lunes, 27 de abril de 2009

Simplemente... palabras

Evitado por la timidez, me protegí detrás de mi libro, mientras la veía pasar. Qué idiota me sentí. La había esperado por dos horas sentado afuera del edificio nuevamente, consumiendo una obra teatral de Emilio Carballido. Me desesperé pensando que algo había ocurrido, y finalmente no entré por no cometer una tontería. Horas después ahí estaba, entregando los libros, caminando con premura, cargando esas bolsas que la hacen ver tan sofisticada. No le hablé, aunque pasó a unos metros de mí. No le hablé porque no quería sentirme estúpido al decir su nombre y crear un silencio incómodo, una pérdida de tiempo para ella. No le hablé porque no tengo aún las palabras perfectas para convencerla de quedarse a escuchar mi discurso.

El amor, según entiendo, esas palabras que sirven de declaración, es ahora un arte. ¿Y por qué ahora lo entiendo? Porque los comentarios que me han hecho, me han puesto a reflexionar en las palabras que he empleado para tales discursos. Acaso no han sido esas palabras perfectas. ¿Se necesita convencer a alguien? Dicen que el hombre, como yo, busca a una musa para inspirarse, pero mis preceptores indican que tal cosa es falsa. Pero, no soy el que escribe cosas bonitas porque fue elegido por las musas.

No obstante, "el amor no sólo consiste en meras declaraciones, ni de palabras hermosas. Tampoco es un sentimiento pasajero; no precisa de frases altisonantes ni de celebraciones suntuosas. No resplandece entre privaciones ilógicas o sacrificios innecesarios. El verdadero amor es un trabajo dedicado, comprometido, pleno de esfuerzo racional y apego generoso. Es actuar con bondad hacia la persona amada, sin esperar ninguna retribución. Es restringir mesuradamente el propio goce, para permitir que la persona amada goce. El amor es de ojos bien abiertos, mano generosa, corazón altruista, mente conocedora. Si dices amar, que sean tus actos los que lo demuestren, no tus palabras ni tus gestos. Si crees que amas, eres capaz de suspender por un instante tu egoísmo para saciar a la persona que amas. Si amas sinceramente, no te sometes a los influjos de los sentimientos, sino a la equilibrada guía de la razón endulzada con bondad".

¡Basura! Gritó la mescalera al verme citar aquellas palabras que no tenían sentido, por una simple razón: no existían en la realidad. Una simple utopía. "¿Sabes por qué te quedas callado? Porque no sabes lo que quieres, te comportas como un idiota, y no como un mescalero". Miré con odio a la mescalera, hacía unos meses ellos me habían hecho ver que no era lo que tanto había imaginado ser. La miré de pie frente a frente. Su cabello se elevaba por la brisa. Las nubes comenzaron a conglomerarse y formar nubarrones. Fuimos cubiertos por la penumbra. Tú y yo estamos ante el final, mescalera. Nada de lo que viví existió, quiero levantarme nuevamente, quiero tener una vida normal. Ella es lo único que logro ver en este mundo, déjame actuar. Nuestro destino aquí se desvía, mescalera. "¡PALABRAS!" ¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? ¿Por qué tienes que estar conmigo hasta que pierda mi forma humana? ¡Dímelo! Sonrió y me preguntó si en verdad quería conocer su nombre. Asentí.

"Me llamo… como tú quieras llamarme, si quieres llamarme como ella, no importa. Al final, nos pareceremos. Me agrada que me llames por lo que soy en esencia… la Mescalera".

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