viernes, 3 de agosto de 2007

Sueño # 3

Estaba recostado sobre un fino césped mirando hacia el cielo estrellado. Era la primera vez que apreciaba el cielo nocturno... las estrellas eran infinitas. Don Hilario me dijo que las podía contemplar con tal claridad, debido a que no hay poblaciones cerca. Cierto, la luz de las ciudades siempre me evitaba contemplar el cielo nocturno.

Suspiré profundamente y miré el infinito. Me sentía tan calmado que empecé a desear que Malú estuviera recostada a mi lado, divagando...

"Sé en qué estás pensando..." Me dijo don Hilario. Aquel hombre de 57 años estaba sentado al lado de mí, mirando hacia el vacío. Don Hilario se quitó el sombrero, justo a tiempo de que surgiera una ráfaga de aire. Las ramas de los árboles sonaron a lo lejos, y los grillos comenzaron a cantar. No le hice caso a lo que me había dicho, aunque mi ego me corría por el cuerpo, lo que me motivó a preguntarle en qué se supone que yo estaba pensando. Don Hilario se sonrió y miró el cielo también.

"Esas estrellas son tus amigas... dependiendo de la intensidad, sabes a quién estás valorando. Y sé que ahora estás mirando la estrella Venus, te gusta su intensidad de brillo... ¿a quién no?"

En efecto, contemplaba la estrella Venus y a través de ella, sentía la esencia de Malú, la voz distante. "Tengo tantos deseos..."

"La quieres tanto... ¿no es así?" Asentí con la cabeza. "Has elegido esa estrella porque sientes que es muy importante para ti. Y por lo mismo la has escogido, porque a comparación de las demás, será muy difícil que se apague".

Don Hilario tomó una piedra que estaba cerca de él; la contempló por unos momentos y luego me la dio. "Hace ya mucho tiempo, yo había elegido esa estrella para demostrarle a mi mujer que la amaba tanto, que me importaba demasiado. Que en las noches, su brillo estaba presente... pero a pesar de eso, mi estrella se extinguió... ahora estoy solo..."

Le confesé a don Hilario que yo siempre he temido quedarme solo en este universo tan complejo y misterioso. Que tengo tantas ganas de volar e irme lejos, desaparecer si es posible, si algún día mis deseos se convierten en fracasos. Él me respondió que todo en esta vida era posible, que todo tenía solución... Le pregunté porqué me decía esas palabras, y él me dijo que cuando tuviera la oportunidad de decírselo a esa persona que he elegido como mi estrella, abriera mi corazón y le diera un poco de mi energía. "El ánimo es un soporte que mantiene en pie a las personas".

Don Hilario me preguntó que qué fue lo que me hizo apreciar a Malú. Le dije que varias cosas... la estrella brilló más intensamente.

"Te gusta escribir, y eso fue lo que admiraste de ella. Eres más predecible..."

Me quedé serio, y le dije con una voz débil, que al parecer yo hacía las cosas un poco mal, porque me dejaba llevar por el sentimiento y pensar en varias tonterías...

"Toda buena poesía es el desbordamiento espontáneo de poderosos sentimientos... Nuestros ininterrumpidos influjos de sentimiento son modificados y dirigidos por nuestros pensamientos, los cuales son los representantes de todos nuestros sentimientos pasados; y así como al contemplar la relación de estos representantes entre sí, descubrimos lo que realmente importa a los hombres...

"Del mismo modo, por la repetición y continuidad de estos actos, nuestros sentimientos estarán conectados con temas importantes, hasta que al fin poseemos originalmente mucha sensibilidad..."

"¿Eso qué tiene que ver, don Hilario?"

"Dime, ¿eres un escritor realista o un escritor romántico?"

Le dije que podía ser ambos. Don Hilario se rió y meneó la cabeza. Le pedí que me dijera entonces cuál era la diferencia entre esos dos estilos.

"El escritor realista elige su asunto de la vida diaria, y el romántico de una imaginaria continuación de la vida en el pasado o en un mundo puramente ideal..."

Se quedó callado por un momento y me quitó la piedra: "Los pensamientos en la mente de un gran poeta son principalmente el residuo de emociones recordadas..."

"¿Sucede algo, don Hilario?" Me senté y miré la cara triste de don Hilario. Él asintió.

"Es hora de que abras tus alas".

Se empezó a carcajaear porque al tocar mi espalda alzó las alas de un mosquito.

"Pensé que habías elegido ser un águila o quizá un tecolote... ¿Mosquito? Eres un ser extraño, Yef..."
Quedé asustado, y sin querer agité las alas. "Vamos, lánzate, si esas son tus alas, no tienes más opción que usarlas para volar..."

Me elevé y sentí que mi cuerpo se había hecho un ovillo. Era un mosquito. Zumbaban mis alas. Me dirigí al cielo nocturno para alcanzar aquella estrella, obviamente sabía que eso era imposible, pero entonces la luna me sirvió de guía y avancé hacia el norte. Miré un cerro y de repente, escuché el canto de Malú...

El calor era sofocante y desperté repentinamente. Había llegado cansado de la jornada, y lo primero que hice fue marcarle a esa estrella, y decirle todo mi afecto, y darle ánimo para seguir en pie...

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