domingo, 3 de febrero de 2008

La Ley del Mescalero

  • Ser un mescalero no es sólo cuestión de desear­lo. Es más bien una lucha interminable que seguirá hasta el último instante de nuestras vidas. Nadie nace como mescalero, como nadie nace hombre corriente. Somos nosotros quienes nos hacemos lo uno o lo otro.

  • Se escoge sólo una vez. Eliges ser un mescalero o ser un hombre corriente. No existe una segunda oportunidad. No sobre esta Tierra.

  • La lucha está justo aquí, en esta Tierra. Somos criaturas humanas. ¿Quién sabe lo que nos aguarda o la clase de poder que podemos llegar a tener?

  • Cuando un hombre decide hacer algo, debe ir hasta el fin, pero debe aceptar responsabilidad por lo que hace. Haga lo que haga, primero debe saber por qué lo hace, y luego seguir adelante con sus acciones sin tener dudas ni remordimientos acerca de ellas.

  • Cuando un hombre se embarca en el camino del mescalero, poco a poco se va dando cuenta de que la vida ordinaria ha quedado atrás para siempre. Los medios del mundo ordinario ya no le sirven de sostén y debe adoptar un nuevo modo de vida para sobrevivir.

  • Un mescalero vive de actuar, no de pensar en actuar ni de pensar qué pensará cuando haya actuado.

  • Un mescalero, cuando toma una decisión, se deja ir, y cuando ella fluye en sus actos y en su ánimo le da templanza y fortaleza porque está entrenado para sobrevivir, y siempre sobrevive de la mejor forma.

  • Para un aprendiz no existe nada ofensivo en los actos y pensamientos de sus semejantes, siempre y cuando él actúe dentro del ánimo correcto.

  • Cuando te enojas siempre te crees en lo justo, ¿verdad? Enfadarse con la gente significa que uno consi­dera que los actos de los demás son importantes. Es imperativo dejar de sentir de esa manera. Los actos de los hombres no pueden ser lo suficiente­mente importantes como para contrarrestar nues­tra única alternativa viable: nuestro encuentro inmutable con el infinito.

  • Hacernos responsables de nuestras decisiones significa estar dispuestos a morir por ellas.

  • Los actos tienen poder. Sobre todo cuando la persona que actúa sabe que esos actos son su última batalla. Hay una extraña felicidad ardiente en actuar con el pleno conocimiento de lo que uno está haciendo puede muy bien ser su último acto sobre la tierra.

  • La timidez nos impide examinar y aprovechar nuestra suerte como hombres.

  • Sólo un mescalero puede sobrevivir en el camino del conocimiento, porque el arte del mescalero es equilibrar el terror de ser hombre con el prodigio de ser hombre.

  • Un mescalero ya se considera muerto, así que no tiene nada que perder. Lo peor ya le ha pasado; por tanto, se siente tranquilo y sus pensamientos son claros. Nadie que lo juzgase por sus actos o por sus palabras podría jamás sospechar que lo ha presenciado todo.

  • Si un mescalero siente que todavía no sea su hora, no va a la cita. Nada se gana forzando las cosas. Si quiere sobrevivir, debe ser claro como el cristal y estar mortalmente seguro de sí mismo.

  • Uno aprende a actuar como mescalero actuando, no hablando.

  • Un mescalero es un cazador impecable que anda en busca del poder. Por lo mismo no es un fanfarrón, ni exhibicionista, ni tiene tiempo que perder, ni para engañarse, ni para dudar o equivocarse.

  • Un mescalero trata de ponerse sistemáticamente al alcance del poder, pero con mucha prudencia y cuidado. El estilo del mescalero es un estallido controlado y una quietud controlada.

  • Un mescalero tiene que usar su voluntad y su paciencia para olvidar. De hecho, un mescalero no tiene más que su voluntad y su paciencia, y con ellas construye todo lo que quiere.

  • Un mescalero actúa como si nunca hubiera pasado nada, porque no cree en nada, pero acepta todo tal como se presenta. Acepta sin aceptar y descarta sin descartar. Nunca siente como si supiera, ni tampoco siente como si nada hubiera pasado. Actúa como si tuviera el control, aunque esté temblando de miedo. Actuar en esa forma disipa la obsesión.

  • El mescalero tiene el deber de apaciguar su mente. Los mescaleros no ganan victorias golpeándose la cabeza contra los muros. Los mescaleros saltan los muros, no los derriban.

  • Un mescalero sabe que espera y sabe lo que espera…

  • LA VOLUNTAD es algo que un hombre usa, por ejemplo, para ganar una batalla que, según todos los cálculos, debería perder. La voluntad tiene que ver con hazañas asombrosas que desafían nuestro sentido común.

  • ENTREGARSE A LA NEGACIÓN es el peor de todos los modos de entrega; nos fuerza a creer que estamos haciendo cosas buenas, cuando en efecto sólo estamos fijos dentro de nosotros mismos.

  • LA VOLUNTAD es lo que puede darte el triunfo cuando tus pensamientos te dicen que estás derrotado. La voluntad es lo que te hace invulnerable.

  • Un mescalero es el amo de su elección. Debe comprender por completo que su preferencia es su responsabilidad; el poder de sus decisiones definitivas le permite escoger sin lamentar, no queda tiempo para lamentos ni recriminaciones, y lo que escoge es siempre estratégicamente lo mejor; así cumple con gusto y con eficiencia lujuriosa, todo cuanto tiene que hacer.

  • Para convertirse en hombre de conocimiento hay que ser un mescalero, no un niño llorón. Hay que luchar sin entregarse, sin una queja, sin titubear, hasta que uno vea, y sólo entonces puede uno darse cuenta que nada importa.

  • Un mescalero debe tener serenidad y aplomo, y no debe perder nunca los estribos.

  • Un mescalero siempre se cerciora de que todo esté en orden, no porque crea que va a sobrevivir la prueba que se halla a punto de emprender, sino porque es parte de su conducta impecable.

  • Un mescalero es inflexible en la búsqueda de la perfección de su espíritu, y para ello mantiene una actitud ante la vida y las cosas de la vida que le permite liberarse del miedo, de la ambición, de la queja y la tristeza.

  • El mescalero debe cultivar el sentimiento de que no necesita nada.

  • Un mescalero intenta cualquier cosa que se propone intentar, simplemente intentándolo.

  • Intentar es desear sin desear, hacer sin hacer.

  • Intentar es mucho más simple, y al mismo tiempo, infinitamente complejo. Requiere imaginación, disciplina y propósito.

  • Un mescalero sabe que nadie le hace nada a nadie; que uno mismo se hace daño con la gente y con los sentimientos.

  • Si un mescalero necesita alivio, simplemente elige a cualquiera y le expresa a esa persona cada detalle de su tumulto. Después de todo, el mescalero no busca que le entiendan o le ayuden; con hablar simplemente busca aliviar su presión. Eso es, siempre y cuando el mescalero sea dado a hablar; si no lo es, no le dice nada a nadie.

  • El hombre común emplea la mayor parte de su fuerza en mantener su IMPORTANCIA, y su desgaste más pernicioso es la compulsiva presentación y defensa del YO; la preocupación acerca de ser o no ADMIRADO, QUERIDO, o ACEPTADO.

  • Un mescalero no está enganchado con nada ni con nadie; por ello, el mescalero necesita del ánimo correcto para librar cada batalla sobre la Tierra.

  • El hombre común busca la certeza en los ojos del espectador y llama a eso confianza en sí mismo. El mescalero busca la impecabilidad en sus propios ojos y llama a eso humildad. El hombre común está enganchado a sus prójimos, mientras que el mescalero sólo depende de sí mismo.

  • A un mescalero nadie le hace daño, nadie lo presiona, ni lo mueve, ni lo obliga a hacer cosas que él no quiera.

  • Un mescalero confía en su poder personal. Eso es todo lo que tiene en todo este mundo misterioso.

  • Un mescalero es impecable cuando confía en su poder personal, sin importar que sea pequeño o enorme.

  • El mescalero no agacha la cabeza ante nadie, pero al mismo tiempo, tampoco permite que nadie agache la cabeza ante él.

  • ¡No hay futuro! El futuro no es más que una manera de hablar. Para el mescalero sólo existe el aquí y el ahora.

  • La vida, para un mescalero, es un ejercicio de estrategia. Pero uno quiere hallar el significado de la vida. A un mescalero no le importa los significados.

  • Un mescalero nunca está disponible; nunca está parado en el camino esperando las pedradas. Así corta al mínimo el chance de lo imprevisto. Lo que uno llama accidentes son casi siempre fáciles de evitar, excepto para los tontos que viven por las puras.

  • Un mescalero cuando no tiene nada que perder, adquiere coraje. Somos temerosos únicamente en la medida en que tengamos algo a que aferrarnos.

  • Un mescalero no tiene honor, ni dignidad, ni nombre, ni patria; sólo tiene vida por vivir y, en tales circunstancias, su único vínculo con sus semejantes es su desatino controlado.

  • El hombre corriente se preocupa demasiado por querer a otros o por ser querido por los demás. Un mescalero quiere; eso es todo. Quiere lo que sea o a quien sea, sin más, porque sí.

  • El espíritu de un mescalero no está engranado para la entrega y la queja, ni está engranado para ganar o perder. El espíritu de un mescalero sólo está engranado para la lucha, y cada lucha es la última batalla sobre la tierra. De allí que el resultado le importa muy poco. En su última batalla sobre la tierra, el mescalero deja fluir su espíritu libre y claro. Y mientras libra su batalla, sabiendo que su voluntad es impecable, el mescalero ríe y ríe.

  • El hombre común habla demasiado consigo mismo. Sostiene una conversación interna. Te voy a decir de qué habla. Habla de su mundo. Es más, mantiene su mundo con su conversación interna. Cuando termina de hablar consigo mismo, el mundo es siempre como debería ser. Lo renueva, lo enciende de vida, lo sostiene con su conversación interna. No sólo eso, sino que también escoge su camino al hablarse a sí mismo. De allí que repite las mismas preferencias, porque sigue repitiendo la misma conversación interna una y otra vez hasta el día en que muere. Un mescalero se da cuenta de esto y lucha para parar su habladuría. Este es el último punto que debe sabe si quiere vivir como mescalero.

  • Para dejar de hablar consigo mismo, debe usar sus oídos a fin de quitar a sus ojos parte de la carga. Desde que uno nace se ha estado usando los ojos para juzgar el mundo. Se habla a los demás, y se habla a sí mismo, acerca de lo que uno ve. Un mescalero se da cuenta de esto y escucha el mundo; escucha los sonidos del mundo.

  • A los seres humanos, les encanta que se les diga lo que deben hacer, pero les gusta mucho más resistirse a hacerlo, de modo que llegan a aborrecer a quien los ha aconsejado.

  • El soberbio sentido de disciplina que los mescaleros poseen los convierte en empleados dignos de confianza, codiciados por instituciones que constantemente tienen extrema necesidad de tales personas; y siempre y cuando nadie se entere de que son mescaleros, sus prácticas mismas los hacen aparecer como trabajadores modelo.

  • Un mescalero come en silencio, y lentamente, y muy poco cada vez. un mescalero ingiere cuatro bocados seguidos; recién pasado un rato traga otros cuatro, y así.

  • Un mescalero se prepara incansablemente a través de una férrea disciplina; fortalece su cuerpo y perfecciona su espíritu; su campo de batalla es el mundo y la vida cotidiana.

  • Cuando el mescalero pierde poder, se pone viejo y gordo de la noche a la mañana, y como la muerte siempre lo está acechando, en el momento que el poder de un mescalero mengua, su muerte simplemente lo toca.

  • En la vida del mescalero sólo hay una cosa, un único asunto que en realidad no está decidido: qué tan lejos puede uno avanzar en este sendero. Ese es un asunto abierto y nadie puede predecir el resultado. La libertad que un mescalero tiene, es actuar impecablemente, o bien actuar como un imbécil. La impecabilidad es de verdad el único acto que es libre y, por ello, la verdadera medida del espíritu de un mescalero.

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