viernes, 10 de agosto de 2007

Sueño # 6

¿Cómo llegué otra vez a estos lugares ancestrales? Siento que no había descansado absolutamente nada, pero aún así, continué mi jornada de una manera distinta a la que ya había antecedido. Me sentí algo ágil y con un poquito más de experiencia. Sin duda, me sentía en mi campo de batalla. No tuve tiempo de sentirme adaptado en casa. Todo era diferente, incluso el nuevo ambiente al que había traspasado.

Recorrí nuevos rumbos, en los que pensaba jamás pisaría. Lugares antiquísimos en fundación, e incluso más internos en la selva. Debido a la experiencia anterior, ya tenía un poco de dominio en cuanto a mi voluntad. Sentía que tenía armas para defenderme contra cualquier sentimiento que emergiera de algún desconocido ente. Y sí, así volvió a acaecer. Estaba nuevamente en un sueño.

Atravesé el camino pavimentado, y estuve frente a un antiguo convento español. El edificio estaba destruido: la vegetación empezaba a cubrir algunos de sus pilares, paredes y contrafuertes. De ahí, me dirigí hacia las pocas personas que encontraba sentadas en sus puertas: contemplaban el ambiente fantasmal cotidiano.

Cuando llegué frente a un anciano, le solicité (como ya había hecho antes), su colaboración. El anciano no entendía ni una frase en español. Sólo me apuntó el interior de la casa. Lo miré, y sus ojos me dieron la señal de que entrara sin ningún problema. Me sentí lleno de confianza y de paz al entrar en aquella casa de huano. El anciano que me había invitado, caminaba encorvado como si tuviese una joroba. Me llevó al patio trasero hasta conectarme a otra casa más pequeña.

Cuando llegué al umbral, contemplé algo magnífico: era un ritual de limpia. Estaba viendo por primera vez a un brujo en plena acción. El brujo frotaba a un joven que estaba tendido en el suelo, con una extraña piedra diáfana. Me pareció que era una canica. Al terminar, el brujo me miró, y luego musitó en maya a los que estaban presentes, el malestar de aquel joven.

Una vez que se desocupó el brujo, se dirigió hacia mí, y me preguntó que qué hacía en su casa, que cómo me llamaba... Le dije que me llamaba Yef, y que necesitaba su colaboración para...

"Eres de los pocos que se han atrevido a ver mi ritual... Está prohibido que un foráneo vea este tipo de actos. Es obvio que vienes en busca de la piedra del augurio..."

Le dije al brujo que no tenía la menor idea de lo que me estaba hablando; cuando de repente, me mostró aquella piedra diáfana. "Este es el Sáastun, la piedra del augurio. Hace mucho tiempo esta piedra profetizó la Guerra de Castas. Nos reveló el final sangriento de los mayas..."

Me quedé atónito. Jamás en mi vida había oído hablar de aquella piedra.

Me llené de mucha curiosidad, que antes de pedirle a aquel brujo la explicación de toda esa mitología, le pregunté cuál era su nombre. No quiso revelarme su nombre, así que sin más rodeos, fui directo al grano, y le pregunté cuál era la función de la piedra.

"Esta piedra, además de poder ver el futuro, también sirve para ver el pasado. Y no nada más consiste en eso, también puede decirme qué malestar sufre una persona... Como lo pudiste ver hace unos instantes. Tú no vienes por la piedra... ¿o sí?"

Le dije al brujo con una leve sonrisa que en realidad no tenía conocimiento de aquella piedra, hasta ahora. Sin más, pregunté por qué tenía tanto temor de que me llevara la piedra. Me dijo que era el único sáastun que quedaba sobre la tierra. Que ya hace mucho tiempo, había llegado un gringo en busca del poder del sáastun. Era raro que un extranjero supiera de algo tan misterioso y tan oculto por los brujos mayas.

Aquel tipo sabía incluso cuáles eran las capacidades del sáastun. No sólo le pidió ver la piedra, sino también le solicitó a aquel brujo que lo aceptara como su discípulo para poder predecir el destino de la humanidad. El brujo le dijo que ya tenía un discípulo al que después de su muerte, pertenecería la piedra, porque el Sáastun se transmite de generación en generación, y muy pocos son aptos para usarla. Aquel extranjero, al ver que el anciano no accedía, llegó hasta ofrecerle dinero por algunos conocimientos.

El brujo se burló del gringo, y le pidió que le extendiera la mano derecha. El extranjero pensando que le enseñaría algún truco, extendió la mano. El brujo le explicó que la manera más sencilla de predecir el futuro sin necesidad de poseer la piedra, era tener en la mano una señal. Esa señal constaba tener una cruz que se formaba con las líneas naturales de la palma de la mano.

Cuando dijo eso el anciano, sentí un cosquilleo correr por mi nuca, y me motivé a verme las manos. Para mí sorpresa, tenía la cruz que el anciano había dicho.

"Sí, aunque no lo creas, tú también puedes ver el pasado y el futuro, si así lo deseas. No necesitas llevarte la piedra, porque aunque quisieras, ya le pertenece a mi aprendiz".

Por un momento me sentí contento por tener una capacidad que jamás (de acuerdo con la explicación sobrenatural del brujo) imaginaba poseer. Sin embargo, mi lado escéptico emergió y se me dibujó una risa burlona. Era ilógico conocer el futuro.

Le dije al brujo que el futuro, de acuerdo a mis leyes de mescalero, no exisitía. Sino que lo único que era es el Aquí y el Ahora. El brujo se río y me preguntó que qué demonios era un mescalero. "Usted dígamelo, ya que es brujo, debería saberlo".

El brujo me miró hoscamente.

"Tus capacidades sólo se limitan a tu imaginación. Abre la mente, y pon los pies sobre la tierra, muchacho. Te puedo ver en el futuro aunque no me creas. Incluso tú te has visto, pero quieres luchar contra la corriente. No te pediré que te dejes llevar así nomás, porque no todo está escrito, tú puedes cambiar ciertas cosas... porque eres un ser diferente..."

"¡Lo ve! Es una contradicción. Es absurdo saber el futuro. El pasado sí se lo creo, pero el futuro... He aprendido que todo no sale como se planea..."

El brujo se levantó de su silla, y me dijo que era un imbécil. No lo sé pero algo de repente me jaló de la casa.

"Tienes la capacidad para cierto tipo de maniobras, pero tu falta de espíritu te impide ver más allá. No tienes corazón, no quieres creer, por eso fracasas..."

Desperté con frío en la habitación: el aire acondicionado estaba al máximo. Había recordado haber platicado con la voz distante, y tener una pequeña discusión. Algo andaba mal ese día... mi energía menguó, y sí, lo que había previsto, era lo que había sucedido...

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