domingo, 12 de abril de 2009

Burbujas

Salí enojado de la casa, debido al acto que acababa de realizar. La mescalera me había pedido visitarla alguna vez, pero no tenía idea de lo que iba a suceder una vez en su casa. Al verme ya en la calle, la mescalera me alcanzó y caminamos por unos momentos en silencio, sin embargo, hacía demasiado viento para estar a gusto. La mescalera estaba aún agitada. Decidimos regresar a la casa, y una vez ahí, nos sentamos en la sala. Ella fue la primera en hablar, al sentarse a mi lado.

"Si nomás recuperaras lo que sabes, si replegaras tu conocimiento, te darías cuenta de que perder la forma humana…" La mescalera se interrumpió de repente a mitad de la frase; quizá mi ceño debió haberla detenido. Sabía muy bien lo difícil que era mi lucha. Si hubiese habido algún conocimiento que hubiera podido recuperar conscientemente, ya lo habría hecho.

"Pero es que somos seres luminosos. Tenemos tanto… Tú eres un naualli. Tú tienes más aún".

"¿Qué crees que debo hacer?"

"Tienes que abandonar tu deseo de aferrarte. Lo mismo me ocurrió a mí. Me aferraba a las cosas, por ejemplo la comida que me gustaba, los paisajes donde vivía, la gente con la que disfrutaba platicar. Pero más que nada me aferraba al deseo de que me quieran".

Le dije que su consejo no tenía sentido para mí porque no estaba consciente de aferrarme a algo. Ella insistió en que de alguna manera yo sabía que estaba poniendo barreras a la pérdida de mi forma humana.

"Nuestra atención ha sido entrenada para enfocar con terquedad. Esa es la manera como sostenemos el mundo. Tu atención ha sido adiestrada para enfocar algo que es muy extraño para mí, pero muy conocido para ti".

Le dije que mi mente se engarzaba en abstracciones, pero no en abstracciones como las matemáticas, sino más bien en proposiciones razonables.

"Ahora es el momento de dejar todo eso. Para perder tu forma humana, necesitas desprenderte de todos esos obstáculos. Tu contrapeso es tan fuerte que te paralizas".

No estaba con humor para discutir. Lo que la mescalera llamaba perder la forma humana era un concepto demasiado vago para una consideración inmediata. Me preocupaba lo que habíamos experimentado hacía unos momentos. La mescalera parecía no querer hablar de ello.

"Lo único que cuenta es que repliegues tu conocimiento, que recuperes lo que sabes. Lo puedes hacer cuando lo necesitas, como ahora que nos agarramos a chingadazos".

La mescalera dijo que lo ocurrido era un ejemplo de "replegar el conocimiento". Sin estar plenamente consciente de lo que hacía, había llevado a cabo complejas maniobras que implicaban ver. "Tú no nos diste de chingadazos nomás porque sí. Tú viste".

Tenía razón en cierta manera. Algo bastante fuera de lo común tuvo lugar en esta ocasión. Yo lo había considerado detalladamente, confinándolo a una especulación puramente personal, puesto que no podía darle una explicación apropiada. Pensé que la carga emocional del momento me había afectado en forma inusitada. Cuando hube entrado en la casa y enfrentar a las cuatro muchachas, en fracciones de segundo advertí que podía cambiar mi manera ordinaria de percibir. Vi cuatro amorfas burbujas de luz ámbar muy intensas frente a mí. Una de ellas era de matiz delicado. Las otras tres eran destellos hostiles, ásperos, blancoambarinos. El brillo agradable era el de la mescalera. Y en ese momento los tres destellos hostiles se cernieron amenazantemente sobre ella.

La burbuja de luminosidad blancuzca más cercana a mí, que era la de Trini, estaba un tanto fuera de equilibrio. Se hallaba inclinándose, así que di un empujón. Di patadas a las otras dos burbujas, en una depresión que cada una de ellas tenía en el costado derecho. Yo no tenía una idea consciente de que debía asestar allí mis patadas. Simplemente descubrí que la depresión era adecuada: de alguna manera ésta invitaba a que yo las pateara allí. El resultado fue devastador. Xochi y Quetzalli se desmayaron en el acto. Las había golpeado en el muslo derecho. No se trató de una patada que rompiera huesos, sino que solo empujé con mi pie las burbujas de luz que se hallaban frente a mí. No obstante, fue como si les hubiera dado un golpe feroz en la más vulnerable parte de sus cuerpos.

La mescalera tenía razón. Yo había recuperado algún conocimiento del cual no estaba consciente. Si eso se llama ver, la conclusión lógica sería que ver es un conocimiento corporal. La preponderancia del sentido visual en nosotros, permea este conocimiento corporal y lo hace aparecer relacionado con los ojos. Pero lo que experimenté no era del todo visual. Vi las burbujas de luz con algo que no sólo eran mis ojos, puesto que estaba consciente de que las cuatro muchachas se hallaban en mi campo de visión durante todo el tiempo que lidié con ellas. Las burbujas de luz ni siquiera se encontraban sobreimpuestas en ellas. Los dos conjuntos de imágenes estaban separados. Si me desplacé visualmente de una escena a la otra, el desplazamiento tuvo que haber sido tan rápido que parecía no existir; de allí que sólo podía recordar la percepción simultánea de dos escenas separadas.

Después de que di las patadas a las dos burbujas de luz, la burbuja más agradable se acercó a mí. No vino directamente, pues dibujó un ángulo a la izquierda a partir del momento en que comenzó a moverse; obviamente no intentaba golpearme, así es que cuando el destello pasó junto a mí lo atrapé. Mientras rodaba en el suelo con él, sentí que me fundía en el destello. Ese fue el único momento en el que en verdad perdí el sentido de continuidad. De nuevo estuve consciente de mí mismo cuando la mescalera acariciaba los dorsos de mis manos.

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