sábado, 26 de septiembre de 2009

K’áak’ báalam

Sentí su lengua viperina unirse con la mía en un beso prolongado con sabor a veneno de alacrán que entumía mis sentidos; como veneno de nauyaca que intoxica la sangre y me gangrena la vida; como sabor a narcótico, a peyote amargo, ácido, caliente que adolece a mi cerebro y revela el verdadero rostro de mi desconocida amante: la muerte. Caigo en un terrible soponcio, y me descubro de pie en lontananza de una sombra femenina que recorta el paisaje tétrico de mi sueño.

Sí, sabía, estaba consciente de que me encontraba en un sueño. Un rugido me indicó que descifrara las señales. Cuando un rayo de sol surgió de la nada e iluminó a la sombra femenina, logré descubrir el rostro de aquella mujer: no tenía ojos, dos orificios oscuros contenían un extraño espacio nebuloso; carecía de boca también. Aquella señal me indicaba el Desinterés. ¿Era eso quizá lo que esperaba ver? El rugido me volvió a indicar que matara mis sentimientos, que me deshiciera de la forma humana. Surgió un torbellino de señales, todas me manifestaban las acciones que tenía que realizar ahora en mi nueva misión.

La oscuridad cayó en la atmósfera, y al sentir un gélido viento correr a través de mi corazón, me di cuenta que estaba de pie en el centro de la Bóveda solar. Una burbuja flotaba a doscientos metros de distancia. Parpadeé y vi un cuerpo que yacía inerte, en una extraña posición boca abajo. Al acercarme, vi la cara sudada de la mescalera. Su cabello húmedo tenía pasto o quizá vegetación marina. Abrió los ojos y me miró de soslayo: "pierde la forma humana". Y al decir esto, la mescalera se convirtió en una hermosa serpiente de agua.

Despierta naualli, despierta y enciende mi fuego.

Despierta de las profundas selvas de la inmortalidad.

Despierta naualli, dame mi nueva forma.

Despierta cazador solitario y oportunista, grande y poderoso.


Cayeron dos relámpagos al lado de mí. Y en la lejanía estaba ella de nuevo. Un pequeño río brotó a mis pies. La corriente llevaba a la serpiente de agua. Tomé con mis manos de aquel límpido líquido que al beberlo, me supo a miel. Tuve un mareo, y de repente comencé a sentir calor en mis orejas; en mi cabeza, y, posteriormente, en mi vientre. Algo se encendía en mi interior. Corrí en el espacio perpetuo mientras mi piel se iba descascarando y caía al suelo convertida en astillas metálicas. Sentí un fuego interno consumir mi pensamiento y en mi corazón no sentía más que furia al acelerar mi carrera. Pronto sentí que ya no corría como hombre, corría en cuatro patas impulsadas por un incentivo abstracto al que le otorgaba el atributo señalado por el Infinito.

Mi rugido emergió de la oscuridad. Era yo quién me ordenaba a mí mismo a no detenerme, a correr con prisa, a despertar en el ancho espacio de la Bóveda solar. Era yo de fuego. Era yo quien ardía y servía de tea. Era un jaguar de fuego concedido por el naualli. En aquella distancia eterna, atisbé entonces aquella silueta. Llegué al frente de ella, y cuando la franqueé, intentó acariciarme. Me quedé quieto, respirando lenta y profundamente, a la expectativa de sus movimientos. Mientras aferraba mis garras ígneas en la superficie fría, la silueta estuvo a punto de realizar un movimiento, mi rugido emergió como señal de ataque, a punto de abalanzarme, caí en mi cuerpo de naualli y desperté de mi sueño.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

hola, qué significa k'áak' báalam