sábado, 6 de octubre de 2007

Poder

Al bajarme del vehículo, dí las gracias por el aventón y me despedí de Pablo. Me preguntó si yo deseaba que me pasara a buscar, al final de todo. Le dije que no había problema. Que me regresaría yo solo a casa. Un encuentro como el suyo siempre hacía o bien alterar mi estado de ánimo, o bien quedarme inmerso en una meditación.

"Quizá nos volvamos a encontrar así, mescal. Ya sabes, mi buen..." Asentí con la cabeza. Y luego escuchamos el trueno. El día seguía nublado, y al parecer la lluvia aún continuaría hasta en la noche. Le dije adiós y me dirigí a paso lento hacia la biblioteca de la Universidad. Meditaba con respecto a la plática. Y antes de abrir la puerta de la biblioteca, escuché la voz de Loreto en mi cabeza. Hablaba de lo que ya había conversado con Pablo. Era obvio que todos habíamos escuchado el discurso acerca de los enemigos. Pero en ese momento comprendí que fue Loreto misma quien me había ilustrado en ese tópico.

"El poder es el más fuerte de todos los enemigos. Y natu­ralmente, lo más fácil es rendirse; después de todo, el mescalero es de veras invencible. Él manda; empieza toman­do riesgos calculados y termina haciendo reglas, porque es el amo del poder..."

Cuando entré a la biblioteca, busqué una mesa para comenzar con mis lecturas, y probablemente recordar todo aquello. Antes de dirigirme hacia allá, reconocí una cara. Aquella persona también me reconoció, aunque mantenía ojos de indeferencia. Yo realmente no sé si tenía la misma mirada, pero sé que no demostraba ningún sentimiento o sorpresa. Caminé despacio sin quitarle la mirada a Lidia. Estaba a punto de abrir la boca para emitir un saludo, cuando alguien jaló a Lidia hacia otra dirección.

"Un mescalero en esta etapa apenas advierte que su tercer enemigo se cierne sobre él. Y de pronto, sin saber, habrá sin duda perdido la batalla. Su enemigo lo habrá transfor­mado en un mescalero cruel, caprichoso".

El recuerdo volvió a presentarse. Apreté los ojos y me fui a la mesa. No sé qué era lo que me estaba pasando. En realidad me daba igual si saludaba o no. Dejé las cosas a un lado, y saqué las lecturas. Comencé a leer...: Un mescalero vencido por el poder muere sin saber realmente cómo manejarlo. El poder es sólo un carga sobre su destino. Un mescalero así no tiene dominio de sí mismo, ni puede decir cómo ni cuándo usar su poder...

Puse en duda, y me pregunté si acaso era una derrota definitiva. A lo que la voz de Loreto me respondió que sí. ¿Pero si el poder lo ciega temporalmente y luego el mescalero lo rechaza? Eso quiere decir que la batalla sigue. Quiere decir que todavía está tratando de volverse un mescalro completo. Un mescalero está vencido sólo cuando ya no hace la lucha y se abandona.

Me sentí paranoico y mi mirada buscó por todas partes. Encontré lo que buscaba: vi a Lidia salir de la biblioteca. Resoplé de alivio. Luego miré mis hojas, y antes de intentar volver a concentrarme en la lectura, pregunté que cómo podría vencer al tercer enemigo: "Tienes que desafiarlo, con toda intención. Tienes que llegar a darte cuenta de que el poder que aparentemente has conquistado no es nunca tuyo en verdad. Debes tenerte a raya a todas horas, manejando con moderación, y con fe todo lo que has aprendido. Si puedes ver que, sin control sobre ti mismo, la claridad y el poder son peores que los errores, llegarás a un punto en el que todo se domina. Entonces sabrás cómo y cuándo usar tu poder. Y así habrás vencido a tu tercer enemigo..."

Sonreí, y dí las gracias a Loreto. Aquella voz que quiso visitarme mentalmente. Me sentí como un loco, y no aguanté a reír. Cerré los ojos y meneé la cabeza con reprobación. Todo es diferente...

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