miércoles, 24 de junio de 2009

Mente ocupada

Quizá sea difícil dejar de pensar que uno está predestinado para algunos eventos fuera de lo normal. O quizá sea sencillo pensar que algún día tendrás éxito en el momento menos esperado. No lo sé, no necesito pensar en todo esto, ¿qué propósito tiene? Cuando me desperté, el cielo estaba gris, el clima fresco, y la lluvia cayendo por más de 3 horas. Lo primero que hice fue quedarme sentado al borde de la cama, viendo mi librero y pensando que todo el mundo estaba ocupado, y que yo era el único sin nada que hacer en el universo. De alguna manera, me pareció triste aquella idea. La gente tenía algo que hacer, o si no, buscaba la manera de mantenerse ocupada. Yo tenía bastantes cosas pendientes, pero sabía que en un dos por tres se resolvían y volvía a tener tiempo para estar sentado nuevamente al borde de la cama.

Me pareció triste la idea, porque cuando yo estuviera ocupado, cuando en realidad no tuviera ni momento para respirar y estar enclaustrado en algo importante, las personas estarían desocupadas, tendrían subrayado en sus agendas: Tiempo libre.

Todos corren a mi alrededor; siempre al pendiente de que las manecillas pasen de la hora indicada; listos para darse prisa, volarse el alto, o pisar el acelerador al ver parpadear la luz ámbar. Personas atareadas. Algunas realmente lo son, otras fingen serlo para zafarse de algún compromiso, otras lo usan para fingir un nivel de estatus, y otras para sólo demostrar que no se quedan atrás, también tienen algo que hacer en este mundo sin propósito. ¿O tiene algún propósito?

No estoy diciendo que no tengo nada que hacer, siempre tengo algo que hacer, pero lamentablemente tengo las cosas organizadas que me controlan el tiempo, y que al ganarles me quedo sin nada. Debería ser como los pseudo burócratas: comerme mi torta mientras se acumula el papeleo para machacarle a la última hora. Está bien, no estoy admitiendo que tengo todo el tiempo del mundo, eso es lo más patético de mi formación: decir que tengo todo el tiempo del mundo, estaría afirmando que soy un inmortal, porque dejaría que algún día, las cosas que tanto quiero hacer tendrían su momento, y eso es esperar sentado a que te lo sirvan en bandeja de plata. Pero, qué hay de ser directo, objetivo, con las cosas que tanto quieres hacer… otra vez a lo más triste: caemos en el nocivo viejo hábito: el ritual o la tradición de seguir paso por paso lo que nos dicta un protocolo impuesto por la sociedad… como por ejemplo: el enamoramiento.

Pero, ¿por qué sigo pensando de esta manera? No soy un hombre común. Ah, sí, ya recordé: El mundo no tiene tiempo… yo tampoco, pero después de todo, creo que sólo me queda regresar al desapego.

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lunes, 15 de junio de 2009

Sobre el discurso y la ficción

Me había topado con la mescalera, iba con libretas apretadas contra su pecho y en un bolso que le colgaba en el hombro izquierdo, varios libros que no tuve la oportunidad de revisar, aunque al final me di la idea de qué tipos de libros se trataban. Los dos habíamos salido de la Universidad, ella de la biblioteca y yo del edificio de la DCPH. Al verme me preguntó cómo estaba. Sabía que su pregunta se dirigía a mi caso. Le dije que tenía razón: yo había actuado precipitadamente. Pero en lo que más tenía razón era sobre mi encaprichamiento, y en cómo era la manera de ser de la chica que pretendía; que por su carácter, a la larga, podría ser un rompimiento inevitable. La mescalera sonrió y nos sentamos en una banca del paradero.

Cuando asentó las libretas, yo levanté una, al mismo tiempo que le decía que no tenía ni la más remota idea de que estudiaba en la Universidad. Miré de reojo la libreta. Tenía unas iniciales: "P. B." Le pregunté si eran suyos, mientras revisaba una página que tenía un apunte desarrollado acerca de la Teoría General del Proceso, y casi al final, algunos apuntes sobre latín jurídico. "No, en realidad son apuntes que me prestaron, estoy adelantando asignaturas…" Al decir eso me arrebató las libretas y las aseguró junto a su bolso. "Creo que tu verdadero problema es cómo les hablas a las chicas, para empezar tu cara de pocos amigos y tu voz imperativa jamás harán que las chicas se enamoren de ti…"

Reí, quizá porque había dado de nuevo en el clavo. Recordé casi todos los diálogos de declaraciones de amor que había visto en las películas. Le dije a la mescalera que me las había aprendido para diseñar mi propio discurso en caso de que me sucediera, sin embargo, eso nunca pasaba, pues el discurso preparado terminaba suprimido, y terminaba diciendo sandeces. Ojalá fuera como las películas, el tipo llega ante la chica, le dice lo que siente por ella y la chica termina aceptando la cita, ve que son compatibles y terminan siendo novios. Pero eso no sucede en la realidad, lo que en verdad pasa es un extraño protocolo que se ha convertido en una tradición, un hábito que he visto en todas las chicas de esta ciudad, no quiero decir que suceda así en todo el país.

Sí: primero tratar a las personas, segundo convertirte en su amigo, tercero si la relación de amigos es bonita y se gustan pueden pasar a la fase de noviazgo. Claro, y eso porque no se conocen. Pero los personajes de las películas no se conocen y sólo piden una cita. Pero si vas con la intención de ser amigo, hasta ahí se queda el asunto, porque si te das cuenta de que la chica te gusta y le declaras tus sentimientos, lo primero que ocurre es que ella te dirá: Lo siento, pero te quiero como amigo. La mescalera al escuchar mi comentario, soltó la carcajada, que hasta la gente cercana al paradero, viró a observarla. Le dije que la escena que venía a mi memoria, era de la película Taxi Driver de Scorsese.

Robert de Niro interpreta a un chico de 26 años de nombre Travis, que debido a su insomnio se mete de taxista. Pero la escena a la que voy es que se enamora de una chica que trabaja en una campaña electoral. El caso es que él siempre la espía, pero no en la manera de espiar, sino que aguarda con paciencia, hasta que el coraje esté en su punto para poder acercarse a ella y hablarle. Al llegar la cámara se sitúa en la belleza de Betsy; está sentada en su área de trabajo, junto a su amigo Tom, cuando Travis llega ante ellos.

TRAVIS: Hola quiero ser voluntario.

TOM: Genial, venga conmigo.

TRAVIS: No, prefiero hacerlo ante ella si no le importa.

Tom se aleja, y BETSY dice: ¿Por qué crees que necesitas hacerlo ante mí?

TRAVIS: Porque creo que eres la mujer más hermosa que jamás he visto.

BETSY apenada agradece y pregunta acerca del candidato. Saltemos la escena y TRAVIS dice: Seguro que será un buen presidente. No sé exactamente cuál es su política. BETSY pregunta si está dispuesto a poner carteles y él accede.

BETSY: Bueno, aquí trabajamos día y noche, así que si quieres pasar ahí, ese señor te dará algo…

TRAVIS: Bueno, verás, de noche soy taxista, así que es difícil para mí trabajar durante el día. Así que…

BETSY: Entonces, ¿qué quieres exactamente?

TRAVIS: ¿Quieres venir a tomarte un café y un poco de tarta conmigo?

BETSY (con esa mirada y voz sensual): ¿Por qué?

TRAVIS: ¿Por qué? Te diré por qué. Creo que eres una persona solitaria. Paso mucho por aquí delante y siempre te veo aquí. Veo mucha gente alrededor tuyo. Y veo todos estos teléfonos y todo esto sobre tu mesa. (La cámara pannea el escritorio de Betsy). No significa nada. Después, cuando entré y te conocí, vi en tus ojos y en tu forma de ser, que no eres una persona feliz, y creo que necesitas algo. Si quieres llamarlo un amigo, llámalo un amigo.

BETSY (tan sensual): ¿Vas a ser mi amigo?

TRAVIS: Sí. (Tras ver a Betsy meditando, pregunta) ¿Qué me dices? Es algo difícil estar aquí parado y preguntártelo, así que… (Betsy sigue pensando mientras juega con su lápiz. Quizá animándose así misma). 5 minutos, es todo. Aquí mismo, a la vuelta de la esquina. Estoy aquí para protegerte. (Travis presume sus puños, provocando una sonrisa en Betsy). Vamos, tómate un descanso nada más. (Betsy ve su reloj).

BETSY: Tengo un descanso a las 4. Si vienes…

TRAVIS: ¿Hoy a las 4?

BETSY: Sí.

TRAVIS: Aquí estaré.

BETSY: Seguro que sí.

TRAVIS: De acuerdo, ¿a las 4? (Claro, Travis no puede creerlo, ¡tuvo éxito!)

BETSY: Exacto.

TRAVIS: ¿En la puerta?

BETSY: Sí. (¡Caramba!)

TRAVIS: De acuerdo, me llamo Travis… ¿Betsy? (vaya, este tipo ya sabía su nombre desde el principio, sólo quiso confirmarlo. Bien, así se hace, Travis). Te lo agradezco Betsy. (Luego sale nuestro protagonista y espera, mientras la partitura de Bernard Herrmann, con ese sax encantador, ambienta la escena). Pues sí, el buen Travis se la lleva a comer la tarta prometida, platican de música, del trabajo, su modo de vida. Claro, no falta el típico chiste para demostrar que uno es encantador. Al final de esa cita le invita al cine…

"Pero eso sucede en las películas, Nagualito. Cómo crees que te pueda suceder en la vida real, sólo sucedería en tus cuentos…"

Le dije a la mescalera que se esperara, la escena más conmovedora es cuando Travis la invita al cine, es el móvil que incita al personaje a transformarse en un antihéroe. Quizá sí, son escenas ficticias, pero un escritor a veces retoma la experiencia de escenas reales: pudo ser así, pero metámosle algo de intriga. La mescalera parecía aburrida. El caso es que Travis la esperó a la salida del trabajo; iba elegante y le llevaba de regalo un disco. Irían al cine. El disco obvio, era sobre la plática que habían sostenido; él se lo compró porque no tenía qué regalarle.

Betsy preguntó por qué no lo escuchó, y él se justificó: su tocadiscos no funcionaba y esperaba escucharlo en el tocadiscos de Betsy. Lo peor de todo es que Travis era un perfecto ignorante, la llevó al único cine que asistía: el cine porno, él único cine que le servía para matar el insomnio. Ahí la regó nuestro protagonista, porque Betsy luego se sintió incómoda.

TRAVIS: ¿Adónde vas?

BETSY: Debo marcharme.

TRAVIS: ¿Por qué?

BETSY: No sé por qué vine. No me gustan estas películas.

TRAVIS: Bueno, yo no sabía que te fuese a desagradar tanto. No sé mucho sobre películas.

BETSY: ¿Es el tipo de películas que ves?

TRAVIS: Bueno, sí, las veo… no son tan malas.

BETSY: Llevarme a un lugar así es como decirme: “chinguemos” (Let’s fuck!)

TRAVIS: Hay muchos otros lugares y películas a las que te puedo llevar. No sé mucho sobre ellas, pero puedo llevarte.

BETSY (indignada): Somos diferentes.

TRAVIS: Oye, espera un segundo. Espera. (Travis la toma del brazo).

BETSY: Debo marcharme, ya tengo que marcharme.

TRAVIS: Espera, quiero hablar contigo.

BETSY: ¡Debo irme! (y ya te imaginarás la escena).

"Y ahora que lo dices, yo igual debo irme, pero entiendo lo que me quieres decir, he ahí el por qué no quiero que seas precipitado". Me sonreí y la vi levantarse, acomodarse el bolso, subirse al taxi, leer sus labios: B-a-i.

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miércoles, 10 de junio de 2009

Universo interno

Somos lo que pensamos.
Todo lo que somos surge con nuestros pensamientos.
Con nuestros pensamientos, hacemos nuestro mundo.

BUDA


Abrí los ojos a causa de la alarma de mi despertador. Reflexioné en mi habitación, sentado en la cama, acerca del optimismo. La mescalera había advertido que me encontraba en un peldaño del pesimismo. Creo que toda mi vida se ha forjado a través de esa visión y que yo disfrazo como realismo. Había caído en la conclusión que las explicaciones de la mescalera en aquel parque, había despertado en mí un gusto muy extraño por experimentar lo arcano. ¿Acaso ese deseo era el optimismo?

Cerré los ojos y caí sobre mi almohada, aún había suficiente tiempo para vestirme y largarme de la casa. Escuché el susurro de la mescalera, y repentinamente mis manos fueron a parar cerca de mi ombligo. Sentí un hormigueo agradable, que al abrir los ojos, me encontré en un plano oscuro, del cual comenzaron a surgir motas brillantes, como si me encontrara en el universo, o mejor dicho, en un universo interno.

El susurro me exhortaba a reflexionar acerca de todos los pensamientos que fluían en mi mente, que debía elegir las palabras correctas para conformar mi pensamiento, pues un pensamiento produce un efecto en el universo interno y se dispara hacia el infinito. Por eso hay que elegir bien las palabras para liberar un pensamiento. El universo está conformado de pensamientos, y dado que el universo funciona exactamente de la manera en que lo pienso, debo pensar positivamente. Al desarrollar la capacidad de pensar positivamente, mejora el mundo en que vivo.

Abrí los ojos, y miré mi teléfono celular. Medité si era posible, si habría respuesta, me sonreí. Piensa positivo, piensa en que te contestará. No, algo en mí no estaba de acuerdo. Me preparé un licuado, al salir de ducharme. En la mesa recapacitaba, nada se puede dejar al azar. ¡Piensa como mescalero! Miré la hora, el tiempo no me presionaba afortunadamente. Luego de vestirme, estaba decidido, pero algo seguía deteniéndome. Tomé el libro que tenía pendiente en finalizar y leí los últimos capítulos de COLUMBUS de Ignacio Solares. Al terminar, mi mente había callado, sólo corría el pensamiento optimista. Sin dudarlo envié el mensaje.

0F14: Hola, lo siento, pero estoy pensando en ti. ¿Cómo estás? 081524
0H17: Hola, amigo, bien gracias. Preparándome para ir al trabajo. ¿Tú cómo estás? 081606
0F14: Bien. Vaya, yo creí que ya estabas en la Universidad. Qué bien. ¿Ya menos atareada? 081947
0H17: Lo que pasa es que tengo que asistir a un curso hoy, así que me iré hasta más al ratito, porque ya no vuelvo a mi casa sino hasta en la noche. Ayer estuve en el filtro después del trabajo. 082401
0F14: Qué cosas con eso de los filtros. Qué lástima, pero bueno, así es la chamba. 083143
0F14: Bueno, que tengas mucho ánimo y no termines cansada. Buen día, y gracias por dejarme saber cómo estás. 084132
0H17: A ti gracias por tus buenos deseos, pero a veces no tengo saldo, jeje, la mayoría de las veces, así que disculpa por los mensajes no contestados. Tú también que tengas un excelente día. 084334
0F14: Gracias. 084614

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lunes, 8 de junio de 2009

El ensoñar de una mujer

En aquel parque, la mescalera y yo comenzamos a discutir lo que había sucedido tras ensoñar. De inmediato nos fue obvio que había temas centrales que especialmente don Gaspar había enfatizado, por ejemplo, el acto mismo, el cual comienza como un estado único de conciencia al que se llega concentrando el residuo consciente que se conserva (aun cuando uno está dormido) en los elementos o los rasgos de los sueños comunes y corrientes. El residuo consciente es adiestrado a través de ejercicios de no-hacer. La mescalera y yo estuvimos de acuerdo que un auxiliar esencial del ensoñar era un estado de quietud mental, que don Gaspar había llamado detener el diálogo interno. Para enseñarme cómo lograrlo, don Gaspar solía hacerme caminar durante kilómetros con los ojos fuera de foco, fijos en un plano unos cuantos grados por encima del horizonte, a fin de realzar la visión periférica. El método fue efectivo por dos razones. Me permitió detener mi diálogo interno después de años de práctica, y entrenó mi atención. Al forzarme a una concentración en la vista periférica se reforzó mi capacidad de concentración, por largos periodos de tiempo, en una sola actividad. Después, cuando logré controlar mi atención y ya fui capaz de trabajar por horas en cualquier tarea (algo que antes nunca pude hacer), don Gaspar me dijo que la mejor manera de entrar en ensueños era concentrándome en el área exacta en la punta del esternón. Dijo que de ese sitio emerge la atención que se requiere para comenzar el ensueño. La energía que necesita uno para moverse en el ensueño surge del área 3 ó 4 centímetros bajo el ombligo. A esa energía le llamaba la voluntad, o el poder de seleccionar, de armar. En una mujer, tanto la atención como la energía para ensoñar, se origina en el vientre. "El ensoñar de una mujer tiene que venir de su vientre porque ése es su centro. Para que yo pueda empezar a ensoñar o dejar de hacerlo, todo lo que tengo que hacer es fijar la atención en mi vientre. He aprendido a sentirlo por dentro. Veo un destello rojizo por un instante y luego ya estoy fuera". Señaló la mescalera. Le pregunté que cuánto tiempo le toma llegar a ver esa luz rojiza. "Unos cuantos segundos. En el momento en que mi atención está en mi vientre, ya estoy en el ensoñar. Nunca batallo, nunca jamás. Así son las mujeres. Para una mujer la parte más difícil es aprender cómo empezar; a mí me llevó un par de años detener mi diálogo interno concentrando mi atención en el vientre. Quizás ésa es la razón por la que una mujer siempre necesita que otro la acicatee. "El naualli me ponía en la barriga piedras del río, frías y mojadas; para hacerme sentir esa área. O me ponía un peso encima. Me hacía cerrar los ojos y concentrar la atención en el sitio donde yo sentía el peso. Por lo regular me quedaba dormida. Pero eso no lo molestaba. Realmente no importa lo que uno hace en tanto la atención esté en el vientre. Por último aprendí a concentrarme en ese sitio sin tener nada puesto encima. Un día empecé solita a ensoñar. Como siempre, comencé por sentir mi barriga, en el lugar donde el naualli había puesto el peso tantas veces, luego me quedé dormida como siempre, salvo que algo me jaló directo adentro de mi vientre. Vi un destello rojizo y después tuve un sueño de lo más hermoso. Pero tan pronto como quise contárselo al naualli, me di cuenta de que había sido un sueño común y corriente. No había modo de contarle cómo había sido. Del sueño yo sólo sabía que en él me sentí muy feliz y fuerte. El naualli me dijo que yo había ensoñado. "A partir de ese momento ya nunca más me volvió a poner un peso encima. Me dejó hacer mi ensoñar sin interferir. De vez en cuando me pedía que le contara cómo iban las cosas, y me daba consejos. Así es como se debe de llevar a cabo la instrucción del ensoñar".

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viernes, 5 de junio de 2009

Voluntas umbilici

"De verdad que te estás muriendo de tristeza. Esa es buena señal, nagualito. No sé si tu cuerpo lo hace a propósito o tú lo estás haciendo conscientemente, pero bien que sabes que necesitas tales momentos para ir perdiendo tu forma humana. Pero, viendo bien las cosas, conscientemente estás por los suelos. Estás en un peldaño de pesimismo y te tambaleas. Caerás y yo no seré quien te levante. A ver, dime, cómo está eso de que tu mundo ha sido muy injusto. Si mira que has sido dichoso de conocer el único sendero que nos ha dado la razón de existir en este mundo misterioso. De plano que todo lo que has aprendido se te está olvidando. Has de tener memoria a corto plazo, nagualito. O quizá estás rehusando llegar hasta la meta final. Dime, qué haces. Por qué te gusta derrumbarte tu solito. Por algo me dejaron junto a ti, pero no para que me cuides, sino para que yo cuide de ti".

Tomé a la mescalera de las manos. Estábamos en un lugar lleno de densa bruma; yo yacía en una superficie gélida. Con las pocas fuerzas que encontré articulé algunas palabras: ¿Dónde estamos? La mescalera entrelazó sus dedos con los míos, estaba acuclillada frente a mí; luego se inclinó hasta tener sus labios en mi oído derecho: "Disparamos nuestros cuerpos de ensueño. Yo te seguí hasta aquí, pero luego te vi desfallecer hasta encontrarnos en este mundo brumoso. No tengo idea de dónde nos has traído". Miré para percatarme de la descripción de la mescalera. No tenía idea de cuándo sucedió tal cosa para caer en este lugar.

Te fallé, mescalera. No hice caso de tus comentarios. Actué precipitadamente, y este es el resultado de mis actos. Me he resignado a aceptar mi destino. "¿Pero qué sucedió, nagualito?" Le comenté lo que había sucedido con Hilda. La mescalera se sonrió y me abrazó. Quedé en su regazo mientras ella me acariciaba el cabello. Lo tenía húmedo. "Ya, ya. Olvida lo que sucedió. Sí te diste por vencido, pero porque sabías muy bien que no ibas a tener éxito. Te dije que el optimismo que traías brillando, no era tuyo, sino generado…" La interrumpí, preguntándole cuándo utilizaría mi propio optimismo. La mescalera suspiró y me dijo que no me aferrara más a ese mundo común. Ella estaba, o más bien, estaría al final conmigo. Grité de dolor.

La mescalera con su mano había atravesado la superficie donde se ubicaba mi ombligo. Algo que apretaba en mi interior me provocaba un fuerte dolor. "¿Qué hiciste exactamente?" Le mandé un mensaje disculpándome por mi acto precipitado, por lo que hice… "Qué patético eres…" Algo me decía que lo que apretaba la mescalera era mi voluntad. "Tienes que perder la forma humana… pero antes de eso, llévame a un lugar que no sea este de bruma…" Mescalera… recordé una conversación con don Gaspar acerca del amor: solía decirme que el problema era que nadie quería realmente amar a alguien, sino que todo el mundo quería ser amado. Y mientras recordaba veía el rostro de la mescalera; por un instante vi la cara de Hilda. Sus ojos, su nariz, su sonrisa… era ella. Musité el nombre de Hilda. Sin embargo, la mescalera seguía removiendo con su mano mi interior, como si con ello sintonizara un canal de televisión, pues al dejar de apretarme, sentí el calor del sol de mediodía. El bochorno del calor era insoportable. Ella estaba sentada en la banca y mi cabeza sobre su regazo. Estábamos en aquel parque en donde nos vimos por primera vez.

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martes, 2 de junio de 2009

¿Ba’ax kun úuchule’?

La puerta estaba abierta. El vidrio la reflejaba trabajando frente a la computadora. Respiré profundo. En ese momento, el discurso que tenía preparado se fue extirpando de la mente hasta quedar con un nudo en la garganta, sin nada de palabras en el pensamiento. Entré furtivamente al cubículo. Cuando estuve a unos tres pasos de ella, le pregunté: ¿Ba'ax ka méentik? Saltó de la silla. Estaba muy concentrada en su trabajo, que hasta ahogó un gritó; al virar a verme y darse cuenta de quién se trataba, contestó: "Nada, aquí trabajando… me asustaste. No escuché tus pasos". Me sonreí a sabiendas, pues lo había hecho a propósito, no obstante, me disculpé. Al preguntarle qué hacía, me explicó que estaba diseñando la programación de clases del ciclo otoño para la Universidad. Me di cuenta que era bastante trabajo: celdas de colores con el nombre de las asignaturas de la DCPH.

Me senté en una de las sillas desocupadas en la que alguien se había levantado para despejarse del trabajo, al parecer, ella no se esperaba que hiciera tal acto. Me miró de soslayo, y luego tomó unos papeles para seguir analizando. Necesito preguntarte algo… "Dime…". Estaba a punto de recordar todo el discurso que tenía preparado, cuando sonó el teléfono. "Sí, si quieres sube, estoy al final del pasillo de la planta alta…" Eran unas chicas quienes le habían llamado, según ellas el grupo estaba lleno y necesitaban llevar la materia en curso de verano. Les dio unas hojas para que las llenaran y se las entregaran posteriormente. "¿Sí? Qué me ibas a preguntar…" Sin más rodeos le dije: ¿Ja'a wóotik bíin cinema tin wéetele'? "¿Contigo?" Pensé con quién más. "¿Cuándo?" Le dije que el día en que estuviera desocupada, que tuviera tiempo, pues sabía que su trabajo y la tesis, no la dejaban dormir bien últimamente.

Te estoy pidiendo una cita. "¿Una cita?" Sonrió y vi que había movido la cabeza reprobatoriamente. ¿No qué? "No, nada". Es que te vi mover la cabeza… "No, estoy bien… ¿una cita?" Sí, pensé que Beatriz te había dicho algo al respecto. "Pensándolo bien, me dijo: Fabián dijo que eras una fashion". Me quedé sorprendido, que yo sepa jamás había dicho algo así; lo que siempre le pedía a Beatriz era que me la saludara, que me gustaría charlar con ella algún día. Le dije que jamás había dicho eso, parecía ignorarme. La verdad me gustaría platicar contigo; conocerte.

"¿Conocerme? Tú y yo no nos conocemos, quizá porque me viste la primera vez te llevaste una impresión de mí que acaso ni siquiera soy, pues sé que tengo mi carácter. En mi opinión, antes deberías tratar a las personas, ser amigos, ya si se da una bonita relación…" Esa es mi intención, por eso te pido una cita. A no ser que tengas un compromiso. "Si te refieres a que si tengo novio, no, no tengo. Pero se debe a que me estoy concentrando en mi carrera, no creo tener tiempo para ‘atenderlo’, y eso es muy importante". Me retiré un poco con la silla. Por mi mente pasó: Tenía razón la mescalera, creo que he actuado precipitadamente.

Te entiendo. Pero de verdad me gustaría conocerte. "Muy bien, dame tu número, y ya luego veremos". Me pasó una libreta y una pluma. Me sentí como si estuviera dando datos para que me dieran de alta en una asignatura. Entró el tipo que ocupaba la silla en donde estaba sentado. Me levanté y me dirigí hacia la puerta. Me despedí, y vi que ella regresaba a sus labores. El tipo de al lado sonreía, quizá sospechando la plática que había sucedido entre ella y yo. Cuando salí del edificio me reproché por mi ineptitud y por no seguir el consejo de la mescalera: de verdad había actuado precipitadamente. De repente mi teléfono comenzó a vibrar. Era un mensaje que decía: "Hola, soy Hilda. Pensarás que soy grosera, pero en realidad olvidé decirte mi número…"

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