sábado, 15 de diciembre de 2007

Arreglos & Esencias

Hace poco me vino un recuerdo, yo salía una tarde de la preparatoria tras ir por mi última boleta de calificaciones, hace ya algunos años, cuando yo era aprendiz de don Gaspar. Dio la casualidad que mis compañeros de clase no quisieron ir conmigo al cinema, para celebrar nuestro futuro egreso. Pero lo más extraño es que yo mismo me motivé a pasear en el centro de la ciudad, en vez de ir a ver la película. Llegué hasta la bahía y ahí vi sentado a don Gaspar, disfrutando de la brisa marina. Ahora que pienso bien las cosas, don Gaspar me había llamado a través de su voluntad hacia ese lugar. Esa es la capacidad de un benefactor capaz de crear todo el escenario y pensar que uno está atravesando por un extraño fenómeno nostálgico.

Me senté al lado de don Gaspar. Él me dio la indicación de no emitir ningún comentario, hasta que llegara la señal. Pasaron docenas de personas. Estuvimos sentados, en calma y silencio, unos diez o quince minutos. Entonces don Gaspar se incorporó abruptamente.

"¡No le hagas, hombre! Mira lo que viene allí. ¡Una vieja!"
Señaló con una inclinación de cabeza a una joven que cruzaba la calle y se aproximaba hacia nosotros. Don Gaspar dijo que la joven era una esencia hecha y derecha, y que si se detenía a hablar con cualquiera de nosotros, sería una indicación ex­traordinaria, y tendríamos que hacer lo que ella quisiese. No me era posible distinguir con claridad las fac­ciones de la mujer, aunque aún había luz suficiente. Se acercó a menos de un metro, pero pasó sin mirarnos. Don Gaspar me ordenó, en un susurro, alcanzarla y hablarle.

Corrí tras ella; pretendí estar perdido y le pedí orientación. Me acerqué mucho a ella. Era joven, de unos veinticinco años, de estatura mediana, muy atractiva y bien arreglada. Sus ojos eran claros y apa­cibles. Sonreía al escucharme. Había en ella algo que conquistaba. Me simpatizó mucho.

Regresé a la banca y tomé asiento. Para ese entonces yo estaba en la fase de definir qué era un mescalero. Don Gaspar siempre me sorprendía con una nueva terminología. Le pregunté a don Gaspar si esa chica era una mescalera.

"No tanto. Tu poder todavía no tiene la agudeza necesaria para traer un mescalero. Pero esa es una esencia en muy buen estado, que podría convertirse en una esencia hecha y derecha. Los mescaleros están hechos de esa madera".
Sus frases avivaron mi curiosidad. Le pregunté si las mujeres podían ser mescaleros. Me miró, aparente­mente desconcertado por la pregunta.

"Claro que pueden, y están aún mejor equipadas que los hombres para nuestra senda de mescaleros. Sólo que los hombres son un poco más resistentes. Pero yo diría que, a fin de cuentas, las mujeres llevan una ligera ventaja".

Me declaré intrigado por el hecho de que jamás habíamos hablado de mujeres en relación con su conocimiento.
"Tú eres hombre; por ello uso el gé­nero masculino al hablar contigo. Eso es todo. Lo demás es igual."

Quise proseguir el interrogatorio, pero él hizo un gesto para cerrar el tema. Alzó la vista. El cielo es­taba casi negro. Los conglomerados de nubes se veían extremadamente oscuros. Había aún, sin embargo, algunas áreas en que las nubes tenían un leve tinte anaranjado.

"El final del día es la mejor hora. La aparición de esa muchacha en el filo mismo del día, es una indicación".
"¿Qué significa la indicación?"
"Significa que te queda muy poco tiempo para organizar tus arreglos. Cualquier arreglo que puedas haber construido tiene que ser en un arreglo vivo, porque no tienes tiempo para hacer otros nuevos. Tus arreglos deben funcionar ahora, o no tienen nada de arreglos. Te recomiendo que cuando vuelvas a tu casa, re­vises tus líneas y te asegures de que son fuertes. Las vas a necesitar".
"¿Qué va a pasar conmigo?"

"Hace años hiciste oferta al poder. Has seguido fielmente las penalidades del aprendizaje, sin inquie­tarte ni apurarte. Ahora estás al filo del día.
"¿Qué significa eso?"
"Para una esencia hecha y derecha, todo cuanto hay es un desafío. Otra forma de decirlo es que, para un mescalero, todo en este mundo es un desafío. El mayor de todos es, desde luego, su oferta al poder. Pero el poder viene del naualli, y cuando un mescalero se encuentra al filo del día, eso significa que se aproxima la hora del naualli, la hora en que el poder acepta la oferta del mescalero".

"Sigo sin comprender el sentido de todo esto. ¿Significa que voy a morir pronto?"
"Si eres estúpido, pues ni modo. Pero, vamos a ponerlo en términos más amenos; todo esto que he dicho significa que se te van a caer los calzones. Una vez hiciste oferta al poder, y esa oferta no se puede retirar. No diré que estás a punto de cumplir tu destino, porque no hay destino. Lo único que uno puede decir es que estás a punto de cumplir tu oferta. La señal fue clara. La muchacha esa vino a ti al filo del día. Te queda muy poco tiempo, y ninguno para idioteces. Espléndido estado. Yo diría que lo mejor de nosotros siempre sale a flote cuando estamos de espaldas contra la pared, cuando sentimos que la espada se cierne sobre nuestra cabeza. En lo personal, yo prefiero ese estado y no viviría de ningún otro modo."

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