jueves, 25 de octubre de 2007

Ma' K'uyen (Ye'eb ichil in wich)

Ya había pagado lo que cometí. Me sentía libre. El hechizo había finalizado. Lo quise tomar de esa manera, sin embargo, los días corrían y me percaté que aún me faltaba realizar una cosa más antes de cantar victoria. Lo principal, lo que noté en mí, es que regresé a ser huidizo. Me colaba entre la multitud y la gente que me buscaba viraba por todas partes y se preguntaba dónde me encontraba. Me daba algo de gracia. No sé por qué.

Reflexionaba mientras caminaba hacia mi casa. No obstante, mi visión, con el ojo derecho, logró percibir una especie de humo. Por un momento pensé que mi ojo estaba irritado, pero los días fueron avanzando hasta que a cada instante que quería enfocar mi visión con el ojo derecho, veía ahora una densa niebla. No me alerté, porque escuchaba una voz interna que me decía el motivo de aquella niebla.

No podía dejar de pensar en todo lo que me había sucedido. Casi la mayoría de mis conocidos me había dicho: "no hay mal que por bien no venga..." En fin, siento que voy a explotar si lo vuelvo a oír. Me miré reflejado en los aparadores de las librerías. Seguí caminando, quizá buscando una señal. Decidí ir a perderme un rato en algún parque y reflexionar qué es lo que significaba claramente aquella niebla en mi ojo. En realidad me siento sin energía. Siento como si tuviera una fuga en mi cuerpo. Miré al cielo y estaba nublado, de repente sentí una corriente fría. Sinceramente algo estaba ocurriendo. Aquella voz interna me daba la respuesta, y yo me aferraba a que no era cierto, que eso no era el motivo por el cual me sentía así. Me sentí levitar, y como si flotara, llegué hasta el parque.

Miré niños jugar; madres reprender a sus hijos; indigentes dormir en las bancas, y de repente, vi a una persona sentada leyendo un libro. El aire estaba frío, era aquel norte que habían pronosticado en las noticias. Me acerqué lentamente, y aquella persona cerró el libro, y me dijo sonriendo: "Aunque intentes imitar a un jaguar, te escucho, te siento y puedo saber que estás asustado..." Me miró, y me sorprendí. Por un momento pensé que me había quedado sordo, todos los ruidos se habían apagado. Era imposible ver esa cara, es decir, volver a verla. Quizá el tiempo se había detenido. Me hizo señas de que me sentara a su lado.

"La mayoría de las veces, no tengo humor para aparecer ante ti como una epifanía. Pero sí, tienes algo pendiente y lo sabes... El séptimo principio. Has olvidado completamente que tienes que ejercerlo para poder limpiar nuevamente tus terrenos: tu campo de batalla". Quizá estaba soñando, verme sonreír... Esa sonrisa tenía algo de malicia... Esos ojos eran muy diferentes, brillaban intensamente. Ese brillo era semenjante al de la mirada preceptora. Su voz era ronca, me daba miedo. "La niebla... es sólo un aviso. Es sólo un signo que te indicará cuándo estar listo para atravesarla. Tu cuerpo sabe que aún no estás listo, pero cuando llegué el momento, atravesarás la niebla, y deberás tener cuidado cuando camines entre ella... El camino surgirá solo, pero te llevará hasta la sombra, esa es la nueva tarea que necesitamos para estar completos..."

Miré su cara, no somos tan distintos... "Fabio..." Le dije... "¿Por qué no te presentaste al encuentro...?"

"Fabián, ese era un desafío que tenías que enfrentar solo. Te prometí que estaría contigo, lo sé, pero me dí cuenta que no era necesario, así que me escondí debajo del carro de Lidia..."

Me sentí decepcionado. Era mi "doble", hacía mucho que no lo veía, y que no mantenía una conversación con él. Nos miramos, y como si fuera un minuto eterno, nos observamos introspectivamente. Fabio contenía un interior oscuro, vago, pero lleno de recuerdos. En su interior vi a nuestros ancestros sentados mirándome desde la lejanía. Reconocí una cara entre todos esos rostros... me miraba... era mi bisabuelo. Me esperaba. Pero era extraño... Tomé el libro de Fabián, y lo abrí, era una extraña literatura, una lengua que no entendía. Me dije que cuando la niebla me llame, estaré listo. Entonces, cuando cambié a la siguiente hoja, escuché unos pasos como la sigilosa imitación de un felino...

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martes, 23 de octubre de 2007

Máscaras

El día viernes 19 de octubre, desperté como se diría con el pie izquierdo. Me percaté que me estaba metiendo en problemas, o más bien, me estaban metiendo en problemas, y no sólo eso: involucré puntos de referencia. Aún así, esa mala racha se ha ido prolongando, y mis armas para combatirla: recurrir a mis mundos de sueño suspendido. Platiqué con la voz distante para apaciguar mi mente y aclarar mi estado en el que estoy emergido. El sábado me ocurrieron ciertos eventos en el que no tuve más remedio que demostrar una actitud violenta. El día lunes, o sease, ayer: se llegó a un punto en el que al paracer, sólo liberé a mis compañeros de las represalias.

Cuando terminó aquella reunión en la Universidad, eran cerca de las 20: 38 pm, lo sé porque miré la hora del móvil. Mario me había dicho que lo esperará, porque iría a presentar una breve evaluación. La verdad no quise esperarlo, decidí llamar a mi hermana para que me diera un aventón a casa, mientras caminaba hacia el paradero. Fue así que me topé con Pablo. Estaba en el cofre de un auto, fumando un cigarrillo. Me saludó, y yo le correspondí. Sabía por qué estaba esperándome. Le comenté todo lo que me estaba sucediendo, y cómo yo había actuado inconscientemente. Me reprochó que estaba dejándome vencer por mi enemigo. Por alguna extraña razón, me dí cuenta de que yo estaba hablando nuevamente sin pensar las cosas antes. Mencioné la palabra racionalidad y fue ahí donde Pablo me dijo:

"Te lo he dicho y repetido mil veces que ser dema­siado racional es una desventaja. Los seres humanos tienen un sentido muy profundo de lo sobrenatural. So­mos parte de lo misterioso. La racionalidad es sólo un barniz, un baño de oro en nosotros. Si rascamos esa superficie encontramos que debajo hay un mescalero. Algunos de nosotros, sin embargo, tenemos una gran dificultad para llegar a ese nivel bajo la superficie; otros, en cambio, lo hacen con absoluta facilidad. Ahora que lo veo, Gaspar y tú son muy pare­cidos en este respecto: los dos tienen que sudar sangre antes de soltarse de su imagen de sí".
Le expliqué que, para mí, aferrarme a la racionalidad había sido siempre una cuestión de vida o muerte. Más aún al tratarse de mis experiencias en el mundo de los mescaleros.

Comentó que aquel día en que actúe violentamente, me estaba observando; que mi racionali­dad le había resultado especialmente fastidiosa. Desde el comienzo, tuvo que hacer uso de todo tipo de recursos a su alcance para socavarla. A fin de lograrlo, comenzó por mandarme a un taxista borracho para que agrediera a mi padre, y así posteriormente yo sintiera coraje e irme contra el agresor. Esa brusca maniobra fue la primera sacudida a mi cuerpo. Y eso, junto con el descontrol que me causaba su falta de continuidad, perforó mi racionalidad.

"Perforar tu racionalidad no bastaba. Yo sabía que, para forzarte a que llamaras tú mismo al espíritu a que moviera tu esencia al sitio donde no hay compasión, yo tendría que romper hasta el último vestigio de mi continuidad. Fue entonces cuando me volví realmente cruel y te hice bajar del auto para gritarle al taxista borracho.
"Te quedaste helado, pero ya ibas camino hacia una instantánea recuperación cuando le di al espejo de tu imagen de sí lo que debería haber sido el golpe final. Hice que golpearas al taxista. Me había olvidado de tu violencia".

Dijo que, pese a mis apuradas y mal pensadas tácticas de recuperación, mi esencia llegó al sitio donde no hay compasión cuando me enfurecí con la conducta del taxista. O tal vez fue lo contrario: me enfurecí porque mi esencia había llegado al sitio donde no hay compasión. Realmente no importaba. Lo que contaba era que mi esencia había llegado a ese sitio, y yo había aceptado los requisitos de la voluntad: un abandono y una frialdad totales.

Una vez allí, mi conducta cambió radicalmente. Me volví frío, calculador, indiferente con respecto a mi segu­ridad personal.

Le pregunté a Pablo si él había visto todo eso. No recordaba habérselo contado a algún mescalero o a mis amigos. Respondió que, para saber lo que yo sentía, le había bastado la introspección y el acordarse que su propia experiencia pasó bajo condi­ciones similares.

Señaló que mi esencia quedó fija en su nueva posición en el momento que el taxista yacía en el suelo. Para entonces, mi convicción de que su con­tinuidad era inmutable había sufrido una conmoción tan profunda que la continuidad normal ya no funciona­ba como fuerza cohesiva. Y fue en ese momento, desde su nueva posición, que mi esencia me permitió construir otro tipo de continuidad, que expresé con una dureza extraña, indiferente, desapegada; un abandono y una frialdad que, de allí en adelante, se convirtió en mi modo normal de conducta.

"La continuidad es tan importante en nuestra vida que, si se rompe, siempre se repara instantáneamente. En el caso de los mescaleros, en cambio, una vez que sus esencias llegan al sitio donde no hay compasión, la continuidad ya no vuelve a ser la misma.

"Puesto que tú eres lento por naturaleza, no has no­tado todavía que, desde aquel día, entre otras cosas, has adquirido la capacidad de aceptar cual­quier tipo de discontinuidad después de una breve lucha con tu razón, naturalmente.

"Fue también ese día cuando aprendiste a enmas­carar el no tener compasión. Tu máscara no estaba tan bien desarrollada como está ahora, por su­puesto, pero lo que adquiriste entonces fueron los rudimentos de lo que se convertiría en tu máscara de gene­rosidad.

Traté de protestar. No me gustaba la idea de no tener compasión y menos aún la idea de que la tenía enmasca­rada.
"No uses tu máscara conmigo. Guárdala para alguien mejor, para alguien que no te co­nozca.

Me instó a acordarme exactamente el momento en que la máscara vino a mí, pero yo no pude.

"Vino al instante en que sentiste que esa furia fría se apoderaba de ti, y tuviste que enmascararla. ¿Qué hiciste, entonces? Caminaste tranquilamente hasta tu auto y te subiste como si nada hubiese ocurrido.

"Y no, no estabas a punto de desmayarte cuando llegaste a casa. Estabas a punto de entrar en un estado de ensueño y de ver al espíritu por tu propia cuenta, pero no lo hiciste porque eres un idiota. En vez de esto, decidiste pensar en todo lo que habías cometido.

Realmente al recordar lo que había hecho todos esos días, me hacía pensar que tenía que hacer algo para tranquilizarme, y eso fue lo primero que se me ocurrió.

"Pero eso es exactamente lo que vengo diciéndote: tu generosidad no es auténtica".

Y, para fastidio mío, se echó a reír. Le dije que ahora es posible lastimar a todo ser que se aproxime ante mí con ganas de destruirme. Pablo asintió con la cabeza. En eso ví que el auto de mi hermana se aproximaba. Cuando viré para despedirme de Pablo, él ya no estaba.

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jueves, 18 de octubre de 2007

Profesor Niño

Hacía mucho que no nos reuníamos en casa del profe Niño. Algo sirvió de pretexto, pero jamás me enteré qué fue. Ulises me llamó para avisarme que iría a casa del profe a las 18:00. Le dije que yo lo alcanzaría después. Según entendí, Ulises tenía que platicar con él sobre asuntos filosóficos, pero como siempre, esas tertulias están acompañadas de cerveza. Así que no podía faltar el "resto": Iram y yo, quienes fuimos los únicos que llegaron.

Ulises llegó temprano debido a que quería obtener la receta de una comida que había hecho el profe hace ya en una ocasión. Y eso fue lo que me serví cuando llegué: Macarrones con queso parmesano, acompañado con una Negra modelo. Platicaron acerca de la política; las evaluaciones y de las vicisitudes de los profesores de la Universidad. En realidad, fueron temas banales; quizá temas de los que siempre conversamos. Cuando se acabó la primera ronda, Iram decidió ir por más cerveza. Nos quedamos Ulises, el profe y yo. Hablamos acerca de Carlos Montemayor y su obra "Guerra en el paraíso", acerca de que mi gusto está en los cuentos del "Llano en llamas" y no en "Pedro Páramo" de Juan Rulfo... "¿Sigues siendo creyente?" Le dije que en realidad ese asunto me iba y me venía... como la regla, que sólo me vuelvo creyente cuando estoy en "mis días". Preguntó por la música, ¿algo en especial? Le dije que se me antojaba escuchar a Bob Dylan, Lay, Lady, Lay... Puso el segundo disco de The Essential of Bob Dylan, y cuando se sentó en la mesa, entró Iram con 3 canastillas de Negra modelo. Lay, lady, lay, lay across my big brass bed... Whatever colors you have in your mind... I'll show them to you and you'll see them shine... y te recordé: tu mirada, tu voz y aquellos días de mala racha, aquellos días en que me sentía acompañado...

Confesé que esa melodía me había llegado al fondo. Why wait any longer for the world to begin... You can have your cake and eat it too... Why wait any longer for the one you love... When he's standing in front of you... El profe Niño me preguntó por qué, pero cambié de tema y le dije que las melodías de Dylan me recordaban a la novela "The Catcher in the Rye" de J. D. Salinger. Pero el día, este día, estaba más loco como para leer los poemas de Tristan Tzara. Fui al baño, y cuando regresaba a la mesa, me topé con la foto de la familia del profe. Jamás había visto a su esposa e hijos. Sentí que cada día algo se revelaba, y que conocías el lado humano (y ya no misterioso) de los puntos de referencia.

En eso, llegó Agustín, cubano, y con más cerveza. Recordé que tenía una clase de maya en la mañana. Mi cuerpo reaccionó y decidí dejar de beber. Me dio la impresión de que Agustín, había planeado algo con el profe. "¿Los conoces?" Me apuntó a mí, dijo que sólo a mí me recordaba. Volvimos hablar de literatura (escuchamos a Eli Regina, y después a Sheryl Crow), hablaron de Cuba, y después de que todos los profesores de la UQROO son unos personajes. "¿Escribes?" Le dije que había publicado unos versos libres en el cartapacio, y hablaron de la poesía regional, de la última presentación del libro que se hizo en el auditorio de la Universidad. La contrastación entre los jóvenes y los adultos. Las amantes. Los divorcios... tesis... parecía un remolino todo. "Hay gente joven que se viste como viejo, y actúa como viejo..." "Al final serán como nosotros, es inevitable..."

Ulises dejó de beber también. Cada vez que Agustín brindaba, Ulises alzaba el salero. "Sí, todo es alegría..." Ulises corrijió... "Todo debería ser alegría...", y yo dije en voz alta: "¡Carpe diem!" y Agustín volvió a brindar. ¿De qué estaban hablando? Por el acento cubano de Agustín, Ulises no entendía los chistes.

Le dije a Ulises que era mejor largarse, era la 1: 00 am, y yo tenía la clase programada a las 7: 00. Llegué a casa, y lo primero que hice fue tirar las cosas, desvestirme y desplomarme en la cama. Tenía pocas horas para descansar. Entre mis sueños volví a reconstruir las conversaciones. Sentía un dolor en mi pecho. A pesar del aire del ventilador, sentía mucho calor en el cuerpo. Sé que ya estaban todos borrachos, pero aún así volví a participar en mis sueños... y me levanté. Consulté la hora: 3:53 am... Sentí asco. Me fui al baño, y vomité, y mientras lo hacía me venían las frases de Agustín, quizá eso mismo me había provocado el asco. Era increíble, no había tomado mucho y sentía como si hubiese tomado como en un fin de semana. 5: 00 am. Me levanté y me fui a duchar... Descifré: La misma comida, las mismas tertulias, todo es un ciclo. Todo de nuevo... ¿un presagio?

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lunes, 15 de octubre de 2007

Mitologías

La noción de imagen es uno de los conceptos claves de nuestra cultura. Todos tienen la suya: los actores, los hombres políticos, las mujeres de mundo. Y hasta el último de nuestros semejantes, se preocupa de no empañar ni comprometer esa imagen de padre atento, esposo fiel, buen ciudadano y tipo duro que construye y cuida celosamente.

Las mitologías expresan una visión del hombre y del mundo; significan una organización del Cosmos y de la Sociedad. Y si bien se manifiestan en forma de historias contingentes, permiten hallar, bajo las variaciones accidentales de la fábula, sistemas de significaciones estables y estructurados.

Cuando se habla de mitos, se piensa generalmente en culturas primitivas, arcaicas, en formas de pensamiento prelógico. Y es muy cierto que es en esas culturas, cerradas y estabilizadas, donde esos códigos son más fáciles de observar, así como bajo formas simples y estereotipadas encontramos códigos sociales ritualizados que tienen su origen en la historia lejana y el inconsciente colectivo.

Nuestras sociedades modernas, en cambio, nos parecen más libres y establecidas sobre fundamentos racionales. Pero ahora descubrimos que no es así. La vida de un John Kennedy está signada de presagios, pruebas, dones milagrosos y de todos los signos que rodean al héroe mítico. En este sentido, su muerte es ejemplar: a pesar de una encuesta que prueba que su asesino era un desequilibrado que actuó solo, la opinión rechaza ese veredicto de una desaparición accidental que privaría de toda significación a ese Destino. Exige que el Héroe haya sido traicionado, lo que constituye uno de los temas mayores de toda la literatura épica.

La ciencia moderna ha puesto en evidencia ese carácter semiológico de nuestras actitudes y de nuestras creencias. El perro de Pavlov no reacciona ante las cosas sino ante los signos de las cosas, y el behaviourismo muestra cómo nuestras conductas son reacciones condicionadas a signos. Por otra parte, para el psicoanálisis esos signos tienen su origen en situaciones arcaicas, inconscientes e irracionales: unas son comunes a la colectividad, como lo afirma Jung con su teoría de los arquetipos, otras propias de cada individuo, tal como lo estableció Freud y su análisis de los complejos. Finalmente, la investigación psicosociológica, basada en tests verbales, cuestionarios y un análisis estadístico de las respuestas, ven en ellos tendencias características de los diversos grupos y de las diversas situaciones.

De ese modo, es probable que la mayoría de nuestras elecciones --en apariencia las más libres o, en todo caso, las más racionales-- estén condicionadas por representaciones inconscientes de origen mítico.

La idea de imagen, de mensaje y de una manipulación del público por medio de un conocimiento de sus motivaciones profundas es actualmente una de las claves de nuestra cultura. Salió ampliamente del dominio de la publicidad para invadir el campo de la política y el de las relaciones sociales. Las vedettes, los hombres políticos y en mayor o menor medida cada uno de nosotros tiene una "imagen" pacientemente construida y cuidadosamente mantenida. Las elecciones son en la actualidad confiadas a agencias de publicidad y la figura del candidato manipulada pieza por pieza. Vivimos en una cultura de la imagen. En la actualidad, el "opio del pueblo" es la propaganda política, cultura, económica, cuya arma más eficaz e ilusión más insidiosa son las de persuadirnos de que los signos son las cosas. Así como nosotros nos persuadimos que somos "nosotros mismos", signos entre los signos, en este teatro donde interpretamos nuestro propio papel.

Los reyes eran hasta hace poco los hijos de los dioses, quienes los enviaban a la tierra con la viña y el maíz. En la actualidad, los presidentes son las criaturas de la televisión descendidos sobre la pantalla mítica, entre la margarina y las enzimas voraces. Pero, al menos, comencemos por saber que vivimos entre los signos y a darnos cuenta de su naturaleza y de su poder. Esta conciencia semiológica podrá convertirse, en el futuro, en la principal garantía de nuestra libertad.

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sábado, 13 de octubre de 2007

Rendez-vous

20:00... Recibí la llamada de Nano: habían improvisado una fiesta para Nani. Lamentablemente, no podía asistir, porque ya había quedado en salir con mis viejos amigos a un evento que había realizado la gente de Contaduría. Incluso ya había adquirido los boletos, días antes. Les fallé, ni modo. Una enorme disculpa, pero... sí que me pusieron en un dilema... y grande. La reunión se llevó a cabo a las 22:00 horas. Lucero, que era la que estaba en el rollo del evento, nos esperaría en el lugar. La X-Trail blanca de Dennis arribó a mi casa.

Ya venían en el interior: Erani y Angélica. En todo el camino estuve conversando con Erani (más bien, escuchando sus quejas); hacía mucho tiempo que no nos reuniamos, así que el evento servía de pretexto. Obviamente, Erani y yo estabamos de acuerdo en que los antros no eran nuestro ambiente. Siempre frecuentamos el boulevard. Gina, siempre me dice que estar ahí sentado al aire libre y en la noche, es de lo más aburrido. Lo que sea de cada quien...

Dennis y Angélica, no mencionaron palabra alguna. Me atreví a preguntarle a Angélica qué ocurría con ella, sólo me dijo que tenía mucho sueño, que no había descansado bien por lo de la Residencia. Meditamos: Faltaba Claudia, Selvin, Kenia y... creo que no vale la pena mencionarla. Al llegar, me di cuenta que los tres estábamos de negro (Erani dijo que su camisa era azul). Y luego la cara de desdén de Erani. No le gustaba estar, según él, con la gente del Tecnológico. Le recordé que ambos habíamos estado en el Tecnológico, aunque sea breve tiempo... Aún así se rehusó, y prefirió su Universidad... Y después de todo, nos la pasamos aburridísimos. Entre el ruido de la música, intentábamos platicar. Erani se desesperaba porque empezara el show, y yo me quejé con el robo que nos habían hecho: cervezas de 190 ml...!!!

Bulla, cierto. Lucero y una de sus amigas, me motivaron a bailar. No suelo hacerlo. Erani fue el único que accedió. Y de repente, todos los de la mesa estaban bailando en su lugar. Las caderas de Lucero me dieron en el hombro... me sacudí y fingí estar bailando y tamborileando en la mesa. "¡¡Ya sé!! Estás estudiando el lugar para después describirlo en tus historias..." Me sonreí. Qué más podía describir del lugar, puedo decir que era un lugar de lo más patético, gente cantando karaoke y después música hasta reventar los oídos. Como la zona es caribeña, ¿¿Debo mencionar que era reggeaton lo que se escuchaba?? Erani revisó la lista de las melodías que estaban disponibles para cantar... "¡¡Puro RBD!! Me cae que este es un antro fresa..."

No era el único de la mesa que estaba sin pareja. A unos 3 metros de distancia identifiqué a una chica solitaria. Erani me hizo la broma de que la sacara a bailar. Algo en el interior estaba a punto de levantarse pero una extraña frase me hizo inmovilizarme. Sabía a lo que estaba a punto de... Decidí mejor quedarme en la mesa y observarla desde lo lejos. Una de sus amigas la invitaba también a bailar, pero la chica no accedía... Me sonreí, no por burla, sino porque sentí empatía. Lo único que hacía era tomar su vodka y ver a los demás bailar. Reconocí rostros, y cada vez que se sentaba Lucero le decía... "Ese es Chora... esa es Candy, esa es Evelyn..." y ella sorprendida me preguntaba de dónde los conocía... No había otra manera de matar el tiempo.

Creo que eran las 3:00 de la mañana, cuando decidimos largarnos del lugar. "Definitivamente... No conocía este lugar, y ahora sé que no regresaré jamás..." Dijo Erani cuando salimos del lugar. Estaba de acuerdo con él. Los oídos completamente bloqueados. Disfónicos. Bromeamos unos instantes antes de llegar al vehículo. Y ya abordo, recordaron un viaje en el que creo, yo no estuve presente, más que dormido. Bueno, después de todo, recordé que seguía o había regresado al mundo monótono...

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miércoles, 10 de octubre de 2007

Dies Absentiae

Recostado en la cama, decidí dejar de leer por unos momentos "El lugar sin límites" de José Donoso, y preferí subirle a la música. Me quedé mirando el techo de la habitación. ¿Era sano realizar una recapitulación? El día... La memoria... Cerré los ojos, y respiré profundamente; me dejé llevar, y en un instante, estaba de pie apreciando la tranquilidad de la bahía, de aquel mar gris y cielo plomizo que advierte una lluvia decidida a prolongarse hasta el amanecer.

El aire era agradable, fresco, casi sentía un leve frío calar mis huesos. Entonces recordé todo lo que había pasado hasta el momento. ¡Qué ganas de colocar una piedra en el muro de la imagen! Había pasado casi un mes y medio en un claustro, leyendo cosas que quizá la memoria no estaba reteniendo. Engañándome a mí mismo mientras veía pasar a la gente, intentando encontrarme ahí caminando: buscando una extraña señal para distraerse. ¡Qué pérdida de tiempo! ¿Problemas existenciales? No (reí), patrones de interacción social... ¿Qué demonios?

"¿Y esa cara... esa frase? ¿Estás deprimido?" De qué hablan... No comprendo. Solían preguntarme si estaba enojado. Sigo siendo el mismo de siempre, quizá externamente no, pero, lo soy. Me preguntó Lucero, si aquella arma que tenía en las manos era real. Reí nuevamente. Sí, Lucero, esta arma es real y está cargada. En algún momento descargará su ira contra alguien. Me dijo que estaba loco. Solté la carcajada. "El que no ha amado alguna vez, no entenderá este tipo de poesía... está jodido..." Sentí unas palmadas en mi espalda; Faine me daba a entender que yo era uno de aquellos jodidos. Salieron unos cuantos murmullos en mi defensa, y leyeron poemas de Lugones... hasta me dedicaron uno. "¿Ya tienes tu tema de investigación?" Supongo que sí, tengo varios en mente, pero... no tengo bibliografía ubicada... (tempus fugit!). ¡Vamos Fabián, tú puedes! Realmente soy un inepto, pero me hago como que sí se puede. ¡Ya cállese!

Pasé por el edificio, y miré a través de la ventana. Había llegado temprano y noté que no estaba solo... una persona estaba sentada leyendo o quizá repasando su lección. No. Qué estupidez. Me siento como loco hablando solo. "¡Qué pedo, güey! ¿Vamos a ir siempre al evento...?" Claro, cuenta conmigo, le contesté a Erani; en verdad no tengo nada qué hacer en casa. Creo que la lluvia no nos ha dejado divertirnos como siempre. Oye... ¿A qué hora te atravesaste?... Erani se perdió con mi proyecto que presenté hace mucho en el curso de Metodología de la investigación... (no lo olvides, le dije, cámbiale el título, ponle: Desplazamiento cultural...) Nuevamente sentado en la biblioteca... un sonido de guitarra, una melodía... no puede ser: Voodoo chile... Steve Ray Vaughan... ¿Qué tiene qué ver ese track ahora? no sé... Well I’m standin’ next to a mountain... choppin’ down with the edge of my hand... Pick up the pieces, make an island... might even raise a little sand...

"Estoy escribiendo cuentos cortos eróticos, pero no algo así tan fuerte..." ¿Erotismo abstracto? Le pregunté a Celcar, "No. Un erotismo reflexivo, algo así..." Vaya. Existen varias maneras de cerrar una temporada (Fuckin' season!): no lo creo... tenemos bajo presupuesto, una trama insípida, y los mismos personajes... ¡jajaja, deja de quejarte, hombre! ...Y Ulises cerró la ventana. "De lo que escribes... parece que te gustan los personajes fatalistas..." Acertaste. Pero a muchos les gusta lo que escribo, bueno... piérdete, Pepe grillo. Vuelvo a mirar, y veo a través de un cristal lleno de gotas diminutas. Las luces de la noche se distorsionan en él. Doy la vuelta en la cama. Maldito insomnio. Mi mente está llena de telarañas, quizá pájaros en la cabeza. ¿Eso es imaginación? Y grité tu nombre/con un grito interno,/con una voz extraña/que no era mía y que estaba muy lejos./ Y entonces, en aquel grito/sentí que mi corazón muy adentro,/como un racimo de lágrimas,/se deshacía en un llanto benéfico./Y que era el dolor de tu ausencia/lo que había soñado despierto.** ¡Ah, no jodas! ¿Qué fue eso? Nada, es sólo uno de esos días nublados, dies irae, uno de esos días de ausencia... en donde se fueron todos y yo me quedé entre la lluvia.




**El canto de la angustia - Leopoldo Lugones.

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sábado, 6 de octubre de 2007

Poder

Al bajarme del vehículo, dí las gracias por el aventón y me despedí de Pablo. Me preguntó si yo deseaba que me pasara a buscar, al final de todo. Le dije que no había problema. Que me regresaría yo solo a casa. Un encuentro como el suyo siempre hacía o bien alterar mi estado de ánimo, o bien quedarme inmerso en una meditación.

"Quizá nos volvamos a encontrar así, mescal. Ya sabes, mi buen..." Asentí con la cabeza. Y luego escuchamos el trueno. El día seguía nublado, y al parecer la lluvia aún continuaría hasta en la noche. Le dije adiós y me dirigí a paso lento hacia la biblioteca de la Universidad. Meditaba con respecto a la plática. Y antes de abrir la puerta de la biblioteca, escuché la voz de Loreto en mi cabeza. Hablaba de lo que ya había conversado con Pablo. Era obvio que todos habíamos escuchado el discurso acerca de los enemigos. Pero en ese momento comprendí que fue Loreto misma quien me había ilustrado en ese tópico.

"El poder es el más fuerte de todos los enemigos. Y natu­ralmente, lo más fácil es rendirse; después de todo, el mescalero es de veras invencible. Él manda; empieza toman­do riesgos calculados y termina haciendo reglas, porque es el amo del poder..."

Cuando entré a la biblioteca, busqué una mesa para comenzar con mis lecturas, y probablemente recordar todo aquello. Antes de dirigirme hacia allá, reconocí una cara. Aquella persona también me reconoció, aunque mantenía ojos de indeferencia. Yo realmente no sé si tenía la misma mirada, pero sé que no demostraba ningún sentimiento o sorpresa. Caminé despacio sin quitarle la mirada a Lidia. Estaba a punto de abrir la boca para emitir un saludo, cuando alguien jaló a Lidia hacia otra dirección.

"Un mescalero en esta etapa apenas advierte que su tercer enemigo se cierne sobre él. Y de pronto, sin saber, habrá sin duda perdido la batalla. Su enemigo lo habrá transfor­mado en un mescalero cruel, caprichoso".

El recuerdo volvió a presentarse. Apreté los ojos y me fui a la mesa. No sé qué era lo que me estaba pasando. En realidad me daba igual si saludaba o no. Dejé las cosas a un lado, y saqué las lecturas. Comencé a leer...: Un mescalero vencido por el poder muere sin saber realmente cómo manejarlo. El poder es sólo un carga sobre su destino. Un mescalero así no tiene dominio de sí mismo, ni puede decir cómo ni cuándo usar su poder...

Puse en duda, y me pregunté si acaso era una derrota definitiva. A lo que la voz de Loreto me respondió que sí. ¿Pero si el poder lo ciega temporalmente y luego el mescalero lo rechaza? Eso quiere decir que la batalla sigue. Quiere decir que todavía está tratando de volverse un mescalro completo. Un mescalero está vencido sólo cuando ya no hace la lucha y se abandona.

Me sentí paranoico y mi mirada buscó por todas partes. Encontré lo que buscaba: vi a Lidia salir de la biblioteca. Resoplé de alivio. Luego miré mis hojas, y antes de intentar volver a concentrarme en la lectura, pregunté que cómo podría vencer al tercer enemigo: "Tienes que desafiarlo, con toda intención. Tienes que llegar a darte cuenta de que el poder que aparentemente has conquistado no es nunca tuyo en verdad. Debes tenerte a raya a todas horas, manejando con moderación, y con fe todo lo que has aprendido. Si puedes ver que, sin control sobre ti mismo, la claridad y el poder son peores que los errores, llegarás a un punto en el que todo se domina. Entonces sabrás cómo y cuándo usar tu poder. Y así habrás vencido a tu tercer enemigo..."

Sonreí, y dí las gracias a Loreto. Aquella voz que quiso visitarme mentalmente. Me sentí como un loco, y no aguanté a reír. Cerré los ojos y meneé la cabeza con reprobación. Todo es diferente...

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viernes, 5 de octubre de 2007

Claridad

"Y así has encontrado a tu segundo enemigo: ¡la clari­dad! Esa claridad de mente, tan difícil de obtener, dispersa el miedo, pero también ciega". Dijo Pablo con tono de burla, y para hacer tiempo, cruzamos por el boulevard. Como si nada, fingí que no tenía idea a lo que se refería. Sin embargo, él estaba celebrando el nuevo estado al que ya había entrado.

Le pregunté acerca de la claridad, de que si él aún estaba en la misma condición que yo. Me dijo que aún no había abandonado el territorio, pero que obviamente él había comprendido más cosas que yo. Le pedí que me diera su concepto de la claridad. Se dibujó una sonrisa, como si su deseo de compartirme su concepto, se había realizado.

"La claridad fuerza al mescalero a no dudar nunca de sí. Le da la seguridad de que puede hacer cuanto se le antoje, porque todo lo que ve lo ve con claridad. Y tiene valor porque tiene claridad, y eso le permite detenerse por nada. Pero todo eso es un error; es como si viera algo claro pero incompleto. Si un mescalero se rinde a esa ilusión de poder, ha sucumbido a su segundo enemigo y será torpe para aprender. Se apurará cuando debía ser paciente, o será paciente cuando debería apurarse. Y tonteará con el apren­dizaje, hasta que termine incapaz de aprender nada más".

Perdí mi mirada en el espejo retrovisor; miré la carretera alejarse, y recordé una fotografía denominada "el pasado", era exactamente la misma ilusión. Le pregunté a Pablo si alguna vez había sentido ser derrotado por aquel enemigo. Me dijo que no. "Sabes muy bien, que no eres realmente como yo, mescal. Somos muy distintos. Tú te dejas atacar con facilidad. Es como si te gustara que te derribaran, para luego levantarte y demostrar que sigues teniendo una fuerza escondida. Y a pesar de eso, sabes que un mescalero es un cazador impecable que anda en busca del poder. Por lo mismo no es un fanfarrón, ni exhibicionista, ni tiene tiempo que perder, ni para engañarse, ni para dudar o equivocarse..."

Me quedé callado. Quizá tenía la razón. Últimamante he dejado de observarme introspectivamente. Me di cuenta que estábamos próximos a la Universidad, así que le pregunté antes de llegar, cómo había dominado la fuerza de la claridad para que no lo derrotara. Pablo chasqueó la lengua, y me dijo:

"Debes hacer lo que hiciste con el miedo: debes desafiar tu claridad y usarla sólo para ver, y esperar con paciencia y medir con moderación antes de dar otros pasos; debes pensar que tu claridad es casi un error (y me estoy dando cuenta que ya lo estás aplicando, eso es bueno). Y vendrá un momento en que comprendas que tu claridad era sólo un punto delante de tus ojos. Y así habrás vencido a tu segundo enemigo, y llegarás a una posición donde nada te puede ya dañar. Esto no será un error ni tampoco una ilusión. No será solamente un punto delante de tus ojos. Ése será el verdadero poder.

"Sabrás entonces que el poder tanto tiempo perseguido es tuyo por fin. Puedes hacer con él lo que se te antoje. Tu aliado está a tus órdenes. Tu deseo es la regla. Verás claro y parejo todo cuanto hay alrededor. Pero también te tropezarás con tu tercer enemigo: ¡el poder!"

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jueves, 4 de octubre de 2007

Miedo

Salí a prisa de la casa. Miré que se venía un aguacero seguro, y por lo tanto, no iba a poder conseguir un taxi para irme a la Universidad. Ni aún con mi intento de prevenir las cosas, lograba conseguir el transporte. Taxis ocupados, otros te ignoraban, y de repente, ninguno transitó. Miré hacia el cielo y escuché los truenos en la lejanía. Miré hacia la carretera, y nada. De repente vi una camioneta, una ranger verde de doble cabina. Se detuvo donde yo estaba y reconocí al conductor. Era Pablo, y llevaba como acompañante a una simpática muchacha. La joven bajó el vidrio de la ventana y Pablo me dijo: "No lo pienses más, hombre. ¡Súbete!"

Me subí en los asientos de atrás, y saludé. Pablo me saludó y luego le reprochó a la chica que llevaba delante por qué no me saludaba. Le dije que no había problema. Hice a un lado las cosas que estaban en el asiento conmigo: era una maleta de tae kwon do y un peto. "Nada más dejo a Norma en el dojo y te dejo en la Universidad". Agradecí y le dije que por mí no había problema. Le expliqué que había salido temprano de casa cuando vi que las nubes estaban amenazantes.

Me preguntó que cómo estaba. Le dije todo lo que había pasado desde la última vez que conversé con él. Le confesé el estado en el que me encontraba y que también Yolanda ya estaba al tanto. "Sí. Estás empezando a comprender, Mescal. Estás aprendiendo, mi buen..."

Le dije que por alguna razón tenía una respuesta de por qué estaba así, pero que mejor me daba a la tarea de seguir dudando. "Cuando un hombre empieza a aprender, nunca sabe lo que va a encontrar. Su propósito es deficiente; su inten­ción es vaga. Espera recompensas que nunca llegarán, pues no sabe nada de los trabajos que cuesta aprender.

"Pero uno aprende así, poquito a poquito al comienzo, luego más y más. Y sus pensamientos se dan de topetazos y se hunden en la nada. Lo que se aprende no es nunca lo que uno creía. Y así se comienza a tener miedo. El conoci­miento no es nunca lo que uno se espera. Cada paso del aprendizaje es un atolladero, y el miedo que el hombre experimenta empieza a crecer sin misericordia, sin ceder. Su propósito se convierte en un campo de batalla.

Al escuchar el discurso de Pablo, me pasó por la mente la palabra "miedo." Luego sentí la mirada de Norma. Me miraba por el espejo retrovisor. La miré y noté que me observaba hoscamente.

"El primer enemigo: ¡el miedo! Un enemigo terrible: traicionero y enredado como los cardos. Se queda oculto en cada recodo del camino, acechando, esperando. Y si el hombre, aterra­do en su presencia, echa a correr, su enemigo habrá puesto fin a su búsqueda".

"¿Qué le pasa al hombre si corre por miedo?" Preguntó Norma, que se decidió a hablar ya que estábamos a unas cuantas cuadras de llegar a su academia. Pablo se río, pero no le reprochó de que se metiera en la conversación, sino todo lo contrario. Yo, en realidad, estaba tan concentrado en mis pensamientos y no analizaba mucho el discurso de Pablo. Me interesó la pregunta que Norma había realizado. Pablo le respondió:

"No le pasa nada, sólo que jamás aprenderá. Nunca llega­rá a ser una persona fuerte. Llegará a ser un ma­leante, o un cobarde cualquiera, un hombre inofensivo, asus­tado; de cualquier modo, será un hombre vencido. Su primer enemigo habrá puesto fin a sus ansias".
"¿Y qué puede hacer para superar el miedo?" Pregunté a sabiendas.

"La respuesta es muy sencilla. No debe correr. Debe desafiar a su miedo, y pese a él debe dar el siguiente paso en su aprendizaje, y el siguiente, y el siguiente. Debe estar lleno de miedo, pero no debe detenerse. ¡Esa es la regla! Y llega un momento en que su primer enemigo se retira. El hombre empieza a sentirse seguro de si. Su propósito se fortalece. Aprender no es ya una tarea ate­rradora. Cuando llega ese momento gozoso, el hombre puede decir sin duda que ha vencido al Miedo."

"¿Pero no volverá el hombre a tener miedo si algo nuevo le pasa?" Preguntó Norma.

"No. Una vez que un hombre ha conquistado el miedo, está libre de él por el resto de su vida, porque a cambio del miedo ha adquirido la claridad: una claridad de mente que borra el miedo. Para entonces, un hombre conoce sus deseos; sabe cómo satisfacer esos deseos. Puede prever los nuevos pasos del aprendizaje, y una claridad nítida lo rodea todo. El hombre siente que nada está oculto..."

Habíamos llegado al destino de Norma. La dejamos y yo me pasé adelante con Pablo.

Me reveló que Norma era su sobrina. Pero sentí que me estaba gastando una broma. Me dijo que apenas había ingresado a la preparatoria. Yo sorprendido le pregunté la edad, porque la veía muy grande. De hecho pensé que era algún desliz de Pablo. Se sonrío, y me dijo que tenía apenas 15 años, y para rematarla, dijo que nunca había visto tanta capacidad para comprender temas que sólo los mescaleros podemos conocer...

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martes, 2 de octubre de 2007

Donde no hay compasión

Miro mi cara fragmentada por una gota terminal de las lluvias. El cielo nocturno no tiene estrellas, está cubierto por nubes grises. Sin embargo, la luna intenta brillar. "Las lunas de octubre son las más hermosas..." Escuché decir por ahí. Me levanto y siento el aire gélido provenir del oeste. Hay un nuevo cambio. Mi piel muda y sacudo mi crótalo para advertir que estoy en guardia contra todo. Vuelvo a mirar mi rostro y noto ese nuevo brillo en mis ojos. Ese brillo hipnotizante que alguna vez vi en aquella mirada preceptora. ¡Qué extraño cambio! Nunca lo vi nacer; esperó a que yo estuviera distraído para arremeterse contra mi esencia.

Camino entre esa penumbra y escucho pisadas entre la humedad. Miro en lontananza y descubro una procesión. Trémulas llamitas iluminan aquellos rostros pálidos. Son sombras que caminan errantemente, quizá hacia el infinito. Sé que aún no es mi turno de caminar con ellos, aún no he alcanzado mi totalidad para seguir adelante. Quizá no empleo las palabras exactas, porque mi mente no se concentra en lo que debe ser; sólo escuchó en mi interior aquellos gritos que quieren liberarse lo más pronto posible. Todo lo que quise pasó ante mí a una velocidad increíble. Medito y me doy cuenta que estoy atorado en este mundo por miles de años más. Creo que ya no podré esperar toda una eternidad. Y ahí está esa sombra que sigo reconociendo; está frente a mí esperándome. La miro, y me doy cuenta que mis miedos se han ido, y al irse me han dejado desnudo en esta oscuridad.

¡Qué extraño, pero siento una portentosa seguridad! Siento un calor en mi cuerpo: es un fuego interno que arde y me da brillo: es el que enciende esa mirada. Recapacito y descifro: es una señal. Entonces pregunto: Si hay respuestas a mis preguntas, ¿por qué sigo sorprendiéndome? ¿Por qué lo denomino como Extraño, si parece ser tan familiar? Había luchado constantemente para llegar a este lúgubre páramo, pero es sólo una tétrica habitación más en la que para poder salir necesito brillar. Una habitación de las tantas que hay en esta casa, de la que quizá algún día podré salir, y si mi voluntad me lo permite, de la misma casa también: Esa es la misma esencia del espíritu; de lo que me hace ser un mescalero; de lo que me motiva a alcanzar mi propia libertad y reunirme con ellos.

Escruto el umbral de esta nueva habitación, y en su interior alcanzo a ver aquellos entes que me miran hoscamente, ¿acaso son mis nuevos desafíos? Posiblemente. Este es un mundo del que siempre me hablaron: un mundo sin descanso en que las heridas tardan en sanar y que los desafíos están atacando sin detenerse. Para ser fuerte, necesito ser despiadado; dejar toda armadura y romper la imagen de sí: ese espejo que todos cargamos y que nos hace ser más vanidosos. Ser cruel... obtener la cordura. Respiro hondamente, y acaricio la perilla; abro la puerta y miro la habitación. Sí, ahora lo entiendo. Estoy en el lugar donde no hay compasión...

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