viernes, 28 de septiembre de 2007

K'inam ichil in puksi'ik'al

"Cuando platico contigo, surge una especie de consejo o respuesta que encaja perfectamente a la situación en la que estoy pasando..." Me dijo Berenice una vez, y lo recuerdo claramente, porque volvimos a conversar, depués de mucho tiempo. Yo estaba en la biblioteca leyendo "El resplandor" de Mauricio Magdaleno cuando se aproximó a mi mesa; ella había salido de su clase. ¿Cuánto tiempo había pasado que ya no habíamos tenido una plática? Fingí no saber. Pero ahora que he platicado con ella, siento que la respuesta o consejo que encaja perfectamente en mi situación, Berenice me lo ha otorgado.

Platicamos brevemente en la biblioteca. Confesé que no me concentraba en la lectura, quizá porque el aire acondicionado de la biblioteca me estaba provocando una leve jaqueca. Decidimos salir un rato, y terminar de platicar. Me indicó que algo me estaba ocurriendo, que mi cara había cambiado. Le conté todo lo que me había sucedido, y me dijo: "Todos cometemos errores..." No, no fue un error, sólo fue una locura del que no estoy arrepentido: conservo aún aquellos recuerdos, porque nunca fueron malos, de hecho, creo que son los mejores que he tenido. Pero un repentino cambio de actitud así, sí me había sorprendido mucho.

"El hombre se aferra. Además, tú tienes un problema: te tomas las cosas tan enserio, que terminas idealizando a la gente." Al oír esto último, emergieron aquellas palabras que estaban frescas en mis recuerdos; cierto, yo me aferraba; ya me lo había dicho antes, pero yo me obstinaba a que podía ser posible todo. Sin embargo, era probable que yo pintaba un mundo color de rosa, aunque mi seriedad me permite planear de manera real las cosas, no como un simulacro. "El amor se acaba, no es eterno..." La miré, y ella dibujó una sonrisa. "¿Sabías que me voy a divorciar?" Sí lo sabía, pero volví a fingir que no sabía nada realmente de ella. Comprendí que ella tenía que desahogar aquel sentimiento con alguien lo más pronto posible, así que mi gesto cambió.

Sí me sorprendió la noticia, ¿pero cómo? Le pregunté qué pasaría con sus hijos. Al escuchar que se divorciaría, me llenó de tristeza. Me dijo que me contaría su vida, para que entendiera bien. Berenice a sus 18 años de casada, con tres hijos, me dijo que se divorciaría por el motivo de que nunca había sentido ese amor a su marido. Que los problemas los resolvían indivudualmente y no como pareja. Incluso, existe una frialdad en esa relación. Cuando escuchaba la historia de Berenice, me vino a la mente: "Nuevamente eres un invasor..."

Y comencé a cotejar historias personales que tenía acumuladas en mi memoria: esos pasados oscuros con los que la gente vivirá para siempre, si no los suprime cuanto antes. Entonces, me dijo que se casó a los 16 años; él por supuesto le lleva 10 años más. Que cuando él se enamoró de ella, fue a hablar con la madre de Berenice para decirle que estaba enamoradísimo de su hija y que quería casarse con ella. Ella como era una niña, no sentía nada por él. Él intentaba conocerla, pero ella se rehusaba. Al final, aquél hombre decidió marcharse del pueblo, no sin antes hacer su último intento de llevársela. Berenice fue reprendida por su madre. Le dijo que si no se iba con él, ella ya no tendría futuro, que no la mantendría ni le pagaría los estudios. Berenice sin más, accedió y se casó con aquel hombre. Al terminar esto último, Berenice soltó unas pequeñas lágrimas. Comprendí que tenía mucho rencor en su corazón por esa obligación a casarse.

"El amor se acaba..." Me dijo que cuando le dijo a su marido que quería el divorció, él buscó la manera de cambiar las cosas, de buscar cuál fue el error que cometió. Ella le dijo simplemente que ya no sentía lo mismo por él, si es que sintió alguna vez lo que era el amor. Su marido le reprochó que se divorciaba entonces, porque había alguien más. "Se aferran, los hombre se aferran. Piensan que tuvieron un error, pero no, simplemente el amor se acaba. Yo no tengo a nadie más, y le voy a demostrar que no necesito de un hombre. Sé que a mi edad será difícil encontrar a otra persona. Cada vez que me miro en el espejo veo a un ser horrible... No. Se aferran. Si me quiere a su lado, no es por amor, es por costumbre".

Con la cabeza baja, le dije a Berenice que una vez me preguntaron si quería casarme y yo dije que sí, y la contrapregunta fue: "¿En verdad piensas que un papelito te asegura la felicidad?" Berenice, asintió y me dijo que ahora como ve las cosas, es mejor la unión libre, así, para cuando uno de los dos no soporte la relación, pueda marcharse... Le dije que las chicas de ahora se asustan cuando uno les dice que quieren tener hijos. "Sí. Mi hija, que sólo tiene 13 años, me ha dicho que no quiere tener hijos... Nada más los traería a sufrir... Además, ya quita esa cara. Actúas como si fuese tu último tren. Oye, la vida sigue, eres joven; saborea tus momentos. Sabes muy bien que estos son sólo episodios..."

Me sonreí, le dije que no había problema conmigo, simplemente que estaba triste por su situación. Entonces escuché que alguien más platicaba de sus desdichas. Miré a Berenice y le dije que todo el mundo tenía el mismo ánimo que nosotros, o quizá siempre lo ha tenido y yo no me había dado cuenta. "Mmmm, mira quién viene allá..." Atisbé a lo lejos, y fruncí el ceño. Reconocí quién era, y reí. Berenice también sonrió.

"Bueno, continuaremos platicando en otra ocasión... nos vemos..."

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