veía muy diferente... vi la hora, era tarde, y apagué los veladoras. Me recosté en la cama y susurré... "Siguen en mi memoria, siempre..."

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