miércoles, 27 de febrero de 2008

Loreto

Tenía 18 años cuando regresé con mi familia a visitar a mis parientes en Santo Domingo, Tonalá, Oaxaca. Días antes de partir, don Gaspar, al saber que me iba de vacaciones, me solicitó que fuera a la ciudad de Huajuapan de León, allá en Oaxaca, y que le comprara, o más bien que le trajera como regalo dos botellas de mezcal. Me enseñó una botella con cierta etiqueta específica. Me dijo que podía comprarlo en tal lugar. La dueña de aquel puesto, me dijo, se llama Loreto, y que le dijera que iba de parte de él, para que me vendiera aquellos mezcales a un precio barato.

Accedí. En cuanto tuve tiempo, convencí a mi hermana que me acompañara a la ciudad de Huajuapan, porque yo no sabía moverme en aquel lugar. Mi hermana ya llevaba dos años viviendo y estudiando ahí.

Cuando llegamos al mercado, mi hermana se encontró con algunos de sus compañeros. Para que yo no perdiera mi tiempo escuchando sus conversaciones me indicó más o menos donde estaba aquel puesto de la mencionada Loreto. Caminé como alrededor de tres cuadras, cuando vi aquel puesto. Loreto limpiaba algunas artesanías. Saludé como se debe y sin rodeos le dije que iba de parte de don Gaspar y que quería comprar dos botellas de mezcal. Loreto, entrecerró los ojos, como pensando quizá de quién se trataba. Me preguntó por el apellido de don Gaspar, pero no sabía que responderle, nunca en mis conversaciones con él, me había atrevido a preguntarle el apellido. Le expliqué a la mujer que don Gaspar y yo, residimos en Chetumal, Quintana Roo. Que don Gaspar quería tales mezcales que tuvieran una etiqueta en específica. Al describirselo, Loreto abrió los ojos y dijo: "¡Viejo cabrón! Conque hasta allá te fuiste".

Loreto me explicó que ya no le quedaban de esos mezcales, así que me dijo que regresará al siguiente día. Le dije que se me hacía caro viajar desde Tonalá hasta Huajuapan. "¿Estás en Tonalá? Si quieres te los puedo llevar. Búscame mañana en la Sabinera a las 3 de la tarde. Yo te los llevaré".

Me sorprendió mucho la actitud de aquella mujer de cabello canoso, con algunas hebras negras. Parecía tener el cuerpo de una mujer de treinta años, pero al parecer estaba más vieja por su mirada. Tenía cierto espíritu interior ardiendo aún. Y así hice. Fui a la Sabinera, un parque que se encuentra ubicado a un costado de la iglesia del pueblo. Loreto estaba sentada en un columpio, fumando un cigarro, y a un lado de ella, una bolsa de ixtle con las dos botellas de mezcal. Al acercarme me saludó y me dijo que después de todo, don Gaspar había enviado a su aprendiz para indicar que aún seguía vivo, o sease, yo. No quise ser grosero con aquella mujer, ya que ella comenzó hablar de su parentesco con don Gaspar, según ella mi benefactor, cuando yo en realidad llevaba bastante prisa. "¿Sabes que te estás preparando para ser un mescalero?"

Le dije que no, y ella comenzó a darme una larga explicación acerca de los benefactores y nauallis.
"¿Por qué se les llama "benefactores" a los nauallis y no simplemente maestros?" Le pregunté antes de que me hiciera bolas.

"Llamar benefactor a un naualli es un gesto de cortesía de sus aprendices. Un naualli crea un tremendo sentimiento de gratitud en sus discípulos. Después de todo, el naualli los modela y los guía a través de cosas inimaginables. Para un mescalero, enseñar es lo que el naualli hace por sus aprendices. El naualli canaliza para ellos la fuerza más poderosa en el universo: la voluntad. La fuerza que cambia, ordena y reordena las cosas o las mantiene como están. El naualli formula y luego guía las consecuencias que esa fuerza pueda acarrear a sus discípulos. Si el na­ualli no moldea la voluntad, no habría ni reverencia ni maravilla en sus aprendices. Y en lugar de embarcarse en un viaje mágico de descubrimiento, sus aprendices sólo se limitarían a aprender un oficio; aprenderían a ser cu­randeros, brujos, adivinadores, charlatanes o lo que fuera".

"¿Me puede usted explicar qué es la voluntad?".
"La única manera de explicar la voluntad es experimentarlo en forma directa por medio de una conexión viva que existe entre la voluntad y todos los seres vivientes. Los mescaleros llaman voluntad a lo indes­criptible, al espíritu, a lo abstracto, al naualli. A la voluntad yo preferiría llamarlo naualli, pero se confundiría con el nombre del líder, el benefactor a quien también se le lla­ma naualli. Así es que he optado por llamarlo el espíritu, lo abstracto".

Después de aquella explicación, Loreto se interrumpió abruptamente y me recomendó guardar silencio y pensar en todo lo que me había dicho en la Sabinera. Para entonces, ya estaba muy oscuro. El silencio era tan profundo, que en vez de su­mirme en un estado de reposo, me agitó. No podía man­tener en orden mis pensamientos. Traté de concen­trarme en la explicación que realizó, pero en lugar de hacerlo, pensé en cosas que no venían al caso, hasta que por fin me quedé dormido, y desperté en el cuarto que me había prestado mi primo.

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viernes, 22 de febrero de 2008

3 enigmas

Para entonces ya era casi de noche. De pronto, don Celestino señaló hacia algo que se movía al nivel de los ojos. En el crepúsculo parecía ser un bulto, quizá un mujer que caminaba alrededor del lugar en el que estábamos sentados.

"Ten mucho cuidado, tú eres muy exagerado. No te agites. Deja que Celestino te guíe y no desvíes tu mirada de ese punto que se mueve".

Definitivamente, lo que se movía era una mujer. Al enfocarla, pude distinguir con claridad todos sus detalles. Seguí sus pasos seductivos hasta que pude ver cada parte de aquel ser como esencia, comenzaba a brillar. Reconocí su rostro, y comencé a reír. Era una huizache.

Me desconcentré repentinamente, y sentí unas miradas hoscas detrás de mí. Me volví y descubrí que había toda una hilera de gente alineada al otro lado de la piedra labrada. Supuse que la gente de los alrededores, sospechosos al vernos en el lugar por todo el día, había llegado con la intención de hacernos daño. Reconocí sus intenciones al instante.

Don Gaspar y don Celestino, sin ponerse de pie, se deslizaron al suelo. De allí, los dos me dijeron al unísono que me bajara de inmediato. Nos alejamos de la piedra labrada sin volvernos a mirar si la gente nos seguía. Ninguno de los dos habló, mientras caminábamos rumbo a una extraña choza. La luna estaba en plenilunio, así que nos iluminaba el camino. Intenté comentar algo, pero don Gaspar me hizo callar con un feroz gruñido, llevando un dedo a sus labios. Cuando llegamos a la choza, don Celestino no entró, sino que siguió caminando mientras don Gaspar abrió la puerta y me empujó adentro.

"¿Quiénes eran esas personas?"
"Esos no eran gente".
"Vamos, don Gaspar no me venga con esas. Sé que eran gente como usted y yo, los vi con mis propios ojos".
"Claro que los viste con tus propios ojos, pero eso no significa nada. Tus ojos te engañaron. Esos no eran gente como tú y yo, y te estaban siguiendo. Celestino tuvo que alejarlos de ti".
"Si no eran gente, ¿qué eran entonces?"
"Ah, ahí está el misterio. Es un misterio del resplandor de la conciencia y no puede resolverse con raciocinios. Ese misterio sólo se puede presenciar".
"Déjeme presenciarlo entonces".
"Pero ya lo hiciste, dos veces en un día. En este momento no recuerdas lo que has visto, sin embargo lo recordarás cuando vuelvas a encender las emanaciones que resplandecían cuando estabas viendo el misterio al que me estoy refiriendo. Mientras tanto, volvamos a nuestra explicación. Los videntes saben que en verdad todos los seres vivientes luchan por morir. Lo que detiene a la muerte es estar consciente de ser. Este es uno de los primeros enigmas, y que aún no has logrado despertar. Ya te hemos hablado de los tres enigmas, y de los que ya te hemos enseñado a dominar".

"¿Cuáles son esos tres enigmas?"
"No te hagas pendejo. Estoy hablando del enigma del corazón, y el enigma del espíritu. El enigma del corazón te lo enseñó Alvina cuando comenzabas a comprender el cambio drástico. El enigma del corazón son los siete principios que no quieres aplicar. Lo que te puede convertir en un mescalero contemplador".
"¿Y el enigma del espíritu?"
"De verdad que no eres más que un animal. El enigma del espíritu es la acción que puede realizar todo mescalero a través de su única arma: la voluntad. Loreto y yo, te hablamos de la voluntad en toda tu formación. Y ahora el enigma que te toca conocer es el enigma de la mente. Debes saber que los videntes tienen que ser seres metódicos, racionales, parangones de sobriedad, y a la vez deben rehusar todas esas cualidades para poder ser completamente libres y abrirse a las maravillas y misterios de la existencia.
"Sólo un sentimiento de suprema sobriedad puede tender un puente entre las contradicciones. Antes de que me digas cualquier babosada, al puente entre las contradicciones, lo puedes llamar como quieras, arte, sobriedad, amor, o incluso gentileza, gracia".

Don Gaspar comentó que en la especie humana la razón debería abundar, pero que en realidad es muy escasa. La mayoría de los seres humanos eligen la absorción en sí mismos. Afirmó que para que pueda haber interacción entre los seres vivientes, la conciencia necesita un grado de absorción en sí misma. Pero con la excepción del hombre, ningún ser viviente tiene un grado tal de absorción en sí mismo. Al contrario de los hombres de razón, que ignoran el impulso de las emanaciones, los individuos absortos en sí mismos usan esos impulsos y los convierten en una fuerza que agita aun más las emanaciones en el interior de sus esencias.

Al observar todo esto, los videntes llegaron a una conclusión práctica. Vieron que los hombres de razón llegan a vivir mucho más, porque al no hacer caso del impulso de las emanaciones, aquietan la agitación natural del interior de sus esencias. Por otra parte, al usar el impulso de las emanaciones para crear una mayor agitación, los individuos absortos en si mismos acortan sus vidas.
“¿Qué ven los videntes cuando contemplan a seres humanos absortos en sí mismos?”
"Los ven como descargas intermitentes de luz blanca, seguidas por largas pausas de opacidad".

Don Gaspar dejó de hablar. Hubo un fuerte golpe en la puerta de la calle que me hizo saltar. La puerta se abrió de par en par y don Celestino entró, sin aliento. Cerró la puerta al entrar. Él estaba cubierto de sudor.
"Estábamos hablando del enigma de la mente".
"El enigma de la mente sólo sirve con lo conocido. Vale madre con lo desconocido".
"Eso no es del todo correcto, el enigma de la mente funciona muy bien con lo desconocido. Lo bloquea; lo niega con tanta ferocidad que, al final, lo desconocido no existe para el enigma".
“Pero si abro la puerta ¿podría el enigma de la mente bloquear a lo que va a entrar?”
"La tuya y la mía no podrían, pero la de este muchacho sí. Vamos a tratarlo".

Don Celestino se puso de pie, fue a la puerta y la abrió de un golpe. Saltó a un lado y al instante entró una ráfaga de viento frío. Don Gaspar y don Celestino se colocaron junto a mí. Ambos me miraron con asombro.

Yo quería cerrar la puerta. El frío me hacía sentirme incómodo. Pero cuando me moví hacia ella, don Gaspar y don Celestino saltaron frente a mí y me escudaron.
“¿No notas que hay algo extraño en el cuarto?” me preguntó don Celestino.
"No, no noto nada". Salvo el viento frío que soplaba por la puerta abierta, no había nada extraño allí.
“Cuando abrí la puerta entraron unos seres muy raros. Qué, ¿a poco no los ves?”
Había algo en su voz que me decía que esta vez no bromeaba. Y yo no veía absolutamente a ningún ser extraño. Los tres salimos caminando de la casa, cada uno de ellos estaba pegado a mi costado. Don Gaspar cerró con una cadena y candado la puerta de la choza. Luego mientras caminábamos, me empujaron para caer de bruces, y desperté en mi habitación.

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sábado, 16 de febrero de 2008

En los extraños confines de lo desconocido

Tardé una hora aproximadamente para salir de casa y hacer caso a un pequeño llamado. Un llamado muy peculiar: Escuchaba la voz de mi benefactor a lo lejos, como un grito desesperado. Pensé que mi mente evocaba la voz de don Gaspar de esa manera, porque en realidad no era la de él, sino la mía: era yo el que estaba desesperado.

Antes de salir a la calle, fui directo a la caja que está detrás de mis enciclopedias; tomé el último sobrecito de Kuuxum. Lo coloqué en mi pipa y lo fumé. Recordé que aquel kuuxum era para un caso extremo. Entonces, salí a la calle, y me di cuenta que no era la calle de mi colonia. Repentinamente viré para regresar a la casa, pero ya no estaba. Ahora estaba frente a una maleza de dos metros de altura. Ya de frente, estaba en una vereda que se dirigía hacia una loma. Ahí me esperaba un bulto que no lograba distinguir. Caminé hacia él, y me di cuenta que era don Celestino. Me sorprendí sobremanera, porque no me saludó, sólo me señaló que lo siguiera sin hacer ninguna pregunta. El sol estaba en su cenit, y miré todo el paraje, al llegar a la loma; vi que todo el terreno estaba completamente cubierto de maleza. A lo lejos se veían árboles, y un río.

Al bajar de aquella loma caminamos hacia el río, para después encontramos en un pueblo. Un pueblo indígena, y no contemporáneo, un pueblo prehispánico. Había gente transitando y una que otra nos miraba desde los edificios de piedra. Don Celestino se detuvo y me indicó sentarme en una piedra labrada. Los nativos del lugar no parecían interesarse por mi presencia de hecho, caminaban como si don Celestino y yo, fuésemos algo tan cotidiano.

Estaba tan estupefacto por esta visión que de repente escuché la voz de don Gaspar detrás de mí. “El logro supremo de los seres humanos es alcanzar un nivel de atención y al mismo tiempo retener la fuerza de la vida, sin convertirse en una conciencia incorpórea que se mueve como un punto vacilante de luz hacia el pico del ave para ser devorado.”

Cuando viré, no era realmente don Gaspar, era un muchacho nativo del lugar. Sin embargo la voz de don Gaspar era exactamente la misma. Me dijo que no temiera, que para poder conversar conmigo, tuvo que hacer algo tan ficticio pero que los mescaleros pueden realizar: la transmigración. Mientras estuve escuchando la explicación de don Gaspar, perdí totalmente de vista todo lo que me rodeaba. Indudablemente, don Celestino se había ido, pues no aparecía por ningún lado. Me sorprendí al darme cuenta de que yo estaba acuclillado en la piedra labrada, con don Gaspar también en cuclillas a mi lado. Me tenía agarrado, muy a la ligera, de los hombros. Me recosté en la roca y cerré los ojos. Había una suave brisa que soplaba del oeste.

“No te duermas. Por ningún moti­vo debes quedarte dormido en esta roca.” Entonces, me senté. Don Gaspar me miraba con fijeza. “Descansa y no pienses en nada Deja que se extinga tu diálogo interno.”

Usé toda mi concentración para cumplir lo que me pedía, pero una sacudida me hizo volver al nivel de los pensamientos. Al principio no supe lo que era; pensé que acaso me atacaba la desconfianza. Y en ese instante me di cuenta, como si recibiera una descarga eléctrica, que estaba muy entrada la tarde.

Me incorporé de un salto, plenamente consciente de la incongruencia, aunque no podía concebir lo que me había ocurrido. Sentí una extraña sensación que me impulsaba a correr. Don Gaspar me saltó encima, detenién­dome a la fuerza. Caímos al suelo, y ahí me retuvo con mano de hierro. Mi cuerpo se sacudió con violencia. Mientras tembla­ban, mis brazos parecían volar en todas direcciones. Me estaba dando algo como un ataque epiléptico. Sin em­bargo, un pedazo de mí estaba separado al grado de quedar fascinado viendo a mi cuerpo vibrar, torcerse y sacudirse. Finalmente, los espasmos se extinguieron y don Gaspar me soltó. El esfuerzo lo había agotado. Recomen­dó que volviéramos a sentarnos y nos quedáramos ahí hasta que me sintiera bien.

Una vez que nos sentamos no pude contenerme de hacer mi pregunta de siempre: ¿qué me pasó? Me dijo que mientras me hablaba, yo salí corriendo asustado por no creer acerca de la transmigración.

“Te agarré justo a tiempo. De otra forma hubieras acabado en un estado de conciencia normal.” Yo estaba totalmente confundido. Me explicó que los dos estuvimos manejando el resplandor de la con­ciencia, y que eso indudablemente me asustó.

"Tanto Celestino como Goyo, en su tiempo de aprendiz, fueron forzados sin misericordia a entrar en lo desconocido. En algunos aspectos, Celestino y Goyo son muy parecidos a los antiguos videntes. Saben lo que pueden hacer, pero no les interesa saber cómo lo hacen. Hoy, Celestino aprovechó la oportunidad para empujar el resplandor de tu conciencia y es así como todos acabamos en los extraños confines de lo desconocido.”

Le rogué que me dijera lo que me había ocurrido. “Eso tendrás que recordarlo tú mismo.”
Estaba tan convencido de que era la voz del ver que no me asombré en lo más mínimo. Ni siquiera obedecí el impulso de volverme.

“Soy la voz del ver y te digo que eres un pinche pendejo.” volvió a hablar la voz y se rió. Me volví. Don Celestino estaba sentado detrás de mí. Me sorprendí tanto que me reí quizás un poco más histéri­camente que ellos.

“Ya está oscureciendo. Hoy por la mañana, ahorita ya comienza la fiesta y nos va a ir muy bien aquí.”

Don Gaspar intervino y dijo que ya deberíamos parar, porque yo era el tipo de simplón que podría morirse de miedo. “No es cierto.” “Mejor pregúntale. El mismo te dirá que es tan simplón que es pendejo.” “¿A poco eres un pendejo?” Me preguntó don Celestino frunciendo el ceño. No le contesté. Y eso hizo que se doblaran de risa. “Ya se atragantó. Jamás admitirá que es un pendejo. Tiene demasiada importancia personal para hacer eso. Pero mira cómo le tiemblan las rodillas cuando piensa lo que le pueda ocurrir porque no confe­só que es un pendejo.”

Viéndolos reírse, quedé convencido de que sólo ellos podían reír con tanto gozo. Pero asimismo me convencí de que también eran maestros de la malicia. Siempre se andaban burlando de mí porque no actuaba como mescalero.

De inmediato, don Gaspar se dio cuenta de mis cavila­ciones. “No dejes que te monte la importancia personal. No eres de ninguna manera especial. Ninguno de nosotros lo somos. Nuestros benefactores agregaron años de felicidad a sus vidas riéndose de nosotros.

“Si yo fuera tú, me sentiría tan pinche, tan avergonzado que lloraría. Llora. Llora a tus anchas y te sentirás mejor.” Me dijo don Celestino. Para mi completo asombro, comencé a sollozar. Luego me enojé tanto que rugí con furia. Sólo entonces me sentí mejor.

Don Gaspar me sacudió del brazo. Me dijo que por lo general la furia da cordura, o que a veces el miedo, o el humor dan cordura. Mi naturaleza violenta hacía que la cordura me viniera a través de la furia. Agregó que me había debilitado debido a un cambio repentino en el resplandor de la conciencia. Ellos dos habían estado tratando de ayudarme por un largo rato. Aparentemente, don Celestino lo había logrado al hacerme rabiar…

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domingo, 10 de febrero de 2008

Somnium

Soñé que caminaba por aquella calle iluminada por la luna. Descubrí muchas caras conocidas. Caras de personas que me habían herido fuertemente.

Soñé que un día desperté y de repente, alguien me tomó de la mano, y me llevó a mundos de los que jamás mi mente podía imaginar. Aquel hermoso ser me contagió de su alegría, me cantaba, me contaba historias, me aconsejaba, era alguien al que podía recurrir, y reconfortarme. Pasé largas noches de insomnio por aquel ser hermoso. Sin embargo, una noche desapareció. Quedé inmerso en la soledad. Aún así, con mi tristeza, recordaba aquellos pasajes que compartimos. Nunca perdí la esperanza de volver a encontrar aquel ser hermoso. Y así sucedió, volvió aparecer.

Soñé que yo ahora era el que gratificaba todo aquel amor y amistad que me brindó. Sentí una enorme deuda, quizá infinita. Mi deuda era corresponderle todo ese sentimiento que había compartido conmigo. Ahora era mi turno de demostrarle que aquel ser hermoso era un ser excepcional, capaz de revivir el ánimo.

Soñé que el sueño aún no ha terminado, y si terminó, me quedé dormido. Si este es un sueño, ahora comprendo, realmente entiendo, que es mejor estar dormido que despierto. Porque en el sueño soy feliz. En los sueños soy capaz de elevarme y encontrarme con el ser hermoso. En los sueños puedo hablarle día y noche, sentados en una banca.

Si algún día despierto de este sueño, significa que he muerto.

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domingo, 3 de febrero de 2008

La Ley del Mescalero

  • Ser un mescalero no es sólo cuestión de desear­lo. Es más bien una lucha interminable que seguirá hasta el último instante de nuestras vidas. Nadie nace como mescalero, como nadie nace hombre corriente. Somos nosotros quienes nos hacemos lo uno o lo otro.

  • Se escoge sólo una vez. Eliges ser un mescalero o ser un hombre corriente. No existe una segunda oportunidad. No sobre esta Tierra.

  • La lucha está justo aquí, en esta Tierra. Somos criaturas humanas. ¿Quién sabe lo que nos aguarda o la clase de poder que podemos llegar a tener?

  • Cuando un hombre decide hacer algo, debe ir hasta el fin, pero debe aceptar responsabilidad por lo que hace. Haga lo que haga, primero debe saber por qué lo hace, y luego seguir adelante con sus acciones sin tener dudas ni remordimientos acerca de ellas.

  • Cuando un hombre se embarca en el camino del mescalero, poco a poco se va dando cuenta de que la vida ordinaria ha quedado atrás para siempre. Los medios del mundo ordinario ya no le sirven de sostén y debe adoptar un nuevo modo de vida para sobrevivir.

  • Un mescalero vive de actuar, no de pensar en actuar ni de pensar qué pensará cuando haya actuado.

  • Un mescalero, cuando toma una decisión, se deja ir, y cuando ella fluye en sus actos y en su ánimo le da templanza y fortaleza porque está entrenado para sobrevivir, y siempre sobrevive de la mejor forma.

  • Para un aprendiz no existe nada ofensivo en los actos y pensamientos de sus semejantes, siempre y cuando él actúe dentro del ánimo correcto.

  • Cuando te enojas siempre te crees en lo justo, ¿verdad? Enfadarse con la gente significa que uno consi­dera que los actos de los demás son importantes. Es imperativo dejar de sentir de esa manera. Los actos de los hombres no pueden ser lo suficiente­mente importantes como para contrarrestar nues­tra única alternativa viable: nuestro encuentro inmutable con el infinito.

  • Hacernos responsables de nuestras decisiones significa estar dispuestos a morir por ellas.

  • Los actos tienen poder. Sobre todo cuando la persona que actúa sabe que esos actos son su última batalla. Hay una extraña felicidad ardiente en actuar con el pleno conocimiento de lo que uno está haciendo puede muy bien ser su último acto sobre la tierra.

  • La timidez nos impide examinar y aprovechar nuestra suerte como hombres.

  • Sólo un mescalero puede sobrevivir en el camino del conocimiento, porque el arte del mescalero es equilibrar el terror de ser hombre con el prodigio de ser hombre.

  • Un mescalero ya se considera muerto, así que no tiene nada que perder. Lo peor ya le ha pasado; por tanto, se siente tranquilo y sus pensamientos son claros. Nadie que lo juzgase por sus actos o por sus palabras podría jamás sospechar que lo ha presenciado todo.

  • Si un mescalero siente que todavía no sea su hora, no va a la cita. Nada se gana forzando las cosas. Si quiere sobrevivir, debe ser claro como el cristal y estar mortalmente seguro de sí mismo.

  • Uno aprende a actuar como mescalero actuando, no hablando.

  • Un mescalero es un cazador impecable que anda en busca del poder. Por lo mismo no es un fanfarrón, ni exhibicionista, ni tiene tiempo que perder, ni para engañarse, ni para dudar o equivocarse.

  • Un mescalero trata de ponerse sistemáticamente al alcance del poder, pero con mucha prudencia y cuidado. El estilo del mescalero es un estallido controlado y una quietud controlada.

  • Un mescalero tiene que usar su voluntad y su paciencia para olvidar. De hecho, un mescalero no tiene más que su voluntad y su paciencia, y con ellas construye todo lo que quiere.

  • Un mescalero actúa como si nunca hubiera pasado nada, porque no cree en nada, pero acepta todo tal como se presenta. Acepta sin aceptar y descarta sin descartar. Nunca siente como si supiera, ni tampoco siente como si nada hubiera pasado. Actúa como si tuviera el control, aunque esté temblando de miedo. Actuar en esa forma disipa la obsesión.

  • El mescalero tiene el deber de apaciguar su mente. Los mescaleros no ganan victorias golpeándose la cabeza contra los muros. Los mescaleros saltan los muros, no los derriban.

  • Un mescalero sabe que espera y sabe lo que espera…

  • LA VOLUNTAD es algo que un hombre usa, por ejemplo, para ganar una batalla que, según todos los cálculos, debería perder. La voluntad tiene que ver con hazañas asombrosas que desafían nuestro sentido común.

  • ENTREGARSE A LA NEGACIÓN es el peor de todos los modos de entrega; nos fuerza a creer que estamos haciendo cosas buenas, cuando en efecto sólo estamos fijos dentro de nosotros mismos.

  • LA VOLUNTAD es lo que puede darte el triunfo cuando tus pensamientos te dicen que estás derrotado. La voluntad es lo que te hace invulnerable.

  • Un mescalero es el amo de su elección. Debe comprender por completo que su preferencia es su responsabilidad; el poder de sus decisiones definitivas le permite escoger sin lamentar, no queda tiempo para lamentos ni recriminaciones, y lo que escoge es siempre estratégicamente lo mejor; así cumple con gusto y con eficiencia lujuriosa, todo cuanto tiene que hacer.

  • Para convertirse en hombre de conocimiento hay que ser un mescalero, no un niño llorón. Hay que luchar sin entregarse, sin una queja, sin titubear, hasta que uno vea, y sólo entonces puede uno darse cuenta que nada importa.

  • Un mescalero debe tener serenidad y aplomo, y no debe perder nunca los estribos.

  • Un mescalero siempre se cerciora de que todo esté en orden, no porque crea que va a sobrevivir la prueba que se halla a punto de emprender, sino porque es parte de su conducta impecable.

  • Un mescalero es inflexible en la búsqueda de la perfección de su espíritu, y para ello mantiene una actitud ante la vida y las cosas de la vida que le permite liberarse del miedo, de la ambición, de la queja y la tristeza.

  • El mescalero debe cultivar el sentimiento de que no necesita nada.

  • Un mescalero intenta cualquier cosa que se propone intentar, simplemente intentándolo.

  • Intentar es desear sin desear, hacer sin hacer.

  • Intentar es mucho más simple, y al mismo tiempo, infinitamente complejo. Requiere imaginación, disciplina y propósito.

  • Un mescalero sabe que nadie le hace nada a nadie; que uno mismo se hace daño con la gente y con los sentimientos.

  • Si un mescalero necesita alivio, simplemente elige a cualquiera y le expresa a esa persona cada detalle de su tumulto. Después de todo, el mescalero no busca que le entiendan o le ayuden; con hablar simplemente busca aliviar su presión. Eso es, siempre y cuando el mescalero sea dado a hablar; si no lo es, no le dice nada a nadie.

  • El hombre común emplea la mayor parte de su fuerza en mantener su IMPORTANCIA, y su desgaste más pernicioso es la compulsiva presentación y defensa del YO; la preocupación acerca de ser o no ADMIRADO, QUERIDO, o ACEPTADO.

  • Un mescalero no está enganchado con nada ni con nadie; por ello, el mescalero necesita del ánimo correcto para librar cada batalla sobre la Tierra.

  • El hombre común busca la certeza en los ojos del espectador y llama a eso confianza en sí mismo. El mescalero busca la impecabilidad en sus propios ojos y llama a eso humildad. El hombre común está enganchado a sus prójimos, mientras que el mescalero sólo depende de sí mismo.

  • A un mescalero nadie le hace daño, nadie lo presiona, ni lo mueve, ni lo obliga a hacer cosas que él no quiera.

  • Un mescalero confía en su poder personal. Eso es todo lo que tiene en todo este mundo misterioso.

  • Un mescalero es impecable cuando confía en su poder personal, sin importar que sea pequeño o enorme.

  • El mescalero no agacha la cabeza ante nadie, pero al mismo tiempo, tampoco permite que nadie agache la cabeza ante él.

  • ¡No hay futuro! El futuro no es más que una manera de hablar. Para el mescalero sólo existe el aquí y el ahora.

  • La vida, para un mescalero, es un ejercicio de estrategia. Pero uno quiere hallar el significado de la vida. A un mescalero no le importa los significados.

  • Un mescalero nunca está disponible; nunca está parado en el camino esperando las pedradas. Así corta al mínimo el chance de lo imprevisto. Lo que uno llama accidentes son casi siempre fáciles de evitar, excepto para los tontos que viven por las puras.

  • Un mescalero cuando no tiene nada que perder, adquiere coraje. Somos temerosos únicamente en la medida en que tengamos algo a que aferrarnos.

  • Un mescalero no tiene honor, ni dignidad, ni nombre, ni patria; sólo tiene vida por vivir y, en tales circunstancias, su único vínculo con sus semejantes es su desatino controlado.

  • El hombre corriente se preocupa demasiado por querer a otros o por ser querido por los demás. Un mescalero quiere; eso es todo. Quiere lo que sea o a quien sea, sin más, porque sí.

  • El espíritu de un mescalero no está engranado para la entrega y la queja, ni está engranado para ganar o perder. El espíritu de un mescalero sólo está engranado para la lucha, y cada lucha es la última batalla sobre la tierra. De allí que el resultado le importa muy poco. En su última batalla sobre la tierra, el mescalero deja fluir su espíritu libre y claro. Y mientras libra su batalla, sabiendo que su voluntad es impecable, el mescalero ríe y ríe.

  • El hombre común habla demasiado consigo mismo. Sostiene una conversación interna. Te voy a decir de qué habla. Habla de su mundo. Es más, mantiene su mundo con su conversación interna. Cuando termina de hablar consigo mismo, el mundo es siempre como debería ser. Lo renueva, lo enciende de vida, lo sostiene con su conversación interna. No sólo eso, sino que también escoge su camino al hablarse a sí mismo. De allí que repite las mismas preferencias, porque sigue repitiendo la misma conversación interna una y otra vez hasta el día en que muere. Un mescalero se da cuenta de esto y lucha para parar su habladuría. Este es el último punto que debe sabe si quiere vivir como mescalero.

  • Para dejar de hablar consigo mismo, debe usar sus oídos a fin de quitar a sus ojos parte de la carga. Desde que uno nace se ha estado usando los ojos para juzgar el mundo. Se habla a los demás, y se habla a sí mismo, acerca de lo que uno ve. Un mescalero se da cuenta de esto y escucha el mundo; escucha los sonidos del mundo.

  • A los seres humanos, les encanta que se les diga lo que deben hacer, pero les gusta mucho más resistirse a hacerlo, de modo que llegan a aborrecer a quien los ha aconsejado.

  • El soberbio sentido de disciplina que los mescaleros poseen los convierte en empleados dignos de confianza, codiciados por instituciones que constantemente tienen extrema necesidad de tales personas; y siempre y cuando nadie se entere de que son mescaleros, sus prácticas mismas los hacen aparecer como trabajadores modelo.

  • Un mescalero come en silencio, y lentamente, y muy poco cada vez. un mescalero ingiere cuatro bocados seguidos; recién pasado un rato traga otros cuatro, y así.

  • Un mescalero se prepara incansablemente a través de una férrea disciplina; fortalece su cuerpo y perfecciona su espíritu; su campo de batalla es el mundo y la vida cotidiana.

  • Cuando el mescalero pierde poder, se pone viejo y gordo de la noche a la mañana, y como la muerte siempre lo está acechando, en el momento que el poder de un mescalero mengua, su muerte simplemente lo toca.

  • En la vida del mescalero sólo hay una cosa, un único asunto que en realidad no está decidido: qué tan lejos puede uno avanzar en este sendero. Ese es un asunto abierto y nadie puede predecir el resultado. La libertad que un mescalero tiene, es actuar impecablemente, o bien actuar como un imbécil. La impecabilidad es de verdad el único acto que es libre y, por ello, la verdadera medida del espíritu de un mescalero.

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viernes, 1 de febrero de 2008

En la penumbra

Estoy de pie, en el centro de una habitación oscura. Una voz muy dentro de mi ser dice que es el reino de aquella sombra que quiere luchar contra mí. A pesar de la oscuridad, sé que no se trata de un sueño: es la realidad. Comienzo a caminar para descubrir algún objeto que se encuentre alrededor, sin embargo no hallo nada. No escucho nada. Aprieto los ojos para preguntarme cómo he llegado aquí. ¿Será acaso un simulacro? Que yo sepa, la lucha aún no se puede librar; aún no tengo ni la energía suficiente para encararla.

Abro y cierro los ojos, pero sigo viendo oscuridad. Entonces evoco a aquella mujer que me da la esperanza de existir y no rendirme en la batalla. Primero encuentro su mirada, luego escucho su risa, que es la que me guía hacia una ventana tapiada por fuera, y en que minúsculos rayos de sol intentan penetrar para iluminar el suelo. Al sentarme en el frío suelo, medito: sé que no hay salida en este lugar. Decido musitar su nombre. Me gusta como suena. Y le pregunto: ¿Algún día estarás a mi lado? ¿Podré tocar tu piel, y sentir tu perfume? Me gusta pensar que cuando logre librarme de esta oscuridad, tú estarás afuera, y serás la primera persona que me lastimará los ojos al verte, y que me hechizarás completamente. Porque realmente te quiero. Siempre pienso en ti, siempre suspiro por ti, siempre intento adivinar qué haces y en qué estás pensando.

"El amor, el maldito amor... ¿Crees en eso? Yo sé que el amor es más que una ilusión. Realmente no sabes qué es el amor, porque jamás has amado. Piensas que todo es fácil, sencillo, eh. Mírate, ¿Crees que los demás aún depositan su fe en que llegará alguien para liberarlos? Pues muere con esa fe." La sombra se hizo presente y mientras hablaba, se acercaba hacia mí. Lo sé porque escuché arrastrar sus pasos. Llegó ante mí, y sentí su mirada hosca. Le pregunto por qué me ha traído a su mundo. Nada más ríe, y continúa con su sermón:

"¿Has visto? Mira cuanta gente ama. ¿Ama realmente? Detecto que en tu corazón hay mucha envidia hacia esos seres que aman. Sí, ellos han tenido mucha facilidad de encontrar a alguien para amar, para sentirse amados, para compartir. Tú eres un pobre iluso: luchas, sigues luchando, y lo seguirás haciendo hasta el final de tus días, mi buen amigo. Qué triste, la verdad es muy triste. Tú tienes la capacidad de amar, pero de no ser correspondido. Te esfuerzas, deseas tanto, JAJAJAJAJA, ¡que nunca lo logras! En cambio el resto, ama y lastima, hiere a su amor. Qué saben ellos del amor, si al lograr su objetivo, lo confunden con la posesión y piensan que es un objeto más que han logrado ganar, y que ahora puede colocarse en la repisa de los trofeos para que se acumule de polvo y telarañas, ¿no es así? ¿No es eso lo que hacen? Y tú piensas que así no debe ser, ¿verdad? ¿Tú realemente qué sabes? Piensas que es así porque no has amado, y no te han amado. Verás que si tú no lastimas, alguien te lastimará".

"¿Por qué me dices esto? ¿Qué hecho para estar aquí?"

La sombra ríe nada más.

"Es cierto lo que dices. Eso siento al respecto, pero es un pensamiento que me motiva a avanzar en mi sendero. Aunque no gane. Aunque... No es un problema sabes... yo..."

"¡QUÉ TONTERÍA! No necesitas explicarme tus malditas creencias. ¿Para qué te justificas conmigo? ¿A quién le importa? Realmente no importa lo que pasa por tu pensamiento, ¿crees que a alguien le importe? Puede ser que sí, pero, en realidad es un fastidio saber lo que le ocurre a la gente. Eres un imbécil, eso es lo que eres, ¿te has preguntado por qué no tienes éxito? JAJAJAJAJAJA, ¿te has preguntado por qué te suceden ese tipo de cosas? ¡Y dices que actúas como un mescalero! No aplicas ni la más mínima regla de los mescaleros. Un mescalero jamás estaría en este lugar: en la penumbra. Tú, porque eres un hombre común, estás atrapado aquí, y jamás hallarás la salida".

Inclino la cabeza. Quizá esta sombra tenga la razón. Le digo que me muestre el fondo de esta habitación para internarme eternamente; luego vendré hacia la ventana a contemplar los minúsculos rayos de sol.

"No, amigo. Yo no te puedo llevar a donde tú quieres ir, debes arriesgarte por tu propia cuenta. Si te hace sentir mejor, te diré una cosa: usa tu voluntad; reactívala. Es lo único que le queda a un mescalero para estas ocasiones. Tus buenos recuerdos son los que te mantienen vivo. Alguien te lo dijo: Para poder lograr lo que quieres, tienes primero que sudar tinta..."

Y la voz de la sombra se apagó.

Yo me quedé sentando, pensando en aquella mujer con brillo de luna, mi voz distante. Luego de reconstruirla, comencé a contarle cuentos, para cuando llegue cansada, pudiera dormir tranquilamente...

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