domingo, 8 de febrero de 2009

Intento

Según la opinión de don Gaspar, lo que el hombre normalmente entiende por percibir es, en realidad, el acto de interpretar datos sensoriales. Sostenía que, desde el momento en que nacemos, todo a nuestro alrededor nos brinda una posibilidad de interpretación y que, con el tiempo, esa posibilidad se convierte en todo un sistema, mediante el cual llevamos a cabo todas las transacciones perceptuales.

Don Gaspar señaló que la esencia era no sólo el centro en el cual se reunía toda la percepción, sino también el centro en el cual se lleva a cabo la interpretación de todos los datos sensoriales, de modo que, si cambiara de ubicación, interpretaría el nuevo influjo de campos energéticos en términos muy similares a los aplicados a la interpretación del mundo de la vida cotidiana. El resultado de esta nueva interpretación es la percepción de un mundo curiosamente similar al nuestro y, sin embargo, intrínsecamente distinto.

Decía también que, energéticamente, esos otros mundos son totalmente diferentes del nuestro. Es sólo la interpretación de la esencia lo que genera las aparentes similitudes.

Don Gaspar pedía una nueva sintaxis que pudiera ser utilizada a fin de expresar esa milagrosa cualidad de la esencia y las posibilidades de percepción generadas por el ensueño. Admitió, sin embargo, que quizá la sintaxis actual de nuestro idioma podría ser adaptada para cubrir esas necesidades de expresión, si esas experiencias lograban hacerse accesibles a todo el mundo y no simplemente a nauallis o mescaleros.

Algo relacionado con el ensueño, que resultó de enorme interés para mi pero que también me confundía en extremo, era la afirmación de don Gaspar, de que realmente no había procedimiento verbal alguno que sirviera para enseñar a alguien a ensoñar. Decía que, más que ninguna otra cosa, ensoñar era un arduo esfuerzo por parte del practicante, a fin de ponerse en contacto con la fuerza indescriptible y abarcadora que los nauallis del antiguo México denominaban intento.

Una vez establecido ese lazo, el ensueño también se establecía misteriosamente. Don Gaspar afirmaba que esa unión podía ser lograda siguiendo cualquier esquema que implicara disciplina. Cuando le pedí una explicación sucinta de los procedimientos que ello incluía, se rió de mí.

“Aventurarse por el mundo de los nauallis no es como aprender a conducir un automóvil. Para manejar un vehículo, necesitas primero manuales e instrucciones. Para ensoñar, necesitas intentarlo”.

“¿Pero cómo puedo intentarlo?”

“La única forma en que lo puedes intentar es intentándolo. Una de las cosas más difíciles de aceptar para el hombre de nuestros días es la ausencia de procedimientos prefijados. El hombre moderno está sujeto a manuales, instrucciones, métodos, especificaciones, pasos a seguir para lograr algo. Constantemente toma notas, traza diagramas y se involucra profundamente con el know-how, o sea, con el saber-cómo. Pero en el mundo de los nauallis, los procedimientos y los rituales son sólo herramientas para atraer y focalizar la atención. Son instrumentos utilizados para forzar una focalización del interés y la voluntad. No tienen ningún otro valor”.

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