jueves, 20 de septiembre de 2007

La revelación del Desafiante

No lo podía creer, vi a don Pascual sentado en el tronco de un árbol caído por el huracán. El viejo fumaba un cigarrillo. Cuando me acerqué a él, me ofreció uno. Estaba a punto de tomarlo, cuando me arrebató la cajetilla. "Olvidaba que tú no fumas..." y comenzó a reír. Guardó su cajetilla, y me lanzó una bucanada de humo. Cerré los ojos y disfruté la aroma de aquel tabaco.

"¿Qué le trae por la Universidad, don Pascual?" pregunté como si no me hubiera parecido nada extraño. Don Pascual alzó las cejas. Me confesó que esperaba una especie de reproche por su ausencia. La verdad ni lo tenía en mente. Sólo recordé que había llegado a la conclusión de que cada vez que se aparecía aquel hombre, era porque estaba en una especie de estado de frenesí. Sin embargo, estaba tan calmado. El hombre cruzó los brazos y me dijo que había regresado de un largo viaje. Así como yo también había desaparecido de la ciudad. Para no discutir, le dije que sólo me había ausentado 5 semanas. "No. Te ausentaste una eternidad..."

Decidí darle la espalda a aquel hombre. En realidad no estaba de humor para soportar sus chistes sin sentido. "Espera, no te vayas, hombre..." No obedecí y caminé hacia el paradero de taxis. "¿Recuerdas que alguien te dijo una ves: Ojalá encuentres amor?" Sí. Sí lo recordaba, era la última broma que me había dicho don Gaspar antes de desaparecer. Sin querer dentro de mi mente empezaron a pasar a una velocidad increíble imágenes de todo lo referente al amor: Deseos, promesas, cariños, risas, meditaciones, simulacros, dedicaciones, conflictos, dolor, lágrimas, lo no correspondido, regalos, ausencias, añoranzas y una lista enorme en la que cada escena veía a todas mis derrotas. Se me revelaron los porqués, y luego de haber comprendido, sentí un pequeño encogimiento, era mi corazón. Don Pascual había dado en la llaga. Le dije que no había encontrado el amor, y que si a eso había venido a mí, que mejor se desapareciera, ya que no estaba de humor para soportar tantas estupideces.

Un mescalero tiene que usar su voluntad y su paciencia para olvidar. De hecho, un mescalero no tiene más que su voluntad y su paciencia, y con ellas construye todo lo que quiere.

"Debes estar muy enojado por todos los que te han hecho sufrir, ¿no es verdad? Si te humillaron, hazlo también con ellos. Véngate, no lo pienses, después de todo tienes la manera de hacerlo..."

"El mescalero no agacha la cabeza ante nadie, pero al mismo tiempo, tampoco permite que nadie agache la cabeza ante él." Pensé. Pobre viejo si piensa que tengo el tiempo de irme contra la gente.

"Estoy aquí, porque al fin has podido despertar. Estás en un estado de claridad. Tú mismo ya lo habrás notado. De hecho lo presientes pero no sabes cómo definirlo. Yo te daré el concepto: EXTRAORDINARIO".

Era muy extraño. Algo me decía que esa era la palabra que buscaba durante una semana. Sentí un pequeño hormigueo correr hacia mi cerebro. Y a partir de ahí se activó todo. Sentí muchas respuestas emerger. Incluso miré a don Pascual sin necesidad de virarme a verlo. Y me dí cuenta que él ni siquiera había articulado palabra alguna. Lo había escuchado en mi mente. "Ya falta poco. El equinoccio marcará mi hora de salida, y a partir de ahí faltaran 5 años para el final de la era ordinaria. Comenzará la era de los seres extraordinarios..." escuché decirme a mí mismo en mi mente.

"Sí. Dentro de muy poco tiempo estará completa tu energía para enfrentarte a la sombra..."

"De mí depende alcanzar mi totalidad..." pensé. Sin embargó, sentí un golpe electrizante. Algo por fin emergió y me reveló que don Pascual no era un mescalero. Y ni siquiera era parte de mi locura. Era un desafiante. Un extraño ser que se alimenta de la agresividad generada por un mescalero. Le dije a don Pascual que ya no se me acercara más si es que no quería desaparecer de este mundo. El viejo me preguntó que si me estaba considerando su enemigo. Le dije que mi energía aún no estaba completa, por lo tanto no lo iba a satisfacer con su futuro encuentro con la sombra. "Ya comprendí que a través de los sueños puedo obtener mis respuestas. Pero a usted le diré que puedo ver su fracaso".

"Ahora resulta que un mescalero puede ver el futuro".

"No es el futuro, es el ahora." El viejo sonrió y se dio la media vuelta.

"Sólo te falta conseguir, para entonces, a tu testigo. Por el momento te aconsejo que desaparezcas, que fortalezcas tu cuerpo y que perfecciones tu espíritu, porque él no tendrá piedad sobre ti".

Un mescalero es inflexible en la búsqueda de la perfección de su espíritu, y para ello mantiene una actitud ante la vida y las cosas de la vida que le permite liberarse del miedo, de la ambición, de la queja y la tristeza.

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