lunes, 14 de enero de 2008

Más allá de lo accesible

Aún sigo recordando que para mantener la imagen de uno mismo, el hombre común, a la menor provocación, está deseoso de decirle a quien le quiera escuchar "quién es él" o, más bien, quién supone él que es. El contar una y otra vez nuestra vida a quien se deje, además de alimentar nuestra importancia personal nos permite autoafirmarnos en este mundo de pensamientos.

Mantener la imagen de nosotros mismos requiere de un descomunal gasto de energía, por lo que un aprendiz deberá ir "borrando" poco a poco su historia personal; esto no es dejar de hablar del pasado, sino, simplemente, "usarlo" de manera de referencias e impersonal. La importancia personal nos lleva a mantener nuestra historia personal. A través de la historia personal alimentamos nuestra importancia personal y ésta nos impide apreciar el mundo en el que vivimos.

La libertad ilimitada nos da el ser unos desconocidos: si nadie nos conoce en verdad, no tenemos que andar dando explicaciones y así nadie se enoja o se desilusiona de nuestros actos. Esta libertad es la que el aprendiz necesita para transitar en su nuevo sendero.

Cuando un aprendiz ha tomado la decisión de seguir este sendero, debe hacerse responsable de esta decisión entendiendo que no le queda tiempo para fanfarronear, ni para lamentarse, ni para equivocarse. El aprendiz sabe que es un cazador de poder o conocimientos, pero que el cazador será también cazado por la muerte. Así que cuando un mescalero se siente mal, cuando todo se le viene abajo, deberá preguntarle a la muerte si todo eso es cierto. La muerte le dirá que nada de eso es cierto, la muerte le dirá "todavía no te he tocado".

El desafío del aprendiz es transformar la rutinaria vida cotidiana en un espléndido campo de batalla, y es lograr sustraerse del torbellino de los pensamientos y de los actos cotidianos. El hombre común encuentra en sus rutinas el escudo con el que se protege del maravilloso y aterrador mundo que nos rodea. Mantener la conciencia de la vida se logra al romper nuestras rutinas.

El aprendiz es un cazador que anda en pos del conocimiento que se encuentra agazapado y acechante en nuestra cotidianidad. Romper las rutinas de la vida es transformar ese mundo soso y aburrido en uno maravilloso, misterioso y aterrador. El aprendiz como cazador no sólo debe cazar, sino que él mismo no debe actuar como si fuese una presa. El aprendiz debe, por decirlo de algún modo, "andar de puntitas" y "alerta" por el mundo, para sacarle el mayor provecho a su vida.

Los hombres comunes se la pasan en medio del camino golpeándose y confortándose con cualquier socio voluntario; están "metidos" en sus ires y venires; son obvios y evidentes. Ser inaccesible significa que un mescalero "está y no está"; ser inaccesible no significa que deba estar escondido, porque de ser así, todo el mundo sabrá que está escondido.

Ser inaccesible es una condición del mescalero para no "embarrarse" en el mundo de los sentimientos y las personas. Ser inaccesible significa tocar lo menos posible el mundo y es tratar, a propósito, de ponerse fuera del alcance de la gente; no aferrarse ni agotarse a lo que de normal se aferra.

Ser inaccesible significa que un mescalero no maltrata ni deforma al mundo, no explota ni exprime a las personas, y menos a los que ama. La inaccesibilidad le permite estar en el mundo y no deformarlo; sólo lo usa impecablemente y luego parte sin que nadie se dé cuenta de su llegada, ni de su partida.

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