jueves, 12 de febrero de 2009

El silencio interior

Don Gaspar decía que el silencio interior era el estado más ávidamente buscado por los nauallis del antiguo México. Lo definía como el estado natural de la percepción humana, en el cual los pensamientos se encuentran bloqueados y todas las facultades del hombre operan a partir de un nivel de conciencia que no requiere la intervención de nuestro sistema cognitivo cotidiano.

Para los nauallis del linaje de don Gaspar, el silencio interior siempre estuvo asociado con la oscuridad, tal vez porque la percepción humana, privada de su compañero habitual, el diálogo interior, cae en algo que parece un agujero negro. Decía que el cuerpo funciona en su forma habitual, pero que la conciencia se agudiza. Las decisiones se toman en forma instantánea y se diría que provienen de un tipo de conocimiento especial que se encuentra privado de la verbalización de los pensamientos.

Según don Gaspar, cuando la percepción humana funciona en una condición de silencio interior, es capaz de alcanzar niveles indescriptibles. Algunos de esos niveles de percepción son mundos en sí mismos y no se parecen en absoluto a los mundos a los que se llega a través del ensueño. Son estados indescriptibles, inexplicables en términos de los paradigmas lineales que utiliza el estado habitual de la percepción humana para explicar el universo.

El silencio interior, tal como lo entendía don Gaspar, es la matriz de un gigantesco paso evolutivo: el conocimiento silencioso, o sea, el nivel de conciencia humana donde el saber es automático e instantáneo. El conocimiento en este nivel no es producto de la cognición cerebral o de la inducción y deducción lógica, o de generalizaciones basadas en similitudes y diferencias.

No hay nada a priori en el nivel del conocimiento silencioso, nada que pudiera constituirse en un cuerpo de conocimiento, dado que todo es, inminentemente, ahora. Datos complejos pueden ser captados sin preámbulos cognitivos.

Don Gaspar creía que el conocimiento silencioso les fue insinuado a los primeros hombres, pero que estos primeros hombres no poseían, realmente, el conocimiento silencioso. Esa insinuación resultó mucho más intensa que lo que experimenta el hombre moderno, donde el conglomerado de conocimiento es el producto del aprendizaje rutinario. El axioma de los nauallis es que, aun cuando hayamos perdido aquella insinuación, el sendero que conduce al conocimiento silencioso siempre estará siempre abierto al hombre a través del silencio interior.

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