sábado, 25 de agosto de 2007

Categoría 5

El sol brillaba y su calor era insoportable. Calles bloqueadas. Postes caídos. Árboles levantados desde la raíz. Casas destruidas. Espectaculares deshechos. La belleza de la ciudad había sido arrasada. La gente apreciaba junto conmigo el desastre. Uno que otro aún tomaba fotografías de lo que había provocado la naturaleza. La reconstrucción no tenía tiempo para respirar. Grúas levantaban postes de luz; arrancaban ramas de árboles. Y los automóviles creaban un sonido irritante. Todos buscaban una salida. Todos buscaban regresar a su modo de vida cotidiana entre los escombros.

La energía eléctrica pronto regresó. Era horrible dejar que la noche nos atrapara y nos dejaramos guiar por las velas. El calor aún nos asfixiaba, y en el aire se sentía una vaga esperanza. Todo perdido, todo humedecido. Anegados, incomunicados. Sólo voces lejanas tenían la dicha de preguntar qué había sucedido. Una vez, afuera, en la calle: un cielo nublado intentando apagar el sol. "¿Cómo la pasaron? ¿Todo está bien?" La gente salió a limpiar por su propia cuenta el capricho de la naturaleza. ¿Estamos vivos? Paz y silencio. Pero, miremos, por suerte, algo había sucedido: no fue la total destrucción... no fue lo que se había pronosticado. Sobrevivimos, y no hubo pérdidas humanas que lamentar.

La radio daba las alertas, el paso del huracán Dean. Chetumal no descansaría, sentiría los vientos huracanados; sentiría lo que es el dolor. El ojo pasaría por Bacalar. Xkalac y Mahahual serían los primeros en sufrir, y si es posible desaparecer. Puse las baterías a la radio para escuchar si la vida aún estaba ahí. Nos resguardamos en los peldaños de la escalera. Eran las 5 am, y el sonido del viento que arrastraba los proyectiles, que levantaba árboles y techos, cobró fuerza; y sentimos que el final del evento estaba cerca. Sólo quedaba esperar y contemplar el vacío. Rezando si es que se podía articular. Aunque entre el viento se escuchaba la voz del pueblo: "No pasará nada. Estemos tranquilos..."

Me recosté porque no pude dormir. El viento comenzaba a silbar. Fueron las 2 am cuando la luz huyó y nos dejó a oscuras. Por lo menos pude contemplar y conversar con la gente que estimaba. La histeria empezaba a apoderarse de los habitantes. Nacía un coraje, un enojo y una impotencia. Posiblemente, la defensa contra el miedo ante lo inesperado. Risas, bromas, entre los amigos. La juventud inexperta sentiría por fin un fenómeno de tal magnitud. "Al fin y al cabo somos una cultura que sabe qué hacer ante un huracán..." "Sí, pero que no sabe cómo actuar después de uno..."

Colocamos la antena de aire para sintonizar la televisora local. Subimos los muebles en caso de que se inundara la planta baja. Realizamos planes en caso de un probable impacto. El movimiento del meteoro era dudoso: amenazaba al norte o amenzaba al sur. ¿Qué hacer? Entre lo incierto, descubrí que la ficción se construía más rápido. "Sólo conservo los recuerdos que me sirven para sentirme bien. Los que me dejan una enseñanza..."

"Por eso te has vuelto tan ingrato".

"No. He borrado todo mi pasado".

"¿Recuerdas cuando aplacamos a aquel mocoso que te molestaba?" Mi padre conversaba, al mismo tiempo que realizabamos planes y sellabamos nuestro refugio.

Es posible que cada 50 años sucederá esto, en caso de que llegara impactar este huracán a Chetumal. Hicimos las compras de pánico. ¿Nos iremos a otra parte? Es la misma categoría de hace 50 años. Ese fue el renacimiento de Chetumal. Risas, todo en calma, un calor insoportable. Despedidas. Peticiones. Deseos... una llamada más, y una carcajada... un lamento...

Read more...

viernes, 24 de agosto de 2007

Un acto de agradecimiento

Intentaba concentrarme en la lectura, pero pequeños destellos de imágenes atravesaban por mi mente. Me sentí inquieto, y de repente, el móvil empezó a sonar. Miré con esperanza de reconocer el contacto que se intentaba comunicar conmigo... no lo tenía registrado. Contesté la llamada con cierta inseguridad, cuando del otro lado escuché una voz demasiado familiar y que hacía bastante tiempo que no la había escuchado: "Hola, Yei-fer... ¿Cómo has estado? Tanto tiempo, ¿verdad? ¿Sí sabes quién soy, o no?"

Me dibujé una sonrisa. Le dije que sí. Era Lucero, la chica "Lucer", que era como la llamaba, ya que le gastaba bromas diciéndole que se enamoraba de puro tipo "federico." Lucero era una amiga a la que había olvidado al parecer, pero cuando escuché su voz, me vino la imagen tan clara como la persona de Memo. "Necesito verte y platicar contigo, fabis..."

Sin más, le dije que no había problema, que dónde y cuándo quería platicar conmigo. Me pidió que fueramos a tomar un café en algún lugar que no hubiese mucha gente. Me mencionó un lugar que a mi parecer, estaba a punto de irse a la quiebra porque en realidad no era frecuentado por la gente.

Cuando salí de ducharme, mi menté sintió una pequeña descarga electrizante. Empecé a descifrar códigos de los que no me había percatado; todo era extraño. Lucero, jamás la vi con un teléfono celular. La última vez que la vi, la vi junto a Martín disfrutando de un cigarro, y cuando quisimos realizar una fiesta, llegamos a la conclusión de que a Lucero se la había tragado la tierra. Entonces me pareció extraño: De dónde había conseguido mi número, para qué necesitaba verme, de qué quería hablarme, por qué yo... ¿Acaso estarán todos ahí? Cerré los ojos; respiré profundamente, y eliminé ese sentimiento de duda. Tuve que poner algo de música para pensar en otra cosa, mientras me vestía.

Salí de casa como si el tiempo me estuviese ganando. Obviamente faltaba una hora para la hora indicada. Recordé que en cada reunión siempre era el primero en llegar, no sé, pero no me gusta ser impuntual. Pero cuando entré al lugar, sentí la necesidad de buscar entre las mesas aquella cara conocida. La encontré, estaba en el área de fumadores; claro, fumando como siempre, y con su estilo, bocanadas y luego rueditas de humo... "Hey, hey, fabis... Pero mírate nada más... jajaja" Se rió Lucero de mí, porque vio mi gesto de torcer la boca. Sabía muy bien que odiaba que me llamara por fabis. Se lo recordé, y me miró con el ceño fruncido... "Yo no he olvidado las burlas de la escuela con Lucer, eh..." y así comenzó la plática.

Me recordó escenas que habían desaparecido en mi mente; ella las mantenía tan frescas como si apenas hubiesen sido ayer. Sin querer, mientras Lucero carcajeaba, le pregunté que qué había sido de ella... y me devolvió la pregunta. "Lucero, desapareciste. Pensamos que te había tragado la tierra. No dejaste ningún rastro, y ahora, no lo puedo creer, estás aquí platicando conmigo".

"Jajajaja... No tenían que preocuparse por mí, tengo mi propia vida, ¿qué acaso no tienen la suya? Y no desaparecí, simplemente mi vida se volvió más rígida. Ustedes se están preparando, yo no puedo sostenerme por mí misma, tuve que trabajar..."

Nos quedamos en silencio, y ella prendió un cigarrillo. Le dije que lamentaba haberla alterado. Nos quedamos en silencio, mientras ella consumía su cigarrillo. Yo tomé el café a sorbos. Cuando de repente, Lucero puso un paquete sobre la mesa, era un regalo.

"Es para ti. ¿Qué contiene? Eso lo descubrirás cuando llegues a casa".

Le pregunté para qué me daba un regalo. Aunque a decir verdad, sentí nuevamente ese sentimiento de conocer los motivos y las respuestas. "Considéralo como un acto de agradecimiento..."

Le pregunté que cuál agradecimiento. Me dijo que por ser un buen amigo. "Me estoy despidiendo, Fabián. Tengo cáncer, así que tengo que irme lejos, muy lejos... posiblemente a otro país..." Le pregunté si era a Europa o los Estados Unidos. Me dijo en son de broma, de que no me lo diría, sino no tendría caso despedirse. "Si te digo a dónde voy, es por que existe la esperanza de regresar. Así son las pseudo-despedidas. Si no te digo, es porque sé que no regresaré, así que no tiene ningún sentido decirte a dónde me dirijo".

Me quedé nuevamente callado. No sabía realmente qué decir, si dar gracias, si llorar por su terrible destino, si levantarme y salir corriendo. "Cálmate, no te pedí que vinieras aquí para mortificarte. Te pedí que vinieras para volver a conocerte. ¿Qué planes tienes a futuro? ¿Sigues escribiendo? ¿Por fin conociste a alguien o sigues solito como siempre?"

Miré con lástima a Lucero. Ella volvió a encender un cigarrillo. "¿Cuántos has fumado desde antes que llegue?"

"No sé, no llevo la cuenta. Es de mala suerte, jajajaja. Pero dime, ¿qué hay de ti?

"Aún no lo sé..."

Lucero me miró con una sonrisa coqueta. Y su vista pasó al de su reloj. "Mira la hora, se nos ha consumido en tanta charla... aunque claro, de eso se trataba, ¿no? jajaja..."

Le dije que estaba bien. Que no se preocupara. Sabía que el tiempo para ella, se deslizaba como en una colina de hielo, mientras que el mío ascendía lentamente hacia la cumbre de una montaña. "Sabes, el amor llega de una manera misteriosa, pero pocos tienen la dicha de disfrutarlo. Por lo menos sé que no estoy sola en estos momentos oscuros..."

La miré confundido. "¿Recuerdas la frase?" Asentí, y juntos repetimos: "...y el viejo nos meterá en su costal, y nos llevará en vilo hacia el desconcierto..."

Dejó dos billetes sobre la mesa. Se levantó, y me tocó el hombro, luego me dio un beso de despedida en la frente. "Cuídate mucho, fabis..." y se alejó de la mesa, hasta llegar con un tipo que la miraba en la entrada. La abrazó, al parecer fuertemente, y luego me miraron los dos desde lo lejos y se despidieron. Les correspondí.

Cuando llegué a casa, abrí el regalo y encontré una libreta, lapiceros de gel, un libro, y una tarjeta: "No dejes nada a medias. Cumple con lo que habías trazado. Espero ver alguna vez tu nombre en un libro. Cuídate mucho y sigue hasta el final... Loser..."

Read more...

miércoles, 15 de agosto de 2007

Sueño # 9

Alguien tocó a la puerta. Me desperté. Era de noche. Durante un momento no pude recordar dónde me hallaba. Había algo en mí que parecía distante, era como si una parte de mí siguiera dormida, y sin embargo estaba completamente despierto. Por la ventana brillaba la luz de la luna.

Salí a la calle para ver quién andaba por ahí. No encontré a nadie. Entonces miré al cielo para ver a mi estrella. ¡Cuál fue mi sorpresa al verla convertirse en una estrella fugaz! Sentí ganas de llorar, pero decidí morderme los labios. En ese momento comprendí el sentimiento de aquel hombre con el que aprecié aquella noche estrellada. Me desplomé, y caí sentado en la acera. Me quedé recapitulando todo, hasta que me alcanzó la mañana. Musité a los recuerdos de la voz distante "Gracias. Gracias por dejarme demostrar mi afecto..."

El cielo estaba nublado, y la neblina empezó a cubrir toda la calle. De repente, escuché un extraño aleteo. Me pareció extrañó, porque cuando vislumbré quién emitía tan extraño sonido, descubrí que era una... Me quedé atónito.

Definitivamente, lo que se movía era una mariposa nocturna. Yo podía distinguir con claridad todos sus detalles. Seguí su vuelo tortuoso y lento hasta que pude ver cada partícula de polvo en sus alas. Algo me sacó de mi total absorción. Justo a mis espaldas sentí un parpadeo, un ruido silencioso, como si tal cosa fuera posible. Me volví y descubrí a una mujer casi de mi edad. "Hola, me llamo Esperanza, no temas..."

No le correspondí el saludo. En realidad me sentía sin ganas de conversar con alguien en ese momento.

"Sé por lo que estás pasando en este momento, Yef. Pero quiero decirte, que todo lo que te ha sucedido, es la prueba de que es hora de regresar. Es hora de que te levantes y vuelvas a ser un mescalero".

Le dije que en realidad estaba triste. Porque después de haber interpretado la señal, mi corazón dejo de ver las cosas como eran. Ya no le encontraba sentido a nada. Ni siquiera sentía las ganas de seguir avanzando, ya no tenía ningún motivo para pertenecer a este mundo. ¿Cuál es el mérito de todo esto? No tengo ganas ni de seguir existiendo, porque siento que mi vida cotidiana será muy difícil de retomar. Al fin y al cabo, sé que había regresado al mismo terreno en el que me había dejado una vez mi benefactor: en la soledad.

"El terreno está despejado, Yef. Debes saber que en la vida de los mescaleros es extremadamente natural el estar triste sin ninguna razón aparente, y siempre, un mescalero presiente su destino final cada vez que se rompen las fronteras de lo conocido. En ocasiones, la melancolía resultante es tan intensa que puede provo­car la muerte. Sabes que la mejor manera de deshacerse de la melan­colía es reírse de ella".

Sentía tanto odio de mí mismo. Esperanza se sentó junto a mí y me sonrió como una niña de cinco años. Me dio palmaditas en la espalda y me dijo que me calmara, que respirara profundo. No sé porqué pero accedí a su petición.

"Tengo fe en que serás un gran mescalero y que todo lo que piensas es posible. Sé que algún día verás a esa persona. Por el momento, sólo quiero que recuerdes que siempre debes buscar el camino que tiene ese corazón, sino lo tiene, no puedes caminar sobre él. Así como has abandonado el camino del mescalero, así algunos caminos te han abandonado. Ante esto, ahora, debes tener muy en cuenta que los mescaleros deben buscar intencionalmente el cambio.

"Tu predilección es vivir como lo haces. Estimulas tu razón examinando tu inventario, muy a la ligera, y oponiéndo­lo a los inventarios de tus amigos. Esas maniobras te dejan muy poco tiempo para hacer un examen de ti mismo y de tu destino. Tendrás que renunciar a todo eso, a partir de este momento".

Le dije que tenía ganas de desaparecer. Esperanza asintió y me dijo que en realidad mi cuerpo sabía lo que tenía que realizar.

"Quiero que recuerdes que un naualli es alguien lo suficientemente flexible para ser cualquier cosa. Entre otras cosas, ser un naualli significa no tener puntos qué defen­der. Es decir, un naualli no tiene obsesiones".

"Una de las fuerzas más grandes en la vida de los mescaleros es el miedo. Los impulsa a aprender." Recordé mientras Esperanza se reía levemente.

Esperanza se levantó, y me dijo que ya era hora de partir, que ya había hecho mis actos de agradecimiento con todos mis puntos de referencia. Incluso había recordado todo, aunque yo no estaba consciente totalmente. "¿Recuerdas lo que te dijo don Gaspar la última vez que lo viste?"

Asentí, y le dije en voz baja:

"Nunca más volveremos a vernos. Ya no necesitas mi ayuda; y no te la ofrezco, porque si vales como mescalero, me escupirás en la cara por ofrecértela. La única felicidad de un mescalero es su estado solitario. No quisiera que tú trataras de ayudarme tampoco. No pienses más en mí porque yo no voy a pensar más en ti. Si eres un mescalero que vale lo que pesa, ¡sé impecable! Cuida tu mundo. Hónralo; vigílalo con tu vida".

Esperanza me sonrió y me dijo que lo tomaría como una despedida. Me levanté y Esperanza me tomó de la mano. Me dijo que me acompañaría hasta el puente. Caminamos entre la niebla. Y mientras nos dirigíamos, me preguntó si sabía cuál era la función del puente. Le dije que era un puente que de acuerdo a mi desafío, había creado para poder pasar del mundo cotidiano al mundo abstracto. Me felicitó. Y cuando llegamos, la niebla se disipó y me reveló un hermoso puente de piedra. "Es todo tuyo. Regresa".

Miré a Esperanza, y ella me sonrió. Acaricié el parapeto del puente. Mi corazón empezó a palpitar, me embargaba un nuevo sentimiento de felicidad. Cuando pude apoyarme del puente, cerré los ojos y me dejé guiar hasta el otro lado. "Los mescaleros se preparan para tener conciencia, y la conciencia total sólo les llega cuando ya no queda en ellos nada de importancia perso­nal. Sólo cuando son nada se convierten en todo". Me musité para mí mismo. Me dieron ganas de regresarme y no atravesar el puente. Pero entonces abrí los ojos y vi un resplandor. Fruncí el ceño, y me armé de valor, corrí por el puente y dejé que aquella luminosidad me absorbiera.

Abrí los ojos, era un ocaso. Sentí el olor de lo cotidiano. Miré y reconocí los edificios. Me percaté que tenía libros en mis manos. Contemplé por un segundo el aire mover las ramas de los árboles, y escuchar los graznidos de las aves vespertinas, listas para dormir. Miré el sol esconderse por el horizonte, y me dejé llevar. "Soy un mescalero." Me dije. Miré tantos rostros sin nombres, tanta actividad; suspiré y me perdí entre la multitud de la Universidad.

Read more...

martes, 14 de agosto de 2007

Sueño # 8

Estaba apreciando los cayucos que estaban al borde del Río Hondo, el límite fronterizo que divide Belice de México. Estaba tan concentrando apreciando la calma del río, cuando escuché una voz muy familiar. Me dieron ganas de saltar de emoción al ver a don Gaspar de pie frente a mí. Pero por algún motivo algo me frenó. Sabía que don Gaspar ya no estaba en este mundo. Por lo tanto, no era nada más que un sueño.

"Me recuerdas, porque ya estás muy cerca de la bóveda". Asentí. Comprendí a lo que se refería. Sólo don Gaspar estaba en mi memoria, en mis recuerdos, era la esencia de mi aprendizaje, y por otro lado, en los lugares donde estuve había olvidado todo recuerdo y ley de un mescalero.

Don Gaspar dejó de hablar y me clavó la mirada. Sentí con claridad que sus ojos guiaban, empujaban y tiraban de algo indefinido dentro de mí. No podía zafarme de su mirada. Su concentración era tan intensa que hasta me provocó una sensación física; me sentí como si estuviera dentro de un horno. Y muy repentinamente me encon­tré mirando hacia dentro de mí. Era una sensación muy parecida a la de dejarse llevar por una distraída fantasía mental, pero con una diferencia muy extraña: yo tenía una intensa conciencia de mí mismo y una falta total de pensamientos. Supremamente consciente de mí mismo, yo miraba hacia la nada que existía dentro de mí.

Con un esfuerzo gigantesco, me arranqué de esa nada y me puse de pie. "¿Qué me está usted haciendo?"

"A veces eres absolutamente insoportable. Me enfurece el modo cómo desperdicias tu energía. Estabas justo en el sitio más ventajoso para hacerte recordar todo lo que quisieras ¿y qué es lo que haces? Lo desperdicias para preguntarme qué te estoy haciendo".

Me senté. Estaba realmente avergonzado. Don Gaspar sonrió. "Pero el ser cargoso y a veces inaguantable es tu mayor ventaja. ¿Porqué habría yo de quejarme?" Los dos estallamos en una fuerte carcajada. Era un chiste entre él y yo.

Años atrás, yo me había sentido profundamente conmovido y al mismo tiempo muy confuso por la tremenda dedicación que don Gaspar ponía en ayudarme. No lograba imaginar por qué me demostraba tanta bondad. Era evidente que yo no le hacía falta en absoluto; por lo tanto, no lo hacía por interés. Pero yo había aprendido, a través de las duras experiencias de la vida, que nada es gratis y, al no poder imaginar qué recompensa esperaba don Gaspar, me sentía muy intranquilo.

Un día le pregunté, sin más ni más y en tono, muy cínico, qué sacaba él de nuestra asociación. Dije que no había podido adivinarlo.
"Nada que tú puedas comprender".

Su respuesta me enojó. Le dije, furioso, que yo no era estúpido y que por lo menos él podía hacer el esfuer­zo de explicármelo.

"Bueno, déjame decirte tan sólo que, aunque podrías comprenderlo, lo seguro es que no te va a gustar. Verás, la verdad es que quiero ahorrarte eso". Mordí el anzuelo. Insistí en que me lo dijera.

"¿Estás seguro de que quieres saber la verdad?" Me preguntó, a sabiendas que yo jamás diría que no. Le contesté en tono cortante que por supuesto quería saber qué es lo que él se traía. Se echó a reír como si se tratara de un chiste; cuanto más reía, mayor era mi enfado. Le dije que no le veía nada de divertido a todo eso.

"A veces, es mejor no entrometerse con la verdad. La verdad, en este caso, es como un bloque de piedra al pie de un gran montón de cosas; digamos una piedra angular. Si la sacamos, tal vez no nos gusten los resultados. A lo mejor, el gran montón de cosas se viene abajo. Yo prefiero evitar eso". Volvió a reír. Sus ojos, brillando de picardía, pa­recían invitarme a seguir con el tema. Y yo insistí en sa­ber. Traté de mostrarme sereno, pero persistente.

"Bueno, si eso es lo que quieres... Primeramente, me gustaría decir que todo cuanto hago por ti es gratis. No tienes que pagar nada. Como tú bien lo sabes, he sido im­pecable contigo. Y mi impecabilidad contigo no es una inversión. No lo hago por interés. No te estoy preparan­do para que me cuides cuando esté demasiado viejo para cuidarme solo. Pero sí saco de nuestra relación algo de incalculable valor: una especie de recompensa por tratar impecablemente con esa piedra angular que he mencio­nado. Y lo que saco es justamente lo que quizá tú no vas a comprender o no te va a gustar".

"¡Dígamelo de una vez, don Gaspar!"

"Quiero que tengas bien en cuenta que te lo digo debido a tu insistencia. Si me juzgas por mi modo de ser contigo, tendrás que admitir que he sido un dechado de paciencia y consistencia. Pero lo que tú no sabes es que, para lograr eso, he tenido que luchar como nunca he luchado en mi vida. A fin de estar contigo, he tenido que transformarme diariamente, conteniéndome a base de penosísimos esfuerzos". Don Gaspar tuvo razón. No me gustó lo que decía. No quise quedar mal y traté de bromear.

"¿A poco va a usted a decir que soy inaguantable?" Dije y mi voz me sonó asombrosamente forzada.

"Claro que eres inaguantable. Eres mezquino, caprichoso, porfiado, domi­nante y vanidoso. Eres malgeniado, tedioso y desagrade­cido; tienes una inagotable capacidad para los vicios. Y lo peor: tienes una idea muy exaltada de ti mismo, sin nada con qué respaldarla. Podría decir, con toda sinceridad, que tu sola presencia me da ganas de vomitar".

Quise enojarme. Quise protestar, quejarme de que él no tenía derecho a hablarme de ese modo. Pero no pude pronunciar una sola palabra. Estaba destrozado. Me sentí aturdido. Mi expresión debió ser muy notable, pues don Gaspar estalló en tal carcajada que pareció estar a punto de ahogarse.

"Te advertí que ni te iba a gustar ni lo ibas a en­tender. Las razones del mescalero son muy simples, pero de extremada finura. Rara vez tiene el mescale­ro la oportunidad de ser genuinamente impecable pese a sus sentimientos básicos. Tú me has dado tal inigualable oportunidad. El acto de dar, libre e impecablemente, me rejuvenece, renueva en mí la idea de lo maravilloso. Lo que obtengo de nuestra relación es en verdad algo de tan incalculable valor para mí que estoy irremediablemente endeudado contigo".

Read more...

domingo, 12 de agosto de 2007

Sueño # 7

Caminaba entre la urbanidad, viendo a la gente y descubriendo su modo de vida. Sin embargo, al llegar al palacio municipal de aquella zona, me topé con fotografías de antaño. Cuadros abstractos, y leyendas muy conocidas. Fue en un parpadeo, porque de repente estaba caminando en un camino de terracería en la selva misma.

Caminé con inseguridad, por supuesto, debido a que no sabía dónde realmente me encontraba. De repente escuché el llanto de una niña. Una niña simpática de nombre Emilia. Le pregunté el por qué lloraba. Me dijo que se había perdido y que no sabía por cuál lado de la calle dirigirse. Le dije que estaba en las mismas, y que por favor dejara de llorar. Que juntos buscaríamos la comunidad en la que vivía. Caminamos en la dirección que mi corazón me dictaba. Hicimos una media hora de camino. Empezaba a desesperarme porque parecía que no había ninguna comunidad, quizá había emprendido mal la dirección.

"Tengo miedo..." Me susurró la niña. Le dije que se calmara, que no tendría por qué temer, porque yo la protegería. Emilia negó con la cabeza. "Tengo miedo de los monstruos, de los fantasmas, del diablo..."

Le tomé la mano a la niña, y volvimos a caminar. Pasada otra media hora, Emilia se detuvo y me dijo: "Ya mero va a oscurecer... tengo miedo..."

Sentí tristeza por aquella niña. El temor de no encontrar un lugar que tuviera gente, me estaba embargando. Le pregunté, para quizá apaciguar su temor, a quién realmente le tenía miedo. "Tengo miedo de ti..."

Me quedé pasmado. Le pregunté el por qué tenía miedo de mí. Me dijo que yo era un demonio. Que yo la había llevado a ese lugar para cuando llegue la noche, me la comiera. Me sonreí. Pero algo pasó por mi mente. Era un sueño. Había descubierto que la niña era el señuelo para poder sentirme mal. Y así como si nada, la noche cayó. Emilia salió corriendo por la dirección que ya habíamos recorrido. Quise detenerla, pero no. De hecho, la vi alejarse hasta perderse en la oscuridad.

Cuando estaba a punto de tomar el camino que había decidido, un extraño aullido me erizó la piel. Me quedé quieto, y vi acercarse una hermosa mujer. "Hola, Yef... andas perdido, ¿Verdad?" Retrocedí algunos pasos. La mujer era realmente hermosa. "Ven, yo te llevaré a la casa de mi patrón para que descanses..." Un extraño seseo soltó aquella mujer al terminar aquella sentencia. Me dieron ganas de salir corriendo, pero por un breve instante, me sentí convencido.

Cuando la mujer me tomó de la mano, vi en sus ojos un extraño brillo. Su sonrisa manifestó su maldad. Ya era tarde cuando me di cuenta. Estaba siendo atacado por una enorme serpiente. Me sentí desfallecer, pero vi borrosamente a Emilia golpeándole con su zapatito a aquella enorme serpiente. Me liberó, y caí sin energía.

Emilia susurró algo en la lengua maya, cuando intentaba incorporarme. "Apresúrese, señor... que vienen los otros niños..."

Como supe que estaba dentro del sueño, tomé la mano de Emilia y salimos los dos corriendo hacia quién sabe dónde. Entre la carrera, alguien nos tiraba piedritas. "Son ellos, son ellos..." Gritaba la niña. Quise virar a ver entre la selva quiénes eran los que nos arrojaban aquellas piedras: vi sombras de niños correr entre la rama de los árboles y arrojarnos piedras de una bolsa que cargaban en la espalda. Le dije a Emilia que no se detuviera, que siguiera corriendo y no les hiciera caso a aquellos entes. "Esos niños se alimentan de niños, para poder seguir siendo pequeños..."

Le pedí a Emilia que dejara de hablar, para que pudiera aguantar todo el trayecto. Lo último que escuché de la niña fue un gemido. Yo seguía corriendo, pero vi entre mi camino que dejaba huellas de sangre. Yo era un enorme perro blanco, ¡¡y en mis fauces tenía a Emilia!!

De repente, escuché el sonido de una escopeta. Hombres venían en mi busqueda y gritaban "Allá, Allá va el nagual... lleva a una niña en su hocico..."

Dejé de correr al escuchar a los hombres. Tiré el cuerpo de Emilia al suelo. Y me quedé esperando la descarga del balazo. Sentí mi peso caer en la tierra, y escurrir la sangre de mi hocico. Era un nagual, era el demonio por el que temía la pequeña Emilia.

Desperté en casa. Me daba vueltas la cabeza. A qué hora me había quedado dormido. No lo sabía...

Read more...

viernes, 10 de agosto de 2007

Sueño # 6

¿Cómo llegué otra vez a estos lugares ancestrales? Siento que no había descansado absolutamente nada, pero aún así, continué mi jornada de una manera distinta a la que ya había antecedido. Me sentí algo ágil y con un poquito más de experiencia. Sin duda, me sentía en mi campo de batalla. No tuve tiempo de sentirme adaptado en casa. Todo era diferente, incluso el nuevo ambiente al que había traspasado.

Recorrí nuevos rumbos, en los que pensaba jamás pisaría. Lugares antiquísimos en fundación, e incluso más internos en la selva. Debido a la experiencia anterior, ya tenía un poco de dominio en cuanto a mi voluntad. Sentía que tenía armas para defenderme contra cualquier sentimiento que emergiera de algún desconocido ente. Y sí, así volvió a acaecer. Estaba nuevamente en un sueño.

Atravesé el camino pavimentado, y estuve frente a un antiguo convento español. El edificio estaba destruido: la vegetación empezaba a cubrir algunos de sus pilares, paredes y contrafuertes. De ahí, me dirigí hacia las pocas personas que encontraba sentadas en sus puertas: contemplaban el ambiente fantasmal cotidiano.

Cuando llegué frente a un anciano, le solicité (como ya había hecho antes), su colaboración. El anciano no entendía ni una frase en español. Sólo me apuntó el interior de la casa. Lo miré, y sus ojos me dieron la señal de que entrara sin ningún problema. Me sentí lleno de confianza y de paz al entrar en aquella casa de huano. El anciano que me había invitado, caminaba encorvado como si tuviese una joroba. Me llevó al patio trasero hasta conectarme a otra casa más pequeña.

Cuando llegué al umbral, contemplé algo magnífico: era un ritual de limpia. Estaba viendo por primera vez a un brujo en plena acción. El brujo frotaba a un joven que estaba tendido en el suelo, con una extraña piedra diáfana. Me pareció que era una canica. Al terminar, el brujo me miró, y luego musitó en maya a los que estaban presentes, el malestar de aquel joven.

Una vez que se desocupó el brujo, se dirigió hacia mí, y me preguntó que qué hacía en su casa, que cómo me llamaba... Le dije que me llamaba Yef, y que necesitaba su colaboración para...

"Eres de los pocos que se han atrevido a ver mi ritual... Está prohibido que un foráneo vea este tipo de actos. Es obvio que vienes en busca de la piedra del augurio..."

Le dije al brujo que no tenía la menor idea de lo que me estaba hablando; cuando de repente, me mostró aquella piedra diáfana. "Este es el Sáastun, la piedra del augurio. Hace mucho tiempo esta piedra profetizó la Guerra de Castas. Nos reveló el final sangriento de los mayas..."

Me quedé atónito. Jamás en mi vida había oído hablar de aquella piedra.

Me llené de mucha curiosidad, que antes de pedirle a aquel brujo la explicación de toda esa mitología, le pregunté cuál era su nombre. No quiso revelarme su nombre, así que sin más rodeos, fui directo al grano, y le pregunté cuál era la función de la piedra.

"Esta piedra, además de poder ver el futuro, también sirve para ver el pasado. Y no nada más consiste en eso, también puede decirme qué malestar sufre una persona... Como lo pudiste ver hace unos instantes. Tú no vienes por la piedra... ¿o sí?"

Le dije al brujo con una leve sonrisa que en realidad no tenía conocimiento de aquella piedra, hasta ahora. Sin más, pregunté por qué tenía tanto temor de que me llevara la piedra. Me dijo que era el único sáastun que quedaba sobre la tierra. Que ya hace mucho tiempo, había llegado un gringo en busca del poder del sáastun. Era raro que un extranjero supiera de algo tan misterioso y tan oculto por los brujos mayas.

Aquel tipo sabía incluso cuáles eran las capacidades del sáastun. No sólo le pidió ver la piedra, sino también le solicitó a aquel brujo que lo aceptara como su discípulo para poder predecir el destino de la humanidad. El brujo le dijo que ya tenía un discípulo al que después de su muerte, pertenecería la piedra, porque el Sáastun se transmite de generación en generación, y muy pocos son aptos para usarla. Aquel extranjero, al ver que el anciano no accedía, llegó hasta ofrecerle dinero por algunos conocimientos.

El brujo se burló del gringo, y le pidió que le extendiera la mano derecha. El extranjero pensando que le enseñaría algún truco, extendió la mano. El brujo le explicó que la manera más sencilla de predecir el futuro sin necesidad de poseer la piedra, era tener en la mano una señal. Esa señal constaba tener una cruz que se formaba con las líneas naturales de la palma de la mano.

Cuando dijo eso el anciano, sentí un cosquilleo correr por mi nuca, y me motivé a verme las manos. Para mí sorpresa, tenía la cruz que el anciano había dicho.

"Sí, aunque no lo creas, tú también puedes ver el pasado y el futuro, si así lo deseas. No necesitas llevarte la piedra, porque aunque quisieras, ya le pertenece a mi aprendiz".

Por un momento me sentí contento por tener una capacidad que jamás (de acuerdo con la explicación sobrenatural del brujo) imaginaba poseer. Sin embargo, mi lado escéptico emergió y se me dibujó una risa burlona. Era ilógico conocer el futuro.

Le dije al brujo que el futuro, de acuerdo a mis leyes de mescalero, no exisitía. Sino que lo único que era es el Aquí y el Ahora. El brujo se río y me preguntó que qué demonios era un mescalero. "Usted dígamelo, ya que es brujo, debería saberlo".

El brujo me miró hoscamente.

"Tus capacidades sólo se limitan a tu imaginación. Abre la mente, y pon los pies sobre la tierra, muchacho. Te puedo ver en el futuro aunque no me creas. Incluso tú te has visto, pero quieres luchar contra la corriente. No te pediré que te dejes llevar así nomás, porque no todo está escrito, tú puedes cambiar ciertas cosas... porque eres un ser diferente..."

"¡Lo ve! Es una contradicción. Es absurdo saber el futuro. El pasado sí se lo creo, pero el futuro... He aprendido que todo no sale como se planea..."

El brujo se levantó de su silla, y me dijo que era un imbécil. No lo sé pero algo de repente me jaló de la casa.

"Tienes la capacidad para cierto tipo de maniobras, pero tu falta de espíritu te impide ver más allá. No tienes corazón, no quieres creer, por eso fracasas..."

Desperté con frío en la habitación: el aire acondicionado estaba al máximo. Había recordado haber platicado con la voz distante, y tener una pequeña discusión. Algo andaba mal ese día... mi energía menguó, y sí, lo que había previsto, era lo que había sucedido...

Read more...

miércoles, 8 de agosto de 2007

Sueño # 5

Caminaba por una larga carretera en busca de un aventón. Era un hermoso ocaso, el viento mecía los árboles, y los pájaros buscaban sus nichos para descansar. Había hecho memoria de todo lo que había realizado en las distintas comunidades. De alguna manera me sentía diferente. Y lo supe desde antes de salir de casa. "Ya nada iba a ser lo mismo..." De alguna manera sé que cambié en muchos aspectos. Ya no era el mismo de siempre, ahora era Yef.

Entre aquel camino, vi una bulto aproximarse frente a mí. Cuando estuvimos a unos 200 metros de distancia, aquel ser se detuvo para esperarme hasta su encuentro. Quise pasarme por el otro lado de la carretera, pero algo me motivo a acercarme. Llegué frente aquel ser, era una mujer de una edad avanzada. Reconocí su rostro y quedé sorprendido. Era mi bisabuela materna: Dolores.

"Hola, m'hijo. Me da gusto de verte. Pero mírate nada más, qué tan cambiado andas, eres todo un..."

Le pregunté a mi abuela el porqué se encontraba caminando en esta solitaria carretera. Mi abuela me miró con ojos misericordiosos; soltó unas pequeñas lágrimas y me dijo que mi mente nunca había fallado, que mi sentir siempre ha estado en lo correcto. "Tus padres han hecho un largo viaje. Tú ya no eres el mismo de antes. Ahora estás en un nuevo sendero... tu destino se está forjando, y tienes que demostrar toda la fuerza y conocimiento que has adquirido durante todo este tiempo. Nada es sencillo y lo sabes".

Le confesé a mi abuela que durante todo este año me he estado sintiendo con mucho temor. Ella asintió y me dijo que mis temores algún día se disiparían, y yo no los notaría, simplemente tendría la confianza en mí mismo, sin embargo, me indicó que no me confiara demasiado porque ese era uno de mis tantos desafíos.

"Tienes miedo de quedarte solo, lo sé. Pero, m'hijito, ya estás solo desde hace mucho tiempo..." Y cuando me dijo esto, acto seguido, empezaron a aparecer todos mis conocidos en aquella carretera. Todos estaban enfadados conmigo. Mi abuela me aclaró que aquella mirada hosca en mis conocidos se debía a mi actitud. Nadie, absolutamente nadie quería dirigirme una palabra. Por un momento me sentí insignificante y perdí mis fuerzas. "Levántate, por el amor de Dios, Yef".

Le pregunté a mi abuela el porqué me hacía todo eso, el porqué me sentía tan destrozado por dentro. "Tú siempre te has querido valer por ti mismo, no lo entiendo, ¿por qué ahora te sientes tan mal?"

Le dije que realmente tenía mucho miedo. Que mis miedos me consumían día y noche. Que siempre llevaba a todos mis conocidos en mi mente. Siempre pensaba en ellos en mis recapitulaciones. Jamás me había sentido tan solo...

"Siempre existe una nueva oportunidad... dátela... si alguien te pide comenzar de nuevo, comiénzalo... depende de ti ahora esta nueva etapa..." Me dio la espalda mi abuela y comenzó a alejarse de mí. Quise seguirla, pero tropezé con una enorme piedra. Maldije al sueño, y pedí despertar... se me concedió.

Estaba en casa. Todo estaba vacío; el olor era diferente. El silencio me indicaba que todos se habían ido lejos, pero que pronto regresarían. Contemplé mi alrededor y miré la fotografía de mis hermanas y mis padres. Lloré porque no alcanzé despedirme de ellos como era debido. Lloré porque sentí que todo era diferente. Lloré porque me sentí impotente ante la soledad. Lloré porque tenía miedo a la inmensidad de mi destino. Me desahogué, y caí en la cama... de repente pensé en la voz distante. Estaba abatido, sólo ella podía ayudarme a recuperar mis fuerzas... Sentí temor en hablarle, pero cuando escuché "hola..." todo cambió y se me olvidaron mis temores...

Read more...

lunes, 6 de agosto de 2007

Sueño # 4

Doña Flora estaba sentada en su hamaca, bordando un hermoso encaje para su huipil. Yo estaba sentado frente a ella con mi cuaderno de apuntes tomando nota a todo lo que me decía acerca del modo de vida de la comunidad. Cuando le pregunté acerca de la tranquilidad del pueblo, doña Flora me miró con ojos de reproche. No entendí su cambio de actitud, era una simple pregunta. Doña Flora levantó su encaje y me lo mostró. Me pidió mi opinión acerca de su obra y yo le contesté que era un excelente y hermoso encaje.

"Cada hilo de color le da forma a estas bellezas, son parte de la textura; cada hilo es parte de la hermosura de este encaje..." Me dijo doña Flora apreciando y acariciando el bordado: Eran flores rojas y amarillas. Le dije que mi abuela también realiza tales bordados. "Sí, es una tradición que toda mujer debe conocer..."

El calor afuera de la casa era insoportable. La casa de huano de doña Flora contenía un clima fresco para mí, pero ella se quejaba del calor y se mecía en la hamaca para disipar el bochorno. "No cabe duda que va a llover... y a cántaros. Mira nada más qué nublado..."

Decidí apresurarme con las preguntas para poder partir cuanto antes. Pero doña Flora me dijo que no desesperara. "Eres muy desesperado, Yef... por cierto, hay algo que detecto en ti... ¿Por qué te sientes tan solo?"

Dejé de revisar mis notas y le pregunté a doña Flora el por qué me hacía semejante pregunta. "Sí. ¿Por qué piensas que no tienes amigos?"

"En realidad, sí tengo amigos, doña Flora. Pero los amigos que tengo se cuentan con los dedos. Ya no puedes confiar en nadie en este mundo".
"¿Podrías mencionar algunos de ellos?" Me preguntó con una sonrisa coqueta. Me sentí incómodo. Se suponía que yo era el de las preguntas. Sin embargo, me convenció, pero antes tuve que decirle que no recordaba ninguno en esos momentos. "¿Qué me dices de Bernabé?"

Me quedé sorprendido. Bernabé fue un amigo de la primaria con el que compartía los gustos por el dibujo. Ambos nos retábamos a realizar el dibujo más impactante, o el dibujo más fidedigno. Lamentablemente esa amistad terminó en un pleito, y ni siquiera pude pedir disculpas. Bernabé se fue a mitad del ciclo de sexto año, hacia Chiapas. Fue el mejor amigo que tuve en mi infancia, a pesar de que al final todo terminó mal.

"¿Y qué me dices de Guillermo?"

Memo, lo conocí en la secundaria. Él también era un gran dibujante; se dedicaba al dibujo de personajes de caricaturas y mangas. Seguimos siendo amigos, a pesaro de que ya no nos hemos contactado, pero nunca tuvimos algún pleito o algo así. Sin embargo, Memo ha tenido una vida triste. Cuando estábamos en la secundaria, yo lo protegía y él en ocasiones me aconsejaba. Éramos los relajistas del salón, provocábamos a los maestros y ellos ni siquiera nos hacían daño a pesar de que nos sentábamos adelante. Ambos habíamos ingresado en la misma preparatoria también, pero dejé de tener contacto con él, cuando abandonó sus estudios. Memo cambió su vida de repente, maduró más que yo... no sólo abandonó la vida que yo envidiaba, sino también a sus amigos. Olvidó todo: sus rutinas, su familia, su modo de vivir, en pocas palabras.. desapareció de nuestra vida cotidiana. "Memo es todo un mescalero..." pensé...

"¿Qué es un mescalero, Yef?" Intenté explicarle a doña Flora acerca de la terminología e ideología de un mescalero. Le dije que los mescaleros, por ley, abandonaban todo, incluso sus puntos de referencia, como Memo hizo con nosotros.

Doña Flora meneó la cabeza y continuó con su bordado. El viento estaba fuerte y entró por la puerta trasera. Doña Flora me pidió, entonces, el favor de quitar la piedra que detenía la puerta para poder cerrarla. Al tocar la piedra, doña Flora se paró detrás de mí.

"Mira nada más que tormenta se nos aproxima, muchacho. Se me hace que te quedarás aquí hasta que pase la lluvia".

Los truenos retumbaron por toda la casa. De repente me sentí transportado a una oscuridad profunda. Me vi a mí mismo parado con los brazos extendidos hacia el cielo, recibiendo la lluvia, los relámpagos y el sonido de los truenos. Era imposible, no recordaba tal escena en mis vivencias. Vi que la niebla que estaba frente a mi otro yo se empezaba a disipar y revelaba un puente.

"Ese puente que ves es el único vínculo que has logrado abrir con el mundo real y el mundo abstracto... lo abriste porque tienes miedo a quedarte solo. Sabes muy bien que quizá abandonarás este mundo, y que ese puente sólo servirá para aquellos que quieran seguirte".

Le dije a doña Flora que estaba equivocada. En realidad el puente era mi batalla, mi desafío. Y que jamás lo atravesé, y no lo cruzaré porque tengo motivos para quedarme en este mundo. Ella me miró y me mostró nuevamente su encaje. "¿Ves este hilo? Este hilo color rojo es parte de esta hermosa flor. Este hilo eres tú... y la flor es tu mundo..."

Desperté con gripa aquel día. Mi único vínculo había dado sus últimas para poder escuchar aquella voz distante. Pronto regresaría a casa....

Read more...

viernes, 3 de agosto de 2007

Sueño # 3

Estaba recostado sobre un fino césped mirando hacia el cielo estrellado. Era la primera vez que apreciaba el cielo nocturno... las estrellas eran infinitas. Don Hilario me dijo que las podía contemplar con tal claridad, debido a que no hay poblaciones cerca. Cierto, la luz de las ciudades siempre me evitaba contemplar el cielo nocturno.

Suspiré profundamente y miré el infinito. Me sentía tan calmado que empecé a desear que Malú estuviera recostada a mi lado, divagando...

"Sé en qué estás pensando..." Me dijo don Hilario. Aquel hombre de 57 años estaba sentado al lado de mí, mirando hacia el vacío. Don Hilario se quitó el sombrero, justo a tiempo de que surgiera una ráfaga de aire. Las ramas de los árboles sonaron a lo lejos, y los grillos comenzaron a cantar. No le hice caso a lo que me había dicho, aunque mi ego me corría por el cuerpo, lo que me motivó a preguntarle en qué se supone que yo estaba pensando. Don Hilario se sonrió y miró el cielo también.

"Esas estrellas son tus amigas... dependiendo de la intensidad, sabes a quién estás valorando. Y sé que ahora estás mirando la estrella Venus, te gusta su intensidad de brillo... ¿a quién no?"

En efecto, contemplaba la estrella Venus y a través de ella, sentía la esencia de Malú, la voz distante. "Tengo tantos deseos..."

"La quieres tanto... ¿no es así?" Asentí con la cabeza. "Has elegido esa estrella porque sientes que es muy importante para ti. Y por lo mismo la has escogido, porque a comparación de las demás, será muy difícil que se apague".

Don Hilario tomó una piedra que estaba cerca de él; la contempló por unos momentos y luego me la dio. "Hace ya mucho tiempo, yo había elegido esa estrella para demostrarle a mi mujer que la amaba tanto, que me importaba demasiado. Que en las noches, su brillo estaba presente... pero a pesar de eso, mi estrella se extinguió... ahora estoy solo..."

Le confesé a don Hilario que yo siempre he temido quedarme solo en este universo tan complejo y misterioso. Que tengo tantas ganas de volar e irme lejos, desaparecer si es posible, si algún día mis deseos se convierten en fracasos. Él me respondió que todo en esta vida era posible, que todo tenía solución... Le pregunté porqué me decía esas palabras, y él me dijo que cuando tuviera la oportunidad de decírselo a esa persona que he elegido como mi estrella, abriera mi corazón y le diera un poco de mi energía. "El ánimo es un soporte que mantiene en pie a las personas".

Don Hilario me preguntó que qué fue lo que me hizo apreciar a Malú. Le dije que varias cosas... la estrella brilló más intensamente.

"Te gusta escribir, y eso fue lo que admiraste de ella. Eres más predecible..."

Me quedé serio, y le dije con una voz débil, que al parecer yo hacía las cosas un poco mal, porque me dejaba llevar por el sentimiento y pensar en varias tonterías...

"Toda buena poesía es el desbordamiento espontáneo de poderosos sentimientos... Nuestros ininterrumpidos influjos de sentimiento son modificados y dirigidos por nuestros pensamientos, los cuales son los representantes de todos nuestros sentimientos pasados; y así como al contemplar la relación de estos representantes entre sí, descubrimos lo que realmente importa a los hombres...

"Del mismo modo, por la repetición y continuidad de estos actos, nuestros sentimientos estarán conectados con temas importantes, hasta que al fin poseemos originalmente mucha sensibilidad..."

"¿Eso qué tiene que ver, don Hilario?"

"Dime, ¿eres un escritor realista o un escritor romántico?"

Le dije que podía ser ambos. Don Hilario se rió y meneó la cabeza. Le pedí que me dijera entonces cuál era la diferencia entre esos dos estilos.

"El escritor realista elige su asunto de la vida diaria, y el romántico de una imaginaria continuación de la vida en el pasado o en un mundo puramente ideal..."

Se quedó callado por un momento y me quitó la piedra: "Los pensamientos en la mente de un gran poeta son principalmente el residuo de emociones recordadas..."

"¿Sucede algo, don Hilario?" Me senté y miré la cara triste de don Hilario. Él asintió.

"Es hora de que abras tus alas".

Se empezó a carcajaear porque al tocar mi espalda alzó las alas de un mosquito.

"Pensé que habías elegido ser un águila o quizá un tecolote... ¿Mosquito? Eres un ser extraño, Yef..."
Quedé asustado, y sin querer agité las alas. "Vamos, lánzate, si esas son tus alas, no tienes más opción que usarlas para volar..."

Me elevé y sentí que mi cuerpo se había hecho un ovillo. Era un mosquito. Zumbaban mis alas. Me dirigí al cielo nocturno para alcanzar aquella estrella, obviamente sabía que eso era imposible, pero entonces la luna me sirvió de guía y avancé hacia el norte. Miré un cerro y de repente, escuché el canto de Malú...

El calor era sofocante y desperté repentinamente. Había llegado cansado de la jornada, y lo primero que hice fue marcarle a esa estrella, y decirle todo mi afecto, y darle ánimo para seguir en pie...

Read more...

jueves, 2 de agosto de 2007

Sueño # 2

Caminé con cierto cuidado sobre aquellas piedras de antaño, era un camino empedrado lleno de verdín. Los árboles susurraban con el viento los gritos de lucha que alguna vez se realizaron en aquel santuario. Encontré una hermosa piedra labrada, era la imagen de un hombrecillo sentado. Escuché la voz de una mujer de nombre Aurora dándome la bienvenida a aquel lugar. Era el santuario de la Cruz Parlante, lugar sagrado maya en donde inició la guerra de Castas. Nunca había visitado ese lugar. Cuando se presentó Aurora, le dije el nombre que había utilizado con el cazador: "Yef".

"Muy bien, Yef, estás aquí para cargarte de energía". Me dijo Aurora en la lengua maya. Yo quedé estupefacto, porque sabía que estaba en un sueño, miré entonces aquella figurilla que había encontrado en mi camino. "Ven, ven, entremos para que veas la cruz. Estoy ansiosa de saber qué es lo que te revelará".

Entramos a aquel santuario, y me quite los zapatos. Aurora me llevó al frente de la cruz y me dijo: "No creas que la cruz te hablará, eh..." se sonrió. Me indicó que cerrara los ojos y que dejara llevar mi mente hasta el infinito. Me tocó las sienes y después me dijo:

"Sí... Debes tener confianza en ti mismo. No debes escuchar a personas sin experiencia o a charlatanes que no están familiarizados con el conocimiento del método de alimentar la vida. Tampoco si no saben nada sobre la salud y el estado del cuerpo. Algunas personas se jactan de conocer y hablan mucho, pero es bien sabido que el sabio calla, y que el parloteo indica ignorancia...

"Cada quien aprende de manera diferente; el cuerpo de cada uno de nosotros es diferente y la forma en la cual dan sus resultados los actos de una persona como tú, es diferente. Habrá personas que con poco ejercicio logren mucho y habrá otros que sientan primero modificaciones en su espíritu que en su cuerpo.

"Así mismo habrá quienes cumplan antes con sus designios de la vida y quienes vivan por muchos años. Eso nadie puede saberlo. Por lo tanto, lo que se debe hacer es tener confianza en su entrenamiento y en valorar sus logros. La salud y la felicidad del individuo será la mejor medida del éxito en los actos".

Le pregunté que todo lo que me había dicho, qué tenía que ver conmigo. Se sonrió misteriosamente, y prendió unas velas frente a aquella cruz, y musitó en la lengua mística...

Me dejé llevar por aquella melodiosa voz, y de repente algo me hizo quedar rígido. Sentí como si unas manos gigantescas me hayan apretado todo el cuerpo. Escuché una voz como de trueno y me comenzó a hablar:

"Cuando actúas debes tener confianza en lo que se está haciendo y no dudar de su validez o cuestionar lo que es correcto o lo que es incorrecto. Si al principio empiezas con dudas, no lograrás llegar a ningún lado... y si empiezas con cuestionamientos... entonces no podrás continuar, porque ello te alejará del camino. Entonces, tú no lograrás nada y por lo tanto tu práctica nunca terminará.

"Deberás tener paciencia, y fuertes deseos y confianza en alcanzar tus metas. Hacer las cosas fáciles y siendo natural cuando realices tus actos, son las reglas más importantes. No pierdas la práctica pensando si lo haces bien o mal, no pierdas la forma pensando que ello te dará un aspecto externo. Lo que tú logres en tu interior necesariamente se habrá de reflejar en tus acciones externas y todos los que te rodean lo sabrán. Serás humano y benévolo, serás sano y fuerte y siempre serás joven aun cuando ya hayas pasado más allá de la mitad de tu vida...

"Entonces encontrarás que no hubo tiempos perdidos, que no hubo progresos lentos. Entonces todos acudirán a ti a beber en tu fuente, porque tus actos harán que lleves vida dentro de ti y podrás darla, pues serás una fuente inagotable de riquezas. El tiempo que te lleve lograr eso no será poco, pero no desesperes, hay viejas historias en las que los mayas como nosotros lograron el camino máximo en menos de mil años..."

Lo último que vi fue los ojos rasgados de Aurora, y su sonrisa misteriosa. Se despidió de mí, y me dijo en la lengua mística que sea paciente y persistente, que esas eran mis armas...

Desperté sentado mirando el estacionamiento del hotel. Miré las estrellas, y le hablé a esa voz distante. Todo iba bien, me sentía recargado de energía. Una extraña sensación en mi cuerpo me decía que estaba completo, sin embargo, como todo mescalero, supe que esa energía era un estado pasajero...

Read more...