jueves, 25 de octubre de 2007

Ma' K'uyen (Ye'eb ichil in wich)

Ya había pagado lo que cometí. Me sentía libre. El hechizo había finalizado. Lo quise tomar de esa manera, sin embargo, los días corrían y me percaté que aún me faltaba realizar una cosa más antes de cantar victoria. Lo principal, lo que noté en mí, es que regresé a ser huidizo. Me colaba entre la multitud y la gente que me buscaba viraba por todas partes y se preguntaba dónde me encontraba. Me daba algo de gracia. No sé por qué.

Reflexionaba mientras caminaba hacia mi casa. No obstante, mi visión, con el ojo derecho, logró percibir una especie de humo. Por un momento pensé que mi ojo estaba irritado, pero los días fueron avanzando hasta que a cada instante que quería enfocar mi visión con el ojo derecho, veía ahora una densa niebla. No me alerté, porque escuchaba una voz interna que me decía el motivo de aquella niebla.

No podía dejar de pensar en todo lo que me había sucedido. Casi la mayoría de mis conocidos me había dicho: "no hay mal que por bien no venga..." En fin, siento que voy a explotar si lo vuelvo a oír. Me miré reflejado en los aparadores de las librerías. Seguí caminando, quizá buscando una señal. Decidí ir a perderme un rato en algún parque y reflexionar qué es lo que significaba claramente aquella niebla en mi ojo. En realidad me siento sin energía. Siento como si tuviera una fuga en mi cuerpo. Miré al cielo y estaba nublado, de repente sentí una corriente fría. Sinceramente algo estaba ocurriendo. Aquella voz interna me daba la respuesta, y yo me aferraba a que no era cierto, que eso no era el motivo por el cual me sentía así. Me sentí levitar, y como si flotara, llegué hasta el parque.

Miré niños jugar; madres reprender a sus hijos; indigentes dormir en las bancas, y de repente, vi a una persona sentada leyendo un libro. El aire estaba frío, era aquel norte que habían pronosticado en las noticias. Me acerqué lentamente, y aquella persona cerró el libro, y me dijo sonriendo: "Aunque intentes imitar a un jaguar, te escucho, te siento y puedo saber que estás asustado..." Me miró, y me sorprendí. Por un momento pensé que me había quedado sordo, todos los ruidos se habían apagado. Era imposible ver esa cara, es decir, volver a verla. Quizá el tiempo se había detenido. Me hizo señas de que me sentara a su lado.

"La mayoría de las veces, no tengo humor para aparecer ante ti como una epifanía. Pero sí, tienes algo pendiente y lo sabes... El séptimo principio. Has olvidado completamente que tienes que ejercerlo para poder limpiar nuevamente tus terrenos: tu campo de batalla". Quizá estaba soñando, verme sonreír... Esa sonrisa tenía algo de malicia... Esos ojos eran muy diferentes, brillaban intensamente. Ese brillo era semenjante al de la mirada preceptora. Su voz era ronca, me daba miedo. "La niebla... es sólo un aviso. Es sólo un signo que te indicará cuándo estar listo para atravesarla. Tu cuerpo sabe que aún no estás listo, pero cuando llegué el momento, atravesarás la niebla, y deberás tener cuidado cuando camines entre ella... El camino surgirá solo, pero te llevará hasta la sombra, esa es la nueva tarea que necesitamos para estar completos..."

Miré su cara, no somos tan distintos... "Fabio..." Le dije... "¿Por qué no te presentaste al encuentro...?"

"Fabián, ese era un desafío que tenías que enfrentar solo. Te prometí que estaría contigo, lo sé, pero me dí cuenta que no era necesario, así que me escondí debajo del carro de Lidia..."

Me sentí decepcionado. Era mi "doble", hacía mucho que no lo veía, y que no mantenía una conversación con él. Nos miramos, y como si fuera un minuto eterno, nos observamos introspectivamente. Fabio contenía un interior oscuro, vago, pero lleno de recuerdos. En su interior vi a nuestros ancestros sentados mirándome desde la lejanía. Reconocí una cara entre todos esos rostros... me miraba... era mi bisabuelo. Me esperaba. Pero era extraño... Tomé el libro de Fabián, y lo abrí, era una extraña literatura, una lengua que no entendía. Me dije que cuando la niebla me llame, estaré listo. Entonces, cuando cambié a la siguiente hoja, escuché unos pasos como la sigilosa imitación de un felino...

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