miércoles, 27 de febrero de 2008

Loreto

Tenía 18 años cuando regresé con mi familia a visitar a mis parientes en Santo Domingo, Tonalá, Oaxaca. Días antes de partir, don Gaspar, al saber que me iba de vacaciones, me solicitó que fuera a la ciudad de Huajuapan de León, allá en Oaxaca, y que le comprara, o más bien que le trajera como regalo dos botellas de mezcal. Me enseñó una botella con cierta etiqueta específica. Me dijo que podía comprarlo en tal lugar. La dueña de aquel puesto, me dijo, se llama Loreto, y que le dijera que iba de parte de él, para que me vendiera aquellos mezcales a un precio barato.

Accedí. En cuanto tuve tiempo, convencí a mi hermana que me acompañara a la ciudad de Huajuapan, porque yo no sabía moverme en aquel lugar. Mi hermana ya llevaba dos años viviendo y estudiando ahí.

Cuando llegamos al mercado, mi hermana se encontró con algunos de sus compañeros. Para que yo no perdiera mi tiempo escuchando sus conversaciones me indicó más o menos donde estaba aquel puesto de la mencionada Loreto. Caminé como alrededor de tres cuadras, cuando vi aquel puesto. Loreto limpiaba algunas artesanías. Saludé como se debe y sin rodeos le dije que iba de parte de don Gaspar y que quería comprar dos botellas de mezcal. Loreto, entrecerró los ojos, como pensando quizá de quién se trataba. Me preguntó por el apellido de don Gaspar, pero no sabía que responderle, nunca en mis conversaciones con él, me había atrevido a preguntarle el apellido. Le expliqué a la mujer que don Gaspar y yo, residimos en Chetumal, Quintana Roo. Que don Gaspar quería tales mezcales que tuvieran una etiqueta en específica. Al describirselo, Loreto abrió los ojos y dijo: "¡Viejo cabrón! Conque hasta allá te fuiste".

Loreto me explicó que ya no le quedaban de esos mezcales, así que me dijo que regresará al siguiente día. Le dije que se me hacía caro viajar desde Tonalá hasta Huajuapan. "¿Estás en Tonalá? Si quieres te los puedo llevar. Búscame mañana en la Sabinera a las 3 de la tarde. Yo te los llevaré".

Me sorprendió mucho la actitud de aquella mujer de cabello canoso, con algunas hebras negras. Parecía tener el cuerpo de una mujer de treinta años, pero al parecer estaba más vieja por su mirada. Tenía cierto espíritu interior ardiendo aún. Y así hice. Fui a la Sabinera, un parque que se encuentra ubicado a un costado de la iglesia del pueblo. Loreto estaba sentada en un columpio, fumando un cigarro, y a un lado de ella, una bolsa de ixtle con las dos botellas de mezcal. Al acercarme me saludó y me dijo que después de todo, don Gaspar había enviado a su aprendiz para indicar que aún seguía vivo, o sease, yo. No quise ser grosero con aquella mujer, ya que ella comenzó hablar de su parentesco con don Gaspar, según ella mi benefactor, cuando yo en realidad llevaba bastante prisa. "¿Sabes que te estás preparando para ser un mescalero?"

Le dije que no, y ella comenzó a darme una larga explicación acerca de los benefactores y nauallis.
"¿Por qué se les llama "benefactores" a los nauallis y no simplemente maestros?" Le pregunté antes de que me hiciera bolas.

"Llamar benefactor a un naualli es un gesto de cortesía de sus aprendices. Un naualli crea un tremendo sentimiento de gratitud en sus discípulos. Después de todo, el naualli los modela y los guía a través de cosas inimaginables. Para un mescalero, enseñar es lo que el naualli hace por sus aprendices. El naualli canaliza para ellos la fuerza más poderosa en el universo: la voluntad. La fuerza que cambia, ordena y reordena las cosas o las mantiene como están. El naualli formula y luego guía las consecuencias que esa fuerza pueda acarrear a sus discípulos. Si el na­ualli no moldea la voluntad, no habría ni reverencia ni maravilla en sus aprendices. Y en lugar de embarcarse en un viaje mágico de descubrimiento, sus aprendices sólo se limitarían a aprender un oficio; aprenderían a ser cu­randeros, brujos, adivinadores, charlatanes o lo que fuera".

"¿Me puede usted explicar qué es la voluntad?".
"La única manera de explicar la voluntad es experimentarlo en forma directa por medio de una conexión viva que existe entre la voluntad y todos los seres vivientes. Los mescaleros llaman voluntad a lo indes­criptible, al espíritu, a lo abstracto, al naualli. A la voluntad yo preferiría llamarlo naualli, pero se confundiría con el nombre del líder, el benefactor a quien también se le lla­ma naualli. Así es que he optado por llamarlo el espíritu, lo abstracto".

Después de aquella explicación, Loreto se interrumpió abruptamente y me recomendó guardar silencio y pensar en todo lo que me había dicho en la Sabinera. Para entonces, ya estaba muy oscuro. El silencio era tan profundo, que en vez de su­mirme en un estado de reposo, me agitó. No podía man­tener en orden mis pensamientos. Traté de concen­trarme en la explicación que realizó, pero en lugar de hacerlo, pensé en cosas que no venían al caso, hasta que por fin me quedé dormido, y desperté en el cuarto que me había prestado mi primo.

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